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Misterio en Wheeling

( Nota para la reedición de este post, que queda con este título a resultas de la unión de “Misterio en Wheeling” y “El tiroles rojo”, los dos ya publicados en mi anterior y fenecido Blog: Dustsweatiron.net)

De aquel tiempo que pasé en West Virginia , el estado menos agraciado de la Unión; quedaron, además de un montón de recuerdos, unas pocas pinturas, no muchas fotografías, algunas cartas, siempre muy solicitadas y que—con el tiempo y mis circunstancias vitales—se convirtieron en e-mails “solos, cortados y condensados”, con leche de La Lechera, tal como decía  R. (viejo amigo y profesor de la Texas A&M) o con “leche condená…” como recitaban los moros, en sus peroratas de ventas de “primera necesidad” al trapicheo en las trincheras de los “nacionales”… R. era el que decía entrar en el Café Ridruejo— mi anterior blog: “polvosudoryhierro.net” a leer “el periódico”—  gratis et amore, como en los bares y casinos de pueblo en España y a tomar el mejor café del mundo, que es el que uno se hace en su casa todos los días. Y mirando de puertas adentro, unos cuantos cientos de notas de todo tipo, para acordarme de todo y poder escribir. Notas, sin las que me sería imposible recordar poco o mucho, a veces, ni siquiera el cómo me llamo.

Una postalita de Wheeling y su puente colgante sobre el rio Ohio. Coetáneo con el de Santurce-Bilbao ("Vengo por toda la orilla…”) 1920.

Una postalita de Wheeling y su puente colgante sobre el rio Ohio. Similaridad al de Santurce-Bilbao (“Vengo por toda la orilla…”) Fotografia de 1976/autor desconocido.

Vivir en Wheeling, West Virginia, USA, durante seis meses, fue como volver por una temporada a un siglo anterior, sin poder precisar cuál. La única conexión con la realidad del presente era la televisión, siempre “encendida” y las gasolineras, con sus subidas de precios. El resto era un continuo descubrimiento del pasado de Norteamérica, una continua situación de duda entre si cualquiera tiempo pasado fue mejor, o no. Esta duda raramente se disipa del todo, tanto ayer como hoy, aparece y desaparece como los otrora famosos Ojos del Guadiana, en Andalucía; esos ojos que tarde o temprano, un día de estos, con los extraños cambios de clima actuales, no van a volver. Como tantas otras cosas.

No divagues, Luisma…que fue del famoso misterio del título? —Bien, aquí va. Durante estos seis meses de Wheeling, viví en una casa americana típica, clásica de las ciudades con mejor pasado que presente. Una vivienda de las llamadas: “shotgun” (escopeta), por su forma alargada y estrecha. El ancho de una habitación y el largo de cinco, una detrás de otra, con ventanas solo a un lateral, el otro un grueso muro de separación común a la casa siguiente. Una casa de unos ciento cincuenta años de edad, o quizá más, y de claras reminiscencias victorianas, no solo en su diseño sino también en su decoración. Chimeneas o salamandras en todas las habitaciones y la duda corrosiva de que el frío, de todas maneras, se va a colar por cualquier rendija. Pisos de madera, tremendamente sonoros, que invocaban por la noche la idea de seguros fantasmas. Entubajes y registros enrejillados que traían voces difícilmente inteligibles y que parecían lamentos. Extrañas luces y reflejos en las ventanas abatibles, al caer la noche y en la madrugada. Son lo que yo llamo: “mis duendes” y no doy, de momento, la categoría de fantasmas; no les ayuda el entorno; no parece ser territorio de sabanas y capirotes blancos, que se confundirían con los de las tres Kas. Poltergeist, o la seguridad de que lo único que produce miedo es aquello que se ignora. Algo que aprendí del Conde Dracula.

Wheeling, West Virginia. El “Waterfront” con barco de vapor y el puente, hacia principios del siglo veinte.

Wheeling, West Virginia. El “Waterfront” con barco de vapor y el puente, hacia principios del siglo veinte.

No tengo ni idea y aunque inquirí, nadie supo decirme quien había vivido en aquella casa, años antes de que se convirtiera en un ir y venir de gente en alquiler. Yo ocupaba una buhardilla en el tercer nivel. Un par de habitaciones pequeñas al final de una empinada escalera, en la que se podían contar los pasos de quien subía, a veces se oían los pasos y no llegaba nadie. Eso era todo, un espacio mínimo pero agradable. Una noche, con poco que hacer y falta de sueño, me dio por destornillar el fondillo de uno de los armarios empotrados; no me correspondían las distancias en las paredes, todo era madera y—encontré un doble fondo…

De allí salieron un par de mantas raídas, unas botas de montaña y una pequeña maleta de lona marrón, atada con un correaje militar de un estilo que me resultaba vagamente familiar. Al pronto, me dí cuenta que la chapa de la hebilla central tenía grabada en relieve un águila y que no era el águila “calva” americana… era la bicéfala imperial, con los cuarteles de Castilla y León, castillos, cadenas, barras y toda la h… el emblema de España! Allí, en el quinto c… de América?

Al cabo, la abrí, con harta curiosidad y encontré un jersey anticuado y una caja conteniendo un abanico de caña y papel, algunos calcetines anudados en mogollón, dos balas de fusil Mauser, vacías; tres gargantillas de San Blas, roja, amarilla y morada— el aire de una bandera—las tres prendidas a un sobre con un sello de tinta azul que rezaba: Penal del Dueso, Santander. Dentro había una cartilla de racionamiento del gobierno español, sin ningún signo, ni nombre que permitiera saber de su dueño. Eso sí, estaba fechada en 1945, el año de mi nacimiento. Año famoso en los anales porque, en su agosto, los americanos tiraron la bomba atómica, la primera, en Hiroshima.

“Fechada en 1945, como yo; la primera: Hiroshima. (Photo: luisjimenezridruejo.com)

“Fechada en 1945, como yo; la primera: Hiroshima. (Photo: luisjimenezridruejo.com)

Pero eso no era todo. Debajo encontré una caja de color rojo, que al darle la vuelta—Oh, maravilla…! Eran los Juegos Reunidos Geyper, la caja de doce juegos! Aún había más… La gran sorpresa apareció detrás de los juegos, todavía recuerdo la cara que se me quedó…Un retrato de Franco! En Wheeling, West Virginia! El Franco joven, de los años cuarenta, el mismo retrato de los sellos de Correos. Montado sobre un panel de madera, daba la impresión de haber estado en algún momento colgado en una pared. También tenía múltiples picaduras, concentradas en el rostro y el torso y que más tarde interpreté como huellas de haber sido lanzados dardos contra él.

Mi sorpresa fue todo lo grande que se pueda imaginar y pese a haberlo intentado, con algunas investigaciones, nunca he podido saber nada de quien podía estar detrás de todo aquello. Un español? Un americano? Quizás un miembro de aquellas Brigadas Internacionales, con campo de entrenamiento en los bosques de West Virginia? Algún tiempo más tarde, visitando un viejo cementerio que domina la colina sobre aquella casa, un lugar donde los muertos disfrutaban de unas vistas maravillosas, encontré una tumba que rezaba: C. SantaEngracia, 1917-1963…una simple tumba, una lápida llena de verdín y sin ningún signo religioso. Sería este mi personaje? Y si lo fue, que historia había detrás? Fue su vida tan simple como su simple tumba?

“Greenwood Cemetery” Disfrute toda su eternidad de unas vistas maravillosas… (Photo: luisjimenezridruejo.com)

“Greenwood Cemetery” Disfrute toda su eternidad de unas vistas maravillosas… (Photo: luisjimenezridruejo.com)

Todavía conservo ese retrato del ínclito caudillo (¡?) Lleva unos cuantos años como el arpa de Bécquer. Del rincón en el ángulo oscuro, silencioso y cubierto de polvo…detrás de la puerta, siempre abierta, de mi estudio. Nunca he sabido que hacer con él.  Me da grima… A propósito de enterrar recuerdos innecesarios. Los cementerios—casi todos, en América del Norte, están dentro del perímetro urbano de los pueblos y ciudades—y el “nuestro” se extendía en lo alto de la colina y como otros muchos se estaba convirtiendo en un parque recreativo, para pasear y hacer ejercicio físico. Veremos si todavía no le encuentran algún otro uso, saludable o no.

Pregunta: A quién se le ocurrió poner un cementerio—símbolo de democracia (¡?) en lo alto de una colina, la más alta y con las mejores vistas de la región? Seguramente, fue al que “asó la manteca”, que no vio el gran negocio que se le venía encima: cincuenta parcelitas, de un acre cada una, con unas ponedoras y una vaca blanca y negra…los domingos, a la iglesia. Y a dirigir el mundo. Y otros mundos…si se tercia.

(izq.) Francisco Franco. “El mismo retrato de los sellos de Correos!” (der.) “…un montón de espíritus que llegan desde todas las partes de los mundos para reunirse.” Photo: luisjimenezridruejo.com

(izq.) Francisco Franco. “El mismo retrato de los sellos de Correos!” (der.) “…un montón de espíritus que llegan desde todas las partes de los mundos para reunirse.” Photo: luisjimenezridruejo.com

El Cementerio Greenwood. Desde lo alto no se ven más que tumbas, viejas, grises y llenas de verdín; precipitándose hacia el fondo de un paisaje/landscape enorme y profundo, a días precioso; siempre claro en lontananza y que debió ser el mismo, quizá más frondoso, que veían y oteaban los vigías del ejercito nordista. Presidente: Mr. Lincoln. Era cuando este pueblo, poblachón hoy, durante un tiempo fue capital del estado.

“Yankees” y “confederados.” Tiempos de guerra civil que recuerdan muchas de las tumbas que me rodean. Cementerio anglosajón, ni cruces, ni imágenes, solo algún ángel de piedra, con las alas a medio tallar y un montón de espíritus que llegan desde todas las partes del mundo para reunirse. Lápidas grandes y pesadas y monumentos funerarios pequeños, la mayoría un nombre y unas fechas, a secas. Más que antiguo es un cementerio viejo.

Saltando sobre las tumbas, descuidadas y húmedas, gané el tope de la colina para guarecerme de la lluvia, fina y persistente, al amparo de las columnas de un panteón grande. No dejaba de pensar lo que debía ser este sitio en noche de tormenta; esas tormentas del rio Ohio, cercano pero que solo podía intuir desde la altura. Entre la fronda tampoco veía mi calle, Main Street, la calle principal del pueblo (ciudad, insisten ellos). Aunque me gustara subir frecuentemente al cementerio; adoro los lugares altos sin sensación de vértigo; ese día ya no quería estar más allí y me dispuse a bajar el montecillo. Al franquear la puerta enrejada, volví la cabeza y me pareció ver movimiento tras unos arbustos, algo rojo que se movía despacio. no me paré y aceleré el paso, carretera abajo.

Uno ve tantas imágenes a lo largo de su vida—. A saber…? Espíritus? (photo: luisjimenezridruejo.com)

Uno ve tantas imágenes a lo largo de su vida—. A saber…? Espíritus? (photo: luisjimenezridruejo.com)

Llevaba más de un mes viviendo en aquella calle y era la primera vez que lo veía. Al principio solo me fijé en su perro, pequeño y de movimientos lentos; aunque ponía tensión en la correa que le unía al viejo, en realidad no estaba muy claro quién llevaba a quién y el perrillo tenía todas las de ganar. Así me di cuenta de la cojera de aquel hombre y sobre todo de su extravagante sombrero. Un tirolés rojo. Nunca lo había visto en el barrio y a pesar de ello aquel tipo me tenía un aire vagamente familiar. Jamás he sabido el porqué—uno ve tantas imágenes a lo largo de su vida—. A saber! Me sorprendió que me saludara, y en un muy correcto castellano—Hola señor, usted es el español que vive en el 212, el que ha venido de Texas. No fue una pregunta y me llamó la atención; no tenía ni idea de que allí, alguien supiera de mi vida y milagros.

El viejo Mark y yo hablaríamos a menudo y supongo que a los niveles americanos eso se puede llamar: una amistad. Me narró muchas historias, deslavazadas en general, de las que pude colegir que estuvo en la guerra civil española con las Brigadas Internacionales, con “la Washington” en Albacete y luego en el Jarama y “lo de Teruel” lo más duro de la guerra, donde también participo mi padre, Alférez Provisional en el bando contrario, ganando su tercera Cruz de Sufrimientos por la Patria (heridas en campaña). Mark, muy joven, se enamoró del país y algo más que pude intuir, aunque él no quisiera hablar de ello—no hablemos de esa parte de mi vida, cuanto menos hable menos daño me hace el recuerdo—. Un día no pude contenerme y le pregunté de donde salía aquel sombrero rojo altisonante. Así supe de Celso, el español, su amigo del alma, compañero de trinchera y de vida cuando después de pasar unos años en prisiones le había seguido hasta América, para quedarse con él para siempre. Celso entró, como tantos otros, siguiendo el periplo de la inmigración mexicana, mojándose la espalda en el Rio Grande. Fue un ilegal toda su vida y toda su muerte. Se trajo aquel sombrero de España, a la que nunca más volvió.

Pocas veces hablamos de Celso, él lo evitaba, aun así, supe que yo se lo recordaba… mirada, ademanes, mi manera de hablar inglés…Me decía que él fue la parte luminosa de su vida—como se puede recordar una guerra con cariño? Su amigo había vivido en la que ahora era mi casa, al llegar de España y antes de compartir la suya con él hasta su muerte, de la cual hacía casi cuarenta años. De pronto mi hallazgo, en el trasfondo de un armario empotrado de aquella casa, cobraba todo su sentido; incluso la lápida encontrada arriba en el cementerio. Uno más, de mis ‘misterios de Wheeling’ resuelto. Una vez más pensé que el mundo es un pañuelo, sucio. Por qué extraños vericuetos andamos y donde venimos a terminar. A veces, pienso y hago cábalas sobre dónde y como acabaran mis andanzas…

Hace ya varios años de mis meses en Wheeling y aún me acuerdo, muchas veces del sitio y de aquel cementerio. Los Estados Unidos profundos, la esencia de un país original. Un país de granjeros y colonos que peleando por esas tierras levantaron un imperio. Hace mucho de mis charlas con el viejo. No sé que habrá sido de él, de sus recuerdos, de su perro pequeño y animoso.  Que habrá sido del rojo sombrero tirolés del “rojo.” Probablemente, Mark descansa ya para los restos en alguna tumba sucinta de aquel lugar donde le gustaba ir a estar cerca de su amigo. Como decía aquella canción española, que Celso le cantaba: “A tu vera, siempre a la verita tuya, hasta el día que me muera…” A mi también me gustaba aquello. Me gustan los lugares con busilis, los sitios con presencias y ausencias. El silencio. Que gran palabra…

Luisma, 18 de Julio del 2013      Reeditado para Halloween 2023

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Del Real Madrid

(Este post es re-edición del mismo con fecha 23 de Junio del 2015. Hoy con ocasión de la próxima Champions lo vuelvo a usar para animar al equipo, como siempre…esperamos estar en la Final…como siempre.)

“La primera delantera galáctica: Kopa, Rial, Di Stefano, Puskas y Gento…” No, no eran de Andrómeda, eran: un francés, dos argentinos, un húngaro y un español, de Santander, que valía por tres…”

“La primera delantera galáctica: Kopa, Rial, Di Stefano, Puskas y Gento…” No, no eran de Andrómeda, eran: un francés, dos argentinos, un húngaro y un español, de Santander, que valía por tres…”

Hála Madrid!  Sí, ya sé que no es forma de empezar un ‘post’, y ya el viento de la pradera me trae señales de humo de los que se van a ‘dar de baja’ de leer este articulillo; justo por el título, o a partir de esta misma línea, por la foto, en la que declaro mis amores naturales y la adscripción eterna a mi equipo; hace ya la friolera de setenta y cuatro años—que yo recuerde—una eternidad que se remonta al Siglo de Oro (los Sesentas), a las Navas de Tolosa—primera vez que vestí de blanco en batalla—y al sitio de Numancia, digo yo… y así siguiendo hasta el amanecer de los tiempos. De hecho, y si hacemos caso de la Biblia: el primer día de la Historia no salió el sol porque lo tapaban unas nubes blancas y un coro de barrocos angelitos gordezuelos, blancos y desnudos, arpas y trompetas, que entonaban el himno: “De las glorias deportivas…” Y el del: “Como no te voy a querer—Como no te voy a querer…! Que ha pasado a ser un cántico universal en todos los estadios, y tiene la categoría ya del: “You’ll Never Walk Alone” el del Liverpool, The Kop y Fondo Sur, nunca lo cantan a domicilio, el uno del otro, por respeto. Todas las hinchadas lo cantan a su equipo local, excepto una, fácil y grosera, la de arriba en el mapa, a la derecha. Envidia. Sin ir más lejos, ayer en un reportaje de la TV Siria miraba estupefacto como una banda militar de cornetas y tambores lo machacaba en directo. —“Come no ti voy a querrerr….” Desentonado y Perfecto.

Y yo me pregunto: Es esta forma la de ir a un partido de fútbol americano, con una camiseta del Real Madrid…? Entrando en el estadio entre un océano de “toallas terribles” sigo siendo del Real Madrid y Steelers Nation.

Y yo me pregunto: Es esta forma la de ir a un partido de fútbol americano, con una camiseta del Real Madrid…? Entrando en el estadio entre un océano de “toallas terribles” sigo siendo del Real Madrid y Steelers Nation.

Cuatro añitos tenía yo la primera vez que ví jugar al Madrid—en el NO-DO—y ocho la primera vez que fui al Bernabéu… y, ahí empezó todo. He ‘seguido’ y seguiré al Madrid toda mi vida, vikingo cerrado, desde aquellas Cinco Copas de Europa, las que los estultos de siempre llaman ‘en blanco y negro’. En España, en Europa, en América, siempre de blanco, esto ya no tiene vuelta atrás, así es la cosa. Aquí estoy mirándolo todo desde la distancia, en millas y sobre todo en tiempo. Tengo en la cabeza una colección de estampas, podría parecer una de cromos deportivos. Si no fuera porque las estampas están archivadas en las alacenas de mi imaginación y recuerdo, y me cuesta solo un instante proyectarlas en el/la frente de mi cerebro; ahí es donde, con solo cerrar los ojos, pasan todas las imágenes viejas y nuevas, y se repiten todos los momentos selectivamente, es decir: solo los buenos. En caso de necesidad acudo en peregrinación a la ‘ermita’ de San YouTube, que es santo de mucha devoción. Y, allí están los exvotos de las 14 copas y todos los demás trofeos, incluidas los millones de imágenes triunfales…

Los momentos estelares de mi afición al Madrid son muchos y variados, al bote pronto (dominio de la pelota) mi primer partido en Chamartín, casualmente—u orquestado por mi padre, también madridista empedernido—en noche de Copa de Europa, lo de Champions es parla extranjera. El ruido de la gente al entrar por el vomitorio a la grada y la monstruosa asociación inevitable con el circo romano.  ¡Abajo con las pancartas y los ‘tifos’! Sale el Madrid al verde. Ese runrún de las conversaciones, cortadas de raíz por la expectación y el pitido inicial.

“Abajo con las pancartas y los ‘tifos’! Sale el Madrid al verde…” La foto es el día de la despedida de David Beckham.

“Abajo con las pancartas y los ‘tifos’! Sale el Madrid al verde…” La foto es el día de la despedida de David Beckham.

Noventa mil personas es mucha gente y aunque no estén gritando parece el pálpito de un seísmo. La masa es la masa, y se nota y suena hasta en silencio. Afuera del estadio el perfume a pámpanos en las acacias de la Castellana. Ya dentro en los pasillos y escaleras, efluvios a cerveza escanciada y aceitunas aliñadas—eran otros tiempos— en las gradas los puros, el humo denso de las brevas y los farias bajando del anfiteatro a mezclarse con los montecristos de la tribuna baja. Nada hay como el ruido de la jugada bien hecha, el murmullo de la masa dos segundos antes del gol, la acústica del aplauso del Bernabéu. Nunca he sentido frio allí, la afición arropa mucho. Los jugadores así me lo han dicho también. Lo único que se hiela son los dedos de las manos, y el sentido cuando se falla una pelota clamorosa. La emoción de un buen partido dura toda la noche y el despertar vacío del jueves o el lunes siguientes.

“…casi seguro que después seguiremos en la brecha…”

“…casi seguro que después seguiremos en la brecha…”

Muchos años después, aún quedan en la moviola mental y ‘los internets maravillosos’ que todos llevamos dentro, o en el teléfono, ese presente que nos conecta con el pasado, jugadas y jugadores de todas las épocas: las fantasías de Di Stefano, el mejor; los cañonazos y el toque de Puskas; las carreras eternas de Gento; los regates de Amancio, las voleas de Oscar Mas; las emociones de Juanito; los ‘helados’ de Butragueño; aquel gol de Santillana, cualquiera, de cabeza, claro; las pinceladas del artista Guti (Curro Romero), a nadie he visto despedirse de su vida como jugador con un taconazo de espaldas y sin mirar; Ronaldo, el gordito, el genio, aunque no fuera el mejor jugador, si fue el mejor delantero centro de la historia; Sus Excelencias: Raúl y Zidane y los balones por certificado aéreo de Beckam. Las paradas del Santo Casillas, al que echaremos de menos cuando ya no esté, los que vengan detrás necesitaran escapulario con reliquia. Los goles en cascada de Cristiano o como decíamos antiguamente: ‘a espuertas’…todos ellos y los que vengan detrás a hacer sonar la campana del estadio, cuantos más mejor.

Este ballet es siempre el mismo, después de un gol, todos los siglos, todos….

Este ballet es siempre el mismo, después de un gol, todos los siglos, todos….

Esto será señal de que duramos, veremos, o pensándolo bien, casi seguro que ‘después’ seguiremos en la brecha. Los dioses no pueden tener tan mala leche de ‘quitarnos’ el futbol en la eternidad, que podríamos hacer sin ello? Espero que a alguien ‘hecho polvo’—literalmente—como estará uno de aquí a un tiempo, le quede un alma—o lo que sea—que pueda andar vagando, nunca mejor dicho, de partido en partido, ‘como quien no quiere la cosa’…en resumen: un fantasma, ‘blanco’, naturalmente. Salud y Hála Madrid!

… Con el Ferrari y el cartel que puse, a la entrada del Rancho “S.” el año pasado para la 14 y quiero ponerlo también para la 15…Dará suerte…? ¡Hála Madrid…!

… Con el Ferrari y el cartel que puse, a la entrada del Rancho “S.” el año pasado para la 14 y quiero ponerlo también para la 15…Dará suerte…? ¡Hála Madrid…!

Luisma, Maypearl (TX)    23 de Junio del 2015

Re-edición 30 de Abril del 2023

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El niño de la foto

Luisma y la abuela Luftolde, hacia 1947, en la terraza de la casa de Marqués de Vadillo, en el Burgo de Osma.

Luisma y la abuela Luftolde, hacia 1947, en la terraza de la casa de Marqués de Vadillo, en el Burgo de Osma.

Este post está dedicado a todos aquellos que hoy, 24 de Septiembre del 2022, se encuentran celebrando la “Ridruejada”, facción beligerante de los Ridruejo, oriundos del Burgo de Osma, Soria, (España), con la adhesión del que esto escribe y la pretensión de llegar a la siguiente, aunque sea en parihuelas.

Según todos los autores, era un niño precioso con unos ojos azules, grandes y expresivos, que podían iluminar una carretera de noche. Cabeza grande, seguramente para contener mayor cerebro (sic). Extremidades gordezuelas pero fuertes; manos de piel suave y que así se han conservado con los años. De estatura no muy alto, pero proporcionado. En suma, un niño bonito que llamaba la atención de tirias y troyanas en su cochecito de bebé. Puede parecer, por lo anterior, que Luisma no tenía abuela que le ponderase, pero, la foto que encabeza este post es prueba fehaciente de que la dicha señora existió y así lo cuentan las crónicas.

 Era esta abuela la ínclita Luftolde Calleja, calagurritana, mujer pequeña y rellena, dicen que de bastante genio y un carácter duro, como se presupone por etiqueta sea la mezcla riojana de navarra y baturra. El nombre germánico no tengo muy claro como llegó a sus alcances; por tradición, supongo; en una familia en que los nombres poco comunes están instalados por sucesión. En las nuevas generaciones, nadie se ha atrevido, sin embargo, a otorgar el nombrecito a ninguno de sus vástagos. Ni siquiera como segundo o tercero. A saber. El caso es que en la foto, Luftolde me tenía en brazos con aparente delectación.

“Abuela con niño y pato” 2022 (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Abuela con niño y pato” 2022 (Photography: luisjimenezridruejo.com)

El niño de la foto era revoltoso, como mandan los cánones, aunque parezca que nunca había roto un plato, y esta podía ser la definición de sí mismo—yo no he sido, yo no he sido—. Todo ello con un aire candoroso y angelical, a todas luces falso. Al menos por lo que yo recuerdo. Posteriormente a la edad de la fotografía, hacia los siete u ocho años del niño, él y su famosa abuela mantuvieron, en los veranos, una relación tensa y ruidosa debido a la desmedida afición del niño a sustraer galletas, dulces y almendrucos que la abuela guardaba celosamente—bajo llave colgada sempiternamente de su cuello—, en una habitación de puertas acristaladas que hacían más difícil la entrada y estancia en ella. El niño candoroso de la foto depuró con el tiempo sus estrategias y planes, algunos dignos de Maquiavelo y Houdini.

 En la foto se puede advertir que el niño Luisma sostiene un pato, creo recordar que era de felpa. Esto puede hacer creer que le gustaban los animales. Craso error. Nada más lejos de la realidad; una más de sus cortinas de humo, de las que ya hacía gala a tan temprana edad. En mi entorno es cosa sabida mi relación siempre atravesada con los animales, sean de la clase que sean. Nunca fueron santo de mi devoción, ni lo siguen siendo. No creo que existan muchas fotografías de Luisma sosteniendo animales en brazos, ni siquiera de juguete. Prefiero una compañía inanimada, una vista a través de una ventana, por ejemplo. El pato, y la abuela, eran para la foto.

Cabezón, con peinado de raya y agua de limón, ahora reparo de quién me viene la durable cabellera, y una cara con mofletes de luna llena. Es la definición de una típica cara Ridruejo. Vestido de perlé, con patucos de lana soriana y actitud de niño lorquiano, más atraído por el misterio de la cámara fotográfica, pretendiendo ya empuñarla de seguido. No mucha atención a una abuela que se extinguió pocos años después; dicen las malas lenguas que, a resultas de una indigestión de probadura de cerdo, en el Burgo de Osma de mis ancestros. No tengo mal recuerdo de ella; si exceptuamos los más vívidos de los capones en la cabeza que me administraba, cada vez que invadía y saqueaba, con falsa llave, en la habitación de los almendrucos.

“S. y Luisma en el castillo de Osma” en la Ridruejada de 2007

“S. y Luisma en el castillo de Osma” en la Ridruejada de 2007

El niño de la foto derivó hacia otras aventuras vitales y descubrimientos de un mundo que resultó ni bueno, ni malo, sino todo lo contrario. Es una de las pocas fotos que conservo de la única abuela que conocí. Sus arrugas me recuerdan las de mi padre, que murió diez años más joven de lo que yo soy ahora. Uno anda rebuscando siempre recuerdos en busca de un tiempo perdido, que no echo de menos, pero que tiene las claves de quién uno es. Finalmente, aquel niño se ha vuelto un joven viejo, que vaga sin saber a dónde va. Algunas religiones son tentadoras: “Holgar, vagar, esa es la ley, que así lo manda el Rey.” (‘Alicia en el País de las Maravillas’). Ya veremos por donde salen los tiros…

Luisma, 20 de Enero del 2013   Re-edición en Setiembre del 2022

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Casi Diez Años Después…

“Luisma” Jiménez-Ridruejo. (Navy blazer with brass buttons from Filene’s. Mandarín-collar cotton dress shirt from Costco…Sala de Prensa. Homeland Security. Foto: Nf News)

“Luisma” Jiménez-Ridruejo. (Navy blazer with brass buttons from Filene’s. Mandarín-collar cotton dress shirt from Costco…Sala de Prensa. Homeland Security. Foto: Nf News)

[ Lo que sigue, entreverado a párrafos con el “post”—como el tocino en los jamones de Alba y Guijuelo—es el discurso, inglés en cursiva, (Keynote speaker), pronunciado en la ceremonia de mi ciudadanía USA. (Dos orejas, ovación y vuelta al ruedo. En peores plazas hemos toreado…). Pittsburgh Federal Building. 4 de Julio del 2013]

Era en Pittsburgh (PA). Hace ya casi diez años, cuando me otorgaron la nacionalidad americana; Harvey J., director de Homeland Security, que era amigo, construido a base de tapas y vinitos; cliente asiduo de los Restaurantes, donde yo trabajaba de manager y relaciones públicas, y por ello conocedor de  mis historias y mis cosas. Habitual y casi crónico parroquiano de la barra del bar, teníamos conversaciones de literatura y arte, mientras yo saludaba y “sentaba” a los clientes. Además, era un laureado escritor amateur, de cuentos eróticos, y agente—undercover—de una de las dos “agencias” más famosas del mundo. Un auténtico protagonista de novela… Me invitó a escribir y pronunciar (keynote speaker) el discurso de aceptación, en la ceremonia de aquel año, del Juramento de Bandera y Ciudadanía de los E.E.U.U. Por supuesto, acepté. Era una gran oportunidad y en una magnífica plaza.

Hi…

I never stop thinking about why I like being in this country. Today I do this for one simple reason: Because I am becoming officially American, something that I have been for a long time in my heart. I realized that some years ago, in Barajas airport, in Madrid, Spain, my old country. I was returning to the States after one of my trips, surrounded by a flood of strangers, and suddenly it hit me: I am returning home. The United States is my home. It is a moment that I remember vividly. I like to be in this country because nowhere else am I conscious of my personal freedom, a freedom I always fight for and I always will.

Los “veintidós” del año 22, en el condado de Allegheny. “Luisma, soltando el discurso de la nacionalización.” Pittsburgh, 2013.

Los “veintidós” del año 22, en el condado de Allegheny. “Luisma, soltando el discurso de la nacionalización.” Pittsburgh, 2013.

Éramos un grupo de veintidós recipientes de la nueva nacionalidad, de muy diferentes países y muy distintas extracciones. El “speech” que hice fue muy celebrado y tengo entendido que, unos meses después, fue introducido como material de estudio, en los cursos de agente federal. Hubo congratulatoria variada. El mejor parabién fue el de S. que al tiempo de abrazarme, en presencia de las “autoridades”, me susurraba: “Que bárbaro…eres la leche, te has quedado con la gente, tío! “Y yo, encantado al oírla hablar un español tan “florido” y castizo. Algunos me abrazaban, cayéndoles las lágrimas… Confieso que dramaticé un poco, el discurso y el podio…era el poder de los ‘silencios’ y tragar saliva al tiempo, humectando la garganta… al actuar y al hablar en público, como me enseñó José Luis Cuerda, en sus clases de Dirección de Cine de la facultad de Bellas Artes. En Salamanca, allá por los primeros ochenta del siglo pasado, cuando todavía no tenía ni idea, ni siquiera noción, de que un día iba a terminar aquí, y en estas circunstancias, ciudadano de los USA. Según S. (amante musa, secretaria, computer savvy, chef de cocina, violinista, bióloga y cien cosas más) he mejorado mucho mi teatralidad, en mi rol actual de artista “serio y responsable…” También pensé, y lo sigo pensando, que no es lo mismo conseguir la tan preciada ciudadanía americana, por larga solicitud o jugando a la lotería de la inmigración, o simplemente ‘comprándola’ con dinero… que recibirla por invitación oficial “…as an artist, and dedicated worker for the community…” Como, por ejemplo: Traductor Jurado Judicial de español y francés…!  Que te parece, amigo?  “ Y, luego dicen que el pescado es caro…!

On a day like this, the memories strike me all over again. I remember myself as a kid in a country just out of a civil war, short on freedom and long on injustice. That kid had some particular heroes: soldiers, pioneers, cowboys. They were fighting for justice and freedom on the prairies and deserts of a country that we called America. A faraway and unreachable country on the other side of the ocean.

Tuve casos muy interesantes, uno de ellos—el más recordado—asesinato en primer grado, en una pelea de bar; “ganamos” el “asesino” y yo, nuestro abogado defensor colaboró un poco, usando una invención mía: “filtración de verdades y hechos alternativos”(que le dicen ahora), mucho antes de que se pusieran de moda en los círculos políticos y periodísticos. Incluso usando el Latín, que nunca suspendí en Bachillerato, y las muchas películas de Perry Mason, en español en España y en inglés, aquí… clases “nocturnas” con películas de todo cuño, y la inestimable ayuda de la “Cowgirl ”, una amiga maestra de inglés en Primaria que después de mi divorcio americano, en largas sesiones con cena y ‘postre’, me perfeccionó el inglés y hasta el ‘francés’, que dominaba. Tenía unas ‘magníficas condiciones’ y ‘enseñaba muy bien’. Yo la ‘perfeccioné’, a mi vez, todo lo que pude…cuestión de atar cabos. ¡Ah! La sentencia del juicio…Oye, le cayeron solo 4 años y podía haber sido: “la silla”!! Los mexicanos le siguen llamando “la silla”, aunque ahora sea por inyección letal.

‘Casi diez años después’…esta foto ha sido hecha esta mañana (recién salida del horno) en conmemoración de aquel dia en Pittsburgh, y es una muestra de lo que estoy “haciendo ahora” en fotografía. (luisjimenezridruejo.com)

‘Casi diez años después’…esta foto ha sido hecha esta mañana (recién salida del horno) en conmemoración de aquel día en Pittsburgh, y es una muestra de lo que estoy “haciendo ahora” en fotografía. (luisjimenezridruejo.com)

Those heroes of youth were American heroes, and will be forever. The kid grew up, and one day thought of visiting the land that had attracted him so much when he was little. And now I have come to know this country.

Gran triunfo para un pobre tractorista mexicano, un joven abogado de oficio y un traductor-pintor-fotógrafo-manager de un restaurante español… Conservo, no sé dónde, una carta del juez, felicitándome por el gran trabajo de “traducción” (¡?). Cuando algo así pasa, es cuando empiezas a pensar que ya ‘sabes pilotar el avión’… En aquella Sala de Juicios, de un vago e indefinible estilo ‘remordimiento inglés’, recargada de maderas macizas, frontones tallados con palabras viejas…Justicia, Libertad… Hubo, al mismo tiempo una gran dosis de seducción: al juez, al fiscal y hasta al jurado les encantaba escuchar su voz, en traducción, casi simultánea, a otra lengua…eso los distraía y los predisponía a ‘nuestro’ favor. “Es ese español tan ‘cantadito’ que usan ustedes los españoles de España”, decía mi defendido-traducido. Fue el primer caso del abogadillo en ciernes, el mejor mío y espero que el único asesinato también, del mexicano Emilio R. de Puebla.

I remember very well that first day, landing in Houston Texas after a bunch of interminable hours over the waves of the Atlantic. I still can feel the tremendous heat and humidity as I left the plane. At that moment I said to myself, Luis, you won’t last long here! Well…that was 24 years ago, and here I am. What happened then, and later? The country was getting inside me little by little and I got more and more inside this country. I chased the dream of democracy and discovered the reality of personal freedom. Today I make it official; I need to after so many years. I fell in love with this country — with its diversity, with its new frontiers. And now those heroes of my youth are everyday people.

Años después, en la peluquería, ya de vuelta en Texas, leía en un periódico mexicano las noticias sobre el juicio a un ya célebre asesino a sueldo: “El Santero de Michoacán”… La foto del periódico y la descripción del navajazo por la autopsia, me pareció: “familiar”, yo ya había visto aquella curva de salida de la hoja, antes. Era mala la foto publicada del acceso en público del personaje a la Sala de Juicios en Puebla, pero si aquel era el mismo E.R., apodado: “El Santero de Michoacán”, me temo que esta vez no le iba a resultar tan barato como la anterior, en aquel pueblo del Norte…Los mexicanos llaman: “El Norte”, a todo aquello que está a este lado de la frontera del Rio Grande. Los Estados Unidos de Norteamérica. Trescientos dieciséis millones de habitantes y contando… “Que país, que paisaje, que paisanaje…”

It has been a lasting love, and faithful.

Thank you very much.

Saliendo del acto. Tuve que firmar algunas copias del discurso. A cambio me regalaron una copia—de trabajo— de la Constitución Americana.

Saliendo del acto. Tuve que firmar algunas copias del discurso. A cambio me regalaron una copia—de trabajo— de la Constitución Americana.

Increíblemente ha pasado ya una década desde aquello, de amor duradero y fiel, por el país, por la paisana y por los paisajes. Y, aquí estoy, ‘repantingado’ (se usará todavía esta voz en las Castillas?) en mi butaca de manila y mimbre, con los botos en alto, sobre el rail de la veranda. Con la manta afgana protegiéndome de mis inveterados fríos en los bajos, sobre los que descansa terciado un imaginario Winchester, sería un ‘73…sin duda y sin el sombrero Stetson, pero con la gorra del Real Madrid—corazón tan blanco—, podré cambiar de nacionalidad, pero jamás de equipo de fútbol. Y me está viniendo, mecido por la brisa, el olor de la barbacoa, brisket y beans… Con los ojos cerrados, apretados por el brillo de la puesta de sol, al rojo indio—apache y tonkawa—ocres y gualda al reverbero de las luces, fuegos artificiales, en el fondo de la pradera…donde termina el día y empieza otro.  Doy en recordar…tantos años…tantas barras… tantas estrellas… tantas cosas….

Luisma, Maypearl, (Texas)      4 de Julio del 2022     Día de la Independencia USA

 

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Guggenheim en la cornisa cantábrica ( I ) & ( II )

“…Bilbao es ya el Guggenheim…” (Foto: Luis Jiménez-Ridruejo)

“…Bilbao es ya el Guggenheim…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

[En este ‘post’ he reunido, aumentado y editado, los dos post que dediqué, hace ya nueve años, tras mi primera visita, al Bilbao Guggenheim de Frank Gehry, usando viejas notas. Por culpa de la maldita pandemia y sus variantes, estoy ‘acogido a sagrado’ que no es otra cosa que encerrado en el rancho, no dejando que nadie entre en las casas, ni reuniones , ni proximidades. Como Dios manda, o en las interpretaciones de sus Biblias, hay cientos en este país, de los que se creen en posesión de la verdad absoluta. Pintura y fotografía, pero no nuevos viajes.]

Es como una fijación, siempre acabo haciendo lo mismo, con el intervalo de unos cuantos años, me gusta ir de viaje al norte de España. Y una vez en el norte, viajarlo en coche, de cabo a rabo, desde Galicia al País Vasco. Para quedarme unos días de quieto, en el medio está el gusto: Santander o Asturias y de ellas el pueblo pequeño, a ser posible con playa que pasear, aunque lo de menos sea el baño, y me da igual verano que invierno. Conducir y caminar la ‘cornisa cantábrica’ es de lo que se trata. Esta definición de la zona que agradezco a los locutores de radio y televisión, al dichoso ‘hombre del tiempo’, que lo repiten todos ellos históricamente, hasta la saciedad, y con familiaridad absoluta como si la cornisa se tratase de la escayola del salón de su casa. Si tuviera que escoger uno de estos lugares, sería en la provincia de Santander que, como rezaban las geografías de mi niñez, es la salida natural de Castilla al mar y quizás por ello también al mundo, en los tiempos en los que al mundo se iba por mar.

“…en lontananza, al término de la calle…” (Foto: Luis Jiménez-Ridruejo)

“…en lontananza, al término de la calle…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Rodar por la cornisa inevitablemente te lleva a Bilbao. Y así ha sido mi costumbre, aunque por alguna razón era contínuamente sitio de paso. Ahora ya no es tal, ni lo fue hace cuatro años, es otra meta y otra fijación. Bilbao es ya el Guggenheim (y por supuesto: San Mamés, aunque sean amores distintos). Esta jornada, S. (‘Ese Punto’) está conmigo con lo que el placer es doble, como mínimo. Ella viene al museo por primera vez y la dejo que lo descubra en lontananza, al término de la calle repleta de coches, una vista final que se acerca despacio y se adueña de la impresión y la emoción. Una explosión de brillos, apoteosis centelleante del metal al tornasol y que ofrece su esplendor al desembocar la calle al rio Nervión que oficia de foso protector detrás, donde parece un gran navío anclado en puerto. Son los alzados del teatro de la arquitectura actual en un contorno clásico, un contraste arquitectónico que se amplia y se explica cuando llegas a la visión total del edificio. Después de un momento de contener el pálpito, un largo y profundo respiro te permite, por fin, hacerlo libremente y volver al uso de la palabra.

“—francamente a veces se me olvida que es un museo—“ (Foto: Luis Jiménez-Ridruejo)

“…francamente, a veces se me olvida que es un museo…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

El Bilbao Guggenheim es impresionante. Mal que le pese a quien quiera. Nunca entenderé que una obra semejante pueda tener tantos críticos, tantos detractores con tantas motivaciones espurias. Mi visión ha sido crítica pero solo en elementos y detalles que no empañan, en lo absoluto, la grandeza y la brillantez de esta maravilla arquitectónica. Para mí, uno de los hitos del milenio, quizás el más atractivo de todos ellos. Me puedo pasar horas, y lo he hecho, dando vueltas al exterior del museo, levitando, y caer en la cuenta de que cada vuelta, cada retorno a un detalle, a un rincón o una fachada ya vista, es una invitación persistente a disparar la cámara, a generar una nueva mirada, una nueva visión y una serie de emociones encadenadas. Un ‘txirimiri’ de luces y reflejos que llenan los ojos de recuerdos. Andar cerca y hasta tocar, acariciar, los revestimientos de las fachadas del Guggenheim: vidrio, titanio y piedra con ecos de esqueletos de animales marinos, quien sabe de que proveniencia. Y la ensoñación de las mil flores estalladas del ‘guardián’, el ‘Puppy’ de Jeff Koons, acero inoxidable y flores, ejemplo de valentía artística.

“…definirlo con una sola palabra, esta sería: euforia…” (Foto: Luis Jiménez-Ridruejo)

“…definirlo con una sola palabra, esta sería: euforia…” (Foto: luisjimenezridruejo.com)

El Guggenheim es un placer por el que vale la pena, una y otra vez, el viaje a Bilbao. Además, las dos veces que lo he visitado, siempre me ha producido como una especie de reacción sorprendente; conforme pasa el tiempo estando cerca del lugar, empiezo a sentir una sensación de alacridad, alegría, entusiasmo y presteza de ánimo. Si tuviera que definirlo con una sola palabra, esta sería: euforia. Es la misma sensación que me produce estar frente a algunas de mis pinturas favoritas, las que están en la cúpula de mi particular historia del arte, del Parnaso de mi gusto personal. Algo que me obliga a encender mi ánimo y acometer con fuerza renovada lo que en ese momento esté haciendo en pintura y fotografía. Diferente a lo de escribir, en esto el paso del tiempo y el recuerdo sedimentado del sitio me es más objeto de inspiración. Para escribir me ayuda más el recuerdo que la presencia y la visión. Puedo soñar, dormido, con arquitecturas, espacios, texturas de fachadas, brillos y colores propios o reflejados; sensaciones físicas de andar, ver y tocar. Sin embargo, ahora caigo en la cuenta, no recuerdo haber soñado de tal manera nunca con pinturas o fotografías, solo con sus referencias.

Frank Gehry “…vidrio, titanio y piedra…” (Foto: Luis Jiménez-Ridruejo)

Frank Gehry “…vidrio, titanio y piedra…” (Foto: luisjimenezridruejo.com)

Este post—este escrito—no trata de ser algo académico, algo original, ni siquiera rimbombante o artístico. Lo único que trato de hacer aquí es, una vez más, reflejar mi gusto y admiración por una arquitectura que me llena. Es una manera de aplaudir a un Frank Gehry que lo ha hecho de fantasía en cada uno de los edificios que le conozco, y aun me falta París; el recién acabado: Fundación Louis Vuitton, del cual solamente he podido admirar lo que muestra su ‘website’. Cada nueva obra que le visito es un tremendo desafío fotográfico para mí. Y para ir a París, solo necesito una mínima excusa: respirar allí, por ejemplo. Frank Gehry y París es más que una mera excusa. Es una atracción magnética tremebunda, como en su día lo fue y lo es: Bilbao.

“…el edificio convertido en barco transatlántico se haya deslizado aguas abajo…” (Foto: Luis Jiménez-Ridruejo)

“…el edificio convertido en barco transatlántico se haya deslizado aguas abajo…” (Foto: luisjimenezridruejo.com)

Ir de vez en cuando al Nervión y disfrutar el Guggenheim, no sea que llegue una vez y el edificio convertido en barco transatlántico se haya deslizado aguas abajo, cornisa cantábrica, salida al mar y al mundo… De esta obra—francamente a veces se me olvida que es un museo—, quedan las fotos del exterior que en parte ilustran este post. De su interior ‘hablaré’ otro día, en otro post, con otra excusa y con otras gráficas. Un inverosímil Richard Serra ya ‘me pide’ cuartelillo y un prodigio de arquitectura interior me ofrece sus luces y sus espacios sorprendentes. Además de aprovechar las posibilidades de mi propia lectura estética, mi fotografía siempre ha intentado ser un homenaje cuando se trata de arquitectura señalada, la de los grandes, la que a mí me hubiera gustado hacer y nunca tuve la valentía de intentar.    

Guggenheim Bilbao. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Luisma, Maypearl (TX)   14 de Marzo del 2015   (Revisado: 1 de Enero del 2022)   

 

Interior—Día—Bilbao Guggenheim  ( II )

“…la calidad de luz excita la imaginación del fotógrafo…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“…la calidad de luz excita la imaginación del fotógrafo…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Entrar en el museo es como entrar en el set de una película en rodaje, un festejo visual de muchísimos grados y ángulos—tantos como rincones tienen sus espacios—e incontables planos más. La luz que penetra desde fuera, avanza lenta y parece tan atónita como mis propios ojos. Me quedo parado mirando un rebote de luz y ella, la luz, se detiene sorprendida también. Que bien quedarían “Las Meninas” colgadas en este espacio monumental…Cierro los ojos y pienso en este atrio como en el estudio de Velazquez en el cuadro. Será la calidad de la luz, la que excita la imaginación del fotógrafo? Esa luz por la izquierda, la escalera de salida al fondo, donde solo falta el primo del pintor. Velazquez, escondido detrás del mostrador de información, observando la ‘geografía’ del lugar…No hay “Meninas”, ni perro, ni enanos, están todos en la playa. Pero volverían y se asentarían aquí, sin problemas. Los reyes seguirían en el espejo, en Madrid, y el Guggenheim sería el palacio de verano. Que cosas…

“The Matter of Time” Richard Serra. Bilbao Guggenheim. (Foto: Luis Jimenez-Ridruejo)

“Richard Serra, “The Matter of Time.” Bilbao Guggenheim. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Hace solo un momento, afuera del Bilbao Guggenheim el celaje era gris y ominoso, nada más ingresar por las puertas, un sol triunfal se ha sumado a la visita. En mi cabeza resuena un órgano barroco, catedralicio, cada nota es un cuchillo de luz, cada rayo solar multiplica su reverberación en la más simple y desnuda pared y las luces cenitales borbotean, al tropezar desde las pocas nubes a los inmensos suelos sin pulir, dando brillo y una magnífica sensación de movimiento a cada objeto, a cada línea, a cada color…Eso si, hay grises, un festival de grises…Grises lunares, grises industriales, de plata de ley, capaces de levitar sobre las aguas. Se supone pues que los artistas en exhibición suministran el resto de los colores. A su aire. Alguno, como Serra, se lo toman muy en serio y a lo grande, como en su: “The Matter of Time” en color marrón/sepia/tierras quemadas…Apabullante.

“…Frank Ghery dijo que el edificio estaba diseñado para atrapar luz…” (Foto: Luis Jimenez-Ridruejo)

“…Frank Gehry dijo que el edificio estaba diseñado para atrapar luz…” (Foto: luisjimenezridruejo.com)

Me doy cuenta de que he olvidado, o mejor dicho, no tengo presente todo lo que había leído sobre este sitio. Solo me atrevo a dejar que me entre por los ojos, los mantengo abiertos con fuerza, casi sin permitirme el parpadeo. En apenas dos minutos, ahora, ya sé que el lugar se me va a quedar dentro para siempre. Parezco una aguja de marear en un mar de tormenta, miro a cada punto cardinal, sin saber hacia donde avanzar, por donde navegar este museo. Me acerco a mirar algo y después vuelvo al punto donde empecé, como si tuviera miedo de perderlo. Una ‘foto’, cien, mentalmente doy las gracias a no sé quien por haber inventado la fotografía digital. En unos pocos minutos he ‘gastado’ ya lo que hubieran sido tres carretes de celuloide. Bendito siglo! Y benditas tarjetitas en las que caben tantos miles de fotos. Ya no duele ‘tirarlas’ pero me contengo, he sido ‘entrenado’ a solventar mis problemas con pocas ‘poses’. La fotografía ya no es lo cara que llegó a ser, y también es muy agradecida con quien dispara mucho. Intentar hacer arte fotográfico ya es otra cuestión.

“…dejar que me entre por los ojos…” (Foto: Luis Jimenez-Ridruejo)

“…dejar que me entre por los ojos…” (Foto: luisjimenezridruejo.com)

Si Frank Gehry dijo que el edificio estaba diseñado para atrapar luz, el fotógrafo tiene que servirse de ello para ‘eternizar’ esos momentos que se producen contínuamente en su interior. El campo de juego es magnífico y las apuestas inconmensurables. El énfasis de la colección del museo es en la gran escultura, y es claro, quizás por ello las mayores críticas han sido a los grandes espacios interiores. Algunas pinturas de formatos no tan grandes parecen ‘perderse’ en vanos formidables, descomunales. Para mí, todo es cuestión de quien sea el pintor y cual sea la obra que centre nuestra atención. Un Picasso nunca puede perderse en una pared, por desmedida que parezca, y propongo una prueba de fuego, a ver que ocurre: colgar la “Gioconda” en cualquier parte de una de estas paredes, altas como naves góticas, en el grandilocuente atrio de este Guggenheim. Estoy seguro que seguirá calentándome el corazón como si estuviese en el salón de mi casa. Donde por cierto está—en reproducción, claro—solo un poco mayor que el original, para cumplir las normas del Louvre.

“…de ser ‘desaparcado’ en Manhattan a ser ‘entronizado’ en Bilbao…” (Foto: Luis Jimenez-Ridruejo)

“…de ser ‘desaparcado’ en Manhattan a ser ‘entronizado’ en Bilbao…” (Foto: luisjimenezridruejo.com)

En la colección encontramos a los ‘sospechosos habituales’, americanos y europeos, y otros no tan habituales, cuyos nombres ‘cantan’ a artistas vascos. Además de otros españoles variados: ‘el mallorquín’, dos o tres de los madrileños, el de Huesca (por goleada), el valenciano neoyorkino ‘crónico’, el otro de Santander, neoyorkino también y el mitad monje y mitad soldado de la fotografía; de este (Ballester) siempre me ha encantado su “palacio real” que es unas meninas sin meninas y sin nadie. Un cuadro fantástico, retrato del aire, el mejor homenaje a Velázquez. Lo dicho, de los sospechosos habituales, a toque de corneta de la central Guggenheim, me voy a quedar con un Richard Serra que acertó al ‘subirse al Museoa’, un buen salto de ser ‘desaparcado’ en Manhattan a ser ‘entronizado’ en Bilbao. Se merece el espacio que le han dado. “The Matter of Time”, lo ví primero a vista de pájaro, una buena manera, lo entendí al pronto y además me trajo el recuerdo infantil del laberinto de las bolitas de acero. No me quedó más que ‘bajar’ a sus espacios interiores. Entre aquellas ‘paredes’ de acero-cortén, tremendamente fotogénicas, dejé colgada parte de mi imaginación, y adquirí, a cambio, ese color ‘marrón-Serra’ que tanto he usado después.

Jenny Holzer, Installation for Bilbao. (Foto: Luis Jimenez-Ridruejo)

Jenny Holzer, “Installation for Bilbao.” (Foto: luisjimenezridruejo.com)

Y también me quedaré con Jenny Holzer, ‘amiga personal’ e ‘instaladora’ favorita, acerba feminista, áspera pero agradable—que remedio—la ‘reina’ de las luces LED, cuya obra se me aparece en sueños frecuentemente. Por algo será. Nunca olvido su razón para no pintar abstracción: “quería ser una pintora abstracta, pero era un desastre”. ‘Verticales azul’, gracias a ella soy ‘capaz’ de usar ese color azul y así llamo a sus fantásticas luces que parecen instaladas en las fronteras de la abstracción y que a mí me delimitan el paso de la vigilia al sueño, entrando donde adquieren más sentido, en mis sueños.

“…el museo no sale de mi. Se viene conmigo…” (Foto: Luis Jimenez-Ridruejo)

“…el museo no sale de mi. Se viene conmigo…” (Foto: luisjimenezridruejo.com)

Con pena y resistiéndome salgo del museo, solo me consuela—pasaría mucho más tiempo en él—que el museo no sale de mí. Se viene conmigo, me he llenado los bolsillos y la cámara de unas imágenes y un recuerdo que lo harán imposible de olvidar. Y espero que siga, hasta mi vuelta, en su emplazamiento, sin moverse y ni siquiera balancearse, creyéndose un navío listo para salir a las aguas de la cornisa cantábrica e irse a recorrer esos mundos que seguro lo adoptarían. A quien le amarga un dulce, aunque sea un museo? Estoy seguro de que a cualquier país le gustaría tenerlo.

Luisma, Maypearl (TX)   30 de Marzo del 2015     (Revisado: 1 de Enero del 2022)

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“Como alma que lleva el diablo”

“Hoces del Duraton”, Segovia. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Hoces del Duratón”, Segovia. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Hace diez años—largos, ya—publiqué en mi anterior Blog (“dustsweatiron.net”) Polvo, Sudor y Hierro, este Post que ahora ‘corrijo y aumento’. Este otro ‘lavado, planchado y con la raya hecha’ para la ocasión de la pandemia, que es como el ‘perpetuum mobile’ que nos está tocando vivir. Hoy, por hoy, no se contempla la oportunidad de ‘saltar el charco’ en ninguna de las direcciones. Me dicen: escribe de viajes…y yo digo: pues, como no sea el periplo de ir al dentista, veinte minutos de ruta FM 66, hasta Waxahachie. A un lado y a otro, todo pradera tejana. Cadillac, mascarilla y rifle…No veo de qué otro viaje pueda escribir…Paciencia, y barajar…

Vino tinto, de la casa, y raspas de queso manchego. Espárragos, gazpacho y chuletillas de cordero lechal. Amén, y de postre: leche frita, con almibar de limón, no en vano estamos cerca de Soria. Pan de libreta, de costra tostada y miga para hacer bolitas y todo ello regado con Coca-Cola “light”, cosecha del 2011 . Ya sé que no soy original, que le vamos hacer, me gustan los recursos manidos, los dichos, los refranes, todo eso. Y, este fue nuestro menú en aquel sábado turístico por la sierra madrileño-segoviana. Tenía que hacerlo con S., después de no haberlo hecho—hacía más de 30 años—con nadie. Todo empezó bien de mañana, desde Riaza y paseando en coche por todos esos pueblos serranos. Múltiples olores recordados en el corazón. Calles, arquerías, casas sobre fundamentos de granito tallado, ladrillo y teja árabe, las paredes ‘de dentro’ con relleno de adobe de barro y paja. Y voces, ecos seculares en cada bocacalle, del va y del viene de la caballería del moro Almanzor… Las casas de la Sierra! Que bien duermo en ellas y en esas alturas, y con esos ‘aromas de cija y cuadra’. Y enseguida el lado soleado de los montes por la tarde, el calorazo de la llanura, camino de las Hoces del Duratón. Increíble, e insospechado, lugar del cual me acordaba, malamente, solo por una visita con mi padre, cincuenta años, medio siglo hacia atrás.

“…del va y del viene de la caballeria del moro Almanzor…” (Photography: luisjimenezridruejo)

“…del va y del viene de la caballeria del moro Almanzor…” (Photography: luisjimenezridruejo)

En ese paraje recóndito— muy propio para situar conventos y lugares de retiro y silencio—el rio Duratón excava durante siglos y siglos unas formidables paredes rocosas de más de 70 metros de altura, sobre tierras rojizas y una vegetación antigua y copiosa, verdes verticales agarrados a la pared. Al fondo, al caer de esos precipicios románticos, los meandros del rio se han convertido en un embalse de varias hoces, por su forma, con una particularidad chocante, inesperada, y que no recordaba: un fantástico color de sus aguas, aparentemente profundas y hasta espesas, un delicioso color verde malaquita. No sé porque pensé en un cuento de las Mil y Una Noches.  

Salimos de allí—como alma que lleva el diablo— a pesar de las bellezas vertiginosas del lugar, de su ermita de S. Nosequé, con su pequeño cementerio, conté solo diez tumbas, colgado al borde del risco que debe producir un vértigo eterno a los que allí, difícilmente, descansan. Contribuye al espanto, y las ganas de salir al más allá— aunque sea—. La “carretera” (camino forestal indica el cartel; bache y pedregal debería rezar) con que nos obsequian la Diputación de Segovia, o la Dirección General de Parques Naturales, o quien quiera que sea la autoridad competente del   mantenimiento de esos kilómetros polvorientos e infernales, que son para verlos y sentirlos en la rabadilla. Como una exhalación corrimos hacia mejores caminos; yendo a comer a la empinada población (cuesta arriba, o abajo, según se mire) de Sepúlveda, a Casa Paulino, el menú que ya queda reseñado, al principio de esta croniquilla de viaje.

“Tuve que parar y ‘tirar’ la foto consecuente, era obvia…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Tuve que parar y ‘tirar’ la foto consecuente, era obvia…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Saliendo de comer bien, enfilamos la estepa castellana en dirección a Pedraza, pueblo del que también guardaba recuerdos antañones. De tan justa suerte que, en tarde canicular y sofocante, la carretera apuntaba directamente hacia una oscura y amenazante tormenta, cuyas cascadas de agua veíamos caer en lontananza, y que parecía colgada encima de la villa que nos proponíamos visitar. Tuve que parar y ‘tirar’ la foto consecuente, era obvia y obligatoria. Al llegar a ella, la tormenta huía ya, sierra adelante, dejándonos el campo libre y suelo mojado y fresco; cosa muy agradecer a esta naturaleza de nuestros pecados. Hasta allí nos alcanzó la suerte, el resto fue una pesadilla, “o sobre poco más o menos”, digna de cualquier relato de los Episodios Nacionales, de Don Benito (Pérez Galdós, claro). Yo, que le había prometido a S., una visita de cuento de hadas, en un ambiente del Siglo de Oro español, con matices medievales!  Un paseo reconfortante y pleno de silencio y evocación de tiempos pasados.  Iba a llevarme un chasco, muy propio de la España actual, y es que después de treinta años, los chascos han tomado carta de naturaleza y hasta me florecen insultantemente, “por entre de la maleza”—salmantinismo, al canto—o castellanismo viejo, al fin y a la postre, todo esto es mi patria, la Vieja Castilla de los cartularios de Valpuesta, la Castilla del Cid Campeador, nuestro señor Don Rodrigo Díaz de Vivar…

Desembocando al pie de la cuesta de entrada al pueblo, nos recibió una mesnada, muy diferente. Un destacamento de la Guardia Civil de Tráfico, no menos de cincuenta números de La Benemérita conté más tarde, con sus uniformes verdes y sus petos fosforescentes, nada medievales; lamentablemente, los siempre rechamantes tricornios brillaban por su ausencia. La Guardia Civil, sin sus tricornios, pierde mucho de su atractivo turístico. Apacentados por esta gleba, cientos de coches pastaban (léase: aparcaban) en las colinas circundantes. Los invasores, salidos de estos coches, legión ruidosa, con niños mucho más ruidosos y horteras, trepaban ya al “asalto” de la plaza de Pedraza. Se me agrió hasta la última Coca-Cola que acababa de beber, y eso que yo la tengo por milagrosa poción…

“…a correr, a volar—como alma que lleva el diablo—.” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“…a correr, a volar—como alma que lleva el diablo—.” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

La visita, inevitablemente, resultó más corta de lo esperado. Se trataba del día del Concierto de las Velas, así llamado; una de las atracciones turísticas del pueblo. Un concierto de música clásica a la luz de miles de velas, en las ventanas y hasta en los cantos rodados de las calles. El programa era de divulgación para principiantes: El Lago de los Cisnes, Una Noche en Monte Pelado, etc. Coronado por—como no!—la Obertura 1812, con su final de cañonazos, servidos por una batería de cañones modernos de campaña, convenientemente situados en el mirador barbacaneado y ajardinado de su castillo-palacio, por artilleros del Ejercito de Tierra, en uniforme de camuflaje y boinas verdes. Todo muy medieval (¡?). Para rematar el encanto y salir con espanto, nos sobrevoló un helicóptero de la Guardia Civil de Tráfico, ahuyentando a las pobres cigüeñas del campanario de la iglesia. Viva España…! Grito una señora “vestida de domingo”… Reverberando después de la tormenta, Tchaikowski y los cañonazos, el asunto estaba ya para los gritos, y las “litronas” que asomaban el gollete en los bidones de hielo…

Al punto, con apenas tres minutos de estancia en el centro del pueblo, las amenazas intuidas en el niñerío hortera, jóvenes armados de bebida y teléfono, señoras gritonas y un centenar de guardias civiles fuera de servicio—la anochecida y las velas—los férreos pinchos medievales de las puertas que nos apuntaban, listos a desprenderse y atravesarnos, como en una película de horror. Ni música, ni historias… Ese fue el momento en que S. y yo, nos miramos y sin decir una palabra, echamos a correr, a volar—como alma que lleva el diablo—dos veces en el mismo día, calles y carretera abajo, y no paramos hasta llegar al coche. ‘Atropellando’ solícitos guardias civiles, nos desembarazamos de la pesadilla de Pedraza, encantadora villa, que quedará para otra ocasión. O quizás para nunca. No sé, pero el letrero más repetido en los muros del pueblo, hasta esculpido en viejas piedras, era: “Se Ruega Silencio”. Me ha dado que pensar, pero creo que ese silencio buscado y suplicado, no lo encontraremos en estas tierras. Al tanto, la noche baja de las montañas y se hace fresca y refresca…

Luisma, Pittsburgh, PA    2 de Julio del 2011    (Revisión en Noviembre del 2021)

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Bonnie and Clyde, en Maypearl ( I ) & ( II )

“Los auténticos Bonnie and Clyde Barrow…”

“Los auténticos Bonnie and Clyde Barrow…”

“Este ‘post’ y el siguiente, son una revisión de los mismos, dedicados a Bonnie and Clyde, que escribí en el 2014 para mi primer blog—dustsweatiron.net—, prácticamente recién llegado de vuelta a Texas, desde Pennsylvania. Después del término de una época importante de mi vida. Los tiempos de vivir en el norte del país, el frio y adorable Pittsburgh y los primeros años con S. Mi otra vida en América.”  ]  

Es el final de febrero y el viento del sur trae olor a leña quemada. Lo que es extraño porque aquí nunca huele a nada. Es cosa que se aprende enseguida de esta parte de la pradera tejana. Algunas nubes bajas, tormentosas, ocultan la luna pero no su luz, que se desparrama a todo lo largo y ancho del territorio que abarca mi vista. Sentado en el porche, entorno los ojos y barajo algunos recuerdos cercanos…

Cuando llegué aquí—Maypearl, Texas—, lo primero que me llamó la atención fue el nombre del pueblo: Perla de Mayo, traducido al español. Naturalmente, pregunté de donde venía el apelativo y así me enteré que alguien, seguramente en busca de gabelas—siempre hay un alguien para este tipo de cosas—había querido homenajear a las hijas (Pearl y May) de dos directivos de la compañía del ferrocarril: la International Great Northern Railroad, de la cual el pueblo era nada más que un apeadero. Y eso era a principios del siglo XX: cuatro casas, un depósito de agua para locomotoras, un banco, una iglesia (como no!) y un par de almacenes adosados al muelle de carga de los trenes algodoneros.

“…Ferrocarril Internacional del Gran Norte, del cual el pueblo era nada más que un apeadero…’a whistle stop’”

“…Ferrocarril Internacional del Gran Norte, del cual el pueblo era nada más que un apeadero…’a whistle stop’”

Hoy en día siguen siendo cuatro casas, a cada lado de la calle principal; unos almacenes vacíos, sigue el depósito de agua enhiesto aunque ya no hay ni locomotoras, ni trenes, ni vías, ni por supuesto muelle de madera. Eso sí, en el término municipal hay cuatro iglesias (como no!), un par de escuelas, un supermercado, dos bancos y la oficina de Correos, de futuro incierto como todas, y que data de 1894. Con todo, unos ochocientos habitantes, repartidos en una vasta geografía de fincas rurales. Ah! En el centro del pueblo, todo es centro en un sitio de cuatro casas, una sola calle y el resto zona residencial: casa, jardín, casa, jardín…En la esquina a naciente del viejo apeadero está el edificio del antiguo Banco de Maypearl, dos escalones, veranda y ‘atadero’ de caballos. La cuestión es que ya no quedan ni trenes, ni Banco… ni caballos! El típico caserón de madera y ladrillo, con sus ostentosas y falsas columnas de los años Treinta. Un fantasma del pasado—como todos— y de alguna forma, protagonista de nuestro relato.   

El auge (!?) de este lugar data de los momentos de la Gran Depresión Americana, un pueblo ignorado, perdido en el mapa, y que en tiempos de la recogida del algodón era un simple apeadero (whistle stop) de tren, literalmente: parada a silbato; donde se reunían los carretones de los cultivadores para entregar el algodón y cargarlo en los trenes, pero también donde los agentes les pagaban las cargas. Todo ello se celebraba en la cantina que, a su vez, era la estación y allí mismo, los pagarés se hacían efectivos, en lo que era el único banco de la localidad y de los entornos. En ocasiones tenía grandes sumas de dinero en sus arcas, coincidiendo con las temporadas de la recogida. Y aquí aparecen los personajes de nuestra historia.

“Bonnie and Clyde”

“Bonnie and Clyde”

Bonnie Elizabeth Parker y Clyde Chesnut Barrow, también conocidos como: “The Barrow Gang”, por el gran público, que llegó a convertirlos en una especie de héroes antigubernamentales. Una película de Hollywood, años después de su muerte en una emboscada, a manos de una patrulla de la ley (posse comitatus), organizada en Dallas para su busca y captura, les hizo famosos en América y Europa. La pareja, aún cuando se trataba de gente que quebraron y violaron repetidamente las leyes, asaltando y robando, concebían lo suyo como una aventura y un pasarlo bien (!?). Así se producían en escritos y notas encontradas en sus refugios. A veces, secuestraban a policías que les perseguían y los soltaban, desarmados, a cientos de millas, tras darles un aterrorizante paseo. Se dice que, a pesar de sus fotos con armas, Bonnie nunca llegó a disparar un tiro y ‘hacía pinitos poéticos’. Clyde, hijo de un aparcero, era un niño desescolarizado, pasó infancia y juventud en problemas con la ley. Ambos, muy jóvenes, se juntaron en una vida desenfrenada, que incluyó asesinatos, y se instalaron en una leyenda que culminó con su muerte en el año 34.

Fotografía del coche, tomada en el lugar de la emboscada, en la que es ocioso tratar de contar el número de agujeros de bala en la carrocería. Otro tanto se puede ver en el parabrisas. Se dice que más de sesenta disparos eran mortales de necesidad. Nadie quería un juicio sonado para aquella pareja que se había burlado tanto de las autoridades, y de La Ley.

Fotografía del coche, tomada en el lugar de la emboscada, en la que es ocioso tratar de contar el número de agujeros de bala en la carrocería. Otro tanto se puede ver en el parabrisas. Se dice que más de sesenta disparos eran mortales de necesidad. Nadie quería un juicio sonado para aquella pareja que se había burlado tanto de las autoridades, y de La Ley.

Pues bien, en algún momento de aquellos dos años de furor aventurero, crimen y entrada en la leyenda americana, Bonnie, Clyde y su ‘gang’, típicamente a bordo de un sustraído Ford V8, asaltaron y robaron bancos, oficinas gubernamentales, gasolineras—entre ellos el Banco de Maypearl, nuestro abandonado y vacío Banco actual. No se conservan detalles del caso, a pesar de que en aquella época muchos periodistas de Dallas y del Este seguían las informaciones de la pareja. Esto puso al pueblo “en el mapa” y lo hizo famoso por un día, volviendo a sepultarlo en el olvido al día siguiente. Ese es el único y solo hito histórico de Maypearl (Texas). Muchos años después, casi estuvo a punto de ser célebre con la creación del “Supercollider de Texas, un oval de ochenta y seis kilometros de túnel, a sesenta metros  de profundidad, con un acelerador de partículas…” pero aquel gran proyecto que le hubiera dado notoriedad mundial, era al final de la Guerra Fria, se abandonó en la presidencia de Bill Clinton. Algunos de los físicos y directivos que crearon el proyecto se quedaron a vivir en las propiedades que habían comprado en el lugar, o sus proximidades. Ese fue el caso del padre de S. 

”Los cinematográficos Bonnie and Clyde”(Faye Dunaway y Warren Beatty).

”Los cinematográficos Bonnie and Clyde”(Faye Dunaway y Warren Beatty).

De manera que el pueblo sigue inmerso en el olvido, a salvo de su acontecimiento estelar. Todo lo que tiene es un atraco bancario, eso sí, con unos bandidos de fama y resonancia internacional.  Ambos tejanos, de Rowena y Telico, respectivamente, cerca de Dallas, anduvieron rondando con frecuencia estas tierras—y así me obligo a contarlo cada vez que alguien me pregunta donde vivo— Maypearl?… y donde está eso? —donde ya no quedan ni vías, ni locomotoras, ni trenes, en realidad lo que no queda ya es ni pueblo. Simplemente es una esquina de la 157 y la 66, dos carreteras comarcales que casi no van a ningún sitio y se cruzan aquí, donde yo estoy, donde nunca pasa nada y todo parece que vaya a seguir así.

Ha salido una luna enorme que ilumina la pradera, no sé el tiempo que ha pasado, o si me he quedado anortado. Todavía reclinado afuera en el porche, sigo los trazos de los focos de un coche en la Farm Road 66. Noche de calor, viento y sin mosquitos. Como siempre, no huele a nada, como en las películas. Me acuerdo de Faye Dunaway y Warren Beatty, en un Ford V8…

 

Luisma, Maypearl (TX)         28 de Febrero del 2014  (Revisión en Agosto del 2021)

 

Bonnie and Clyde, y su chofer (II)

FM66…entre Maypearl e Itasca. Quizás sea una foto de aquella mañana…

Bonnie y Clyde…FM66, entre Maypearl e Itasca. Dos pinos…Quizás sea una foto de aquella mañana…

A veces pienso que es solamente una manía. Una manía exacerbada por las temperaturas benignas de esta parte de Texas. Me gusta sentarme al sereno en este banco de madera pelada y seca por tantas noches y tantos días a la intemperie. Un banco de película del Oeste. También hay un sofá-columpio peliculero, pero aprecio mucho más el banco, aunque sea solamente medio cómodo, además está protegido por el tejadillo del porche abierto de la casa principal. No es la casa en la que vivo, esa es la otra—la de al lado, la más grande, más alta de techos—separada por un camino de hierba y roderas de coche. Es la que tiene el gran porche-galería acristalada: el estudio donde pinto. Este banco en el que me siento, durante las grandiosas puestas de sol y por las noches, casi nunca durante el día, le confiere el carácter de casa de la pradera americana. Dos típicos pilares de reja fundida de molde enmarcan la escena.

Sé que el motivo de estas sentadas no es tanto el sosiego como el aspirar el olor parco y mínimo de la pradera, vislumbrar los ruidos de la noche, seguir el viento que barre de izquierda a derecha—siempre de este a oeste— y provoca el ‘ris-ras’ de las ramas de los árboles. Escuchar el silbido de las agujas de los pinos— dos— de la explanada que nos separa de la carretera. Esos dos pinos y el otro en el ábside, tras de la casa, que he dado en acariciar y contemplar—siempre que paso cerca de ellos—como si fueran unos niños. Me recuerdan, mucho y bien, los pinares de Castilla; porque el olor de mis pinos de Castilla la Vieja no lo puedo tener aquí, y duele. Debe ser eso que el poeta llamaba los dolores del alma. Pero no quiero distraerme, estábamos en el fulgor de las luciérnagas en el albero…

“Clyde Chesnut Barrow…a punta de pistola y escopeta recortada…”

“Clyde Chesnut Barrow…a punta de pistola y escopeta recortada…”

Fulguran luciérnagas en el albero… Es en la noche cuando los olores vienen más densos, pronunciados, separados; se distinguen unos de otros como si fueran parte de un muestrario; algunos primarios, otros misteriosos. Hoy, noche oscura sin luna, un olor peculiar llega de la carretera FM 66, la comarcal que pasa a lo largo de la finca—son más de 50 acres— y la llamaría rancho si tuviéramos animales, pero, me temo que un viejo gato cascarrabias, permanentemente malhumorado, y un perrito “elegante”, de ciudad, Cavalier King Charles Spaniel (!), que solo sale de la casa para dar pequeños paseos y hacer sus necesidades, no admiten el calificativo de ganadería.

Decía que de la FM 66 llega el olor desabrido, fuerte e indistinto, a “skunk” —no a la marihuana, que también se apoda de esa manera —a la mofeta, que los mexicanos llaman: zorrillo apestoso, algo como si hubiera habido un accidente de coche y se hubieran quemado los neumáticos. Olor característico y persistente a más no poder, pocos como ello. Tarda lo suyo en remitir y mientras tanto me quedo un poco anortado, perdido en la ensoñación, revirando con la mente las curvas del camino entre Maypearl e Itasca… ’Me veo conduciendo a volantazos el Ford V-8, algo destartalado por las últimas correrías, con Clyde sentado a mi lado haciendo ruidos con su dentadura y Bonnie—ah! la risa de Bonnie—en el asiento de atrás con las piernas bamboleando de un respaldo a otro y pidiendo ostensible y gráficamente: “la parada de la meada.’’

‘Al fin lo hago, con chirriar de frenos y derrapaje en el chinarrillo, saliéndome en un albero con dos pinos— dos —frente a un robledal y su tupida maraña de espinas. Recuerdo bien el sitio, cruce de caminos y mucho boscaje en el fondo. Bonnie se apea y se agacha para hacerlo con descaro, levantando la larga falda—a ojos vistas. Clyde camina por entre los árboles silbando, apartando telas de araña y manoteando mosquitos. Yo me quedo estático, suspenso, siguiendo los fosforescentes, cortos, vuelos de las fulgurantes luciérnagas y oliendo el motor y las ruedas del coche. En el asiento de atrás brillan las cachas de un revólver y el objetivo de una cámara de fotos. Miro la luna en lo alto y pienso que ya he estado aquí antes…o ha sido después? Hace muchos años, o dentro de muchos años?  Aspiro profundamente y me llega un acre olor a quemado, goma de ruedas. Pero no puede ser del coche porque estoy a su lado. Viene de la dirección del pueblo que dejamos atrás. Cuatro casas. Itasca se llamaba, creo recordar. Extraña sensación la de estar en este lugar. Me acordaré de este sitio—no sé por qué—, tiene sensaciones familiares.’

“ Cien años hace que Bonnie and Clyde…”

“ Cien años hace que Bonnie and Clyde…”

Como si flotase a media altura, el olor se mueve y se desvanece, poco a poco, en dirección a la casa del porche, al estudio. Sentado aquí en esta noche, al igual que tantas otras—a solas con mis pensamientos—con recuerdos de aquí, de allá, de cómo sería este rincón del mundo cien años atrás. Si los dos pinos al frente quisieran hablarme. Las luces de un coche me enfilan de largo y pasan dejándome deslumbrado por un instante. Arrastran consigo todos los ruidos y el lugar se aquieta. Persisten los olores…Rompe el sol, de línea a punto. Cien años hace que Bonnie and Clyde, y su chófer y fotógrafo, a punta de pistola y escopeta recortada y abriéndose el paso a tiros, atracaron el Banco de Maypearl— el Banco que ya no existe— en una mañana caliente y luminosa, después de pasar la noche, en su coche, en algún lugar cercano al pueblo.

 

Luisma, Maypearl (TX)    14 de Julio del 2014   (Revisión en Agosto del 2021)

 

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Cinco Fotografías Diferentes

S. y los niños de Antonio López. Photography: luisjimenezridruejo.com

S. y los niños de Antonio López. Photography: luisjimenezridruejo.com

Hoy, he puesto la foto en el “desktop” de mi nueva máquina. Al llegar a las 13000 imágenes, mantenidas “en juego” en el almacén del ordenador, este me ha “pedido” 500 GB más, es decir: computador nuevo y actualizado “con todas las campanas y silbatos”(‘with all the bells and whistles’…deliciosa expresión inglesa). Esta ha sido la foto escogida para la pantalla de apertura, el ‘viejo’ queda para leer y escribir, solamente. Es una foto hecha en Madrid, hace diez años! Cámara Canon A 500, en la exposición antológica del gran Antonio López. Siempre uso retratos de S., para la primera ‘página’, al abrir el anterior ‘desktop’ tenía una foto hecha en Paris, en el Pompidou. En esta foto de las ‘cabecitas’ me gustó la iluminación tonal, casi ámbar, en todos los blancos. El diálogo abierto de miradas mudas de los niños de López, con S., y la mano colgante de ella, signo de relajación ‘artística’, la mano del arco de la violinista. Es una foto de un solo tiro. Un instante después, el mundo cambió y otros colores invadieron la escena. Suele pasar. Pepe Núñez decía: “Tu, primero dispara y luego pregunta”. Máxima de cazador empedernido, de perdices y de imágenes. Yo persigo raudos reflejos.

La última espingarda del moro. Photography: luisjimenezridruejo.com

La última espingarda del moro. Photography: luisjimenezridruejo.com

Esta foto es una abstracción (evocativa) de la leyenda del ‘jinete sin cabeza’ (“the headless horseman) que así es como me tilda ahora S., por una secuela del Parkinson, que me hace inclinar el cuello. Pertenece esta foto a la serie, ya milenaria, titulada provisionalmente: “Los Mundos” y que igual puede ser en el Atlas norteafricano, que en las sombras heladas del Atlas III, en Alfa de Centauro. El mundo esotérico de un soldado de a caballo en el África del siglo XIX, o uno de la galaxia M31, en los arribes del siglo XXIV. “Tanto monta, monta tanto”. La diferencia podría ser la misma que entre una lujosa espingarda y una cámara Nikon D850. Brillo de metal bruñido y años luz. Un mundo intrincado, en la transición de la antigüedad y la modernidad. La espada y el fusil, juntos. La fotografía como testigo esotérico, imaginario y abstracto. La mente necesita una herramienta para saltar de un relato de voz a uno visual (una imagen vale más que mil…) Sleepy Hollow, tan lejos y tan cerca.

Retrato de la rosa que no estaba. Photography: luisjimenezridruejo.com

Retrato de la rosa que no estaba. Photography: luisjimenezridruejo.com

Parte del atractivo fotográfico—esto no lo digo hoy, es de ayer o de anteayer—del reino vegetal, es la dificultad de abstraer las plantas y, sobre todo, las flores; tan identificables ellas, a simple vista; tan difíciles de “manipular”, pero tan variadas en sus facies y tan agradecidas a la lente en sus mundos de color. Cuando—alguna vez ha pasado—tengo que enfrentarme con las comunes preguntas, casi siempre clichés, de algún periodista que ha tenido que salirse de su línea habitual para adentrarse en el mundo de la fotografía… Cuales son los temas que más le interesan? (Siempre arrojo la ironía a la palestra) “El retrato de gentes (y cosas), las plantas (vivas o muertas), las flores (todas), las casas (especiales), los paisajes…en fin, “toda” la fotografía. Ah! y las texturas, se me olvidaban las texturas…y tantas otras cosas, tantas posibilidades de abstracción. Esta es la foto improbable de una ausencia, el agujero espacial de una rosa individualista que no quiso ser parte de una textura plana y dejó, al marcharse, el hueco de entrada a una realidad abstracta—obscura pero real, como la fotografía misma—que “brilla por su ausencia.”

Guggenheim-Bilbao. Arquitecto: Frank Gehry. Photography: luisjimenezridruejo.com

Guggenheim-Bilbao. Arquitecto: Frank Gehry. Photography: luisjimenezridruejo.com

Tiene algo catedralicio esta construcción singular, arquitecturada por F. Gehry (1929). Surgiendo, pero no flotando, de las aguas del rio Nervión, en Bilbao. Suntuosidad sin religiosidad. Cálido, a pesar de todos esos materiales tan fríos. Es la forma que triunfa (sucede) sobre la atmósfera. El resultado de las ideas, pasando de ser un garabato en una servilleta de bar, a ser un grandioso edificio singular. Esta foto es la definición y el retrato de un logro. Guggenheim-Bilbao, en parte espejismo o trasunto de la cara norte del Eiger, en Los Alpes, tiene al mismo tiempo, también, algo animalístico, como salido de un moderno cuento de hadas. Es la mejor arquitectura de Gehry, de largo, y uno de los edificios más fotogénicos a los que me he enfrentado con una cámara. La imagen que me surge de dentro cuando me piden una definición de la belleza arquitectónica. El edificio que se refleja en sí mismo, tanto que nunca está claro que parte es edificio y que parte es reflejo. Por eso es necesaria la cámara y la fotografía.

 

Takashi Miura, nunca llegó al horizonte. Photography: luisjimenezridruejo.com

Takashi Miura, nunca llegó al horizonte. Photography: luisjimenezridruejo.com

 

La manía de fotografiar horizontes, casi una ‘abstracción surrealista’. La figura humana era Takashi, fotógrafo japonés, que se convirtió a la “religión castellana” hace medio siglo y del que “no sé ni de la misa la media”… Cuando redescubrí esta foto, hace treinta años, dormía el sueño de los Justos en un carrete perdido de la Asahi Pentax, marcado: Encinar-Golpejas 1976. El japonés ya hacía mucho tiempo que había desaparecido de “mi objetivo”, pero a mí no se me olvida nunca una foto, sobre todo si es buena, y la rescaté como “banner” de mi Website y mi Blog personal (dustsweatiron), incluso para presentaciones. En esta foto que tiene ya más de cuarenta años, el sentido de equilibrio y la paz de la naturaleza (una mañana de neblina) es un regalo para la vista. Era una época en que hacía grandes ampliaciones en blanco y negro. La composición es una cuestión de pesos y medidas. Cuál es la cantidad de terreno (el peso gráfico de negros y grises) que se necesita para establecer unidad en la imagen entre la mitad derecha y la zona izquierda, donde se apiñan, pero no se molestan, el barro, las roderas, los brillos del agua y la figura humana? En este caso, el terreno de la derecha y el encuadre total se estiran más y más, hasta que la balanza de la imagen se equilibra y se compone. Una fotografía singularmente original, el horizonte de un horizonte.

Luisma, Maypearl TX                        1 de Febrero del 2021

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LA PLAZA MAYOR

“Nocturno 1972” Plaza Mayor, Salamanca (Rolleiflex 6X6 Kodak-TriX) Photography: luisjimenezridruejo.com

“Nocturno 1972” Plaza Mayor, Salamanca (Rolleiflex 6X6 Kodak-TriX)         Photography:luisjimenezridruejo.com        

“La Plaza Mayor” es una pieza escrita hace veinte años, cuando ya llevaba una década viviendo en E.E.U.U.  A modo de pincelada autobiográfica, se incluía en el programa de la presentación de un trabajo fotográfico, usando imágenes de Downtown Houston, celebrada en el auditórium de la Facultad de Arquitectura. Ahora la recupero para hacer el cometido de Blogiversary Post (20 años) y Cumpleaños de Fotografia Digital.

 

Salamanca.  La Plaza Mayor. Hay cosas que no cambian, ni para peor, ni para mejor…si dejara de zumbar y girar se acabaría el mundo, y como diría el torero gitano: “Lo que no puede ser, generalmente, es imposible.” Hoy, no importa cuántos años después, huele a puro, a día de corrida, a cinco en punto de la tarde, aunque la luz ya se escape por las cresterías del Arco de la Sangre, el lado de la Plaza en el que nací…diez minutos más y hubiera nacido en medio de todo; entonces tenía jardines en el centro y hasta flores de vez en cuando. Pero la luz solo hace como que se va, una se va y otra viene, igualito que las mujeres…al fin y al cabo, ellas son la luz.

El crepúsculo en la Plaza es tan lento como un desfile de cojos…y así es mejor, porque el orgasmo es más duradero. Tengo almacenados en el estante de los recuerdos recuperables la mayoría de las memorias, estéticas y de las otras, ocurridas en este perímetro mágico. Hace cincuenta y cinco años, en un día de marzo como este, nací en el número cinco, primer piso, de esa casa con balcones a la Plaza. Fue sucesivamente: vivienda, almacén de telas y alfombras, oficina, refugio de soledades, estudio de pintura, de decoración, de fotografía…y hasta granja de pollos! (pero esa es otra historia ).

Mi primer recuerdo vívido es ver amanecer en el otro lateral del cuadrángulo, desde mi balcón corrido…la luz bajando e iluminando la piedra fregadera, dorada por miles de soles…tercer piso, segundo piso, primer piso, los arcos y la gente, la gente de esas horas, los basureros, el ruido de sus escobillas y las tapas metálicas de los recogedores, casi música de jazz en extraña síncopa…y el olor fresco del riego reciente.

El segundo, o quizá en desorden, la Plaza henchida de gentes que vitoreaban a Franco. La mirada se me iba de los militares armados, que cubrían la carrera, al balcón del Ayuntamiento…para descubrir a mi padre entre los que lo llenaban. No recuerdo la llegada del ínclito caudillo, solo recuerdo el ruido estentóreo de las motos y las sirenas, el sonido seco y duro de las culatas de los mosquetones sobre el suelo, a las voces de: presenten!– armas!…y miedo, no sé porqué, sentí miedo.

Casi el mismo miedo que sentía en otro de mis momentos almacenados en la memoria…los momentos previos a la entrada en la Plaza de las procesiones de Semana Santa, con aquellos ” pasos ” que se me antojaban terroríficos, aquellas rítmicas cornetas y tambores, aquellos penitentes descalzos, los capuchones, la luz bailante de las velas, la proyección de las sombras magnificadas en las fachadas…y un silencio, a veces, casi masticable.

Se está haciendo de noche pero yo sigo, ya con mi segundo café con helado, esos “blanco y negro”, perpetuum mobile de mis asentamientos en las terrazas de la plaza… A la plaza yo siempre he venido a tomar café, cualquiera que fuera la hora, y son las siete y media…” que, a más de una hora, señora, las siete y media es un juego…” y en realidad  lo es, un juego mágico, un juego relajante, un juego con un solo y maravilloso premio: el bienestar…paso previo y necesario para un momento de felicidad.

Alehop! …y el prodigio se ha realizado, la magia de la plaza en acción!  Primero las farolas del suelo, luego las de los arcos, la luz interior, y por fin la de las paredes… Qué barbaridad ! Qué manera de llamar a las churriguerescas fachadas…donde hay confianza, da asco!

Hágase la luz!

Y la plaza toma un nivel diferente, un cariz dieciochesco, en cualquier momento puede aparecer algún embozado, bueno, al fin y al cabo, estamos en carnaval, no tendría nada de particular.

Volvamos a los recuerdos…si me dejan los tres americanitos sentados en la mesa de mi izquierda, diciendo bobadas  e  inexactitudes…casi tan bobos como el idiota del teléfono móvil, de a mi derecha, empeñado en gritarle al aparatito…No pueden conmigo, son más fuertes mis recuerdos.

El tercero, o mejor ya no llevo más la cuenta…son tantos! 31 de diciembre de 1.979, en el amanecer del año ochenta—ya más de veinte años!—John Hyde, inglés, pitañoso, cuasi albino, medio ciego, y fotógrafo ( ! ), amigo silencioso y dueño de un alma cándida, por entonces con una novia que me gustaba casi más que a él…olvidando momentáneamente su educación anglosajona, empeñado en lanzar botellas de champán (vacías, claro está! ) al aire, para fotografiarlas al reventar contra el suelo enlosado de la plaza…para momentos más tarde, y como vulgares faquires, tendernos sobre los cascotes de cristal en el punto medio exacto y poder ver, única manera de hacerlo, las cuatro fachadas de la plaza, al mismo tiempo y de un solo golpe de vista. Todavía conservo una cicatriz en el cogote y una sesgada remembranza de la bronca que me llevé al volver a casa, tarde…o pronto, según se mire…bastante borracho y con la espalda ensangrentada. En aquel tiempo, ya estaba casado, en primeras nupcias…pero esa es otra historia.

Recuerdos…recuerdos…mi primer y único accidente automovilístico, conduciendo yo, fue en el lateral de la cafetería Altamira, donde se sentaban los de izquierdas. Las mujeres de izquierdas han sido siempre más atractivas que las de derechas y sé que al decir esto algún golpe me voy a llevar, pero como estoy tan lejos lo más que pueden hacer es reírse de mi afirmación y, si acaso, entrar en dura y cruda diatriba, con pelos y señales y preconizando campeonas por cada parte…la sangre no llegará al rio, estamos todos y todas ya muy mayores…en otro tiempo hubieran salido a la palestra las navajas barberas y las lenguas viperinas… Volviendo al accidente…entonces, se podía entrar con los coches y circular por toda la plaza, entrando por el arco de Zamora o por el de la Rúa, el del Gran Hotel tenía, y tiene, escalinata—lo que no era obstáculo para algunos—y saliendo por el Prior, San Martín, o la calle Toro, antes Generalísimo Franco, antes Toro…como les gusta decir a algunos salmantinos.

Bueno, pues el accidente no fue ni muy espectacular, ni sangriento, excepto para mi vergüenza y mi sentido del ridículo. Yo iba camino del fútbol, a “sufrir” en el viejo campo del camino del cementerio, con su anglosajona tribuna de madera, pintada del mismo color gris que los aviones militares de la época y con sus altavoces desprendiendo continuamente, en previos y descansos, la música de las marchas americanas de John Philip Sousa y que para siempre, en mí, se quedaron como música deportiva. “El Calvario”, que así se llamaba…y que podía serlo para la sufrida afición local o para el equipo visitante, cuando soplaba el viento futbolístico a favor de los salmantinistas.

El caso es que en medio de la circulación por la plaza avisté una rubia magnífica, sentada en una mesa de la terraza del café Altamira, con sus piernas y su airoso y aireado peplo puestos al sol septembrino…era la nunca bien ponderada “Apostólica”, así la llamábamos mis compañeros de colegio y yo, un pedazo de mujer impresionante; su asistencia a la misa colegial de los domingos, vivía enfrente del colegio de los Maristas, convocaba una masa de “creyentes” enorme que solíamos colocarnos a los alcances de aquella hembra espectacular. Su “apostolado” fue grande y aquellos curitas, o hermanos, como se les llamaba, nunca supieron cuál era la razón de tan gran asistencia al oficio sagrado.

 En fin, que admirando a nuestra misionera no advertí que el tráfico se había detenido y empotré el morro del sufrido Renault 4-L ( el “cuatro latas” ) del negocio de mi padre, con su publicidad en el lateral de las puertas y de un “discreto” color amarillo chillón, para más I.N.R.I. de mi crucifixión pública, hundiendo lamentablemente y con gran estrépito el parachoques trasero del coche que me precedía…y para mayor escarnio y ridículo, los circunstantes de la terraza, que se habían apercibido de mi despiste y su razón, me dedicaron un rechiflante y sonoro aplauso, a más de algunos irónicos comentarios cuando me apeé del coche para hacer la diligencias de rigor con el otro automovilista…

Ah! Mi Plaza…cuantos recuerdos, cuantos colores, cuantos amores, cuantos olores, cuantos momentos…los malos no los recuerdo, si es que los hubo…solo los buenos, los bellos, las luces de las diferentes horas, los ratos con los diferentes amigos, los brillos en los ojos de las diferentes mujeres…cuántas? No lo sé, pero podría desgranar los nombres como las cuentas de un rosario…al menos las más importantes…las Padre Nuestro, aunque hubo también muchas Ave Marías… 

Y el aire de la plaza!  Ese aire y ese olor a rincón de burladero, unas veces, y a fresca elevación de rocío mañanero, otras…olor  a copas nocturnas, a etapa previa del sexo, olor a embrujo femenino, besos en sombra, olor y sabor del deseo.

Que es el recuerdo, sino volver a vivir?

La plaza no es para cerrar los ojos y pensar, es para abrirlos y contemplar…la vida pasa por ella y yo siempre vuelvo a ella, novia perfecta. Pero la plaza puede ser también hombres, amigos, compañeros, algunos que ya no están, Pepe, Carlos, John…domingos de chorizo y vino, amistad y alguna que otra fotografía, disfraz de la felicidad…

Y en el colmo del disfraz, la Plaza…ella puede ser muy suya, muy especial, única…

“La Plaza en un antiguo grabado de tauromaquia.”

“La Plaza en un antiguo grabado de tauromaquia.”

Disfrazada de plaza de toros, aunque el momento fuera memorable, una corrida nocturna con todos los pronunciamientos…me quedo el brillo de las cien mil lentejuelas…hubiera preferido la magia de una corrida del siglo XVIII, con sus alanceadores sin peto, sus banderilleros desdentados y de faca en la faja, sus diestros siniestros, de atormentados pasados y peores futuros… el público, más o menos, sería el mismo, el mismo que me rodea ahora…la gran variedad de gentes que puede concurrir a esta plaza…y esa variedad salmantina, especie lamentablemente en extinción, los del toro, autentica ganadería de ganaderos, “aristócratas” con fama de ” no dar  ni chapa “, siempre dispuestos al toro, al cerdo, y al cordero en sacrificio…hablando, entre café y café, de atormentados pasados y peores futuros, dinosaurios con escamas quitinosas y ya ni siquiera embestidas peligrosas…

Aquellas corridas—que pena ser tan moderno!—con tablados sin casi burladeros, aquellos mantones y colgaduras en los balcones de la plaza, aquella atmósfera, seguramente acre, aquellas mujeres gordezuelas de los viejos grabados, resignadas a papeles secundarios; entonces la fiesta de toros era un desafío masculino de torvos personajes que aprovechaban la fama del matador y sus acciones para justificar una triste imitativa, no tan diferente de la actual con los divos de la canción moderna o la de algunos personajes de la vida pública…

Alguna vez, incluso, se pretendió… pero la Plaza nunca fue foro político, aunque hasta crímenes políticos se han celebrado en ella…político o no, un crimen es un crimen…descansa en paz, espero, el alma del alcalde republicano Bravo ( su apellido le perdió, probablemente ) que fue toreado, banderilleado y muerto a estoque, a manos de falangistas a mediados de 1.936…en pleno centro de la plaza, una de las memorias más indignas de ella que conozco; quizá si la unimos a algún posible “ajusticiamiento” en épocas anteriores, las de candil y velón…y parece mentira que la palabra justicia se emplee para ser blandida por el hacha o por el “garrote vil” del verdugo.

Digo…no recuerdo grandes mítines, solo conciertos, teatros, movidas de la diversión. En Salamanca no se ha hecho política publica desde que Fray Luis de León dijo lo de: “decíamos ayer”…el resto han sido asonadas de pronóstico leve y reuniones “familiares”. Ni Tianamen, ni Trafalgar, la Plaza Mayor de Salamanca es otra cosa…

La Plaza nunca ha tenido artistas especializados en ella, es tan bella en su propio ser que el clasicismo no puede con el castizismo y a la vanguardia lo que le gusta es andar, o sentirse, o sentarse en ella…pero inmortalizarla, ella ya lo es de por sí.

“La espera.” Photo by José Nuñez Larraz.

“La espera.” Photo by José Nuñez Larraz.

Si acaso, los fotógrafos se han atrevido con su facies, con variopinto éxito. Pintores y escultores han rehuido el enfrentamiento. Eso sí, poetas, cantores, historiadores, cronistas…más o menos acertados con su referente, de esos ha tenido unos cuantos y me temo que los seguirá habiendo. La veda de cantar a la Plaza Mayor siempre ha estado abierta… sedante para hipertensos e hidromiel para el emigrante…con solo unas horas en ella se le curan a uno todas las neuras que la ausencia produce.

Esa plaza que zumba y gira, centro de la apacibilidad tan gustada…la que decía Cervantes: ” Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado” …aunque ayer me explicaba el inefable José Luis Cascajo (al que su apellido no le hace justicia, pues se conserva muy bien y con gran humor) que, para vivir en Salamanca, hacía falta ser franciscano o, por lo menos, tener un sentido ascético de la existencia.                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

Tú—mi Plaza—que has visto el correr de mis días en dirección a la arruga, que no es tan bella como pretenden, sobre todo los que ya han caído en ella. Tú, que las arrugas te respetan, que te mantienes lisa y rozagante, como moza del Zurgén, el peor arroyo del mundo, si exceptuamos al Manzanares…al fin y al cabo, las mozas del Zurgén pueden pasear por ti, las del Manzanares tienen que contentarse con una plaza de “segunda”.

Tú, a quien los siglos también respetan, siempre que algún tonto politicastro, aliado con algún estulto diseñador de aparcamientos subterráneos no se empeñe en hacerte tambalear, guárdate para mí como novia temprana o como mujer gitana, no permitas que te toquen y, siempre, cuando vuelva a ti, bésame como si fuera la primera vez y hazme el amor con tus recuerdos.

Aunque me acueste de vez en cuando con la del Duomo de Florencia, que no deja de ser una amante—esas italianas!—te seré fiel toda la vida y volveré a ti, siempre que me lo pidas o se me resbale la lágrima interior.

Todas las demás plazas…no cuentan.

Luisma en 1973, con la Rollei y la Pentax. Photo by José Nuñez Larraz.

Luisma en 1973, con la Rollei y la Pentax. Photo by José Nuñez Larraz.

Luis M. Jiménez-Ridruejo.- Houston, Marzo del 1999. (Corregida en Maypearl, Texas en 2020.)

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Viaje a Inglaterra (Durham)

“…en lo alto de la colina, donde ahora están el Castillo Normando y la                                       Catedral…” (Image by: thisisdurham.com)

“…en lo alto de la colina, donde ahora están el Castillo Normando y la Catedral…” (Image by: thisisdurham.com)

En tiempos de pandemia lo suyo es escribir de viajes y, por tanto, rememorarlos. Huidas de la realidad, si es posible. Leyendo mi post anterior sobre Londres, parecería que no soy muy admirador de la capital del UK. Y, es así, no es santo de mi devoción. Prefiero NY, Paris, Madrid, Roma, incluso Viena. Todas estas ciudades son “iguales”, excepción hecha de los ‘monumentos’ más significativos. Y la salvedad de New York—distinta a todas—que es la capital del mundo. Todas intentan hacer mímica al espejo de La Gran Manzana. Salir de Londres en tren, camino de Durham, es un alivio. Sabes que tienes unas horas de traqueteo, para “cambiar el chip”.  Se trataba de descubrir y recordar un viejo sueño: hollar los blandos verdes y pisar, a mansalva, los adoquines de La Pérfida Albión (repito, los clichés tienen sobre mí un enorme poder balsámico). Zambullirme en el “country” inglés, con mi idioma—allí le dicen apaisanado o paleto—bien afilado en “Las Colonias”, y tratar de pasar desapercibido como heredero fiel de La Armada. El caso es que, a las veinticuatro horas de llegar a Inglaterra, empujé Londres hasta el tramo final de mi viaje y me fui a Durham, en busca de B. y de otros paisajes, otras historias.

La estación del tren, King Cross, era una antigualla, monumento al ladrillo y que olía a eso, a viejo ladrillo, mojado desde mediados del siglo XIX; rodeada de vallas de obra que tapaban calles descarnadas, con el particular aroma ácido de los subterráneos removidos. Nada maravilloso hasta salir el tren a campo abierto, después de los suburbios inacabables del norte de la City. Aire fresco y lluvia, siempre lluvia, tamborileando las ventanillas del tren. Cuando llegas a las Islas, te ponen una nube encima, que te acompaña a todas partes donde vas, día y noche. ¡Como a Mafalda, pobre!  Quizás por eso tengo una visión borrosa y gris del “country” inglés. Un cliché más. Llegar a la ciudad es como llegar a una película de Harry Potter, saltando por el empedrado y acariciando los líquenes de los muros; de hecho, una buena parte de sus películas está rodada allí. El Gran Hall del Colegio Hogwarts y su claustro son, a su vez, interiores de la catedral de Durham. Me doy cuenta de tener sensaciones extrañas, una mezcla entre Santiago de Compostela y Segovia. Una ciudad-catedral—el área también tiene acueducto y puentes romanos—con esas calles estrechas y tortuosas de las poblaciones medievales. Tengo la impresión de que, de un momento a otro, una partida de a caballo va a embocar la rúa, sacando chispas de las piedras y reflejos de las cotas de malla. Todo muy cinematográfico, o más al día: muy televisivo.

The Hadrian’s Wall.  “…hollar los blandos verdes…a caballo entre Inglaterra y Escocia…un paisaje delicioso…” (Photography: Rick Steves)

The Hadrian’s Wall. “…hollar los blandos verdes…a caballo entre Inglaterra y Escocia…un paisaje delicioso…” (Photography: Rick Steves)

La historia de los orígenes de la ciudad también ayuda a la similitud, con su grupo de monjes que se asientan en lo alto de la colina, donde ahora están el Castillo Normando y la Catedral, y dejan de “mover”, de un lado para otro, el esqueleto-reliquia de Saint Cuthbert, como si fuera un Santiago británico. Ciudad de peregrinaje medieval, su historia parece sacada de una novela de Ken Follett, ¿o será al revés?  Con sus Señores-Obispos, de poderes omnímodos, que, con una mitra como corona, ascienden a la categoría de Príncipes-Obispos. Extraño sitio, a caballo entre Inglaterra y Escocia—nunca mejor dicho—, con sus industrias principales, ya obsoletas: minerías de carbón, fábricas de mostaza y sobre todo de alfombras. Al presente, solo le queda la Universidad y el turismo. Una península delimitada por un meandro del rio Tyne, un paisaje delicioso. Residencias estudiantiles o de postgraduados que son viejos castillos apañados para el efecto; con habitaciones grandes y altas de techos, ventanas ojivales que dan a precipicios del roquedal de asiento, sobre unos fosos que devuelven el eco de mis interjecciones en lengua castellana. ¡Que diferentes de los secos y caliginosos castillos de mi Castilla!

Llegar por la tarde, ya vencida y casi sin luz natural, a una catedral post-románica y pre-gótica, es como entrar en una sala de cine, un poco antes de empezar la película, en medio de un silencio ensordecedor. Si se ve, o no se ve, dentro de la catedral, es patrimonio de las sombras, si estas se mueven o no, una cuestión de imaginar la historia acumulada entre esos muros que huelen a centurias remotas. Las vidrieras empiezan a dar la transparencia hacia afuera, con la luz de cuatro velas. Parece que algo esté pasando, allí dentro, aunque no haya nadie. Empujo, a la vez que entro despacio por una puerta inscrita en el portalón, el que solo se abre en las grandes ocasiones. Busco un asiento detrás de una de las enormes columnas. La obscuridad se va condensando conforme te acercas al fondo de la bancada. Dos cabezadas y la siesta te gana, acompañando la eternidad de los que “reposan” bajo estas bóvedas.

“Jozef Boruwlaski, ‘El pequeño Conde’, violinista…tan solo 99 cm.” (Grabado. Wkp)

“Jozef Boruwlaski, ‘El pequeño Conde’, violinista…tan solo 99 cm.” (Grabado. Wkp)

Algunos, si no famosos, al menos son destacables. Saint Cuthbert, harto de merodear, por toda la Gran Bretaña, con su piquete de monjes negociantes, de osario a santuario, acaba en esta catedral, con su esqueleto entero, sin despieces. En aquellas calendas, las reliquias santorales eran un buen objeto de lucro. Un sueño eterno cuajado de turistas vistos desde su privilegiada posición: pisado por todo el mundo, como Carlos V en Yuste. Al fondo y ya sin velas, el nicho del Venerable San Beda, historiador de lo anglosajón, único inglés Doctor de la Iglesia Católica. Buen comedor, la obesidad no impide la santidad. Y en la capilla de los Nueve Altares, el más inopinado enterramiento, el de un minúsculo personaje polaco: Jozef Boruwlaski, un caso singular. Llamado: “El pequeño Conde”, violinista, guitarrista, y reputado como el último “enano de Corte” en el siglo XIX. Murió a los 97 años, midiendo tan solo 99 cm. A su lado y haciendo su amistad personal eterna, un famoso actor de la época: Stephen Kemble. Un hombrón de casi dos metros.

Me despierto despacio de un sueño que evoca a estos personajes. Tres bancos delante de mí, ajenos a mi presencia, una pareja joven se besa apasionadamente, su tejemaneje parece que es algo más que eso. Imagino que saben a qué soledad venían.  Me vuelvo a dormir cansado, no sé cuánto tiempo; en realidad, yo no debería estar aquí. Cuando vuelvo en mí oigo, en el otro fondo de la nave, un canturreo quedo. Es una sombra monacal con capucha, trajinando con un atril de velas encendidas. Al fondo, un rosetón de luz azul claro-obscura, me indica que ya es noche casi cerrada. Me deslizo silenciosamente por la puerta al exterior. Ya no llueve y las luces blanquecinas me arrastran a una calle con aparente tráfico. Huele a obrador de pastelería, que no sé de donde viene, es una calle sin escaparates. Dentro de este desangelado pub, donde he quedado y espero, no hay nadie y no tengo claro si es que es muy pronto, o muy tarde.

“…una sombra en traje talar, con una cruz votiva en ristre, encabezando…es una procesión!”  (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“…una sombra en traje talar, con una cruz votiva en ristre, encabezando…es una procesión!” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

 Sentado en un rincón, mirando al exterior por las ventanas cuadriculadas, miro la calle cuesta abajo, de pavés empapado. Pequeños regueros de agua se deslizan, devolviendo brillos a las luces mortecinas. Al pronto de una bocacalle lateral sale una sombra en traje talar, con una cruz votiva en ristre, encabezando…es una procesión!  El desfile, gente de negro y mujeres con velo, rodea unos portadores con un féretro…es un entierro!  El ataúd está cubierto por una bandera blanca, familiar, en el centro un escudo redondo con las siglas -Mcf – cruzadas por una banda diagonal morada, y encima una corona real (!?). Extraña patria, extraños himnos silentes. Las notas cadenciosas de dos chirimías y un fagot acompañan el final del cortejo que se esfuma calle adelante. El camarero me informa que se trataba de un turista encontrado en la catedral esta mañana. Me doy cuenta, espantado, y perturbado tratando de divisar las sombras que se escapan a lo lejos… Había asistido a mi propio entierro!

Alguien me mira, inquisitivamente, desde la puerta medio abierta del pub. Viene hacia mí, con una sonrisa enigmática. Es B., la gallega de Durham. Pero esa es otra historia…

Luisma, Maypearl TX                    15 de Noviembre del 2020

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