Dibujo “a bolis de colores.” De antiguo, siempre, cuando estaba sentado y al teléfono, hacia dibujitos como este con, ‘captions’—en español: pies de fotos, leyendas—alusivos, o no, al dibujo o a la llamada. En este tipo de dibujos hay mancha, tachón, borrones y “rayas” (llamarle: líneas, sería darle demasiada categoría). Ilustración y portadas de libros eran el objeto, hasta que empecé a meter la fotografía en el asunto y se adueñó, rápidamente, del negocio. La dibujistica es la misma que la empleada en mis grabados de punta fina sobre plancha metálica. (Photog: luisjimenezridruejo.com)
Sí, sí! Son 78 (setenta y ocho…!) años, los que he cumplido y aun todavía no salgo de mi asombro! Frente al espejo, saludo a lo militar y con una sonrisa de gato“Garfield”, me miro “p’adentro” pensando en todos los de mi yeguada, caballos que íbamos a lo loco y que ya no pueden cumplir la efemérides o están para “sopitas y buen vino.” O como el otro (!?), con una “dominicana” que le empuja la silla de ruedas por el parque. Así es como estaré yo a buen seguro y en muy poco tiempo…“al paso (trote) que vamos”, como un caballito de feria oxidado y renqueante, uf…! Eso sí, pienso que todavía me queda gasolina, aunque mi madre llegara con su pregunta a la cima sobre carburantes, con este diálogo telefónico eterno en los anales de “la princesa”: “Hijo, a ver que vamos a hacer que el coche no arranca, sabes?…a ver qué hago yo ahora?!” Y después de practicar varias pruebas a distancia, ella estaba a unos 20 km., se me ocurrió preguntarle: “Mamá, le has echado gasolina?” Y el teléfono me devolvió un claro y terminante: “Gasolina, para qué…?!” Estoy seguro de que a mi madre le hubiera gustado verme hoy y decir algo así: “Hijo, que pena, que mayor estás, y con lo guapo que eras…” Vade retro Parkinson’s…diría yo…
Ahí va, como presente por mis 78, este post que quiere ser una especie de collar de perlas (tres o cuatro, y cultivadas, claro) con un poco de todo lo que hago: hoy por hoy, un poquito de escribir, mucho menos de pintar (aunque pinto más de lo que declaro), y un montón de fotografía, cincuenta o sesenta diarias, buscando sueños desde este laboratorio digital computerizado, faro y fanal que ilumina y se columbra en cualquier fondo de esa total oscuridad eterna, que refleja continuamente mis setenta y ocho años de vida. Lo que, en realidad, me lleva en volandas camino de un final que sigue antojándoseme: Galáctico… Y, ojalá! sea mucho más lejos, “un poco después de Andrómeda,” que es para mí como el Miami de los jubilados modernos (abstractos?). Lugar de paso, aunque no de estancia, para llegar a esa siguiente galaxia de nuestros cielos, “Lacerta”, famosa por su cocina universal, hacen falta otros 7 años de viaje anortado, sin ni siquiera poder disfrutar del espectáculo planetario en el ínterin. Además, un agujero negro se está tragando toda la constelación, incluida la única estrella: Taika. Habrá que darse prisa!
Andrómeda, uno de mis favoritos mundos afuera de este mundo. Un mundo que se me reveló en aquellas noches de duermevela literario-fotográficas en la tumbona sueca, frente a mi ventana trapezoidal de la casa-estudio de Mission Street en Pittsburgh, mi ciudad de los tres ríos caudalosos: El Ohio, el Allegheny y el Monongahela, los tres se juntaban casi a las puertas de mi casa. Desde la ventana trapezoide, en las altas horas, inquisicionaba aquella iglesia vecina, cerrada y abandonada, en cuyos vitrales bailaban luces de cirios por las madrugadas y que, a buen seguro, eran y son los mismos ‘espíritus’ que ahora “pueblan” mi ‘bosque animado’ de Texas. A veces, raramente, me cruzaba con el sacristán, o velador, o lo que fuese, de la iglesia de marras: San Nosequé de South Side. Barrigón, hábito ortodoxo, bonete y luenga barba con restos de comida, y rodeado de una penetrante atmósfera de olor a berza cocida. Me resisto a pensar que él fuese ninguno de los bailarines nocturnos, o que “estuviera en el ajo.” Solo sé que hay noches que me llega—no sé ni cómo— el fulgor dorado del metal que cubre la cúpula bizantina de la torre de aquella iglesia, de la que nunca supe el nombre. Cuando el fulgor invade el estudio, sé que es el momento de ir a soñar… Es la luz del faro de mis galaxias.
Arrancábamos desde Pittsburgh muy por la mañana, aquel coche no se ponía en marcha, simplemente “arrancaba…” Después de un rato de luces, ruidos, juramentos y suspiros…y nos permitía alcanzar las tierras del norte, casi canadienses, del molino de McConnellsville, aun en el estado de Pennsylvania. El viaje era en menos de dos horas de rodaje por aquellas autopistas, ya un poco avejentadas, construidas en los años de aquel presidente Eisenhower, que ganó la Gran Guerra y la no menos grande, Paz de las Obras Publicas. Sorprendentemente, las carreteras europeas y fundamentalmente las autopistas, les dan “ciento y raya” a las americanas, en general. Mientras otros bienes comunes como los parques naturales todo lo contrario, por tradición, el gobierno federal las defiende y mantiene con los impuestos. Los parques naturales, que son legión, están muy cuidados y sus usos de las bellezas tienen unas leyes muy estrictas. Esta Zona Baja del Norte del Medio Oeste (¡?), la zona de los grandes lagos frontera con el Canadá, es mi favorita del reino vegetal americano, y para un fotógrafo y amante de la naturaleza justifica el vivir en ella, arriba y abajo, más de quince años. Cientos de miles de millas de trabajo y maquinaria, ocuparon a los soldados que volvían de los frentes de la Segunda Guerra Mundial. Pareciera como si una sucesión eterna de lomas y llanuras, llanuras y lomas, ríos y lagos, y bosques y más bosques se pintasen a sí mismos, con todos los colores del mundo; sin solución de continuidad, en una especie de Koyaanisqatsi ‘equilibrado’ y a velocidad contenida. Recuerda que yo vine para ver, lo de la fotografía fue siempre un “a mayores”—esta vez creo que si es un “salmantinismo”…
La maraña, es decir, los bosques que me rodean y me defienden se han vestido por 4 ó 5 días de colores (tejanos) que surgen del frio, llegan pronto y se marchan rápido… “la primavera ha venido y se ha ido, nadie sabe cómo ha sido…” Tienes una semana más para poder vestir la ropa que llamas de primavera. Una semana es lo que tardamos aquí en pasar de un invierno, que puede ser duro y nunca es largo, a un verano ardiente y canicular, como lo entendemos en España, en Toledo por ejemplo…Mi maraña “Pollockiana” se viste de gala para dar la bienvenida a los “espíritus” de este auténtico “bosque animado” que van llegando con las brumas del amanecer y van tomando trazo, masa y figura, mientras me esperan a mí y a mi cámara para lo de la “eternización” del momento, lo de la “instantánea” fotográfica! No sé qué hacen con ellas, porque yo se las doy siempre, en la pantalla del computador, al menos…. Y, eso…aquí estoy en el corazón del bosque, cada vez más animado. Como si un buen director de cine lo estuviera orquestando y me ofreciera los personajes de esta farsa, en el mejor sentido de la palabra. Y, sí, seguiré escribiendo de esta “repoblación espiritual” de “mis” bosques, lago y mis marañas, si el tiempo y la autoridad competente, no me lo impide. También de arte y fotografía…y de lo que ustedes gusten mandar.
Luisma, Maypearl (TX) 15 de Marzo del 2023 (“Feliz Cumpleaños!!”)
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