Monthly Archives: November 2014

La connivencia

“Mirar esa luz esperando a la de la memoria…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

“Mirar esa luz esperando a la de la memoria…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

La connivencia no es solo cosa de dos, o más, también puede ser propia, individual, reflexiva. Todo consiste en que mis neuronas se confabulen unas con otras; eso si, sin salirse de madre, caer por la pendiente y arrastrarse por el talud, como un tren descarrilado. Disimulos, transgresiones, descuidos, errores de o sin bulto, a los que uno mismo les cuelga el marchamo de la liviandad y la ignorancia menos culpable. Las neuronas, como las palabras, trabajan para ti—salvo error u omisión—casi siempre.

De madrugada, para variar, estoy mirando esperanzado esa luz que empieza a cernirse empujada por la mirada que va una y otra vez desde el sentajo, incomodo asiento (lo es, con el propósito de hacerme evitar el exceso de contemplación) a siete metros, más o menos, del lienzo ya con mancha y que me pide acercarme, tocarlo, e inmediatamente me rechaza a la posición original. El cuadro solo tiene unas pocas sesiones y ya empieza a reclamarme, a minar mi resistencia y hacerme buscar excusas para obligarme a justificar mi necedad y mi lentitud. Pero desde el tajo la miro. Mirar esa luz esperando a la de la memoria…

“…más o menos, del lienzo ya con mancha y que me pide acercarme…” Luis Jiménez-Ridruejo, Instar #4, en curso (acrílico sobre lienzo).

“…más o menos, del lienzo ya con mancha y que me pide acercarme…” Luis Jiménez-Ridruejo, Instar #4, en curso (acrílico sobre lienzo).

Cuando la luz atraviesa campos opalescentes, cuando tropieza con obstáculos que no pretenden serlo, cuando se mezcla con todos los rincones del aire y, entonces, puede detenerse donde le cuadra. Cuando absorbe o se esconde en todas las motas flotantes, dándoles cuerpo y sentido. Velázquez y Newton lo definieron antes que nadie: corpúsculos de luz. Materia luminosa esperando que el ojo resbale de una a otra belleza insinuadas, hasta otro brillo y antes de que la luz se aleje—ya nunca puede perderse—al encuentro con el pasado. Cuando aquel aire, ya quizá de un diferente color, vuelve después de haber rozado y construido nuevos campos de luz, nuevas situaciones reveladas, cien mil puntos que antes no estaban, o estaban siendo, allá a lo lejos, en connivencia con la luz de la memoria. Ah! Esos lejanos contubernios donde viven las ideas.

Cuando todas esas dimensiones, atravesadas y acariciadas, vuelven al plano que palpo y froto con mis manos, quizá para sentir el correr por los nervios de algo etéreo que solo veo, o que solo imagino. Entonces es cuando aparece la pintura o su trasunto reflejado que es la fotografía. Y sí, en algún punto de este viaje se ha quedado prendida, asida, colgante, la música; esa que nadie, sino yo, será capaz de saber donde está en el cuadro. Mi música—no la de los demás—pues cada uno pondrá la suya, donde discurra su imagen, donde esté su idea. Pero no debo cavilar en que pensaran los otros. Yo sigo hundiendo los dedos y los ojos en cada rincón que en el lienzo se aprisiona e intentando saber como y porqué se esta produciendo todo aquello; dominar, aunque sea imposible tarea, hacia donde va el maldito baile de mis neuronas. Y todo por esperar a la memoria, que es la gran dictadora y la verdadera dueña del cuadro. La pintura es mirar luz y esperar a la memoria.

:“…en algún punto de este viaje se ha quedado prendida, asida, colgante, la música…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

:“…en algún punto de este viaje se ha quedado prendida, asida, colgante, la música…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Epílogo, que más debería haber sido un preámbulo o un circunloquio o digresión y que solo viene a cuento del espectáculo que “estamos” dando en el concierto de las naciones.

Connivencia: disimulo o tolerancia ante las faltas, transgresiones e incluso delitos de otros, especialmente de un superior que tendría poder y autoridad para frenarlos. Viene del latín: ‘conniventia’, se deriva del verbo ‘connivere’ que propiamente y en origen quiere decir: “cerrarse los ojos”, dormirse, descuidarse, “hacer la vista gorda”, estar de acuerdo disimuladamente. Perfecta definición de lo que ocurre en esa especie de ‘patio de monipodio’, la piel de toro, donde se juntan Rinconetes y Cortadillos a sacar tajada del arte, de la política, de la religión, y de todo aquello en lo que haya un euro que afeitar…todos ordeñando a la pobre y escurrida cabra, en connivencia con popes, alcaides, prestamistas, chamanes con tal arte que…bueno, ya está bien!

Termino antes de que descarrile del todo. Yo solo quería escribir sobre la luz en el cuadro y la mente se me fue, como tantas veces, al otro lado del ‘estanque’. Surgió la palabreja: connivencia, y aquellos polvos trajeron estos lodos.

Luisma, Maypearl (TX) 30 de Noviembre del 2014

 

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Jean Renoir en Chicago

luis jimenez-ridruejo on a bench at the art institute of chicago

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Cada vez que voy a Chicago, indefectiblemente, tengo que ir al Art Institute, el museo. Al igual que la ciudad, es uno de mis museos favoritos en el mundo; y a partir de este viaje, uno de mis lugares soñados para pasar el tiempo, un verdadero jardín mental. En los últimos años el AIC ha estado de obras, creando una parte nueva: The Modern Wing. Esto, en un museo que ya, de por si, era una maravilla y ahora se ha convertido en un lugar mágico. Y me dan igual las críticas, no muy benevolentes, de algunos “especialistas”; esos que siempre tienen que “encontrar” algo para, quizás, justificar su existencia. Los mismos que nunca han creado nada, al menos nada bueno.

Renzo Piano, ha conseguido algo bueno, o mejor que bueno: único y mágico. Blanco, como un lienzo imprimado en gesso, una de las mejores maneras de colgar arte pictórico y de rodear de fondos los espacios para escultura. Blancos sujetos por suaves grises, pisos de maderas rubias y ventanas de hueco completo, enmarcando la obra de arte exterior e incluyendo esa arquitectura en la propia exhibición. Sin abusar de ella, sin ser demasiado obvio, matizando la visión con unas delicadas cortinas-pantallas que dejan admirar pero no hacen “sombra” al arte del interior. Y esta nueva ala que encara los rascacielos de downtown y el “guguengemiano” Gehry del Milenio, tiene unos bancos de asiento, a la distancia adecuada de los velados ventanales; un sitial magnifico para pasar las horas muertas, hoy en día, más bien los minutos muertos. Viendo y absorbiendo belleza.

luis Jimenez-Ridruejo, Art Institute of Chicago

Cada museo que conozco, tiene unas “piezas” que lo hacen singular y especial, para mi. Son las obras de arte que más fijan mi atención y me hacen volver a ellos, una y otra vez, como el que visita a viejos amigos. En el AIC, durante muchos años, ha habido una obra de arte de mi especial atracción. Algo extraño en mi, porque no hablamos de una pintura, ni una escultura, ni siquiera de una fotografía. Se trata de unas vidrieras, una obra de Marc Chagall. Su titulo: America Windows (Las Ventanas de América). Un trabajo fantástico y original, dominando los azules, en tres piezas (ventanas) estupendas.
Desgraciadamente, en las dos ultimas visitas, brillaban por su ausencia. Están en restauración, y una buena mujer, del servicio de vigilancia, me comunicó que volverán a la caída de la hoja, este mismo otoño. Albrícias!

Esta vez, decidí buscar “sustitutos” a mis vidrieras y los fui a encontrar en donde menos me iba a figurar: Renoir y Morisot. De vez en cuando, me gusta volver a beber en las fuentes del Impresionismo. Que gran época, para haber vivido en ella! Siempre mi indisimulado romanticismo! En un rincón, separados por el ángulo, descubrí dos nuevos atractivos para mi colección.

renoir painting, Art Institute of Chicago, photo by Luis Jimenez-Ridruejo

Era una mujer de espaldas, desnuda espalda y pelo recogido, que me hizo pensar inmediatamente en la actriz Meryl Streep. Obviamente, Berthe Morisot—la autora de la pintura—no pudo conocer, ni soñar, a la actriz americana. Pero, estoy seguro que, de haberla conocido, la hubiese pintado de esa manera: una rutilante espalda, en el acto de maquillarse para cualquier película. Una espalda de museo!
Sea esto un modesto homenaje a la primera, y única original, pintora impresionista. Infravalorada durante mas de 100 años, seguramente por ser mujer y, hoy, reputada y apreciada a la altura de cualquiera de los santones impresionistas. A los veinte años de edad, Berthe era ya, de pleno derecho, una más entre ellos. Participando, incluso, en la exposición inaugural del movimiento.

portrait of Jean Renoir, Art Institute of Chicago

Ese retrato de Renoir, hecho a su hijo Jean en su más tierna infancia, con el pelo largo como una muchacha, y cosiendo. Le hizo varias pinturas vestido de niña, una obsesión del padre. Jean, más tarde, llegó a ser uno de los más famosos directores del cine. Idolatrado en Francia, su película “El Río” es una de mis diez mejores obras del cine de siempre. El asunto de esta pintura me recuerda los problemas de algunos amigos con sus hijos, justamente por lo contrario. Los chicos dejándose el pelo larguísimo y los padres intentando cortárselo. Viviendo en Paris, a mis veinte años, mi padre intentó, y consiguió, “comprarme” el corte de un pelo que ya me llegaba a los hombros. La vida en Paris siempre fue cara!

Otro día sacaré a colación algo más sobre el AIC,—Que gran museo! Hoy, solo evocar que,—Por fin! El “Ala Moderna” ya se puede ver, es fruta madura, y la “cáscara” y la “pulpa” merecen el viaje y la visita. Grande, Renzo Piano! Magnífico!

 

[Originally posted at Dust, Sweat and Iron]

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