Yearly Archives: 2018

Introducción a otra visión

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Sentado en el “oficio” del invernadero, mirando por la ventana. Ensimismado en el árbol rojo, vienen a borbotones los recuerdos de hace cuatro años y sus ciclos equivalentes a sus estaciones naturales. Lo que empezó por línea y color y ha acabado por ser una enorme pesquisa de formas, espacios, colores, naturaleza explosiva identificándose a si misma. He insinuado un mundo, o varios mundos, atendiendo a los ciclos naturales. Flores que llevan hasta “palos y hojas” como alguien definió a estos mundos, partes de un mismo o similar universo de luces y sombras. Es en lo que se ha convertido mi particular mundo: veinte mil fotografías digitales sin plata, ácidos, ni costos alucinantes. El mundo digital, un mundo sin fronteras, ni muros, solo misterio o misterios de la óptica, de la visión de mis ojos machacados por setenta años de inquisitiva mirada y comprensión de lo visto.

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Ahora esos mundos, dos o ciento, identificándose con luces y sombras, color. Abstraído en la singular belleza de las orquídeas del invernadero y sus luces tamizadas, al pronto la maraña, los árboles, los arbustos, el viento, los fondos de la pradera. Me encaré la cámara, la moví entre los verdes, los amarillos, los azules, oros, platas de luz directa, que parecían puntas de lanza de batallones reflejados en la pradera y sus bosques cerrados. Recordar los bosques de los predios de Pennsylvania, los campos de mi Castilla dejados atrás, atrás de todo el océano. El árbol rojo me prendió y cuatro años después de aquel atardecer desde el invernadero y sin moverme poco más que el espacio de una verbena de pueblo, he hecho recuento de las fotos que he “tirado” en ese pequeño espacio lleno de luces y misterios.

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Serán unas 22,000 fotos—16,000 tras una primera “limpia.” Y con las fotos un montón de ensoñaciones por escrito. Retratos posibles tirando de un ovillo, del que no hace falta el cabo porque se me ha demostrado inacabable o, al menos así lo parece. Son esos mundos de mi universo personal. El mundo de mi higuera, mi álamo, mi parra, mis dos arces…todos ellos y todos sus ciclos misteriosos están dentro de mi cámara.

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Gracias a mis nuevos ojos, operados de cataratas, puedo adentrarme desde ayer en cualquiera de los mundos que insinúan estas fotos, son de los últimos días del año 2018. Pronto será otro año y otros ciclos que descubrir.

Luisma, 31 del Diciembre del 2018

 

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¡Silencio, se vive!

Photography: luisjimenezridruejo.com/photos

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Lo último que me faltaba como prescripción médica. Llevo tres semanas entrando y saliendo de toda suerte de hospitales, coleccionando dolencias y sus correspondientes galenos especialistas en cada puñeteria que me atenaza. Colecciono, también, para tomar diariamente, toda clase de píldoras, pastillas, capsulas, y hasta polvos de la “Madre Celestina”, como corresponde a la medicina norteamericana en su más acendrada tradición. La Medicina es una cuestión de dinero, dinero farmacéutico. Nunca hay muchas sorpresas, aunque el martes pasado me recetaron: Silencio (¡?) y sobre todo: No gritar (¡?), sorprendente, para el cuidado de mi corazón de paredes espesas y “atrial fibrilation”, con una arritmia que todavía no sé cómo hincarle el diente. Veremos…

Precisamente—Silencio—es lo que disfruto, aquí y ahora, en este “campo” de Texas, vivir en el campo, la pradera inconmensurable, eterna porque no tiene ni principio ni fin, que diría, sin entenderlo, un predicador de alguna Orden antigua. Me viene a la imaginación algo sobre Ordenes Mendicantes, quien sabe porque me cae a veces el rememorar de palabras que no tienen nada que ver conmigo, o con lo que estoy escribiendo. Malhaya de predicadores! Seguimos con lo del silencio, solo abortado por ruidos de la naturaleza, ruidos pequeños y la mayoría de las veces, dulces. A veces, vienen los ruidos de la carretera próxima, la FM 66 que es nuestra “calle”, de parvo tráfico y denominación a la antigua: FM, Farm to Market (de la granja al mercado) mínimo tráfago de vehículos poco ruidosos, como una comarcal de las nuestras. Un par de camiones, unas cuantas camionetas y un dúo ciclista. Increíblemente, los más pequeños son los más ruidosos y los más grandes camiones de infinitas ruedas y rechamantes metales apenas se escuchan, salvo en aceleraciones extremas, y pocas veces.

Photography: luisjimenezridruejo.com/photos

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Bueno, todo ello con una excepción gloriosa: es el “terremoto”( de ‘terre’ y ‘moto’) de los sábados a mediodía, una nube trepidante de  27 Harley Davidson, contadas a cada paso gracias a su marcha que a veces me trae a la mente lo que sería una columna militar alemana en la guerra mundial –Luisma, has visto muchas películas– y que nunca me pierdo de admirar pues se anuncian a sí mismas, rimbombantes, con el ritmo acompasado de una legión romana en marcha, desde un par de millas antes de su paso.  La mesmerizacion me dura desde que se apercibe el trueno inicial hasta que se pierde el eco fantástico, léase: pedorreo, de esos motores y se alejan los brillos rechamantes metálicos que guarnecen sus chaquetones de cuero negro. Hasta incluso me da tiempo a rememorar un viejo sueño: ser el “aquilifer”(Centurión se escapa de mis posibilidades) de una legión romana entrando en la ciudad por el viejo puente romano de Salamanca. Fuera de todo esto, el resto de los ruidos son familiares, el lavaplatos domina sobre los gatos y el perro, pero no sobre la televisión 24/7, es decir: continuamente encendida “sotto voce“, aunque no haya nadie viéndola.

Así que silencio, realmente lo tengo por arrobas y lo de los gritos es otra historia. Yo no grito desde la batalla de las Termópilas, o al menos desde el gol de Iniesta, o los goles del Real Madrid en las finales de las Copas de Europa; trece, que son trece, oiga! Este comentario está dedicado a mis sufridores del Barça, que tanto me quieren y que se tienen que contentar con “manitas”, una por década. Ya en serio, no he conseguido encontrar en los Internets la razón de lo de no gritar, en plan médico, vaya usted a saber!  Será por la cosa política?  Esto aquí, está para el grito y como soy votante demócrata sería adecuado, pues hace tiempo que no nos comemos una rosca a nivel nacional.

Photography: luisjimenezridruejo.com/photos

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Para cumplir con la prescripción médica tengo que buscar, pero sobre todo encontrar, no solo en los volanderos internets, más que nada en los recovecos de mi cerebro, zonas de aislamiento, de silencio “natural”. Acaparar el silencio y la falta de grito que me da mi pintura actual y fundamentalmente mi fotografía. No me quedara más remedio que aislarme en el estudio y no reparar ni en los ruidos ambientales. Si acaso, la cantinela casi griterío de los patos silvestres volando, ya casi rozando las puntas de la maraña, camino aéreo hacia el lago. El lago, esta porción acotada de la pradera, dentro de la grande, enorme, salpicada de núcleos de población y casas de rancho, pero, en cualquier caso, siempre pradera. Las tierras que me rodean me han contestado a casi todas las preguntas posibles, menos una, dejada siempre a mi imaginación calenturienta, como sería esto en 1491? Un año antes de lo de Colón. ¿Como serían aquí los silencios, antes del arcabuz y el caballo árabe? Y antes de los juramentos en “cristiano”…

De manera que aquí, los silencios se administran como las recetas de cocina. Se admite discutir la comparanza. Lo único que uno tiene que hacer es poner una notita de papel con el “horario” del dia o de la noche; mi casa-estudio se presta estupendamente y S. también, emigra a casa de su madre que está a 17 metros de distancia, en hierba, y donde todavía tiene su habitación de niña. La única “lata” que me dan es de Coca-Cola o de agua de agujeritos. La música es a voluntad, o sea, en caso extremo: cascos…Voy rápido a poner una nota en el refrigerador, que incluya las dichosas Navidades, que ya se anuncian a bombo y platillo…

Luisma, Maypearl (TX)   27 de Noviembre de 2018

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Las caras de toda la vida

Luis Jimenez-Ridruejo, sin título (grabado, punta de acero y ácido)

Luis Jimenez-Ridruejo, sin título (grabado, punta de acero y ácido)

Y dale que eran aquellos tiempos del cuplé! Que no, Luisma, que lo del cuplé ya había pasado; eran los de la recreación cupletera de una Sarita Montiel que iba para súper-famosa. Eso si que era fama y personalidad! Aquellas folclóricas de los años cincuenta… Son las seis de la mañana de un día de Mayo del 2014, el mundo sigue rodando y las luces de la pradera ya se dejan ver a lo largo; aunque el sol todavía está por salir, rebotando su luz en unas nubes altísimas. Cuestión de ángulos en el cielo de Texas…y de mis reflexiones sobre aquellos tiempos, sesenta años atrás.

Sueño—representación onírica de quien duerme—era. Me acabo de despertar con los quedos ruidos de S., que se levanta con las gallinas, aunque no las haya; si bien el dicho aquí tiene sentido porque estamos en el “campo”. Da fe de ello ese notorio pájaro pinturero, un cardenal rojo, que canta con repetición machacona pero no molesta. Naturalmente el último sueño de la noche está todavía fresco y “tengo” que ponerme en pie y alistar pluma y papel para que no se me pierda en los entresijos de la memoria y las urgencias del día que se presenta. Escribir los sueños de lo antiguo, a fin de que no se me volatilicen; si no, se me va a olvidar hasta quien soy, o quien era.

Algunas cosas malamente las puedo recordar, personas, nombres de calles, situaciones a salto de mata. Los sueños, aunque tergiversan todo con su particular “realidad”, son películas de aquellos tiempos y durante ellos se me aparecen las caras de los de entonces, las caras que ya no existen, las de toda la vida. Sobre todo la cara de mi padre, del cual tengo que ir frecuentemente a las fotos porque ya se me borra aquella sonrisa atractiva e irónica. La sonrisa de alguien que siempre pensé que sabía algo más que yo. Me choca acordarme de él, y me viene contínuamente el pensamiento de que soy mucho más viejo, ya más de una década, que él nunca fue. Alucinante.

En el sueño de esta madrugada me venían otras caras, y como siempre sin ningún sentido de lo que fueron o significaron para mi; solo estaban ahí como el canto del pájaro que no cesa. El “Lolo”, el “Falele”, Farina, un buscavidas de a diario, que con los años sería gran personaje del arte flamenco. Entonces un crio, de cara redonda y con el típico desparpajo gitano; escasamente mayor que el otro crio que yo era, y que se marcaba un cante por pedido propio, a cambio de un pinchito de calamares fritos y un tinto con gas. Era en un bar, cuyo nombre no puedo evocar (no, no era el Candil) y que estaba muy cerca del negocio paterno, en aquella calle transitada mil veces y que tampoco puedo recordar su nombre, solo su ser: la calleja de los bares.

La cara inconfundible de aquel otro tipo, siempre a la puerta del “Castilla”, el bar del aperitivo de mediodía. En el televisor de aquel bar “vi” el asesinato de Kennedy. Si me hubieran dicho entonces que iba a vivir en Dallas, cincuenta años después de aquel día, me hubiera reído de quien fuera. Guarecido de los fríos vientos de la calle Toro, un vendedor de lotería, excombatiente, el “Capitán”, ya ni en el sueño pude recordar si tenia bigote, aunque no se me olvide su porte militar y su voz tonante en cientos de anécdotas. Con estos elementos callejeros nunca se sabía si las historias eran ciertas o eran algún capitulo más del Lazarillo de Tormes. De donde venían estas gentes y adonde fueron a terminar? Quien vive ya no puede ser una pregunta.

Hoy mi sueño me trajo también una utopía, una quimera, una sensación especial, entonces se decía: una hembra de bandera. Sara R., nada que ver con la Montiel, fue la única mujer en mi vida a la que he seguido por la calle, inaccesible, con el único propósito de verle la cara y aquellos ojos impresionantes. Al cuello aquellas primeras corbatas de fin de semana y acelerando las vueltas a la Plaza Mayor, el circulo de la cuadratura, por el placer fugaz de ver la chispa y el destello de aquella mirada. No que el resto de su figura no fuera digno de mencionar, al contrario, pero aquella cara era y es imborrable. Cualidad insuperable de los amores platónicos de la adolescencia. Duro punto de comparación física para todos los amores de mi vida.

Las caras de toda la vida son las caras del ayer, muy ayer. Esas caras que, aún no siendo importantes o significativas, son imposibles de olvidar. Y son varias, machaconamente instaladas en mis sueños y mis pesadillas; son solamente eso, facciones, rasgos de identificación que parecen acompañarme siempre, independientemente de su relevancia en mi vida. El clan de mis sueños. En contraste con otras caras de gente más próxima y que deberían estar mejor grabadas en mi mente y, sin embargo, apenas las puedo recordar. Nunca vienen a mi. Sorprendente.

Cuando se terminen por borrar esas caras de toda la vida será el tiempo de pensar que quizá nos marchemos sin saber del porqué estamos aquí, como toda aquella gente. De ello nadie ha conseguido ofrecerme una razón, no ya admisible sino ni siquiera pasable o medio tolerable. Todo el mundo rehúye esta cuestión espinosa. Y de los otros, ninguno ha vuelto para contármelo. Yo ya no tengo humor ni rostro para hablar de ello. A lo peor mi cara se le ha borrado ya a demasiada gente. Mal asunto. Vaya manera de empezar el día!

Luisma, Maypearl (TX) 30 de Octubre del 2018

[Originally posted in 2014 at Dust, Sweat and Iron; new photos added from October 2018]

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Hitos Americanos

New York City, 2005. Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

New York City, 2005. Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

(Reúno en un par de “entradas” contenidos diversos que en su día formaron parte de cartas que nunca llegaron al buzón. En general, eran respuestas a preguntas como: has estado aquí?  Has estado allá?)

…No, nunca he estado en el interior de la Estatua de la Libertad; Miss Liberty como le llaman los americanos. Ni siquiera he estado cerca; solo la he visto desde las Torres Gemelas, antes de que las tiraran y también desde uno de los puntos pintorescos más atractivos, por la vista de Manhattan, de la ciudad de Nueva York: la terraza del paseo de Brooklyn. Es una señora a la que he visto siempre desde lejos, pues vive en una isla y hay que poner empeño en visitarla. Quizás, un año de estos.

Tampoco he estado nunca en el Monte Rushmore, en las caras de los presidentes americanos en piedra, un sitio del que, sin haber estado allí, ya sé que impresión me va a producir: la misma impresión que el Valle de los Caídos, en las afueras de Madrid, en España. No debe haber misterio, no debe haber buenas sensaciones…un monumento artificial y vacío de contenido, un poco como traído por los pelos, como metido con calzador. Grandilocuencia en estado puro y sin condimentos. Y frialdad, mucha frialdad. Tendrán, seguramente, que pasar algunos siglos por estos dos lugares y ese cocinado, vientos y aguas, le añadirán algo de sabor, y cicatrices, a esas piedras.

Si que he estado dentro, y en lo alto, del Arco de St. Louis, en Missouri, es decir en el mas extraño ascensor y con el mas extraño recorrido de todos los que he montado en mi vida. Un ascensor que mas parece una cápsula espacial o una escalera, con un recorrido que semeja el de una montaña rusa. Y todo para llegar a una habitación tubular en el punto mas alto del cimbreante arco y ver durante un par de minutos, allí abajo, el feote centro de negocios y el paisaje plano y falto de atractivos  de los alrededores de dicha ciudad. Esto a cuenta de estar en sitios extraños o donde puedas tener sensaciones extrañas, aparte de las típicas sensaciones de vértigo.

También he estado en Graceland, la casa donde vivía Elvis Presley, en Memphis, Tennessee, y donde vive su recuerdo faraónico. Y le llamo faraón porque de alguna forma siempre me ha recordado cierto paralelismo con Lola Flores. Además la imagen de Memphis, en evidente referencia al de Egipto, es un enorme edificio de cristal en forma de pirámide; en cuyo interior lo deberían haber enterrado, para así consumar la semejanza. La casa, Graceland, es un sorprendente despropósito estético y un reflejo absoluto de lo que Mr. Presley quiso ser y vino a ser. Uno podría pensar, al entrar en cada habitación visitable, que en cualquier momento te va a venir un tufo a naftalina; pero, no es así y la única naftalina que hay en esta mansión es mental. Hace unos días se han cumplido treinta años de la muerte del cantante y todavía se reunieron más de setenta mil personas venidas de todas partes del mundo. Un fenómeno, Elvis, vendiendo su moto.

Hay muchas cosas que ver en este país, aunque no siempre son las que las guías turísticas y los tipismos indican. Algún día te hablaré de puentes, algunos de mis más interesantes hitos americanos.

Si por casas extrañas, o monumentos, para visitar se tratare, debería hablar aquí de mi visita a la casa icono del imperio: la tan cacareada Casa Blanca en Washington, D.C. Aún siendo una de mis ciudades favoritas en el mundo que conozco y habiendo estado en ella muchas veces, solo en una ocasión he visitado la casa presidencial. Hace muchos años, en mis tiempos de turista en este país, entonces el tour de la Casa Blanca costaba veinticinco centavos. Nada especial en ella, excepto la colección de retratos de los presidentes, de no mucha calidad pictórica, pero de interés humano; y la tremenda sospecha de estar continuamente vigilado, un silencio sorprendente y la sensación ominosa de que las paredes oyen. Y no es que uno tenga mucho que decir en esa situación.

Mi casa americana favorita, de largo y sin discusión, es la Casa de la Cascada (Fallingwater) en el interior de los famosos bosques de Pennsylvania. Una de mis visitas obligadas, al menos una vez al año. Sensacional, en el más estricto y amplio sentido de la palabra. Pero esta visita será objeto de una mayor y mejor atención escrita en otra ocasión.

A pocos kilómetros de Fallingwater se encuentra otro de los lugares sorprendentes de la casa americana. En este caso es un hotel, el Nemacolin en Farmington, también dentro de los increíbles bosques de la parte oeste del estado. Es una copia fiel del Hotel Ritz de la Plaza Vendôme en Paris, en este caso en el medio de la floresta y a bastante distancia de lugares habitados, totalmente en solitario y a una hora y media de la ciudad de Pittsburgh.

Lo que más me sorprendió de este hotel, aparte de su emplazamiento geográfico, no fueron sus salones, ni sus habitaciones de imitación francesa, ni su colección de pinturas también de imitación, incluidos originales de dudoso gusto. Lo más sorprendente fue salir a la terraza de balaustrada en la parte trasera del hotel; salir a lo que yo pensé que iba a ser un jardín francés también, o el acceso al bosque cerrado, solo para darme cuenta que estaba sobre la pista de un aeropuerto, pequeño y muy bien cuidado y no más ancho que el típico cortafuegos. Más o menos, la misma sensación que cuando atraviesas unas vías de tren y te quedas mirando a la lejanía, esperando ver aparecer una locomotora. En este caso hubiera sido un avión dispuesto a aterrizar. Lo único que vi sobre la pista, en el rato que estuve alucinando, fue en par de ardillas que seguramente estaban familiarizadas con la presencia de aviones rodando entre el olor a pinos y el silencio vegetal.

Todo es menos salvaje y menos épico…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Todo es menos salvaje y menos épico…” Photography: luisjimenezridruejo.com/photos

Edificios singulares, por llamarlos de alguna manera; algo de lo que se pueden encontrar muchos ejemplos en este país, y eso en las más variadas categorías. Lo asombroso que puede resultar visitar un fuerte de los de la época del Wild West (Salvaje Oeste). No se parece en nada a la imagen que teníamos, que veíamos en las películas de nuestra infancia. Todo es menos salvaje y menos épico, e increíblemente, mucho más “moderno” en aspecto de lo que podríamos imaginar; al fin y al cabo de todo eso no hace tanto tiempo. He visto varios, pero el primero fue el que me produjo la mayor impresión. Fort Davis, en Texas, que se conserva en bastante buena condición y donde, a finales de los años ochenta, pude apreciar adelantos casi cinematográficos en museologia; magnifica la forma en que exhibían lo que pudo ser la vida en aquellos momentos que conformaron el nacimiento de este país.

 Los conceptos de la vida aquí no han cambiado tanto, seguimos viviendo en la cuasi idea del fuerte, la vieja “frontera”. El sentido de la propiedad, la libertad individual y por ello la autodefensa, incluyendo las armas de fuego, se ven reflejadas en la misma condición que las ropas, las botas, los escasos libros y todas las zarandajas que se exhiben en esta reliquia.

Fallingwater, 1936 (Frank Lloyd Wright). Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Fallingwater, 1936 (Frank Lloyd Wright). Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Sorprende la afición generalizada del americano y su casa en mantener parcelitas de jardín, “the yard”, frente a la abundancia de terrenos y vistas maravillosas; jardincitos individuales, en cualquier ámbito de la sociedad. Podría ser el recuerdo de la falta de terreno en los países de origen de esta sociedad de colonos, pobres antes y ricos después. El sueño americano funciona de muchas maneras diferentes, pero, la casa y el jardín individualizado dominan todavía la imagen de este sueño. “The shining city upon a hill” de Ronald Reagan.(El brillo de la ciudad allá en la colina).

 Hitos de un país nuevo, en un nuevo mundo que ya empieza a estar un poco viejo. Los imperios modernos parece que van a tener una menor duración que los clásicos.

Luisma, 22 de Septiembre de 2018

[Originally posted in two parts in 2008: Parte I; Parte II]

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Mundos Paralelos

Estas podrían ser mis burbujas: detalle de The Shape of Space, por Alyson Shotz, Museo Guggenheim Nueva York

Estas podrían ser mis burbujas: detalle de The Shape of Space, por Alyson Shotz, Museo Guggenheim Nueva York

Sociedades paralelas. El crisol de culturas diferentes. Burbujas que se reflejan unas en otras y que solo se mezclan de una forma superficial. Con su bandera de barras y estrellas, iguales y diversos al mismo tiempo. Símil perfecto de lo que es esta sociedad: yo te doy mis barras, tu me das tus estrellas. Precisamente eso, una sociedad de negocios. El negocio americano, que ya va durando mucho, al menos en la forma en que lo soñaron ellos, a principios de aquel siglo XIX. Negocio, el de este país, que todavía colea y coleará por mucho tiempo. Desconfiad de los zarpazos de la fiera herida.

Una nación de gentes que trabajaron como burros y, cuando se dieron cuenta de ello, se prometieron a si mismos no volver a trabajar nunca más, haciendo que trabajaran otros. Y, claro, a esos otros hay que pagarlos, o bien una vez, o mal muchas veces. El resultado es también muy claro: nadie gana dinero con el trabajo asalariado, gastan la soldada que reciben. Los otros tienen que gastar su capital, el que ya tenían y que termina por acabarse y con ello su crédito como nación. La deuda galopa como uno cualquiera de los cuatro jinetes. Mal, mal final se avecina.

Y si no, que se lo pregunten a la historia de España. Como acabó nuestro imperio después de Felipe II ? Igualito, las cosas no han cambiado tanto. A Felipe le llamaron demonio, el de mediodía, y otro tanto le ocurrió al presidente Bush, hijo. A este se lo llamaron las gentes religiosas o afectas a ello; aunque también lo hacían algunos agnósticos y, eso ya…hay que tener “tachines”, como se decía vulgarmente en mi pueblo. Al “pobre” Obama le puede caer la misma invectiva, a poco que se lo proponga e inicie otra de esas “guerras americanas” a las que ya nos estamos acostumbrando, increíble y desgraciadamente.

América. Millones de burbujas humanas que flotan en un paisaje producido por ellas mismas. Se miran superficialmente por la transparencia, pero difícilmente se conectan entre si. Es una de las cosas malas, y buenas al mismo tiempo, de este país. Desconexión tremenda, casi total, entre todas esas burbujas, que al mismo tiempo produce un efecto singular de reacción en cadena. No hay el que dirán, no hay influencia social, hay la gran posibilidad de pasar de todo y de todos, sin consecuencias; de quitarte de encima fácilmente a los molestos, los pesados, y a los innumerables idiotas, en carambolas increíbles. Soplar pompas y circunstancias.

Como siempre digo a los oídos receptivos: esta nación tiene muchas, muchísimas cosas buenas, modélicas…e infelizmente un montón de cosas nefandas. Por desgracia, en lo único en que se fijan, el resto de naciones, es en esas malas artes. Hay ejemplos obvios de todos los colores. Por no sé que suerte o azar, son estas las que todo el mundo imita y como toda imitación es casi siempre para empeorar lo imitado. Lástima que las grandes modernizaciones aportadas por este país tengan que tener un final. Los poderes de la sociedad americana se desvanecen en su propia impotencia.

La nación mas “poderosa” del mundo no puede permitirse el lujo, y el baldón, de tener su nivel educativo en veinteava posición del concierto mundial. Así se precipita el final de un imperio. Y perdóneseme la utilización de este dicho castellano: “A cada cerdo le llega su San Martín” y este país, si no le salen nuevas alas para remontar, se va a desangrar cada día a mayor velocidad. Ando yo calculando si voy a ser capaz de ver ese final, o voy a “desfilar” al mismo tiempo. No es que me ocupe mucho este dudar, es que no me gustaría tener que asistir al espectáculo de la caída y hundimiento de todos estos puentes, que es lo primero que va a caer.

Ojala y me equivoque de medio a medio y, en vez de desbarajuste, haya un despegue económico y social que haga remontar esta nación sobre lo que ya empieza a oler a quema y a cenizas. Algo así como un transformer monstruosamente positivo. —Oh! Americanos— les he cogido cariño y, a veces hasta lo sueño…Un transformer que parezca un Ave Fénix, aunque sea con sombrero Stetson y pistolas.

Luisma, 29 de Agosto del 2018

[Originally posted at Dust, Sweat and Iron]

 

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Cerca o Lejos (II) (escribiéndome a mi mismo)

 

Luis Jiménez-Ridruejo en la Ventana del Diablo (Cuenca, España). Por ver si se me pega algo de “más por viejo que por diablo”) Foto: S.

Luis Jiménez-Ridruejo en la Ventana del Diablo (Cuenca, España). Por ver si se me pega algo de “más por viejo que por diablo”) Foto: S.

Tiene narices! Me parece que he descubierto porque quiero escribir tanto, porque he escrito y porque quiero seguir escribiendo. Creo que escribo para comunicarme conmigo mismo. Son como cartas y me las escribo para poder reconocer las cosas y hasta, incluso, para acordarme de ellas. Y además me escribo para tratar que mis cosas y mis recuerdos no palidezcan o desaparezcan; y para vivir, para vivir el momento. Ya lo cantaba el Emperador Marco Aurelio: “Es ahora, es todo lo que tenemos”. No hay nada más que esto y hay que vivirlo a tope, al minuto. “Cada cinco segundos”, decía Alan Alda, el actor de la serie M*A*S*H, hace algunos minutos en una entrevista en la tele. Eso es lo que me ha despertado el pensar y lo que me ha empujado a escribir, escribirme, estas líneas. Volveré a leerlas en cuanto pueda. Resultará como lo del tipo que se reía frente al espejo y se decía a si mismo: es que me acabo de contar un chiste que no conocía. Y todo por la alegría de estar vivo, que esto es todo lo que tenemos, el ahora del romano. Todo por no pensar en algo en lo que antes nunca pensaba; que si me queda poco o mucho y que cuando será. Al pronto me fijo otra vez en la tele y, erre que erre, un documental me informa que hoy, cada día, desaparecen 1000 veteranos de la Segunda Guerra Mundial. Esa era la generación de mi padre, ya empiezan a sonar las explosiones cerca, cada vez más. Desde hace cuatro años, estoy viviendo otra vida, ya he vivido cuatro más de los que vivió mi padre y siempre me acuerdo de él al pensar en ello. Una vida completa, más concentrada, cada vez más simple y cada vez más bonitamente gozada. Es ahora, es ahora, esta noche, estos cincos segundos, estos momentos mientras suena una de mis primeras músicas, “In The Mood”, música de Glenn Miller y me acuerdo de tantas cosas. Viva mi vida!

“…Es ahora, es ahora, esta noche, estos cincos segundos…” Fotografía: Luis Jiménez-Ridruejo.

“…Es ahora, es ahora, esta noche, estos cincos segundos…” Photography: luisjimenezridruejo.com/photos

“Cerca o lejos” (continuación, diez años después).

La foto de la cabecera de este post es una de esas fotos volanderas, con oficio y sin beneficio. Cada vez que pasas el ojo resbalando sobre ella te lo coge como en un puño y te lo sujeta mientras una cascada, allá abajo, desde la ventana en lo alto, fluye con los recuerdos inmarchitables de los primeros tiempos con S. (léase: Ese punto) Aquellos tiempos de felicidades imborrables como soles y lunas. Por cierto, mañana hay “luna roja” el eclipse que más nos gusta, aunque no será visible aquí, en America del Norte, solo en la del Sur. Tendremos que esperar hasta el año 2019. Una buena razón o excusa para aguantar el tipo. Tambien hay eclipses en mi otro mundo particular, el de mi imaginación, ese mundo en el otro mundo, el nuevo en el Nuevo. El mundo en el interior de la fotografía y la pintura que estoy haciendo. Enteras o detalles, añado un par de fotos de lo último que me ha entrado por la lente. Sin ánimo de ofender a nadie, creo que es bueno lo que estoy haciendo. Veinte mil fotos y algunas pinturas, en cuatro años. Esperemos que me dure el buen ojo y la buena mano.

“… también hay eclipses en mi otro mundo.” Luis Jiménez-Ridruejo, Instar #15. Acrílico sobre lienzo (detalle). Luis Jiménez-Ridruejo.

“… también hay eclipses en mi otro mundo.” Luis Jiménez-Ridruejo, Instar #15. Acrílico sobre lienzo (detalle).

Luisma, Maypearl (TX)       26 de Julio del 2018

 

P.S. Vamos, Luís, vete a la cama! Estás cansado.

Déjame en paz, ya dormiré cuando se me acabe la cuerda, además, yo duermo como un tiovivo, con música y dando vueltas, pensando durante mis sueños.

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Los Otros Museos

Entrada al Museo Nacional Dental en Baltimore (Maryland)

Entrada al Museo Nacional Dental en Baltimore (Maryland)

Este país, Estados Unidos de Norteamérica, es una caja contínua de sorpresas, siempre aparece un resorte nuevo con algo diferente. Nunca termina de sorprenderme y ya son más de veinte años, aquí. Supongo que al ser un territorio tan grande y con más de trescientos millones de habitantes, cabe todo, hasta lo impensable; si es que hay algo que las grandes manos de la imaginación no abarquen. Y ello en un poco más de doscientos años de vida como nación. Conocerlo todo, esa es la gran aventura americana.

Viene todo esto a cuento de mi último fin de semana en Baltimore, estado de Maryland; una “vieja” ciudad, uno de los primeros asentamientos en la costa este. Ciudad grande y feota, con los resabios de los orígenes del país todavía marcados en las grietas de su piel urbana. Cicatrices de una encarnadura de guerra civil y un pasado marinero disimulado en la modernidad y en los recovecos de marinas y bahías artificiales. Aún así, una ciudad interesante, con visitas “turísticas” de muy diferente cariz. Sobre turismo habría mucho que hablar. Despues de un día completo de Matisse, la tumba de Edgar Allan Poe o el Museo Nacional Dental pueden ser lugares a escoger.

Naturalmente, me decidí por el museo de lo dental. Allan Poe no es santo de mi devoción y las visitas a tumbas y mausoleos tampoco. Espero no tener que “visitar” la mía en un futuro próximo. Largo, lo más posible, me gustaría fiarlo; siempre y cuando las cuadernas del navío no me crujan demasiado. Hasta el momento, lo único que viene faltando del Luisma original es la parte superior de la dentadura; lo que me arrastra al interés, tardío, por lo dental y sus cuidados. Eso, y haber leído que el primer presidente, Washington, tenia el mismo problema y una verdadera colección de dentaduras postizas, de quita y pon. Algunas de las cuales se exhiben en el museo de marras. Una de ellas de madera!

Dentadura de George Washington

Dentadura de George Washington

Había sabido del Museo Nacional Dental por intermedio, interesado, del dentista de S. que juraba y perjuraba que el asunto bien merecía una visita. Apañé la cosa con el margen necesario y conveniente para volver al hotel, a tiempo de ver el Francia-España del Eurofútbol. Son amores distintos. La sorpresa, y grande, fue encontrar un magnífico museo de concepción clásica y moderna museología; totalmente al día y a la página educativa, incluidos tintes humorísticos y detalles de gran diseño. Algunos memorables, como la historia de la silla clínica dental en el hueco de las escaleras de transición entre los dos pisos del edificio. Una performance de sillas, cuasi escultórica, digna de verse en un museo de Bellas Artes.

“Siempre me ha gustado “pasarlo bien” en los museos…”

“Siempre me ha gustado “pasarlo bien” en los museos…”

No voy a detallar ahora toda su parafernalia exhibida y si alabar el sentido educacional de lo expuesto. Dentro de lo admisible, contiene muchas piezas de interacción entre la muestra y el visitante; más que nada para niños entre los cuales me incluía, para sorpresa y ludibrio de los circunstantes. Siempre me ha gustado “pasarlo bien” en los museos. Actividades, entre otras, como: avisar a calaveras de futuros problemas por tener los dientes hechos polvo; colgar la sonrisa de la buena dentadura de S. en un panel fotográfico electrónico, la mía está ya bastante impresentable; aleccionar colegiales americanos sobre la identidad de un tal Cervantes, y sus personajes Sancho y Quijote, cuyas palabras estan colgadas en el museo, en un estandarte con letras doradas del tamaño de la pared y que no me resisto a repetir aquí:

<< Quiero que sepas, Sancho, que una boca sin muelas es como un molino sin rueda y que un diente es más precioso que un diamante.>>

Los “otros” museos han ganado, con esta visita, muchos puntos en mi apreciación y, quien sabe si en una próxima ocasión no dude en visitar el museo del ferrrrocarril, el de la cerveza, o algún otro de más dificil atractivo. En este país nunca se sabe donde te va a saltar la liebre.

Luisma, 29 de Junio del 2018

[Originally posted July 2012]

“Se te va a caer el pelo” (II)

(“Se te va a caer el pelo” (I), publicado el 4 de Marzo del 2009)

Definitivamente ya no soy ninguno de estos dos (Fotos de S. y de Pepe Núñez)

Definitivamente ya no soy ninguno de estos dos (Fotos de S. y de Pepe Núñez)

Estaba sentado en el porche, hojeando mi cuaderno de baile y…. ¡Ya son 73, que barbaridad! ¿El diablo sigue avanzando camino, supongo, del infierno, o será del limbo? Porque del cielo no va a poder ser, ya lo tengo aquí, ya estoy en el desde hace unos cuantos años. El cielo no es el Iowa de Kevin Costner en su “Campo de Sueños”, en realidad mi cielo es ‘ese punto’ en Texas. ¿A veces se lo tengo que preguntar, incrédulo, a S., jardinera de mis cielos y mis jardines deshabitados, patrullando tiestos con su azadilla y con su daga bruñida en algún rincón de su alma de acero—”y a mí que me cuentas? Yo también soy ‘muy’ atea”. Todos lo somos bajo este octavo cielo…y si no, pregunta, no sé a quién, pero tu pregunta. Lo menos que te puede pasar es que te salga Trump, o alguno de sus turiferarios, soltándote una verdad a medias, o sea: una mentira total—“(S. blande un par de veces su daga, antes de engolfarse de nuevo en su computador). Puede que a este paso se nos vaya a caer el pelo a todos, y antes de lo que pensamos. Aún no hemos aprendido a lidiar ese cornúpeta.

“…la suerte de haber vivido en París de joven” (Foto de Pepe Nunez Larraz, Salamanca 1968)

“…la suerte de haber vivido en París de joven” (Foto de Pepe Nunez Larraz, Salamanca 1968)

O sea que, ahora que me he vuelto viejo, y ando con los ojos bien abiertos, me doy cuenta que no soy ni bueno, ni malo, sino todo lo contrario. Caérseme, caérseme, no sé si se me caerá (el pelo, digo), pero que está debilitándose (como ‘lo otro’) es un hecho consumado. Lo único que se me conserva bien o mejor, es la barba, blanca y fuerte  a un noventa por ciento; mitad Hemingway, mitad Papá Noel. El problema es que con la cantidad de achaques que tengo, en los retratos barbados actuales empiezo a dar la real edad de mis pasaportes y lo peor es que también empiezo a sentir esa edad. Habrá que ver cuantos días, meses, o años me quedan en las alforjas. Esperando que el galápago, sí, el que se cambió al otro lado del “estanque”(‘el charco’) no se quede en una de esas, volcado y patas arriba. La clarividencia acumulada y desarrollada, no me serviría en este caso para mucho.

Luisma en el estudio de Maypearl en Texas (Foto de S.)

Luisma en el estudio de Maypearl en Texas (Foto de S.)

Sé que vienen, de seguro, la trompetería se anuncia de lejos, aunque todavía no los veo venir—a no ser que sean esos mosquitos-monster—con la misma música. Caronte espera, en pie, piernas abiertas y brazos cruzados, en plan superhéroe de tebeo. Con él, la laguna y la barca están esperando, también. Mi sueño americano se va cumpliendo. Encontré al otro Luis, a mí mismo, y ando en la tesitura de realizar que sea el auténtico, ‘que ni pintao’, antes de que sea muy tarde. Todo ello con la inmejorable ayuda de S. De momento ella me fotografía mejor que nadie, de antes y de ahora. Me tiene cogido el son. Igualable a Pepe Núñez, sin ánimo de comparación. Sirvan estos cuatro retratos para justificar mi afirmación.

Pensamiento, de ocasión: Tengo que llevar a S. (ese punto) otra vez a París, donde ‘la chica me aprende mucho’. Es lo que tienen los americanos con la Ciudad Luz (bonita excusa) van a cualquier edad y recargan las baterías. Ayer me acordé de una cosa de Hemingway, que viene al pelo, nunca mejor dicho:

“Si tienes la suerte de haber vivido en París de joven te acompañará, vayas donde vayas, el resto de tu vida”

Luisma, Maypearl (TX)     30 de Mayo del 2018

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EL ENTIERRO DEL ESPAÑOL

Marfa, Texas: In the middle of nowhere.

Marfa, Texas: In the middle of nowhere.

Aquella mujer con pinta de tejana, de botos y armas tomar, y llevar, me estaba indicando con el dedo índice de su brazo extendido hacia un parterre, con unas pocas flores medio secas, delante del aparcamiento de la escuela. Era una cruz de madera vieja y deslucida, clavada en una hierba milagrosamente verde. “—Ahí esta enterrado el Español—“ dijo, hasta dos veces, creyendo que yo no lo había entendido, aunque su inglés era muy claro. Estábamos en Marfa (Texas), año 1990, en lo que los americanos llaman: el Far West Texas, el lejano oeste de las peliculas, un pueblo en pleno desierto tejano, a treinta kilómetros al sur de Fort Davis, uno de aquellos fuertes del principio de esta nación, como ellos dicen: “In the middle of nowhere” (en español: en el medio de la nada, literalmente). En pocas de nuestras palabras: en el quinto c…

Un pueblito ralo, a trescientos kilómetros del aeropuerto más cercano y a cien de la frontera con México. Paso obligado para visitar el Parque Nacional del Big Bend, de edad orogénica más o menos como la Sierra de Gredos o los Alpes, aunque más pequeño y menos alto, pero igualmente delicioso. Porqué Marfa y como, y que hacía yo allí? Fácil, me acababa de casar hacia unos días en Houston y esto era una parte de mi viaje de novios, con una particularidad: mi reciente mujer se había quedado en la gran ciudad, y yo estaba haciendo el dichoso ‘viaje’ con un amigo y un montón de armas de fuego. Atravesando todo Texas, de caza y a tiro limpio, un sueño para cualquier tejano.

La parte mas intrincada del viaje. Fort Davis, Marfa, el Big Bend…

La parte mas intrincada del viaje. Fort Davis, Marfa, el Big Bend…

La verdad es, que no me tenía que haber casado, por lo menos no esa vez, la segunda. Quien me mandaría a mí meterme en esos berenjenales? Como dicen en mi pueblo, en mi pueblo español; que en mi pueblo americano se referirían a meterse en esos barros, en esas malas hierbas o en el medio de los bosques. El caso es que me casé y como la novia ‘no tenía tiempo’ tuve que irme de viaje de luna de miel con un amigo y sus escopetas. “A falta de pan, buenas son tortas. Sancho, amigo”. Creo que ya lo he contado en alguna otra ocasión, fue un viaje de novios de caza y turismo, a todo lo largo del ancho del sur de Texas. De Houston hasta la línea del siguiente estado al oeste del Pecos, pasando por San Antonio, el valle del Rio Pecos, Langtry, Terlingua, el Big Bend, Rio Grande, Presidio, Marfa, Fort Davis y al final El Paso. Donde hicimos un par de incursiones gastronómicas al otro lado de la frontera. En una de ellas, en un reputado restaurante mexicano, cené una carne con salsa picante que a punto estuvo de mandarme al ‘otro lado’ (y no precisamente de la frontera), malísimo estuve hasta que pude vomitar, y al día siguiente, para rematar, una excursión en “Zodiac” por las aguas bravas del Rio Bravo, que así lo llaman los mexicanos al Rio Grande.

Aquel matrimonio duró ‘seis años y un día’ y de él solo recuerdo la luna de miel; mi pérdida de memoria es completamente selectiva. Un pavo salvaje, tres liebres y veintisiete palomas mexicanas, que vuelan más rápido que las españolas, recortan más y son más pequeñas. En eso acabaron mis tres jornadas cinegéticas del viaje, los gamos y los ciervos, ni verlos. Para calmar las ansias de disparo de armas de fuego de mi amigo tejano, tuvimos en alguna ocasión que parar en instalaciones de práctica de tiro, “shooting range”, abundantes en Texas, a fin de ‘entrenar’ el tiro con rifles, escopetas y hasta pistolas que llevábamos en el coche impunemente y con los debidos permisos, supongo. Todo ello para matar el ‘gusanillo’, vaya. Texas, siempre será Texas.

Pero, volvamos a Marfa, un pueblo pequeño que me iba a sorprender. Como Maypearl, el sitio donde vivo, Marfa empezó siendo un simple apeadero de tren, aquellos trenes que fueron construyendo este país y que iban avanzando todos de derecha a izquierda en el mapa, es decir del este al oeste. Algunos ranchos con ganado y las minas de plata cercanas, acabaron por evitar que se convirtiera en un pueblo fantasma más, con sus típicos matojos rodantes volanderos empujados por el viento, la clásica imagen de película del Far West. Y así pasó, Hollywood atraído por el magnifico y realista escenario del desierto tejano llegó un buen día, a la mitad de los años cincuenta, con sus estrellas, luces, cámaras y demás tropas técnicas a rodar una película en el pueblo. Usaron escenarios naturales, partes del pueblo; construyeron la ‘mansión’ del protagonista, es decir: su ‘fachada’ soportada por un entramado de andamios; por supuesto, las escenas de interiores fueron rodadas más tarde en los estudios Warner, en Burbank (California).

…con sus estrellas, luces, cámaras y demás… Elizabeth Taylor en el rodaje de Gigante.

…con sus estrellas, luces, cámaras y demás… Elizabeth Taylor en el rodaje de Gigante.

Gracias a esta película Marfa se ganó el sitio en el mapa y al pueblo le quedó la leyenda del rodaje. La película fue: “Gigante”, un icono de la historia de la cinematografía. Elizabeth Taylor, Rock Hudson, James Dean, diez nominaciones al Oscar y uno concedido a su director George Stevens. Y sobre todo una fama imperecedera por su temática antirracista—eran solo los años cincuenta—y la ‘gloria eterna’ de uno de sus protagonistas, el malogrado James Dean, muerto poco tiempo después de acabar el rodaje en accidente de coche. Exceso de velocidad, la misma con la que fue elevado a la cima del Olimpo Cinematográfico. Cincuenta años después, Marfa ha reeditado su interés como lugar de rodaje, en el 2007 se hicieron allí dos grandes producciones famosas, candidatas y ganadoras de Oscars: There Will Be Blood y No Country for Old Men.

“—Algo debe tener el aire y la luz de Marfa—“ le decía yo ya entonces a mi interlocutora, que me contaba historias del pueblo, allí mismo, frente a la escuela donde ella daba clases. Seguía señalándome la cruz de madera clavada en el jardincillo. “Aquí enterraron el Español”, según ella: un año antes de que vinieran ‘los del cine’, una de sus antecesoras, maestra de inglés en los años cincuenta, ‘invitó’ a sus niños a enterrar sus cuadernos y un diccionario de español en el jardín delante de la escuela; a partir de aquel momento y durante largos años, quedaba dormido y desautorizado el estudio de la lengua materna de muchos de ellos. Una generación y las que siguieron detrás ya nunca volvieron a estudiar, ni hablar, el español. Tan solo cuatro palabras con sus abuelas. El tema de la película “Gigante” se hacía dolorosamente real.

Descanso en el rodaje de Gigante. James Dean con dos niños de Marfa.

Descanso en el rodaje de Gigante. James Dean con dos niños de Marfa.

Hace un mes ví en TV un documental sobre Marfa y los niños del pueblo que participaron en el rodaje de “Gigante”, ya de mayores, casi todos ellos méxico-americanos, y allí apareció ‘mi amiga’ la maestra, desenterrando frente a la cámara al “Español”, el pobre diccionario después de tantos años enterrado, seguía en buen estado, el idioma no creo que tanto. Dicen que lo hispano, lo ‘latino’, avanza en este país al ritmo de los millones de población que aumentan; yo no veo que se hable tanto nuestra lengua, aquí la vida es en inglés. Veremos si no llevan al “Español” otra vez a la sepultura, bastante perjudicado está ya de por sí en estos lares…

Luisma, Maypearl (TX) 27 de Abril del 2015

P.S. …El español en los Estados Unidos no es un idioma, es una excusa comercial, patrocinada y ‘fabricada’ por los que viven de ‘ello’ y permitido por altas instancias en busca de absorber y manejar doce millones de nuevos votos electorales, de votantes que lo hacen realmente en inglés.

[Originally posted at Dust, Sweat and Iron on April 27th, 2015]

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Despertares

Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Hace años allá en el Viejo Mundo, ‘cuando éramos jóvenes’ hasta cuando no estábamos dormidos todo era despertarnos: ¿el despertar a la naturaleza, el despertar al sexo, a la política, al amor en libertad (habría que hablar de esta libertad) En una palabra el despertar a la vida misma—la misma? ¿La misma que la de quién? Parecía que nos habíamos pasado el principio de nuestras vidas durmiendo o adormilados (lo que en mi caso podía ser hasta cierto o eso era la fama que tenia). En realidad, me he pasado toda la vida leyendo y aun es así. Eso me ha dado los galones culturales para mandar sobre mí mismo, antes y ahora, aunque en los últimos tiempos, aquí y allí, le ha dado a todo el mundo por dictar, ordenar, organizarnos la vida. Después de una época en la que parecía que todo iba más en dirección a una mayor libertad social, e incluso personal, el péndulo se ha ido totalmente al lado contrario y el recorte de libertades se hace obvio y públicamente descarado. Hasta vuelve el “a tus órdenes” de siniestro recuerdo no hace tanto y fuera de lo militar.

Y esto es internacional, mundial, y aunque no me guste la palabra: universal, es decir en todas partes y no solo en este país, sino en todos, incluyendo “otros mundos”. Algunos ni siquiera habían probado la libertad y ya no la tienen, humo sobre los rieles. Hay países que parece que llegan tarde a todos los trenes. Sin haber llegado a la libertad, pasa y ya ni la huelen. El caso es que EEUU marca las pautas, políticas, económicas, sociales, del entretenimiento, la vida en una palabra…Y aquí es donde vivo desde hace ya bastantes años. ¿En lo que me atañe personalmente, mi pregunta es clara y marca mi proceder desde hace ya mucho tiempo…Porque hay que seguir las pautas marcadas por nadie? Ni siquiera por la sociedad del momento o la de cualquier otro tiempo.

Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Mi vida la vivo yo, de acuerdo conmigo mismo y en plena dictadura personal de mis sentidos. Mi solo asomo a una democracia personalizada sería el hecho de tener dudas de casi todo. Vivo instalado en una perpetua duda, que no me impide actuar ni vivir cosas. No sigo ni las pautas del estado (con cambiar de país, caso resuelto) y ni mucho menos las de la religión (contra el vicio de mandar, la virtud de no creer). Colaboro indirectamente con el estado (impuestos y otras zarandajas) y nulamente con la iglesia (ninguna iglesia), de ellas ya solo me queda el campanario, alguna música y la “otra parte”, para ir con la música…En fin, todo O.K. Pero que no me cuenten historias, que no me obliguen demasiado (estado). Y que no traten de hacerme comulgar con ruedas de molino (que no me anden con hostias, que me pone de mala—igual—).

Mi idea de una tranquilidad propia, y en habiendo salud (que es lo que importa), no impide mis críticas a los demás (más bien a lo demás), aunque no levanto la voz ni las hago públicas. No es arrogancia, es algo interno, la crítica de arte, no me llena y me la tienen que pedir con una insistencia digna de mejor causa. Por supuesto, acepto las críticas que se me hagan (por un oído me entran y por otro me salen). Pero, que no intenten imponerme algo con lo que yo no esté de acuerdo, porque se van a encontrar la más magnifica capacidad de eslalon que vieron los siglos. Evitando los palos, los de verdad y los figurados…Y todo ello en caída libre y sin hacerme falta saber a dónde voy o que es lo que hay detrás esperándome.

Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Despertar, o no despertar, esa es la cuestión. La eternidad debe ser dormir y no poder despertarse nunca más.  En cualquier caso, dice una amiga mía, que me la tiene jurada, que cualquier día voy a despertarme muerto.

Luisma, Maypearl (TX)      15 de Marzo del 2018     (Hace 73 años cuando nací, quedaba más o menos un mes para terminar la Segunda Guerra Mundial y después en Agosto exploto la primera bomba Atómica, vaya manera de empezar una vida!…y luego dicen que el pescado es caro!)

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