Category Archives: Retrato de Pintor

Retrato de pintor (XII)

Basquiat:“Si estoy más de una semana sin pintar, me aburro.”

“Si estoy más de una semana sin pintar, me aburro.” (Retrato de Jean-Michel Basquiat)

La primera vez que supe de Basquiat fue en algún momento, ya mediados los ochenta del siglo pasado. Quiero recordar que fue por su colaboración con Andy Warhol en una serie de pinturas conjuntas. Warhol hizo un montón de variaciones del símbolo olímpico de los cinco aros, por los juegos de la ciudad de Los Angeles. Casi todos con los colores primarios originales y Basquiat respondió en aquel diálogo pictórico conjunto con una máscara negra, y rellenos también en negro, en uno y su estilo grafitero en otros. Era su homenaje, natural, a todos los atletas olímpicos negros y a mí me sirvió para establecer contacto visual con la obra del artista neoyorkino. Dos cosas me interesaron rápidamente: el colorismo de su pintura, y el hecho de ser negro, nacido en Brooklyn, creo que fue el primero en la élite del arte moderno. Así mismo, la constatación de algo claro: mi imposibilidad de pintar de esa manera. Ni siquiera lo he intentado nunca, aunque admiro grandemente ese tipo de pintura. Algo para lo que jamás he tenido valentía.

Basquiat empezó haciendo grafiti en New York, en realidad si quieres hacer grafiti, New York es el mejor sitio para empezar y hasta incluso para terminar. Los primeros tiempos de grafitero de Basquiat, en asociación con el “escritor” Al Díaz y bajo el ‘tag’ (‘etiqueta’, firma): SAMO, fueron el principio de su proyección y su forma de darse a conocer. Vendía camisetas pintadas y dibujos tamaño postal por las calles de Manhattan. SAMO era la firma conjunta de los dos grafiteros pero Basquiat siempre tuvo muy claro el porqué de esta actuación, el dónde iba con ello y su incursión en el arte urbano. Tenía que llamar la atención en un lugar—New York—y en un momento específico en el mundo del arte moderno. Se trataba de darse a conocer. Más tarde supimos lo que aquellas siglas querían provocar: SAMO = “same old shit” ( en español: “la misma mierda”), ‘lo de siempre’, es decir: quiero ser revolucionario, pintar lo que me dé la gana, que todo el mundo me adore, clamar en contra del ‘poder establecido’ y el “mainstream” y… ah, por favor, que me paguen por mis cuadros más y más, y más. Lo cortés no quita lo valiente, me gusta su pintura, no su figura. Puedo distinguir su arte pictórico de sus ‘artes’ de triunfador a la moda.

Basquiat: “No soy un artista negro, soy un artista.”

“No soy un artista negro, soy un artista.” ( Warhol/Basquiat, pintura conjunta, 1985)

De Jean-Michel Basquiat había oído hablar y visto reproducciones fotográficas, de sus cuadros, a través de alguno de mis profesores en la facultad de Bellas Artes, corría el año 1984. También, por mis compañeros mejor informados—en el ‘quién es quién y que es lo que está haciendo’—, coincidiendo con su eclosión en el contubernio internacional de la pintura de esa época. Bien es cierto que en aquél entonces yo también había ‘descubierto’ a un pintor americano que me interesó más que ningún otro, y que influenció mi propio quehacer y aún hoy, y siempre, lo sigue haciendo. Me refiero a Richard Diebenkorn, abstracto y expresionista californiano. Un grande ‘poco’ conocido del ‘gran público’. Pero, volvamos a Basquiat…se movió bien en ciertos medios de aquella época, apareciendo en televisión local con: Gray—su grupo de rock—. Curiosamente, su libro de cabecera y su ‘bíblia’ para aprender a dibujar y buscar inspiración estética había sido, desde muy pequeño, una “anatomía de Gray” que le regaló su padre.

Hizo de todo por despuntar y darse a conocer. Intervino en algunas películas de cine independiente y su horizonte cambió dramáticamente cuando una noche presentó muestras de su arte, en un restaurante, a Andy Warhol que quedó sorprendido de su genio y de la forma en que se comportaba. Más tarde colaboraron artísticamente. Su primera exposición de pintura en solitario fue en 1981 y súbitamente empezó a tener un gran éxito. Fue muy bien recibido y ponderado por la crítica. Rápidamente pasó a exponer en Europa. Sus apariciones en público empezaron a ser celebradas y sus “boutades” a salir en periódicos y revistas. Un ejemplo: a menudo, pintaba vestido de carísimos trajes de Armani y hasta aparecía, luego, en público con esos trajes salpicados y manchados de pintura. Su figura era rematada por una especie de radiantes mechones “rasta”, de espesa cabellera negra y por el uso de maquillaje.

Basquiat: “Créase o no, realmente soy capaz de dibujar”

“Créase o no, realmente soy capaz de dibujar” (Jean-Michel Basquiat, sin titulo)

Los ochenta fueron años triunfales para Jean-Michel, pero también fueron al final los de su adición a la heroína, ello empezó a interferir en sus relaciones personales y acabaría por llevarlo a la depresión y la muerte por sobredosis. Era agosto de 1988 y se truncaba una fantástica carrera. Fue en su estudio neoyorkino y solamente tenía veintisiete años. Dos años más tarde, en mi primera visita a New York, dediqué toda una tarde a callejear por ciertas vias y rincones de Brooklyn en busca de obras de famosos grafiteros que se hubieran, al menos temporalmente, salvado de la ‘limpieza’. Estaba en el paraíso y en el mejor momento del grafiti. Encontré cosas magníficas, pero no pude encontrar ninguno de SAMO, cinco años en aquellas paredes parecían siglos. El ocupa puesto en mi imaginación y mi santoral pictórico. Hoy he consultado la valoración actual de las pinturas de Basquiat: entre los diez y los quince millones de dólares por cuadro. La mayoría de su corta obra existente está en colecciones privadas.

 

Luisma, Maypearl (TX)   29 de Enero del 2015

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Retrato de Pintor (IV)

Autorretrato de P. R. P.

Autorretrato de P. R. P.

A pesar de la gorra de banderillero y de la capa española, con la que se protege del frio constante y la humedad, nadie parece reconocerle. Quizás los paseantes están más dedicados a defenderse a si mismos de las inclemencias de esta tarde parisina, que a darse cuenta de quien es. No es lo que suele ocurrir; casi siempre le cuesta sudores quitarse de encima a los moscones y los curiosos que le siguen, por no hablar de periodistas con fotógrafos pugnando por una instantánea. Es el precio, caro, de la celebridad.

Hoy—suerte—nadie le para mientes y con despacio puede apoyarse en la barandilla del puente sobre el Sena y abstraerse en sus pensamientos. El precio de la fama, que es mundial, se está convirtiendo en una molestia continua y ya empieza a no tener gracia. Corre la mitad de los años sesenta y a lo peor va a tener que dar la razón al chico español que le abordó hace un rato en el bulevar. Un veinteañero que no sabía como llamarle: Pablo, o Don Pablo. Aprendiz de pintor, le dice algo que lleva pensando algún tiempo: fama y dinero, sí, pero has perdido la libertad, esa de la que tanto hablas.

Ya no sabe si vale la pena. Si todo esto no es un tremendo error, que acabará teniendo que pagar caro. Añora tiempos, ya lejanos, en esta misma ciudad que ha cambiado tanto. Sus primeros años, sus primeros trabajos y luchas. Sus primeros amigos, Apollinaire, Vollard, Breton; y por encima de todos: Gertrude, esa mujer extraña y sin embargo amiga. Le debe tanto! Fue más que una coleccionista de sus cuadros, más que una amiga, una confidente y una critica acerba de su pintura y de su persona. No le pasaba ni una en sus problemas con las mujeres, aunque tampoco le aconsejaba. Stein era feminista y lesbiana, algo que a Picasso se le hacía difícil de manejar.

Sus cuestiones con Gertrude no se limitaban a lo personal, tenían una variante estética que le añadía pimienta a la relación. Durante mucho tiempo ella le estuvo pidiendo un retrato, y al final concedió. Después de un montón de poses, por fin lo terminó. No había vuelto a hacer retrato desde que tenía dieciséis años. Fue un acierto total, Gertrude le mostraba una adoración que nunca le tuvo. Le mandó una misiva que guarda como un tesoro, siempre la ha releído intentando alcanzar toda su intención: “Estaba y todavía lo estoy satisfecha con mi retrato, para mí esa soy yo, y esa es la única reproducción de mí que siempre soy yo, para mí.”

Gertrude Stein…ya se parecerá!

Gertrude Stein…ya se parecerá!

El retrato está en Nueva York, hace tiempo que no lo ve. Recién terminado, algunos tenían una idea diferente de esa pintura, proclamada como una de sus mejores obras. Alguien criticó que no se parecía a ella, y él respondió: “Ya se parecerá.” Todavía ve lo boquiabiertos que quedaron todos ante semejante afirmación. Sus “boutades” eran y son famosas y aquella se llevó la palma. De cualquier forma, nadie pareció darse cuenta de que lo había dicho totalmente en serio. La gente no lo entendió, o no lo quiso entender, y la leyenda se hace cada día más grande.

El fresco sobre el puente se ha vuelto frio húmedo. El sol hace rato que se ha ido, y rápidamente, Paris se torna—una vez más—la Ciudad Luz. Ensimismado en sus pensamientos, Pablo, o Don Pablo, es una sombra más que acelera su paso. Piensa en Gertrude, la echa de menos; es sorprendente que ya hayan pasado veinte años desde que murió. Todavía la tiene presente. Sin ella no hubiera habido Picasso, o hubiera sido diferente. Quizá solo Pablo Ruiz. El apellido se hubiera quedado en su madre, la verdadera Picasso. Doña María, la que le puso los siete nombres: Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso.

Sin la colección Stein, sin la publicidad de Gertrude, quizá se hubiese vuelto a España. A pesar de su promesa pública de no volver hasta la instauración de una democracia. Hoy todavía, algunos amigos le bromean, le dicen que más vale que espere sentado. Ese dichoso Franco parece eterno. Su único reproche contínuo a Gertrude fue su apoyo a la causa franquista durante la guerra civil española. Su lucha contra la dictadura sigue terne, desde la guerra. De momento ha decidido, aunque fuera un encargo pagado por el gobierno republicano español, que su “Guernica” no vuelva a España en vida de la dictadura. A ver quien aguanta más!

P.S. La vida se decantó a favor de Franco. Picasso murió dos años antes que el dictador. El “Guernica” está en el Museo Reina Sofía de Madrid. El retrato de Gertrude Stein sigue en el Metropolitan Museum de Nueva York.

Luisma, 30 de Abril del 2011

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Retrato de Pintor (XI)

Andre Derain. Autorretrato c. 1903, Australian National Gallery

Andre Derain. Autorretrato c. 1903, Australian National Gallery

Si algún pintor ha derivado dudosamente en su obra desde un punto alto, álgido de belleza y creatividad, hasta caer en lo grisáceo y perder un colorismo brillante y personalmente muy conseguido, ese sería el caso de André Derain. El fauvista que perdió la “rabia” y con ello su puesto en la cima del Parnaso pictórico, cuando estaba con los más grandes. De hecho, hoy día, el “gran público”—esa amalgama de gentes tan maleable—ya no se acuerda de él.

Y sin embargo, Derain fue y es un grande, un pintor enorme durante un período relativamente corto de su vida artística. Sus mejores cuadros fueron pintados en un lapso de tres años y previamente había tenido otro período de cinco o seis años de buen arte. Después fue decayendo desde un fauvismo acendrado hasta un clasicismo gris y austero, cuasi gótico y muy lejos del colorismo rabioso y brillante de su época anterior. La fiera se domesticó con el estudio de los viejos maestros; una “víctima” de sus viajes a los renacentistas italianos.

Después de la primera Guerra Mundial, a la que fue militarmente movilizado, disfrutó de su mayor aceptación popular; curiosamente cuando más dudosa era su obra. Pintó mucho y discutible de calidad e interés. La aportación magnífica de sus años fauvistas, siempre en grupo, dió paso a exposiciones personales en todo el mundo occidental, Europa y E.E.U.U.; premios como el Carnegie en Pittsburgh (1928), encargos institucionales, diseños para ballets… En aquellos momentos representaba el prestigio de la cultura francesa. Sus obras entraron, por supuesto, en los mejores museos del planeta.

Luis Jimenez-Ridruejo en el MoMA. Visitando a Derain

Luis Jimenez-Ridruejo en el MoMA. Visitando a Derain

Derain estaba en el grupo de los elegidos parisinos desde el principio del siglo XX; se veían continuamente, intercambiaban opiniones, discutían, se influían unos a otros. Días de vino, rosas y hambre de gloria. Matisse, De Vlaminck, Picasso y toda la cohorte de intelectuales que gravitaban alrededor de los artistas plásticos en aquel Paris difícilmente repetible. Era un personaje un poco distante y nadie supo nunca porque se juntó con toda la pléyade; aparecía y desaparecía como por ensalmo, acompañado casi siempre por su mujer, Alice, entonces calmada y rutilante, y que los otros apodaban: la Santísima Virgen. Fernande Olivier, la compañera de Picasso, dejó una vívida descripción de él. “Derain era delgado, elegante, de buen color y de pelo moreno y brillante. Con un chic inglés un poco sorprendente. Sofisticadas chaquetas, corbatas de colores crudos, verdes y rojos. Siempre con la pipa en la boca, flemático, burlón, frio, un polemista”.

Derain fue quien introdujo a Picasso y a su grupo en la apreciación del arte africano, del cual fue un coleccionista pionero. En un viaje a Italia “descubrió” los mosaicos romanos. Se tornó un clasicista y renacentista empedernido. Su pintura cambió al conservadurismo más agudo, tanto que llegó a publicarse un libro con ensayos de varios escritores y artistas conteniendo acerbas críticas y disputas sobre su arte. El título: “En favor y contra Derain”, fue aprovechado para originar una marea de condena a él y al Modernismo. Eran los años treinta del siglo pasado. Un crítico y mediano pintor, Blanche, escribió: “La juventud le ha dejado; lo que queda es un arte altamente cerebral y bastante mecanizado”. A pesar de todo gozaba del reconocimiento oficial, que perdió más tarde por sus escarceos con los nazis.

El flujo de la sociedad hacia la aceptación y glorificación del arte moderno fue aprovechado por Derain para capitalizar su arte y su proyección popular. Lejos quedaban, a mediados del siglo XX, sus primeros pasos, sus primeros paisajes. Su amistad y su estudio compartido con Matisse y De Vlaminck. 1905, el Salón de Otoño. 1908, el Cubismo le entró por los ojos en los meses que pasó con Picasso en Avignon. Después, en los años veinte se fue a vivir al sur de Francia y desarrolló una extensa obra, discreta, mucha escultura y  diseños para la Opera de Paris. En 1937 participó en la retrospectiva del Salón de los Independientes, para entonces casi todos ellos mundialmente famosos. Le llovían los premios y los encargos desde todos los puntos. El sur fue su refugio, aunque viajaba mucho.

Andre Derain, Puente de Charing Cross, Londres, 1906, National Gallery of Art, Washington, D.C.

Andre Derain, Puente de Charing Cross, Londres, 1906, National Gallery of Art, Washington, D.C.

Su vida derivó al término hacia algo frustrante en grado sumo, apenas podía ver. Su muerte, le atropelló un camión en 1954, lo encontró trabajando en decorados y figurines para “El Barbero de Sevilla”. Ello no le impidió dejar un pensamiento definitorio, a modo de epitafio: “La sustancia de la pintura es la luz”. Lo grandioso es que, al final, incluso casi ciego, seguía captando aquella luz, aquella sustancia. André Derain, con sus luces y sus sombras, fue uno de los grandes. Aquellos que aportan algo nuevo, aquellos que marcan una época.

Luisma, Maypearl (TX)   29 de Julio del 2014

Retrato de Pintor (V)

Andy Wharhol, tramando algo.

Andy Wharhol, tramando algo.

La verdad es que estar muerto da una clarividencia especial, se ve todo mucho más claro, nítido. Tantas tonterías que en vida nos parecían tan importantes, han dejado de ocupar plaza en un cerebro que ya no tengo. Yo que era todo cerebro! Ya sé, ya sé, estoy hablando por Andy—como si no lo supiera—ese deporte que, desde hace algunos años, practico con un montón de ellos. Pintores.

Andy lleva ya unos cuantos años muerto y parece que está por encima de todas las filias y fóbias que le marcaron en vida. Un caballero americano, muy americano. Eso si, con la conciencia muy clara de su origen eslavo; su familia Warhola, a los que no perdona aunque pasen los siglos que no siguieran sus instrucciones escritas. Mira lo que me hicieron! Yo que quería una lápida simple, lisa, en blanco. Sin nombre, sin fechas, sin cruces, sin “erreipes”. Nada, la nada, lo que tiene ahora y lo que le queda de todo aquello. Si por lo menos hubieran puesto tan solo: “un invento”.

Aquello era la celebridad, la publicidad sublimada; nadie ha sido capaz de manejarla como él, ni siquiera alguien tan apegado a ello como aquel español del que tanto aprendió: Salvador Dalí, que se multiplicaba y se reinventaba como la hidra de las siete cabezas. Muchas cosas tuvieron en común el uno y el otro. La sexualidad y la ambición de notoriedad y celebridad y la avidez por el dinero. La celebridad no era, por supuesto, los quince minutos vitales de cada cual (según Andy); ambos eran más afectos a una gloria sempiterna y forrada de billete.

Nada importa ahora. Estar muerto aclara muchas cosas. Pensándolo bien, y en clara contradicción, la muerte es el summun de la perfección para un hipocondriaco, como Andy.Todo empezó con aquella escarlatina que le dio en primaria y que le produjo corea; esa enfermedad que los españoles llaman, tan gráficamente, el Baile de San Vito. Un mártir, eso es lo que él siempre fue, un mártir de la modernidad. Nadie entendió nunca el porqué de mear convulsivamente, salpicando sobre lienzos metalizados, buscando oxidación como solución pictórica. Olé!

Media infancia se la pasó en la cama, donde aprendió a dibujar y coleccionar fotos de artistas de cine. Eso y oír interminables horas de radio. Cualquier cosa menos ver hospitales y doctores. Ese miedo le quedó para siempre, y aún ahora que está muerto, no quiere ver un médico o un hospital ni en pintura.

Cuando, por fin, aceptó la imagen de si mismo que el espejo le devolvía, incluidos los múltiples granos, aceptó también ir al colegio. Tuvo que sufrir frecuentes disgustos y hasta discriminación. Se sobrepuso a todo, incluso a ser el último de la clase y a su propia particularidad. Debajo de su fotografía en el libro del año dice: “tan genuino como una huella digital”. Su especial singularidad le seguiría toda su vida colegial. El profesor de su clase de Individuo y Sociedad dejó dicho, profecía fallida: “si alguien me hubiera preguntado quien era el que menos posibilidades tenía de triunfar, yo hubiera dicho que Andy Warhola”

Lo que siguió después es la parte mas conocida de su vida…diseño artístico en el Carnegie, Gropius, Moholy-Nagy, el ballet, la danza, el dibujo a borrones, publicidad incipiente, Nueva York, bohemia, licenciatura en Bellas Artes, Glamour = Warhol(a), escaparates, libros, el vicio de los dulces, novios/amantes, viajes por el mundo, Elvis, Garland, Gabor, Life, escenografías de operas, las sopas Campbell, serigrafías de Marilyn y de todo el mundo, mil retratos de celebridades, Mao, Polaroid, Hollywood, The Factory, nubes plateadas…Valerie Solanas le dispara, son los sesenta; todavía seguirá en lo alto de la celebridad hasta su muerte, veinte años después.

Tumba de A.W. en Bethel Park, Pittsburgh

Tumba de A.W. en Bethel Park, Pittsburgh

Lo dicho: si hubieran puesto en su lápida, al menos eso, un invento, una quimera, una alucinación, una fantasía…cualquier cosa en vez de su nombre; incluso: un fantasma, ahora que no le queda mas remedio que serlo. Solo se regodea con el detalle de esos visitantes de su tumba, en Bethel Park, a pocos minutos de mi casa. Esos peregrinos de la fama, que dejan latas vacias, claro, de sopas Campbell; y ese otro tipo, al que nunca ha visto, que invariablemente deja algunas monedas cada vez, que detallazo! Así da gusto estar muerto!

Luisma, 20 de Julio de 2011

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Retrato de pintor (VI)

Henry Matisse. Autoretrato

Henry Matisse. Autoretrato

Siempre fue mi gran desconocido de entre los grandes. Un pintor diferente a los demás, aunque estaba ahí con todos. No es que yo no parara mientes en su pintura, algunos de sus cuadros me influenciaron siempre muchísimo, más de lo que yo nunca me dí cuenta hasta ahora, un siglo después. Era algo personal con el hombre, con su falta de atractivo, para mí. No fue así para las mujeres de su época, aunque nunca llegase a los niveles del músico Ravel, del cual no he conocido ninguna mujer, ni de entonces ni de ahora, que no se sintiera atraida por él. Matisse, el hombre, nunca me llego a interesar como Picasso, el hombre. Aunque compartieran tantas cosas.

Matisse, uno de los dos más grandes “fauves” tardó en entrarme, a pesar de su gloria y celebridad. Andre Derain me afectó mucho más, aún siendo su colorismo mucho menos atractivo. Hoy, Derain apenas me interesa y Matisse lo hace cada vez más; como ellos no han cambiado es de suponer que yo lo haya hecho.

Todo lo que sé de Matisse, el hombre y el artista, lo aprendí en una noche y fue mucho más de lo que nunca aprendería en los libros, y todo por una de esas casualidades de la vida. Vivía entonces en Houston (Texas), de esto hace quince años. Una tarde de poco quehacer, leyendo el periódico, supe que Francoise Gilot; en otro tiempo compañera de Picasso y luego casada con Jonas Salk, descubridor de la vacuna contra la polio; la madre de dos de los hijos de Picasso, Claude y Paloma, daba una conferencia-coloquio sobre arte. En su calidad de pintora, crítica, musa de artistas, compañera de pintor y “enamorada” de otros pintores, la cosa presentaba interés. Hacia allí me encaminé, solo para pacientemente “soportar” más de dos horas de interesante panegírico de Matisse, su persona y su obra. Por alguna razón yo esperaba que fuera sobre Picasso.

Matisse. Retrato de Lydia, 1937. Colección Cone. Baltimore

Matisse. Retrato de Lydia, 1937. Colección Cone. Baltimore

No fue así, y aquella mujer – que mujer más interesante – desgranó un montón de información sobre Henry Matisse, el pintor y el hombre, esa vibración que no puede estar en los libros. Sus ideas, sus intereses, sus sueños, sus glorias, su personalidad. Inmundicias solo habló de las de Picasso. Demostró gran enamoramiento corroborado por la exhibición de pintura suya, personal, enormemente influenciada por Matisse. En el coloquio le pregunté porque pintaba como Matisse y criticaba tan duramente a Picasso, si había tenido los hijos con él. Su respuesta fue: tu debes ser español, solo un español hace una pregunta semejante.

Aquella noche cené con ella y me uní a su grupo de acompañamiento, en el restaurante de Ninfa, la mexicana. Me habló largo y tendido de Matisse y muy poco de Picasso. Supe que la envidia y la competencia entre los dos era grande, a pesar de la diferencia de edad, una auténtica rivalidad, a veces cómica. Pablo era 12 años menor que Henry. Ella, a su vez, era 40 años más joven que Picasso. Me pintó a un Matisse interesante, dolido por la edad y las condiciones físicas, acarreado en su silla de ruedas por una antigua modelo. Devoto de sus amigos y hasta de sus rivales, el fue el iniciador del salón de Gertrude Stein, fragua de la pintura moderna. Sintetizó, simplificando, las diferencias con Picasso; este pintor de la imaginación y Matisse, pintor del natural. Los dos pintores de mujeres. Ambos muy diferentes en su relación con ellas. Pude entender su pasión por Matisse.

Matisse. Vista de Notre Dame, 1914. MoMA.Nueva York

Matisse. Vista de Notre Dame, 1914. MoMA.Nueva York

Su retrato de Matisse es el que hago mío ahora. Un artista que no pintaba las cosas sino la diferencia entre ellas. Alguien rendido más a la veracidad de la representación que a la exactitud. Lo natural de la imaginación primando sobre la realidad, y aunque nunca llegó a ser un abstracto estuvo a un solo paso de serlo con su Vista de Notre Dame, de 1914. Probablemente ninguna pintura me ha influenciado tanto ( excepción hecha, claro, de las Meninas). Además tocaba el violín, cada mañana, y toda su vida le fastidió no pintar como todos los demás, ser tan diferente. En resumen, a mi tampoco me importaría convertirme en un pez rojo, si fuera en la misma pecera que Matisse.

Luisma, 18 de Septiembre del 2012

 

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Retrato de Pintor (VII)

 

Retrato de autorretrato con reflejo. Francis Bacon (1958)

Retrato de autorretrato con reflejo. Francis Bacon (1958)

Viajar, en la juventud, es parte de la educación; en la vejez, parte de la experiencia.

(Sir Francis Bacon, filósofo, 1561-1626)

Viajar, en mi, es siempre la más valiosa de las experiencias. Algo que hace la vida digna de ser vivida. Conocer, visitar, ver, ir en busca de un pintor y de su pintura, es parte de la experiencia de rodar por este país. La gran cantidad de museos americanos, grandes colecciones o pequeñas, proporciona magníficas oportunidades. Washington D.C. tiene un museo, uno de mis favoritos en el conjunto de los que conozco, el Hirshhorn, en el Mall, muy cerca del Congreso. Esta vez he ido al encuentro de un pintor y una pintura que admiro y me ha servido muchas veces de inspiración. Un retrato de Francis Bacon (1909-1992) y otros cuadros del mismo autor que lo rodean y lo acompañan en la misma sala.

Allí está, entro en la obscuridad del cuadro y veo al pintor, hace veinte años ya… Camina con dificultad y ahogo. No puede respirar, difícil, a pesar de ser una mañana de abril madrileño con un aire frio y puro, de la sierra. La luz, tan blanca, le ciega esos ojos acostumbrados a tratar con los colores y la tenebrosidad. Se detiene y mientras recuerda las lecturas de su antepasado, con el que comparte el nombre: “En orden para que la luz brille resplandeciente, la obscuridad tiene que estar presente”. Francis no sabe que está caminando directamente hacia la tiniebla absoluta, la última obscuridad. Vacila antes de entrar en la clínica. Nada le importa ya. Aire. Al final del corredor le espera la monja que le cuida, la hermana Mercedes. La imagina a caballo, como uno de los jinetes finales. La risa le remontaría hasta los ojos, si no fuera por el miedo.

Ahora, después del tratamiento, descansa cabizbajo sentado en un mimbre de la terraza. Está solo y no debería estarlo. Pathos.  Donde están todos? Mejor, así puede permitirse el lujo de cerrar los ojos y seguir la tertulia con Picasso y Velázquez. Sueña despierto. Son los santos de su devoción pictórica, a los dos les debe mucho. Discutir sobre figurativismo y abstracción con estos dos. El más propenso a justificar la pintura abstracta es Velázquez. Vivir para ver, es la madurez de los siglos. Picasso no se aclara porque le cuesta absorber el hecho abstracto y no puede decidir de quien beber, quizá de todos. “Tened cuidado conmigo, que yo copio”, Picasso dixit. Bacon sigue terne en lo figurativo. Siempre. En un mundo y una época de abstracción, su figuración triunfa. Los otros aplauden. Su colorismo y su gesto mandan. Todos vamos  pintar de él y por él.

Estudio para “Retrato de Van Gogh” III. Francis Bacon (1957)

Estudio para “Retrato de Van Gogh” III. Francis Bacon (1957)

El descanso ya no puede ser, en la inmovilidad solo le quedan las imágenes, tantas, que le llegan a borbotones, de la misma manera que la vida se le va…Dublín, hace mil años, su progenitor tratando de “hacer un hombre de él”, el dolor de una juventud frustrante y un padre rígido, difícil. Su entrega a una vida disoluta de “gigoló”, las buenas mesas, los buenos vinos, el hedonismo galopante que le acompañará toda su vida. La estética aprendida con todos aquellos hombres ricos y cultivados, a los que servía como “caballero de compañía” en Londres.

Mientras tanto leía a Nietzsche y a tantos otros. La risa, casi una mueca, se le escapa al recordar sus momentos al espejo, disfrazándose de mujer, incluso con ropa interior femenina. Fue cuando estuvo en el increíblemente libre Berlín del 27, con un amigo de su padre, que le dejó solo al poco, lo que aprovechó para irse a París, a ver museos y galerías de arte. Aquellos 106 dibujos de Picasso que le tocaron el corazón.

Reflejos en el autorretrato de Bacon.                    (S. de rojo y con sombrero)

Reflejos en el autorretrato de Bacon.
(S. de rojo y con sombrero)

Le vienen más imágenes. Vuelta a Londres. Decoración y pintar, pintar mucho, exponer. El grupo de Jóvenes Artistas Británicos, las primeras críticas y, por fin, el tríptico de la base de la Crucifixión, el origen de su carrera pictórica de éxito, el así lo considera. Nada volvió a ser lo mismo. Se dió de bruces contra la fama y la celebridad, el mundo. Todo lo que sucedió a partir de ese momento no importa, ya nada importa, está demasiado cerca. La cruda realidad, igual a su pintura. Comer, beber y el juego, constantes de su vida. Con la sola atenuación de sus amigos, muchos no sabe discernir porque lo son. Pinta rabiosamente. Piensa: “Como puedo tener interés en mi trabajo, cuando no me gusta lo que estoy haciendo?

Ahora, en estas vacaciones en Madrid, todo cobra sentido, esta obscuridad tan difícil. Pero, se siente tan mal. Quisiera gritar y no puede. Donde estáis Velázquez y Picasso? Porque se ha hecho de noche tan pronto? Será esto el principio del caos, ese caos ordenado que rigió su pintura? Es el miedo a la obscuridad, el horror redivivo de aquellas reclusiones infantiles, cuando la niñera le encerraba durante horas en el bargueño. Apenas puede respirar. No siente nada.

Francis Bacon murió en Madrid, el 22 de Abril de 1992.

“El proceso creativo pictórico es una mezcla de miedo y placer”  F.B.

Luisma, Pittsburgh, 7 de Abril del 2013

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Retrato de pintor (?)

luis jimenez-ridruejo appears to open a painting of a window

“…como un magnífico engaño sin crueldad, un trampantojo…” (Luis Jimenez-Ridruejo)

Conocí a Luis Jiménez-Ridruejo hace ya muchos años, yo diría incluso que lo conozco desde siempre, lo cual es harto precisar porque muchas veces él me ha dicho: “ni yo mismo me conozco”. Luis concibe la vida, al igual que su pintura, como un magnífico engaño sin crueldad; un trampantojo detrás de otro. Una realidad que, a veces, se confunde con la ficción.

Creo recordar que lo vi en Paris, a mediados de los años sesenta y luego en Salamanca. Era este un tiempo en que salíamos mucho de noche, después de pintar, hasta altas horas de la madrugada. Pasábamos largas horas de “alterne”, rock, videos y poco alcohol (ninguno de los dos bebemos mucho), en aquel antro artístico que regentaba el gran Cipri en Salamanca: el “Santabárbara”, discoteca, videoteca y rompeolas nocturno de pintores, músicos, escritores, actores, performers, y otras gentes de “buen vivir”. Eran los primeros ochenta del siglo pasado. Últimamente, ahora que me he venido a vivir a Texas, que es donde él mora o habita, lo veo muy a menudo—casi todos los días—coincidiendo que ambos hemos vuelto a pintar, después de algunos años de no hacerlo.

Aquel tiempo en París fue excepcional. Vivimos una temporada juntos; íbamos a las mismas clases de historia del arte y de dibujo; una enseñanza clásica, a más no poder, montones de dibujo del natural, con modelos y mucho cuaderno de apuntes y bocetos, en calles y cafés. En Montmartre nos hacíamos la ilusión de ser artistas consagrados. Vendimos nuestros primeros cuadritos de paisajes parisinos en aquella placita de Tertre, donde seguramente concurrimos en ensoñaciones con otros pintores. Allí duramos poco, aquello era ya historia pasada, folclore y señuelo comercial, a cien francos viejos el dibujo o el retrato. Los americanos lo definen bien: una trampa para turistas. Volvíamos solo cuando nos hacían falta unos francos.

luis jimenez-ridruejo in front of a building in Paris that is painted to look like it is melting

Otro trampantojo, esta vez en París (Luis Jimenez-Ridruejo).

Luis con su habitual jeta y verborrea nos consiguió un trabajo de decoración en un restaurante español. Pintamos siete cuadros, malos, de motivos taurinos y flamencos…faltaría más! Incluido un fresco en un paño de pared del bar, pintado por las noches mientras el restaurante estaba cerrado. El pago no fue muy bueno pero, al menos, durante tres meses comimos caliente. El sitio estaba en el barrio de Passy; nunca he tenido la curiosidad de volver por allí. Luis, tampoco. Eran los meses previos al 68 parisino y ya se cocía todo lo que iba a pasar luego. Ya tenía, por aquel entonces, problemas con el color; como él dice que siempre ha tenido, aunque últimamente ya no lo asegura como antes. Color más o menos, a mi siempre me ha impresionado la facilidad que tiene para pintar cuadros grandes. Aquel momento en Paris fue el comienzo de un largo idilio con las musas, que nunca nos han abandonado. Y ya va para largo.

A Ridruejo hay que ponerle una pistola en la espalda para que se ponga a pintar y luego encañonarle con la misma para que deje de hacerlo. Lo cual en Texas es muy propio y plausible, llegado el caso. Aún recuerdo los años en que, ya mayorcito, volvió a la universidad para estudiar Bellas Artes. Eran los tiempos del “Santa”, la madriguera donde finalizábamos nuestras noches. Luis tenía, a la sazón, su casa llena de pintores, profesores de arte y compañeros alumnos. Por su edad, a veces le confundían con un profesor; aún lo siguen haciendo, por su pinta y su manera de hablar. Nunca, ni en los años mozos de París, lo vi tan feliz como en aquellos otros de estudios tardíos. Quizás ahora en Texas le veo mejor que nunca, aunque proteste tanto de su salud maltrecha.

En aquella época de los ochenta, antes de venirse a los Estados Unidos, siempre me sorprendió que me siguiera los pasos; al fin y al cabo, como él, tampoco soy un pintor reconocido. Decía que yo le daba suerte y de mi, o por mi causa, vino lo de escribir y pasó de su inicial Houston a vivir en Pittsburgh. Me consta que allí hizo mucha fotografía y poca pintura. Como siempre cuadros grandes, y luego lo dejó durante una década. Ahora nos hemos reencontrado y compartimos estudio. Un lugar luminoso, en medio de una gran pradera tejana, de un silencio avasallador y bienvenido, turbado apenas por cuatro ladridos amistosos y algún avión perdido en las alturas. La pintura lo está llenando todo y la televisión y el Internet nos mantienen en contacto con el mundo.

photo of luis jimenez-ridruejo's studio

La realidad: el estudio de Luis Jimenez-Ridruejo en Texas.

No es fácil definir la pintura de Luis. Algunos críticos estultos la han tildado repetidamente de “elegante”, algo que a él le molesta mucho. Me parece que todo es producto de la inhabilidad de estos para entender un mundo pictórico, el de Ridruejo, de por si complicado y fantástico, y se quedan en una pintura que no es agresiva a la vista, que no grita desde las paredes. Sus cuadros se leen despacio y su apreciación dura largas miradas. No hay que buscar muchas explicaciones, en realidad no hay que buscar ninguna. Picasso lo dejó dicho muy claro: “La gente que trata de explicar una pintura están, usualmente, ladrando al árbol equivocado”.

He intentado hacer un retrato de Luis y más parece que me haya salido una semblanza, o un bosquejo somero. La próxima vez le pediré a él que se autorretrate, será más evidente que hacerlo yo mismo. (?)

Luisma, Maypearl (TX)  2 de Marzo del 2014

Retrato de Pintor (VIII)

Retrato de Fernand Léger (1881-1955)

Retrato de Fernand Léger (1881-1955)

“No existe lo abstracto o lo concreto. Existe un buen cuadro y un mal cuadro. Una pintura que te conmueve y otra que te deja frio. La pintura tiene valor por si misma, como una partitura musical, como un poema.” (F. Leger)

Nunca supe, hasta hace muy pocos años, que Madonna y yo compartíamos gustos pictóricos y una sesgada relación personal; todo ello sin llegar al conocimiento mútuo—cosa que no me hubiera importado lo más mínimo. La “monstruosa” cantante y artista es fan acendrada del pintor Fernand Léger, llegando incluso a poseer—ella se puede, o se podía, permitir el lujo—obra del pintor francés. Hace diez años, vendió—siete millones de dólares para su fundación Ray of Light—el cuadro: “Tres mujeres en la mesa roja” en Sotheby’s. Lo de la relación personal fue el hecho de haber sido, mi segunda mujer—la americana—, profesora de Madonna, en bachillerato, cuando todavía se la conocía como señorita Ciccone (Madonna Louise Ciccone), en el Michigan de hace ya demasiados años.

La verdad es que me hubiera gustado conocer a Fernand Léger. Desgraciadamente, murió cuando yo tenía diez años. Hacerme una idea, un retrato del artista y del hombre, exige dos formas de intentarlo: una puede ser buscar fotografías del pintor que también era cineasta; solo para encontrar que, en lo físico, se daba un aire a Walt Disney. Nada que ver, Disney era un halcón de la derecha americana y Léger un comunista francés, algo casi tan pintoresco como un comunista español. Los dos compartían el aire bonachón y el bigotillo propio de la época entre guerras mundiales. La otra manera de retratarlo sería escrutar y rastrear la imagen de su espíritu en toda su obra y, sobre todo, leer y estudiar sus magníficos escritos sobre arte; fundamentalmente: “Funciones de la pintura”, una obra maestra.

Uno no sabe a que carta quedarse con un personaje como Fernand Léger; si el pintor adelantado a su época, moderno hasta llegar a ser el epítome de lo moderno o quedarse en el Léger escritor; posiblemente uno, si no el mejor, de los grandes escritores sobre arte de todos los tiempos. Su “Funciones de la pintura” es, para mí, el más importante texto que jamás haya leído ( y releído a menudo) escrito por un artista. No me canso de aconsejarlo.

Difícil de conjugar el hacer arte y escribir sobre ello. Descubrir las posibles razones de esta conjugación es problema harto difícil, habría que adentrarse en su biografía y en su tiempo y llegar a conocer porque alguien nace con el don de la escritura. Lejos de mi el proclamar que el artista para una cosa es artista para todo; ojalá fuera así—otro gallo nos cantaría—y no habría tanto “cantamañanas”, críticos de arte, resbalando y patinando por las laderas de la historia. Fernand entendió y plasmó perfectamente el hecho artístico y las influencias de lo individual y personal en el arte, propio o ajeno.

F. Leger, “Los Fumadores”, 1912.

(F. Leger, “Los Fumadores”, 1912. Colección Guggenheim. Nueva York.) Muchas de sus pinturas me conmueven cada vez que las miro…

Léger se fue a París, desde su Normandía natal, justo al principio del siglo XX. Quería estudiar Bellas Artes pero no le aceptaron, supongo que había que ser un consumado dibujante clásico (como en la Escuela de S. Fernando, en Madrid) y se convirtió en “oyente”, permitiéndole ello un mayor y más libre uso de su imaginación, encorsetada y constreñida por las rígidas directrices escolares. Tres años vacíos e infructuosos, según sus propias palabras. Se hizo un pintor “serio” y dedicado hacia sus veinticinco años. Todo lo que pintó en aquella época lo destruyó más tarde.

Se adhirió luego a la vanguardia de los Archipenko, Chagall…empezó a hacer Cubismo, lo que luego alguien le tituló: “Tubismo”, por sus figuras cilíndricas. Hizo abstracción, antes de alistarse, dos años, para la guerra mundial del “Catorce”. Casi murió en la batalla de Verdún, en un ataque con gas mostaza. Así que, para la Segunda Guerra Mundial se vino a los Estados Unidos. Enseñante en Yale University, trabajó mucho y hasta le decoró el apartamento a Nelson Rockefeller. A resultas de aquel viaje, al volver a Francia en 1945, se afilió al Partido Comunista. Le debieron sentar mal los USA. Aunque él, más que marxista fue un apasionado humanista. Tuvo una vida artística muy productiva en Europa y Sudamérica. Murió en 1955, a los 74 años.

Léger alguna vez dijo: “Mis ojos fueron hechos para borrar todo lo que es feo”. Me adscribo a ello. Hombre y pintor con tantos detractores como seguidores; no hace falta decir de que lado estoy. Muchas de sus pinturas me conmueven cada vez que las miro. Aparte de lo que he aprendido de él. Esta es mi visión de Fernand Léger y, después, que cada cual haga sus propias interpretaciones. Para gustos están los colores, no?

Luisma, Pittsburgh, 15 de Septiembre del 2013

(originally posted at Dust, Sweat and Iron)

Retrato de pintor (X)

Autoretrato del Greco en el “Entierro del Conde de Orgaz” (Toledo)

Autoretrato del Greco en el “Entierro del Conde de Orgaz” (Toledo)

“…Me he pasado la vida alrededor de grandes pintores, saliendo y entrando de sus estudios, de sus talleres, de sus hogares o estancias que tanto o más que sus pinturas nos dicen de ellos. Yo mismo soy un pintor frustrado, sí, porque siempre quise ser pintor de cámara del Rey, Nuestro Señor, y no se me logró. En vez de querer ser un mejor artista. Y un frustrado de la peor especie, pues sé lo que es la pintura y lo que es el arte, que yo no tengo y que he visto tantas veces en los otros. Puedo reconocerlo, soy envarado, repensado y algo antiguo en mi técnica. Creo que no me conocéis, o todavía no, pero os vendré a la memoria en cuanto os cite mi nombre: Francisco Pacheco…sí, estáis en lo cierto, mejor conocido por ser el suegro de Velázquez, el gran Diego de Silva, el sevillano. Empero no es de él de quien quiero hablaros hoy, es de otro de los grandes, que se me antoja tan enorme como Diego. Quiero referiros como conocí a Doménico, a Theocotopoulos, al que todos llamamos El Greco, o el místico.”

“Corría el 1610, o el 11, que ya no puedo recordar bien, la vejez atenaza mi mente. Ah! sí, fue cuando llegó Velázquez como aprendiz a mi estudio, siendo un niño todavía…y cuan pronto dejó de serlo! Llegó con diez años y a los diecisiete ya se permitía el lujo de corregirme. Yo no estaba en Sevilla, había corrido un tanto por el extranjero y de vuelta paré en la Corte para ver a Carducho—que bien escribe este hombre y cuanto sabe del arte de pintar—. Me habló del griego, cretense por mas señas, me enseñó una pintura suya que al Rey no le había complacido, me encareció su figura y quehacer pictórico: ‘Pacheco, este Greco, que así le llaman, es un gran artista, no se parece a ningún otro; inusual, trae mucho de la escuela de Venecia y de los italianos y lo bizantino de sus raíces. Pero la mística y lo personal de sus técnicas no tiene parangón con ningún otro que yo haya conocido. Eso sí, está loco, o por demente lo tienen algunos. Me han dicho que, a veces, grita mientras pinta y habla, a solas, en su jerga, y también sé de sus caprichos: parece que contrata músicos para holgarse mientras cena, y quien sabe si también mientras pinta. Todo un personaje, te encarezco que lo visites en Toledo, que es donde vive. Te aseguro que no perderás el viaje.’ Humana condición: no sabemos hablar de alguien sin criticarlo un tanto.”

“Ocioso deciros que partí hacia esa ciudad a ver al tan mentado. Al arribar a Toledo y luego de aposentado cerca de la plaza de su zoco, enseguida me llegaron nuevas del pintor. Alguien le había ido con la especie de mi llegada y ya debe saber que estoy escribiendo un tratado sobre la pintura de España. Querrá que lo miente, que lo celebre, pues todo es bueno para el convento…que hablen de uno, aunque sea para bien! Y él, después de tantos años ya puede considerarse un pintor español, aunque eso aún tengo que verlo. Me cuentan que profesa de muy católico y hasta de castellano, esto si no lo veo, no lo creo. Ya tengo ganas de conocer al personaje que me avanzan vive en unas casas de veinticuatro aposentos, con mucha familia y servidores; en el lado de poniente de la ciudad y deudor del Marqués de Villena. Y de los obispos, a buen seguro. Si no existiera la Iglesia y la Religión, la gente de nuestro gremio andaríamos mucho más de pobres. Gracias a las pinturas de Vírgenes, Cristos y Santos, apañamos la cazuela y ganamos el condumio.” 

El Greco ”Apertura del Quinto Sello” The Met (New York)

El Greco ”Apertura del Quinto Sello” The Met (New York)

 “Doménico es menudo, ni alto ni bajo, en apariencia huesudo, su calavera será pequeña y angulosa. Es de manos firmes; lo primero que le notas es que camina a trompicones, aunque leves y con los pies a las diez y diez. Viste de color negro Contra-Reforma, como tantos otros, a imitación de Felipe II. Es expansivo y según y conforme reservado y resulta cariñoso cuando lo tratas más. En su conversación anda a su bola, al igual que en su pintura. Hace lo que le da la gana y no sigue dictados de nadie. El timbre de su voz y algunos aspavientos que se le advierten son los que, posiblemente, le han granjeado la fama de loco. Algo excéntrico si es, aunque los españoles tenemos la manía de calificar así al extranjero, a veces por el simple hecho de serlo. Es hombre viajado y de experiencia, ameno de conversación y firme en sus creencias. Esta primera tarde, estamos sentados en las jamugas que nos ha sacado al tempero, Doña Jerónima, su compañera, en la explanada del jardín que mira al Tajo. Departimos, y noto que su castellano no es muy logrado. Criticamos, como buenos provincianos, la Corte, al Rey, las costumbres—‘Guardaos, Pacheco, ni vos ni yo entraremos nunca en las órdenes militares, nos sustentamos del trabajo de nuestras manos…quizá nuestros hijos o nuestros nietos’—Cae la tarde, efluvios de jacintos suben del rio y ya cantan las cigarras. Toledo en su más pura esencia.”

El Greco “Vista de Toledo” The Met (New York)

El Greco “Vista de Toledo” The Met (New York)

‘Os espero el sábado para comer. Me huelga invitaros y así podréis conocer al resto de mi familia. Veréis mis talleres y a mis aprendices y yo mismo estaré trabajando cuando lleguéis. Prepararé para vos un cabrito al modo cretense y abriremos unos vinos que ha poco me han traído de Méntrida…’ Del ascetismo del griego ya solo queda la frente despejada y la palidez de las facciones. Y sí, fue una jornada interesante. Relajado y dejándose admirar; voy entendiendo mejor sus teorías sobre el color y su personal aproximación al trato de la figura humana. Algo de escultura también hace y me sorprendió encontrar unos armarios atiborrados de cabezas cerámicas y modelos de arcilla. Pero la mayor sorpresa vino cuando Theocotopoulos me mostró su archivo personal, algo a lo que no estamos acostumbrados los pintores españoles: unas copias en pequeñas escalas, y hasta miniaturas, de todos y cada uno de sus cuadros pintados en su ya largo periplo vital. Asombroso. 

Admiré, y mucho, sus primeras obras venecianas y hasta sus iconos, pero lo que más me dió que pensar fueron sus obras más recientes, menos manieristas y más personales. “La apertura del Quinto Sello” y un paisaje dramático con Toledo en lontananza, son de esos cuadros en los que uno puede conjeturar el futuro de la pintura. Tres años después de esta visita, me llegaron noticias de su muerte. 73 años y no me pareció tan viejo cuando le conocí. Mi admiración por él ha quedado intacta y así seguirá…Y, yo de mí, que puedo deciros…no sé con cual oficio resto a más placer: si el de la pintura o el de la escritura. El pincel o la pluma, no sabría a que carta quedarme. Miraremos por entrambos….”

Luisma, Maypearl (TX) Enero del 2014

Retrato de pintor (IX)

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“Me gusta una pared vacía porque puedo imaginar que me gustaría poner en ella.” Georgia O’Keeffe (1887-1986) 

Esta es la historia, retrato, de uno de los seres mas anormales que imaginarse pueda: una persona normal. Una mujer, en este caso. Una mujer feminista (lo era por naturaleza). Georgia O’Keeffe no necesitaba serlo, ni practicarlo, ni pregonarlo a bombo y platillo. Simplemente lo era, y no hace falta mirar muchas de sus pinturas para darse cuenta de ello. El feminismo mas galopante, el de armas tomar, quiso hacer de su arte una bandera y tropezó con la mas absoluta negativa. O’Keeffe, repetidamente, negó la utilización de sus imágenes para la causa feminista. No porque ella no lo fuera, o porque no apoyare la lucha, sino porque tenía mucho respeto por su arte y por el de los demás. No creía en su uso político, ni en cualquiera de los usos ajenos al arte por si mismo.

Esa normalidad la llevó a ser discutida por razones extrañas a las fronteras de su arte pictórico, sobre todo en su propio país. De ella, las más de las veces, se criticaba todo menos su pintura que era lo discutible. “Escribes sobre mi flor como si yo pensara o viera lo que tu piensas y ves de la flor—y yo no”. Incluso se llegó a criticar su éxito, tildándolo de excesivo(!). La mayor parte de sus críticos más negativos han sido otros artistas posteriores, alegando razones técnicas o de gusto personal (¡?) y ocultando a menudo los rabiosos celos, con comparaciones odiosas y siempre mal traídas. Los tiempos cambian pero solamente para repetirse. Picasso, de cuyo éxito nadie podría dudar, ni sospechar, no fue ajeno a ello. Él, sin embargo, cayó frecuentemente en la utilización política del arte; aunque en su caso produjera obras como el “Guernica”. Perdonable utilización.

Georgia O’Keeffe nació en Wisconsin, aunque su vida creativa se celebró en New York, Texas y New Mexico. “Donde nací y donde y como he vivido no tiene importancia. Lo que he hecho en donde he estado, es lo que debería ser de interés.” Ha sido, probablemente, la pintora más importante de la historia de este país, con Mary Cassatt y Helen Frankenthaler. “Uno no puede ser americano para que vayan diciendo: mira es un americano. Hay que sentir América, gustar de América, amar América y entonces trabajar.” Así se expresaba O’Keeffe al ser preguntada—que se siente al ser una pintora americana(¡?). Su vida y milagros eran examinados con lupa y fue un continuo responder a preguntas que nunca se hacían a los pintores masculinos. Georgia era una solitaria, misantrópica y casi anacoreta. Algo nada anormal y, a pesar de todo, considerado anormal por el resto de los mortales. Si no eres como todo el mundo—aborregado—eres un raro.

music pink and blue 2 1918

 “Music, Pink and Blue #2″ (1918)

Su relación afectiva y profesional con el fotógrafo Alfred Stieglitz, que era 23 años mayor que ella, contribuyó a perfilar una celebridad ajena a su interés. Fue una relación distante y físicamente despegada. Con todo y con ello, Stieglitz le hizo más de 350 fotografías, algunas de ellas maravillosas y de las que muchas eran desnudos. Dada su seriedad artística y su fama, varios de estos desnudos se han cotizado en cifras millonarias. Uno de ellos pasa por ser una de las fotografías más caras de la historia. Los temas de su pintura, después de una juvenil etapa de abstracción, fueron las flores, los edificios neoyorquinos, los paisajes áridos, y las pelvis y cráneos de animales blanqueados al sol del desierto(¡?). “Cantar siempre me ha parecido la más perfecta manera de expresión. Es tan espontánea. Y después de cantar, creo que el violín. Como no puedo cantar, pinto.” Pura normalidad, se mire como se mire.

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  “Yellow Calla” (1926)

Tuvo una vida muy productiva y al final volvió a la abstracción. Aún así, siempre dudó: “No soy un exponente de expresionismo. No sé exáctamente lo que eso significa, y no me gusta como suena. No me gustan las etiquetas y los ismos. Quiero pintar al modo de mi pensar y sentir.” Le gustaba ponerse a si misma en solfa, y decía: “Odio las flores—las pinto porque son más baratas que las modelos, y no se mueven.” En resumen, una persona normal que era pintor y mujer. Aceptó y abrazó su condición femenina (en una época muy diferente a la actual) usándola para su expresión artística, y nunca renegó de ella. Georgia O’Keeffe murió a los 98 años. Los últimos veinte años de su vida ya no pudo pintar por culpa de un defecto de visión.

Luisma, 25 de Noviembre del 2013

“Siento que hay algo inexplorado sobre la mujer que solo una mujer puede explorar.” (G. O’K.)

[Originally posted at Dust, Sweat and Iron.]