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Retrato de Pintor (XVII)

Detalle del posible autorretrato de Michelangelo Merisi da Caravaggio, en su pintura: ”El Prendimiento de Cristo.”

Detalle del posible autorretrato de Michelangelo Merisi da Caravaggio, en su pintura: ”El Prendimiento de Cristo.”

Los ojos cerrados, buscando el descanso, y la sedación, de las tumefacciones de su rostro—los golpes de otra pelea más, el signo de su vida—y ese sabor amargo de la boca, presente desde hace ya más de un año, y al que no encuentra explicación, ni él, ni el galeno del Cardenal Francisco Del Monte, su benefactor, al que ha consultado y que sospecha de algún color venenoso entre sus pinturas. Michelangelo siente la firme suavidad de la ropa de cama, en su rincón de la buharda del palazzo. El olor es fuerte y penetrante, es su cuarto y es donde habitualmente prepara sus pigmentos y sus óleos, y las imprimaturas de sus lienzos. Al pronto descansa, pero su vida ha sido, y es, una contínua carrera, huyendo siempre hacia adelante, siempre buscando el escondite posible, una escapatoria a su ajetreo vital.

“El Prendimiento de Cristo” Óleo sobre lienzo, Caravaggio.

“El Prendimiento de Cristo” Óleo sobre lienzo, Caravaggio.

Ahora, todo parecen cruces y no espadas. Tiempo para la pintura. Todavía le quedan muchos enemigos, gente del hampa romana, de los que no perdonan nunca. Estos cuartos que le concede el Cardenal, el estudio, el tiempo para pintar, tiempo para practicar esa otra esgrima, la de los pinceles; la que está dándole la celebridad en la ciudad—“el pintor más importante de la Villa y Corte”— y algo de tranquilidad a su espinoso y pendenciero carácter. Es Roma, la grande, y todo el mundo está aquí… Su vida es así: de día: pintar, contínuamente; de noche: sus algaradas, sus aventuras, los amigos y los enemigos. Un año ya viviendo y trabajando, bajo la protección del prelado romano, un refugio condicionado. Don Francisco quiere siempre lo mejor y más selecto de su producción y exhibir al ‘Caravaggio’ como un héroe, o un portento de feria, en los salones distinguidos de la ciudad. Demasiada pintura religiosa, pero era un precio justo para un cambio de vida, necesario. Y los beneficios son pingües…

“Sueños de Caravaggio en Andromeda-1” (Photography by luisjimenezridruejo.com)

“Sueños de Caravaggio en Andromeda-1” (Photography by luisjimenezridruejo.com)

Al fin y al cabo—da en pensar—en un corto espacio de tiempo, ha creado un estilo propio y gustoso para Tirios y Troyanos; le han salido imitadores y decenas de copistas, incluso en el frio norte de Europa, y en el cálido sur. Le gusta el valenciano Ribera, ese “Spagnoletto” que vió en Nápoles, su tenebrismo es incluso más poderoso que el suyo. Las técnicas de Caravaggio vuelan de una corte a otra, pintor de pintores, su enemigo no es su calidad, es su carácter. Alucinan con la ausencia de dibujos previos y bocetos; y la realidad tal como es, sin idealizaciones. Su personalidad transciende en su estilo. Sus bodegones son su excelencia, la naturaleza en todo su detalle. Casi fotográfico, estoy seguro que le hubiese encantado tener mi cámara de fotos. De hecho, el pintor David Hockney le acusa del uso de espejos y algún tipo de ‘cámara oscura’ para pintar; nada se sabe de cierto, y aun si fuera así, no le restaría ni un ápice a su maestria.

Lo más interesante de su aportación a la Pintura es el uso de la iluminación focalizada, casi teatral o cinematográfica, blancos duros y puros sobre una imprimación obscura total, el famoso “chiaroscuro”, dramatismo y tenebrismo, obliga al espectador a fijar la vista de un rostro a otro, creando la historia del cuadro con su diseño compositivo. En cuanto a la ejecución, no hay dudas sobre sus técnicas, su rapidez es legendaria: un blanco níveo y brillante, su bermellón y unas cuantas tierras obscuras. El dramaturgo Lope de Vega hubiera dicho lo de: “…en horas veinticuatro, pasaron de las musas al teatro.” Alguien calculó que un cuadro no le duraba más allá de cuatro o cinco días. Su influencia (esto si sería un “influencer”) fue, también, rápida y duradera hasta hoy. Pintores y toda clase de artistas han bebido de él: Barrocos, Realistas, Impresionistas, Hiperrealistas, Abstractos, pictóricos y fotográficos…

“Sueños de Caravaggio en Andromeda-2” (Photography by luisjimenezridruejo.com)

“Sueños de Caravaggio en Andromeda-2” (Photography by luisjimenezridruejo.com)

Está rememorando, tumbado en el lecho revuelto y observando el cielo raso, absorto en los vestigios de frescos y escayolas mal doradas y desportilladas por el acoso del tiempo; recuerdo de algún otro pintor ocupando, antes que él, estos cuartos palaciegos. La maldita rodilla derecha no deja de dolerle… Conciliaba los recuerdos de lo que había sido su existencia—un huracán, años atrás—en estas mismas calles, corriendo siempre y salvando su vida y su bolsa de pinceles. No podía permitirse el lujo de perder aquellos pelos de marta—tan suaves y tan caros—guardados, como joyas, en lo más recóndito de sus estudios y sus viviendas. Sus correrías acababan siempre en los escondites de las buhardillas de aquel barrio, detrás de San Luis de los Franceses. El éxito de la pintura le está redimiendo de muchos problemas, pero ‘la cabra tira al monte’ y lo bizarro y pendenciero lo lleva dentro.

“La Conversión de San Pablo” Óleo sobre lienzo, Caravaggio.

“La Conversión de San Pablo” Óleo sobre lienzo, Caravaggio.

Ahora vive en primera línea, comida caliente todos los días, ropas que ya no son jirones, todo a las prisas, como si quisiera vivir mucho en poco tiempo. Aunque con precisión y detalle, sigue pintando ‘a las carreras’—prolífico, le llaman—una palabra que ha aprendido ayer. Caravaggio es hombre de pocas letras y menos escrituras, su virtud está en su mano y sus pinceles. Entorna, un rato largo, los ojos acostumbrados a ver arte. Son ensoñaciones lentas de una vida larga y prolífica, que nunca tendrá. Michelangelo Merisi da Caravaggio murió a los 36 años, en Porto Ercole, a la vuelta de un viaje a Malta, no se sabe si asesinado o envenenado por el plomo de sus propias pinturas, como el español Francisco de Goya. Las mismas que les dieron renombre universal. Quizás sea su leyenda, pero todo en el pintor italiano fue legendario. Un grande.

 

Luisma, Maypearl TX              1 de Mayo del 2021

 

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“A LA CEZANNE”

“Autorretrato apócrifo de Paul Cezanne” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Autorretrato apócrifo de Paul Cezanne” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

No tiene todas las condiciones para ser un autorretrato apócrifo, pero si casi todas. Es secreto, y si fuera por escrito, no estaría aprobado para la lectura pública. Es oculto y obscuro, sale o apunta en este blog y se vuelve a esconder, posiblemente, para los restos. Aunque por mi parte no lo sea, es un retrato fingido, por definición. Es curioso que, habiendo como hay fotografías apócrifas, no se use el término en Fotografía. Sera por venir del Griego: incierto, vacilante, dudoso, ocultar lejos…Me niego a aceptar que este autorretrato apócrifo tenga nada de adulterado, amañado, copiado, espurio, falsificado, fraudulento, imitado o simulado. Es plenamente original, y apócrifo. Cezanne me lo insinuó, la última vez que “nos vimos” en Nueva York, en el MET.

Para un pintor francés, excepcionalmente dotado, de la era dorada del Impresionismo, que poco le faltó para llegar a la abstracción total! Le faltó muy poco que avanzar para “saltarse” un siglo de pintura, y entrar con enorme anticipación en la era de la modernidad. Paul Cezanne estaba predestinado. Era un predestinado total. De la pura abstracción, del arte pictórico, y por ende de todas las artes, incluida la fotografía. Un ‘caballo’ difícil de abstraer y de ‘domeñar’. Masas de color que terminan siendo veladuras, construcción de superficies compositivas a base de pinceladas cargadas y paralelas, horizontal versus vertical, solo hace falta mirar las pintura de la series del lago (L’etang), casas planas geométricas, propias de un Cubismo anticipado en el paisaje, que aparenta clásico y en realidad es un claro principio de abstracción. Picasso y Matisse nunca dejaron de reconocer esta influencia. “Cezanne es el padre de todos nosotros”. Gauguin, Signac…todos bebieron en las mismas fuentes, en la Montaña, en las Canteras, en el Lago de Cezanne, en sus caminos transitados y dibujados solo con el color.

“Trigueros” acrílico sobre lienzo, detalle. (luisjimenezridruejo.com)

“Trigueros” acrílico sobre lienzo, detalle. (luisjimenezridruejo.com)

Entornar los ojos ante uno de estos cuadros de Cezanne, es una apertura decidida a la abstracción. Cezanne mueve la mirada y hace mover la nuestra, la del espectador ‘avisado’. Utiliza la perspectiva bizantina y la planitud de ciertas pinturas medievales; perspectivas inversas nos hacen cambiar el punto de vista, percibiendo imágenes sucesivas. El uso de la geometría es obvio. Los fondos son grandiosos y alargados, usando repetición de luces y sombras; interviniendo líneas perpendiculares al espacio de visión, que es el mismo que el del espectador, sin importar el motivo o el tema representado en el cuadro.

Empero, tengo que decirlo, si pasas media hora yendo y viniendo, acortando y elongando distancias de visión, con un cuadro de los últimos de Cezanne, llegará un momento en que estarás tan dentro que la abstracción, silenciosamente, te expondrá sus cartas y te explicará sus circunstancias, y entenderás su sentido. La abstracción es una actividad cerebral que permite aislar una cierta cualidad de algo, con la intención de hacer una reflexión, sobre dicha cualidad, sin considerar el resto de las propiedades del objeto en cuestión. En las artes, la abstracción emplea las formas esenciales del lenguaje plástico, figuras, líneas, colores, como medio de expresión. Se hace obvia la representación de la apariencia externa de las cosas y plantea búsquedas plásticas en los aspectos formales, cromáticos y estructurales. Por ejemplo: el paso de los grandes ambientes paisajísticos a la fotografía aérea y de ella a la pintura abstracta más esencial (Diebenkorn. “Ocean Park” Series).

P. Cezanne. “M. St.-Victoire” Óleo sobre lienzo.

P. Cezanne. “M. St.-Victoire” Óleo sobre lienzo.

Para pintar “a la Cezanne”, nadie mejor que el propio pintor, toda vez que nadie podría pintar con la misma rotundidad compositiva la montaña St. Victoire y el mantel del bodegón del Plato de Manzanas, delante del cual quedamos para charlar y pedirle consejo, cada vez que visito el MET, en el 1000 de la Quinta Avenida. Un mantel que deviene una montaña de color y una montaña que se vuelve mantel blanco impoluto. Abstracción delirantemente soñada.

P. Cezanne. “Plato de manzanas” Óleo sobre lienzo.

P. Cezanne. “Plato de manzanas” Óleo sobre lienzo.

La abstracción siempre me ha “pintado” muy bien, personalmente, pues en sentido figurado significa: distraído, absorto; y en sentido coloquial: vago, impreciso…lo dicho: “que ni pintado” o si se me apura: “que ni fotografiado”. En suma. Abstracción fotográfica: proponer una nueva realidad, no distinta a la natural, basada en ella y con un figurativismo evocativo, muchas veces con independencia de referencias visuales del mundo real. El uso del color, luz, sombras, texturas, que se convierten en formas, sensaciones, apariencias, “feelings”…una apariencia no-real de objetos reales o reflejos de sentimientos escenificados, muchas veces a propósito, aislando fragmentos de una escena natural.

“Trigueros” acrílico sobre lienzo, detalle. (luisjimenezridruejo.com)

“Trigueros” acrílico sobre lienzo, detalle. (luisjimenezridruejo.com)

Al final de todo, la fotografía abstracta es una representación de algo natural, de una manera convencional. El pintor y fotógrafo Moholy-Nagy, decía: “Espacio, tiempo, materia… con luz son un todo” (citando de su propia poesía). La abstracción es una parte importante de la cultura, en todos sus campos, en el siglo XX. “No es la persona que no sepa escribir, sino la ignorante de la fotografía, la que será analfabeta en el futuro.” (L. M-N). La fotografía abstracta empezó hace 100 años, con una foto de Langdon-Coburn, en 1916. En el mismo año, Aaron Siskind es el primero que consigue celebridad con la exhibición de fotografías abstractas. Un camino muy largo se ha recorrido a grandes trancos, patrimonio de la apertura intelectual, después de la Segunda Guerra Mundial.

“A la Cezanne” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“A la Cezanne” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

El acercamiento o alejamiento del motivo a fotografiar es siempre el primer paso para llegar desde la visión natural a la visión abstracta. Una vez entra por los ojos, como por la cámara, el cerebro empieza a funcionar y la capacidad de abstracción se desarrolla rápidamente. “Muévete alrededor del objeto, con la vista fija en él, de izquierda a derecha, rodeándolo. Míralo engrandecer al acercarte, organízate mientras cambias de posición. Son relaciones que emergen gradualmente y hasta se afirman en su finalidad. Y ahí está tu fotografía.” * – Aaron Siskind. Podemos hablar de pintura abstracta, fotografía pictoricista o abstracta, también. O de abstracción, pura y dura. Cezanne siempre será un referente. El final, o el principio, y una celebración contínua: “¡A la Cezanne!”

 

Luisma, Maypearl TX                   1 de Abril del 2021

*“Move on objects with your eye straight on, to the left, around on the right. Watch them grow large as you approach, group and regroup as you shift your position. Relationships gradually emerge and sometimes assert themselves with finality. And that’s your picture.” – Aaron Siskind

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Siete Refranes y Medio (y todos los clichés del mundo)

“Cada loco con su tema” (Photography: luisjimenezidruejo.com)

“Cada loco con su tema” (Photography: luisjimenezidruejo.com)

No mucho tienen que ver refranes y clichés, con los escritos o con el queso azul y la Coca-Cola, ni con Salamanca, pero el caso es que, estoy en Texas y con este post celebro mi 76 cumpleaños (“A cada cerdo le llega su S. Martin”) y mil cosas más. Todo esto va con demasiada prisa y además…para llegar a dónde? Como la próstata me tiene frito, quizás al urinario de la isleta de la Rúa Mayor (nunca supe donde quedaba la Menor), el urinario fue también, si no recuerdo mal, biblioteca municipal de Tebeos, oficina de turismo, sitio cerrado a cal y canto con “puesto de castañas” al refugio de la entrada, y…Dios sabe cuántas cosas más. Por cierto, echo de menos, después de tantos años, la locomotora de las pipas tostadas y los cacahuetes, casi un juguete, en la escalerillas de Pinto, entre la Plaza Mayor y la del Mercado, justo debajo de mi casa. Porque yo, Señor mío, soy más salmantino que Churriguera, que la firmó. Sí, nacido en la Plaza Mayor, numero 5, primero izq. Salamanca, España. Si mi madre hubiera aguantado diez minutos más, yo hubiera nacido en un banco de granito, en los jardines del medio de la Plaza, a la vista del Consistorio. Cada vez que cumplo años, las mientes se me van a mi ciudad de origen.

“Sin invocar a Dios, ni al diablo” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Sin invocar a Dios, ni al diablo” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Aquella Salamanca, de cuarenta mil habitantes, donde nos conocíamos todos, se podía permitir ciertos lujos—no sé con qué dinero. Los antiguos tuvieron a Unamuno de Rector (Magnífico). “A quien madruga, Dios le ayuda”. Los de mi generación, nos tuvimos que contentar con un equipo de futbol de Primera División, magnífico, también. Nuestros antiguos contrataron al “Mesié” Eiffel, el de la Torre en Paris y el puente magnífico y férreo, El Puente de la Salud en Tejares de Salamanca. Nunca lo terminó. A la vera de sus enormes pilares, íbamos de excursión con nuestros hornazos los Lunes de Aguas; o acudíamos, el domingo anterior, niños maravillados, a las campas donde se construía el Barrio Garrido, a presenciar las acrobacias aéreas de un arriesgado aristócrata rumano, Constantino, Príncipe Cantacuzino. Inolvidable. Era la aviación de mi padre, biplano de alas y fuselaje de lona… Solo unos pocos años más tarde, alunizamos. Medio siglo después, la última generación  convirtió la cárcel provincial en un Museo, Sala de Exposiciones, etc. Lo que mi cohorte llamábamos un ‘Happening’… y los ayuntamientos: “centro cultural de la villa”. En esa “cárcel” fue mi última exposición fotográfica, colectiva, con los fotógrafos salmantinos. Hace ya, pronto, cuatro años.

“Agua que no has de beber, déjala correr” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Agua que no has de beber, déjala correr” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Viví en aquella Salamanca, ‘de quieto’, treinta años jóvenes de mi vida, uno y cuatro cursos en Paris y Madrid, respectivamente, antes de levantar el vuelo y venirme a los USA, hasta lo de hoy y por ahora. Aquella vida tenía como centro de la diana, la Plaza Mayor, la estrella de mis idas y mis venidas. Se suponía que mi existencia estaba determinada en la ciudad milenaria y las ‘piedras viejas’. Mi madre, mujer de derechas de toda la vida, quería—así siempre lo expresó—“casarme” con una marquesa, nunca supe el porqué de la descabellada y obsesiva idea. Para mí, el marquesado de Santillana, el único que me hubiera “traído de cabeza”—y no precisamente por lo del casorio—estaba imposible, desde hacía siglos. No es que hiciera mucho por satisfacerla, pero, conocí—estando en edad—a un par de ellas. Una, guapa y merecedora; sabía jugar al Bridge, como mi madre, que le dedicó al jueguito toda su vida. Solo un defecto, “A más años más desengaños”, estaba casada y tenía tres hijos. La otra, futura marquesa, era fea y descabalada de dentadura, entonces; mujer de poca cosa y con la manía de vivir en Roma, y a mí siempre me ha gustado más Paris. “Agua que no has de beber déjala correr”… Así que caséme por lo regular, con una no-aristócrata y tras unos años, un buen día, ‘sin invocar a Dios ni al Diablo’, “bajé al estanco a buscar tabaco y ya no volví”, o algo similar, y amanecí, días más tarde, en Houston, Texas… “A grandes males, grandes remedios”: United States of America…y de las grandes llanuras.

“A buen entendedor, pocas palabras” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“A buen entendedor, pocas palabras” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Entonces, cumplía los años de uno en uno, ahora parecería que los quiero cumplir de diez en diez. ¡Qué horror! “La experiencia es la madre de la ciencia”. Toda la vida he sido, como empedernido lector, afecto a los dichos, refranes, sentencias y sobre todo clichés; estos últimos, a pesar de no gustar a más de uno y horrorizar a los escritores de pro. A mí me encantan, sin  abusar del pase y del capotazo, para que no se me vaya el toro al corral… Y de vez en cuando volvía a Salamanca… “No me traigas más americanas a casa” era la sentencia favorita de mi madre. “Cada loco con su tema”. Las sentencias son dichos y frases que no admiten discusión, ni parloteo sobre su significado y ocasión. Todo es “random”, una muy eufónica palabra en inglés que significa: fortuito, aleatorio, casual, al azar… se puede usar cualquiera de estas acepciones, la definición es muy exacta, en cualquier caso hasta se puede incluir “sin rumbo”. Los refranes no tienen ‘rumbo’, se dicen con pocas excusas y atienden, generalmente, al contexto de una conversación.

En fotografía, los refranes equivaldrían a los “tiros al aire” de las pistolas. Disparos de cámara que solo agudizan la intención artística del fotógrafo. Después de tantos años, los disparos de cámara ya no pueden ser de prueba, cada tiro tiene que ser siempre “a matar”. ¡Ah!  Una regla de oro y un refrán inexcusable:  La fotografía, como el burro, debe ser grande…ande, o no ande. Es decir, la ampliación agudiza las virtudes y los defectos de una foto. En todos mis ‘post’ pongo siempre fotografías, por aquello de que “una imagen vale más que mil palabras” y… Loado sea, Don Miguel de Cervantes.

“La mejor palabra es siempre la que queda por decir” y “A buen entendedor pocas palabras”

Luisma, Maypearl TX,                 15 de Marzo del 2021 (Feliz Cumpleaños)

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Percepción del Reino Vegetal (y la confusión de los reinos)

(Photography: luisjimenezridruejo.com)

(Photography: luisjimenezridruejo.com)

“No hay líneas rectas en la naturaleza” (Antonio Gaudí).

Desde hace ya algunos años, decididamente desde el tiempo que llevo de vuelta en Texas, he estado—sigo haciéndolo continuamente, diariamente—mirando, escrutando, el llamado reino vegetal, reino “plantae” que dirían los latinos, o los científicos decimonónicos. Cuando digo: mirando, es a través del ocular de mi cámara fotográfica. Tropezando, a menudo, con lo que llamo: “las confusiones del reino”, que no es otra cosa que el resultado de aplicar sus baremos americanos clásicos (‘detectives de las entendederas’), a lo que el resto del mundo ha actualizado y unificado; por ejemplo: pesas y medidas, clasificaciones, de todo tipo, y un largo etc., para que todo el planeta se vea obligado a mirar por el ojo de: “We the People…”

Cuando contemplo una imagen de la Torre de Babel, casi siempre representada por una torre de innumerables ‘pisos de conocimiento’, pienso en los rascacielos, siempre tan organizados y, por tanto, sin síntomas de confusión ninguna; lo cual me lleva a fijar la atención en las ‘clasificaciones americanas’. Alguien en este país se ha empeñado, desde el principio de la nación, incluso antes de la independencia, en clasificar las ‘cosas todas’ a su aire, con una metodología propia, que crea confusión con las más clásicas del resto del mundo. Por ejemplo: Según USA, el planeta Tierra “somos”: siete continentes, a diferencia de los ‘otros’ que decimos ser: cinco. Cuando la ciencia se mezcla con la política, los resultados son siempre dudosos y sorprendentes.

Sin entrar, todavía, en porque llamar “reinos” a los naturales (animal, vegetal, etc.) hay que notar que la clasificación ha variado, a lo largo de los últimos 200 años de intentos. Establecimiento aceptado, generalmente, de las diferencias entre los reinos. Los dos grandes, Animal y Vegetal, tienen las diferencias muy acusadas, por definición: El reino vegetal tiene clorofila y fotosíntesis y no tiene la capacidad de movimiento del reino animal. En el “Plantae”, el tallo es la parte esencial y sus tejidos acumulan agua y alimentos, también hay tallos herbáceos y leñosos. La ciencia que estudia este reino es la Botánica, palabra que viene del Latín y el Griego y significa: “hierba”. De cara a la fotografía, es esencial considerar la falta de movilidad del reino vegetal (salvo casos muy especiales). Normalmente, las plantas solo “salen movidas” en las fotos, por el viento y no por sí mismas. Ni siquiera me he planteado la posibilidad (aunque algunos intentos he hecho) de fotografiar las Algas, fuera del medio líquido, estanques, playas…se considera otro reino.

“Aristóteles definió las diferencias entre reinos por el color de las sangres”. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Aristóteles definió las diferencias entre reinos por el color de las sangres”. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

A modo de chiste, suelo decir que, para mí, una ciencia se apoya en la otra, la Fotografía en la Fitografía—no confundir una con otra—esta última estudia la morfología (formas) de las plantas. Quizás lo más importante, la interacción entre la luz y las plantas, al recibirla. Es necesario ser súbditos de este reino, generan el oxígeno, y todo lo que comemos está relacionado, directa o indirectamente con las plantas. Aristóteles definió las diferencias entre reinos por el color de las sangres. Situar el conocimiento que tenemos de las plantas—sobre todo su morfología—contribuye a apreciar y seleccionar su facies fotográfica, en su aplicación a ser parte de un arte visual. Estructura y apariencia es igual a objeto fotográfico. Incluso los nombres, anotaciones y clasificaciones se suman a un todo estético. Algunas de las más bellas palabras del idioma se alistan en la Fitografía, con sus eufonías latinas: radícula, hipocotíleo, plúmula… Aun así, la terminología es otra fuente de confusión.

Un “reino” representa cada una de las subdivisiones taxonómicas de los seres vivos. En los últimos dos siglos, desde Linneo (con Aristóteles éramos solo dos reinos: animal y vegetal) hemos pasado sucesivamente de ser tres reinos a, cuatro, cinco, seis…y en la más reciente clasificación de los libros de texto americanos, en 2015, ya somos: 2 superreinos y 7 reinos! Y, por ejemplo: un reino llamado Protista, que contiene organismos antes clasificados como Protozoos, ciertos tipos de Algas y Mohos Mucilaginosos(?!), en fin, que vuelve a hacer falta la Torre de Babel…o la arquitectura y decoración de Antonio Gaudí. La naturaleza como un arte orgánico, y los reinos no se confunden en absoluto.

El reino vegetal y el fuego, una relación dudosamente aceptable. No tengo el conocimiento o la sapiencia para diferenciar en una foto de plantas (por ejemplo: viejas hojas caídas en el suelo) que parte estética tiene la contaminación, aunque estoy seguro que la tiene, son las ‘heridas’ de la naturaleza y el riesgo de la existencia. Hay, más o menos, cuatrocientas mil especies en este Reino Vegetal (del Latín: “estar vivo”). La mayoría son plantas florales. Quince mil especies de helechos. Mil de gimnospermas. Veintitrés mil musgos y derivados. Los árboles están, por el fuego, en grave peligro de extinción. 22% de las especies del reino están en peligro.

“…mirar con la cámara, la naturaleza…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“…mirar con la cámara, la naturaleza…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Volviendo a la Fotografía. En una hoja simple de árbol común, se observan: la yema, el peciolo y la lámina (también preciosas palabras). En una hoja compuesta se pueden ver: el peciolo, el raquis, en el que se insertan los foliolos, hojas imparipinnadas…todo un mundo inmenso, y variopinto, de imágenes, definiciones y nomenclaturas, con una posibilidad subsiguiente, e inacabable, de formas. Un simple movimiento de la cámara y una foto distinta aparece ante los ojos. La selección “creativa” tiene el mando de la composición artística. La belleza viene aparejada con las múltiples posibilidades—ejemplo: la ‘venación’ de las hojas me ha demostrado ser una fuente estética infinita, triplicada por texturas, temperatura, humedad, y tantos otros factores. El propósito es hacer y usar todas las instancias y bellezas del Reino Vegetal.

Hace ya seis años, me propuse mirar, con la cámara, la naturaleza que me rodeaba y me zambullí en unos mundos y una tarea, como no podía ni haber imaginado. “El deseo de maravillarse con el mundo que encontramos cada día, enriquece cada momento de nuestras vidas” (Leonardo Da Vinci). Y, mientras tanto, alguien sigue insistiendo en calificar mi último desafío fotográfico—casi ya treinta mil fotos—como: “Palos y Hojas”. Y, a lo mejor es verdad…

Luisma, Maypearl, TX                     1 de Marzo del 2021

 

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Cinco Fotografías Diferentes

S. y los niños de Antonio López. Photography: luisjimenezridruejo.com

S. y los niños de Antonio López. Photography: luisjimenezridruejo.com

Hoy, he puesto la foto en el “desktop” de mi nueva máquina. Al llegar a las 13000 imágenes, mantenidas “en juego” en el almacén del ordenador, este me ha “pedido” 500 GB más, es decir: computador nuevo y actualizado “con todas las campanas y silbatos”(‘with all the bells and whistles’…deliciosa expresión inglesa). Esta ha sido la foto escogida para la pantalla de apertura, el ‘viejo’ queda para leer y escribir, solamente. Es una foto hecha en Madrid, hace diez años! Cámara Canon A 500, en la exposición antológica del gran Antonio López. Siempre uso retratos de S., para la primera ‘página’, al abrir el anterior ‘desktop’ tenía una foto hecha en Paris, en el Pompidou. En esta foto de las ‘cabecitas’ me gustó la iluminación tonal, casi ámbar, en todos los blancos. El diálogo abierto de miradas mudas de los niños de López, con S., y la mano colgante de ella, signo de relajación ‘artística’, la mano del arco de la violinista. Es una foto de un solo tiro. Un instante después, el mundo cambió y otros colores invadieron la escena. Suele pasar. Pepe Núñez decía: “Tu, primero dispara y luego pregunta”. Máxima de cazador empedernido, de perdices y de imágenes. Yo persigo raudos reflejos.

La última espingarda del moro. Photography: luisjimenezridruejo.com

La última espingarda del moro. Photography: luisjimenezridruejo.com

Esta foto es una abstracción (evocativa) de la leyenda del ‘jinete sin cabeza’ (“the headless horseman) que así es como me tilda ahora S., por una secuela del Parkinson, que me hace inclinar el cuello. Pertenece esta foto a la serie, ya milenaria, titulada provisionalmente: “Los Mundos” y que igual puede ser en el Atlas norteafricano, que en las sombras heladas del Atlas III, en Alfa de Centauro. El mundo esotérico de un soldado de a caballo en el África del siglo XIX, o uno de la galaxia M31, en los arribes del siglo XXIV. “Tanto monta, monta tanto”. La diferencia podría ser la misma que entre una lujosa espingarda y una cámara Nikon D850. Brillo de metal bruñido y años luz. Un mundo intrincado, en la transición de la antigüedad y la modernidad. La espada y el fusil, juntos. La fotografía como testigo esotérico, imaginario y abstracto. La mente necesita una herramienta para saltar de un relato de voz a uno visual (una imagen vale más que mil…) Sleepy Hollow, tan lejos y tan cerca.

Retrato de la rosa que no estaba. Photography: luisjimenezridruejo.com

Retrato de la rosa que no estaba. Photography: luisjimenezridruejo.com

Parte del atractivo fotográfico—esto no lo digo hoy, es de ayer o de anteayer—del reino vegetal, es la dificultad de abstraer las plantas y, sobre todo, las flores; tan identificables ellas, a simple vista; tan difíciles de “manipular”, pero tan variadas en sus facies y tan agradecidas a la lente en sus mundos de color. Cuando—alguna vez ha pasado—tengo que enfrentarme con las comunes preguntas, casi siempre clichés, de algún periodista que ha tenido que salirse de su línea habitual para adentrarse en el mundo de la fotografía… Cuales son los temas que más le interesan? (Siempre arrojo la ironía a la palestra) “El retrato de gentes (y cosas), las plantas (vivas o muertas), las flores (todas), las casas (especiales), los paisajes…en fin, “toda” la fotografía. Ah! y las texturas, se me olvidaban las texturas…y tantas otras cosas, tantas posibilidades de abstracción. Esta es la foto improbable de una ausencia, el agujero espacial de una rosa individualista que no quiso ser parte de una textura plana y dejó, al marcharse, el hueco de entrada a una realidad abstracta—obscura pero real, como la fotografía misma—que “brilla por su ausencia.”

Guggenheim-Bilbao. Arquitecto: Frank Gehry. Photography: luisjimenezridruejo.com

Guggenheim-Bilbao. Arquitecto: Frank Gehry. Photography: luisjimenezridruejo.com

Tiene algo catedralicio esta construcción singular, arquitecturada por F. Gehry (1929). Surgiendo, pero no flotando, de las aguas del rio Nervión, en Bilbao. Suntuosidad sin religiosidad. Cálido, a pesar de todos esos materiales tan fríos. Es la forma que triunfa (sucede) sobre la atmósfera. El resultado de las ideas, pasando de ser un garabato en una servilleta de bar, a ser un grandioso edificio singular. Esta foto es la definición y el retrato de un logro. Guggenheim-Bilbao, en parte espejismo o trasunto de la cara norte del Eiger, en Los Alpes, tiene al mismo tiempo, también, algo animalístico, como salido de un moderno cuento de hadas. Es la mejor arquitectura de Gehry, de largo, y uno de los edificios más fotogénicos a los que me he enfrentado con una cámara. La imagen que me surge de dentro cuando me piden una definición de la belleza arquitectónica. El edificio que se refleja en sí mismo, tanto que nunca está claro que parte es edificio y que parte es reflejo. Por eso es necesaria la cámara y la fotografía.

 

Takashi Miura, nunca llegó al horizonte. Photography: luisjimenezridruejo.com

Takashi Miura, nunca llegó al horizonte. Photography: luisjimenezridruejo.com

 

La manía de fotografiar horizontes, casi una ‘abstracción surrealista’. La figura humana era Takashi, fotógrafo japonés, que se convirtió a la “religión castellana” hace medio siglo y del que “no sé ni de la misa la media”… Cuando redescubrí esta foto, hace treinta años, dormía el sueño de los Justos en un carrete perdido de la Asahi Pentax, marcado: Encinar-Golpejas 1976. El japonés ya hacía mucho tiempo que había desaparecido de “mi objetivo”, pero a mí no se me olvida nunca una foto, sobre todo si es buena, y la rescaté como “banner” de mi Website y mi Blog personal (dustsweatiron), incluso para presentaciones. En esta foto que tiene ya más de cuarenta años, el sentido de equilibrio y la paz de la naturaleza (una mañana de neblina) es un regalo para la vista. Era una época en que hacía grandes ampliaciones en blanco y negro. La composición es una cuestión de pesos y medidas. Cuál es la cantidad de terreno (el peso gráfico de negros y grises) que se necesita para establecer unidad en la imagen entre la mitad derecha y la zona izquierda, donde se apiñan, pero no se molestan, el barro, las roderas, los brillos del agua y la figura humana? En este caso, el terreno de la derecha y el encuadre total se estiran más y más, hasta que la balanza de la imagen se equilibra y se compone. Una fotografía singularmente original, el horizonte de un horizonte.

Luisma, Maypearl TX                        1 de Febrero del 2021

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LA PLAZA MAYOR

“Nocturno 1972” Plaza Mayor, Salamanca (Rolleiflex 6X6 Kodak-TriX) Photography: luisjimenezridruejo.com

“Nocturno 1972” Plaza Mayor, Salamanca (Rolleiflex 6X6 Kodak-TriX)         Photography:luisjimenezridruejo.com        

“La Plaza Mayor” es una pieza escrita hace veinte años, cuando ya llevaba una década viviendo en E.E.U.U.  A modo de pincelada autobiográfica, se incluía en el programa de la presentación de un trabajo fotográfico, usando imágenes de Downtown Houston, celebrada en el auditórium de la Facultad de Arquitectura. Ahora la recupero para hacer el cometido de Blogiversary Post (20 años) y Cumpleaños de Fotografia Digital.

 

Salamanca.  La Plaza Mayor. Hay cosas que no cambian, ni para peor, ni para mejor…si dejara de zumbar y girar se acabaría el mundo, y como diría el torero gitano: “Lo que no puede ser, generalmente, es imposible.” Hoy, no importa cuántos años después, huele a puro, a día de corrida, a cinco en punto de la tarde, aunque la luz ya se escape por las cresterías del Arco de la Sangre, el lado de la Plaza en el que nací…diez minutos más y hubiera nacido en medio de todo; entonces tenía jardines en el centro y hasta flores de vez en cuando. Pero la luz solo hace como que se va, una se va y otra viene, igualito que las mujeres…al fin y al cabo, ellas son la luz.

El crepúsculo en la Plaza es tan lento como un desfile de cojos…y así es mejor, porque el orgasmo es más duradero. Tengo almacenados en el estante de los recuerdos recuperables la mayoría de las memorias, estéticas y de las otras, ocurridas en este perímetro mágico. Hace cincuenta y cinco años, en un día de marzo como este, nací en el número cinco, primer piso, de esa casa con balcones a la Plaza. Fue sucesivamente: vivienda, almacén de telas y alfombras, oficina, refugio de soledades, estudio de pintura, de decoración, de fotografía…y hasta granja de pollos! (pero esa es otra historia ).

Mi primer recuerdo vívido es ver amanecer en el otro lateral del cuadrángulo, desde mi balcón corrido…la luz bajando e iluminando la piedra fregadera, dorada por miles de soles…tercer piso, segundo piso, primer piso, los arcos y la gente, la gente de esas horas, los basureros, el ruido de sus escobillas y las tapas metálicas de los recogedores, casi música de jazz en extraña síncopa…y el olor fresco del riego reciente.

El segundo, o quizá en desorden, la Plaza henchida de gentes que vitoreaban a Franco. La mirada se me iba de los militares armados, que cubrían la carrera, al balcón del Ayuntamiento…para descubrir a mi padre entre los que lo llenaban. No recuerdo la llegada del ínclito caudillo, solo recuerdo el ruido estentóreo de las motos y las sirenas, el sonido seco y duro de las culatas de los mosquetones sobre el suelo, a las voces de: presenten!– armas!…y miedo, no sé porqué, sentí miedo.

Casi el mismo miedo que sentía en otro de mis momentos almacenados en la memoria…los momentos previos a la entrada en la Plaza de las procesiones de Semana Santa, con aquellos ” pasos ” que se me antojaban terroríficos, aquellas rítmicas cornetas y tambores, aquellos penitentes descalzos, los capuchones, la luz bailante de las velas, la proyección de las sombras magnificadas en las fachadas…y un silencio, a veces, casi masticable.

Se está haciendo de noche pero yo sigo, ya con mi segundo café con helado, esos “blanco y negro”, perpetuum mobile de mis asentamientos en las terrazas de la plaza… A la plaza yo siempre he venido a tomar café, cualquiera que fuera la hora, y son las siete y media…” que, a más de una hora, señora, las siete y media es un juego…” y en realidad  lo es, un juego mágico, un juego relajante, un juego con un solo y maravilloso premio: el bienestar…paso previo y necesario para un momento de felicidad.

Alehop! …y el prodigio se ha realizado, la magia de la plaza en acción!  Primero las farolas del suelo, luego las de los arcos, la luz interior, y por fin la de las paredes… Qué barbaridad ! Qué manera de llamar a las churriguerescas fachadas…donde hay confianza, da asco!

Hágase la luz!

Y la plaza toma un nivel diferente, un cariz dieciochesco, en cualquier momento puede aparecer algún embozado, bueno, al fin y al cabo, estamos en carnaval, no tendría nada de particular.

Volvamos a los recuerdos…si me dejan los tres americanitos sentados en la mesa de mi izquierda, diciendo bobadas  e  inexactitudes…casi tan bobos como el idiota del teléfono móvil, de a mi derecha, empeñado en gritarle al aparatito…No pueden conmigo, son más fuertes mis recuerdos.

El tercero, o mejor ya no llevo más la cuenta…son tantos! 31 de diciembre de 1.979, en el amanecer del año ochenta—ya más de veinte años!—John Hyde, inglés, pitañoso, cuasi albino, medio ciego, y fotógrafo ( ! ), amigo silencioso y dueño de un alma cándida, por entonces con una novia que me gustaba casi más que a él…olvidando momentáneamente su educación anglosajona, empeñado en lanzar botellas de champán (vacías, claro está! ) al aire, para fotografiarlas al reventar contra el suelo enlosado de la plaza…para momentos más tarde, y como vulgares faquires, tendernos sobre los cascotes de cristal en el punto medio exacto y poder ver, única manera de hacerlo, las cuatro fachadas de la plaza, al mismo tiempo y de un solo golpe de vista. Todavía conservo una cicatriz en el cogote y una sesgada remembranza de la bronca que me llevé al volver a casa, tarde…o pronto, según se mire…bastante borracho y con la espalda ensangrentada. En aquel tiempo, ya estaba casado, en primeras nupcias…pero esa es otra historia.

Recuerdos…recuerdos…mi primer y único accidente automovilístico, conduciendo yo, fue en el lateral de la cafetería Altamira, donde se sentaban los de izquierdas. Las mujeres de izquierdas han sido siempre más atractivas que las de derechas y sé que al decir esto algún golpe me voy a llevar, pero como estoy tan lejos lo más que pueden hacer es reírse de mi afirmación y, si acaso, entrar en dura y cruda diatriba, con pelos y señales y preconizando campeonas por cada parte…la sangre no llegará al rio, estamos todos y todas ya muy mayores…en otro tiempo hubieran salido a la palestra las navajas barberas y las lenguas viperinas… Volviendo al accidente…entonces, se podía entrar con los coches y circular por toda la plaza, entrando por el arco de Zamora o por el de la Rúa, el del Gran Hotel tenía, y tiene, escalinata—lo que no era obstáculo para algunos—y saliendo por el Prior, San Martín, o la calle Toro, antes Generalísimo Franco, antes Toro…como les gusta decir a algunos salmantinos.

Bueno, pues el accidente no fue ni muy espectacular, ni sangriento, excepto para mi vergüenza y mi sentido del ridículo. Yo iba camino del fútbol, a “sufrir” en el viejo campo del camino del cementerio, con su anglosajona tribuna de madera, pintada del mismo color gris que los aviones militares de la época y con sus altavoces desprendiendo continuamente, en previos y descansos, la música de las marchas americanas de John Philip Sousa y que para siempre, en mí, se quedaron como música deportiva. “El Calvario”, que así se llamaba…y que podía serlo para la sufrida afición local o para el equipo visitante, cuando soplaba el viento futbolístico a favor de los salmantinistas.

El caso es que en medio de la circulación por la plaza avisté una rubia magnífica, sentada en una mesa de la terraza del café Altamira, con sus piernas y su airoso y aireado peplo puestos al sol septembrino…era la nunca bien ponderada “Apostólica”, así la llamábamos mis compañeros de colegio y yo, un pedazo de mujer impresionante; su asistencia a la misa colegial de los domingos, vivía enfrente del colegio de los Maristas, convocaba una masa de “creyentes” enorme que solíamos colocarnos a los alcances de aquella hembra espectacular. Su “apostolado” fue grande y aquellos curitas, o hermanos, como se les llamaba, nunca supieron cuál era la razón de tan gran asistencia al oficio sagrado.

 En fin, que admirando a nuestra misionera no advertí que el tráfico se había detenido y empotré el morro del sufrido Renault 4-L ( el “cuatro latas” ) del negocio de mi padre, con su publicidad en el lateral de las puertas y de un “discreto” color amarillo chillón, para más I.N.R.I. de mi crucifixión pública, hundiendo lamentablemente y con gran estrépito el parachoques trasero del coche que me precedía…y para mayor escarnio y ridículo, los circunstantes de la terraza, que se habían apercibido de mi despiste y su razón, me dedicaron un rechiflante y sonoro aplauso, a más de algunos irónicos comentarios cuando me apeé del coche para hacer la diligencias de rigor con el otro automovilista…

Ah! Mi Plaza…cuantos recuerdos, cuantos colores, cuantos amores, cuantos olores, cuantos momentos…los malos no los recuerdo, si es que los hubo…solo los buenos, los bellos, las luces de las diferentes horas, los ratos con los diferentes amigos, los brillos en los ojos de las diferentes mujeres…cuántas? No lo sé, pero podría desgranar los nombres como las cuentas de un rosario…al menos las más importantes…las Padre Nuestro, aunque hubo también muchas Ave Marías… 

Y el aire de la plaza!  Ese aire y ese olor a rincón de burladero, unas veces, y a fresca elevación de rocío mañanero, otras…olor  a copas nocturnas, a etapa previa del sexo, olor a embrujo femenino, besos en sombra, olor y sabor del deseo.

Que es el recuerdo, sino volver a vivir?

La plaza no es para cerrar los ojos y pensar, es para abrirlos y contemplar…la vida pasa por ella y yo siempre vuelvo a ella, novia perfecta. Pero la plaza puede ser también hombres, amigos, compañeros, algunos que ya no están, Pepe, Carlos, John…domingos de chorizo y vino, amistad y alguna que otra fotografía, disfraz de la felicidad…

Y en el colmo del disfraz, la Plaza…ella puede ser muy suya, muy especial, única…

“La Plaza en un antiguo grabado de tauromaquia.”

“La Plaza en un antiguo grabado de tauromaquia.”

Disfrazada de plaza de toros, aunque el momento fuera memorable, una corrida nocturna con todos los pronunciamientos…me quedo el brillo de las cien mil lentejuelas…hubiera preferido la magia de una corrida del siglo XVIII, con sus alanceadores sin peto, sus banderilleros desdentados y de faca en la faja, sus diestros siniestros, de atormentados pasados y peores futuros… el público, más o menos, sería el mismo, el mismo que me rodea ahora…la gran variedad de gentes que puede concurrir a esta plaza…y esa variedad salmantina, especie lamentablemente en extinción, los del toro, autentica ganadería de ganaderos, “aristócratas” con fama de ” no dar  ni chapa “, siempre dispuestos al toro, al cerdo, y al cordero en sacrificio…hablando, entre café y café, de atormentados pasados y peores futuros, dinosaurios con escamas quitinosas y ya ni siquiera embestidas peligrosas…

Aquellas corridas—que pena ser tan moderno!—con tablados sin casi burladeros, aquellos mantones y colgaduras en los balcones de la plaza, aquella atmósfera, seguramente acre, aquellas mujeres gordezuelas de los viejos grabados, resignadas a papeles secundarios; entonces la fiesta de toros era un desafío masculino de torvos personajes que aprovechaban la fama del matador y sus acciones para justificar una triste imitativa, no tan diferente de la actual con los divos de la canción moderna o la de algunos personajes de la vida pública…

Alguna vez, incluso, se pretendió… pero la Plaza nunca fue foro político, aunque hasta crímenes políticos se han celebrado en ella…político o no, un crimen es un crimen…descansa en paz, espero, el alma del alcalde republicano Bravo ( su apellido le perdió, probablemente ) que fue toreado, banderilleado y muerto a estoque, a manos de falangistas a mediados de 1.936…en pleno centro de la plaza, una de las memorias más indignas de ella que conozco; quizá si la unimos a algún posible “ajusticiamiento” en épocas anteriores, las de candil y velón…y parece mentira que la palabra justicia se emplee para ser blandida por el hacha o por el “garrote vil” del verdugo.

Digo…no recuerdo grandes mítines, solo conciertos, teatros, movidas de la diversión. En Salamanca no se ha hecho política publica desde que Fray Luis de León dijo lo de: “decíamos ayer”…el resto han sido asonadas de pronóstico leve y reuniones “familiares”. Ni Tianamen, ni Trafalgar, la Plaza Mayor de Salamanca es otra cosa…

La Plaza nunca ha tenido artistas especializados en ella, es tan bella en su propio ser que el clasicismo no puede con el castizismo y a la vanguardia lo que le gusta es andar, o sentirse, o sentarse en ella…pero inmortalizarla, ella ya lo es de por sí.

“La espera.” Photo by José Nuñez Larraz.

“La espera.” Photo by José Nuñez Larraz.

Si acaso, los fotógrafos se han atrevido con su facies, con variopinto éxito. Pintores y escultores han rehuido el enfrentamiento. Eso sí, poetas, cantores, historiadores, cronistas…más o menos acertados con su referente, de esos ha tenido unos cuantos y me temo que los seguirá habiendo. La veda de cantar a la Plaza Mayor siempre ha estado abierta… sedante para hipertensos e hidromiel para el emigrante…con solo unas horas en ella se le curan a uno todas las neuras que la ausencia produce.

Esa plaza que zumba y gira, centro de la apacibilidad tan gustada…la que decía Cervantes: ” Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado” …aunque ayer me explicaba el inefable José Luis Cascajo (al que su apellido no le hace justicia, pues se conserva muy bien y con gran humor) que, para vivir en Salamanca, hacía falta ser franciscano o, por lo menos, tener un sentido ascético de la existencia.                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

Tú—mi Plaza—que has visto el correr de mis días en dirección a la arruga, que no es tan bella como pretenden, sobre todo los que ya han caído en ella. Tú, que las arrugas te respetan, que te mantienes lisa y rozagante, como moza del Zurgén, el peor arroyo del mundo, si exceptuamos al Manzanares…al fin y al cabo, las mozas del Zurgén pueden pasear por ti, las del Manzanares tienen que contentarse con una plaza de “segunda”.

Tú, a quien los siglos también respetan, siempre que algún tonto politicastro, aliado con algún estulto diseñador de aparcamientos subterráneos no se empeñe en hacerte tambalear, guárdate para mí como novia temprana o como mujer gitana, no permitas que te toquen y, siempre, cuando vuelva a ti, bésame como si fuera la primera vez y hazme el amor con tus recuerdos.

Aunque me acueste de vez en cuando con la del Duomo de Florencia, que no deja de ser una amante—esas italianas!—te seré fiel toda la vida y volveré a ti, siempre que me lo pidas o se me resbale la lágrima interior.

Todas las demás plazas…no cuentan.

Luisma en 1973, con la Rollei y la Pentax. Photo by José Nuñez Larraz.

Luisma en 1973, con la Rollei y la Pentax. Photo by José Nuñez Larraz.

Luis M. Jiménez-Ridruejo.- Houston, Marzo del 1999. (Corregida en Maypearl, Texas en 2020.)

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Trabajar la Foto en el Estudio…

“Piletas de agua corriente al lado de la cama! Otro lujo…” Photography by S.

“Piletas de agua corriente al lado de la cama! Otro lujo…” Photography by S.

Por culpa de la siniestra pandemia, estoy dedicando más tiempo—mucho más de lo que hubiera pensado—a la fotografía que a la pintura y la escritura. En cualquier caso, es bueno y me doy cuenta, perfectamente, de lo que esto ha mejorado mi “producción”. El hecho del asentamiento y la mejora de un espacio, ya de por si agradable; la sala de ‘corte y confección’ de ‘positivos’, hoy convertida en rincón de siestas (necesarias, cada vez duermo menos y peor), lugar de lectura y contemplación inquisitorial de imágenes (estudio, taller, laboratorio, factoría…). Con música es la perdida soledad sonora, algo casi monacal. Unas fotografías que desde lo digital y la visión de la cámara por el ocular y la pantalla pequeña te permiten algo impensable, imposible pero deseable, hace no muchos años; replicar al instante una foto, cambiarla a voluntad, “mejorarla” si necesario fuera. Sin perder el original de referencia, un “lujo” que a seguro soñarían aquellos fotógrafos de las placas, y otros como yo soñamos, también. No hace tanto. Hoy, es realidad.

Además del espacio agradable y multidisciplinar, con su eco de antiguo laboratorio. Piletas de agua corriente, al lado de la cama!  Otro lujo, aunque no tenga muy claro el para qué; incluida la luz roja de seguridad, allá arriba, fijada en el cielo raso y todavía practicable, ya solo para jugar, con la gata…— “películas de terror de los años sesentas”. Onírica fotográfica. Un computador y una pantalla ‘grande’ permiten la continuidad de estos sueños de imágenes ‘reales’, listas para su manipulación mental. El trampolín de la dichosa y nunca bien ponderada creatividad. No hay trabajo equivalente en la ‘nueva’ fotografía, solo una herramienta—un ordenador—, menos espacio y más limpieza. Ahora hay un nuevo significado para el ir a “hacer fotografía” (añoranza del siempre maestro, Pepe Núñez) y es doble: uno, salir a disparar la cámara y el otro, ir al laboratorio de imagen, con tu copia digital ya preparada y apretar el botón, o la tecla, del ordenador en la impresora (que es el que manda a día de hoy). Muy higiénico todo y sin los clásicos olores a revelador, fijador y humectadores. Ah!  Y sin las aventuras en las obscuridades rojizas. (¡Suspiro!)

“…un posible diálogo con la naturaleza…” Photography: luisjimenezridruejo.com

“…un posible diálogo con la naturaleza…” Photography: luisjimenezridruejo.com

Mi fotografía actual es una especie de búsqueda de un posible diálogo con la naturaleza. Un examen de formas, color y significados. No necesariamente paralelismos, o evocaciones, del mundo o los mundos que me rodean. La grandeza en la fotografía está, como en la literatura, a menudo conectada con el particular “feeling” (sensación, impresión, apariencia…) con la naturaleza de la región en la que se vive, o de la que se es nativo. Texas es mi región “nativa” como americano. En lo visual, el color dominante, los colores acostumbrados, la geografía, los cielos, las tierras, los ciclos de plantación y cosecha, el clima y sus cambios de color. En mi caso, atracción personal de origen desconocido, el espléndido colorido del reino vegetal. La caída de las hojas, el paso de un espacio aéreo a otro terráqueo, pluralidad y complejidad de acuerdo con el clima y el “tiempo de vida”. Y, una vez que la hoja llega a tierra, la caída no es la muerte, es solo un largo final hasta la molturación a polvo, hasta que se confunde con el suelo de la pradera; otra visión diferente. Las partes de esa naturaleza y la luz que las ilumina. Una idea que se convierte en otra idea. Cada foto es un pellizco de luz, una parte de mi “pizzicato” de apreciación de la naturaleza y su misterio. Todo con dos dedos y el espacio de una pantalla iluminada, y rodeado por los reflejos de esa maraña natural que parece corresponderme.

“Algo has visto que te ha llamado…” Photography: luisjimenezridruejo.com

“Algo has visto que te ha llamado…” Photography: luisjimenezridruejo.com

Escoger una dirección en un trabajo artístico (fotografía, por ejemplo) es establecer una diferencia entre los motivos o las razones de ese trabajo, es proponerse unas jornadas, aun cuando todavía no se sepa lo que se va a hacer. Algo has visto que te ha llamado la atención, y cuando esta llamada se repite, empiezan a palparse las diferencias y las razones de ellas. Una luz, un brillo, un color, multiplican sus distancias formales, acorde con la orientación, el tiempo y cien mil otras razones. Por eso nunca dos fotografías son iguales; como dos viajes nunca son iguales— que diría J. Steinbeck—, “no nos vamos de viaje, el viaje viene con nosotros”, no solo trabajamos una foto, ella nos busca y establece las diferencias de atractivo. Ahí desembarca el final de la ecuación, lo que podíamos llamar: ”el estilo”, que no es más que la contestación de unas neuronas a otras, cuando cohabitan juntas en el mismo cerebro. Como un conjunto de “verdades como puños”, que diría Dionisio Ridruejo; las verdades del arte que nacen en esas horas, ricas y plenas, del estudio, la auténtica factoría del arte. Hacer que el pintor, el fotógrafo, el artista, se entienda a sí mismo. “No es tan fácil”. Leonardo Da Vinci dixit.        

“…visión de aquello que esté delante de la cámara…” Photography: luisjimenezridruejo.com

“…visión de aquello que esté delante de la cámara…” Photography: luisjimenezridruejo.com

Todo es complicado, siempre lo ha sido. Ampliar la verdad del “nuevo negativo” que ya es para siempre “positivo” (virtual), decidir el formato, de acuerdo con tu propio concepto de cualidad, y definición. RAW o JEPG, dependiendo de para qué se use la foto. La repetición continua de herramientas y los procesos, de espacios. Salvo grandes tamaños, “dejo” que JPEG. “haga” mi trabajo y me ofrezca mi propia visión de aquello que esté delante de la cámara. Mínimos trabajos mecánicos, cortes, composición y casi nulos trabajos digitales. El ordenador para leer y escribir. No es mi interés el RAW, solo en motivos especiales y a gran tamaño. Para alguien que viene de la fotografía en B y N, y el primer color evanescente (parecían colores blanqueados con lejía) cualquier color digital es triunfal. Trabajar en el estudio, rodeado por estas imágenes familiares y en busca de una especie de ficción, búsqueda de la forma, que es lo que significa (del Latín: ‘fictio’…formarse, aparecer). Una delicia de dedicación.

Luisma, Maypearl TX                   15 de Diciembre del 2020

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Viaje a Inglaterra (Durham)

“…en lo alto de la colina, donde ahora están el Castillo Normando y la                                       Catedral…” (Image by: thisisdurham.com)

“…en lo alto de la colina, donde ahora están el Castillo Normando y la Catedral…” (Image by: thisisdurham.com)

En tiempos de pandemia lo suyo es escribir de viajes y, por tanto, rememorarlos. Huidas de la realidad, si es posible. Leyendo mi post anterior sobre Londres, parecería que no soy muy admirador de la capital del UK. Y, es así, no es santo de mi devoción. Prefiero NY, Paris, Madrid, Roma, incluso Viena. Todas estas ciudades son “iguales”, excepción hecha de los ‘monumentos’ más significativos. Y la salvedad de New York—distinta a todas—que es la capital del mundo. Todas intentan hacer mímica al espejo de La Gran Manzana. Salir de Londres en tren, camino de Durham, es un alivio. Sabes que tienes unas horas de traqueteo, para “cambiar el chip”.  Se trataba de descubrir y recordar un viejo sueño: hollar los blandos verdes y pisar, a mansalva, los adoquines de La Pérfida Albión (repito, los clichés tienen sobre mí un enorme poder balsámico). Zambullirme en el “country” inglés, con mi idioma—allí le dicen apaisanado o paleto—bien afilado en “Las Colonias”, y tratar de pasar desapercibido como heredero fiel de La Armada. El caso es que, a las veinticuatro horas de llegar a Inglaterra, empujé Londres hasta el tramo final de mi viaje y me fui a Durham, en busca de B. y de otros paisajes, otras historias.

La estación del tren, King Cross, era una antigualla, monumento al ladrillo y que olía a eso, a viejo ladrillo, mojado desde mediados del siglo XIX; rodeada de vallas de obra que tapaban calles descarnadas, con el particular aroma ácido de los subterráneos removidos. Nada maravilloso hasta salir el tren a campo abierto, después de los suburbios inacabables del norte de la City. Aire fresco y lluvia, siempre lluvia, tamborileando las ventanillas del tren. Cuando llegas a las Islas, te ponen una nube encima, que te acompaña a todas partes donde vas, día y noche. ¡Como a Mafalda, pobre!  Quizás por eso tengo una visión borrosa y gris del “country” inglés. Un cliché más. Llegar a la ciudad es como llegar a una película de Harry Potter, saltando por el empedrado y acariciando los líquenes de los muros; de hecho, una buena parte de sus películas está rodada allí. El Gran Hall del Colegio Hogwarts y su claustro son, a su vez, interiores de la catedral de Durham. Me doy cuenta de tener sensaciones extrañas, una mezcla entre Santiago de Compostela y Segovia. Una ciudad-catedral—el área también tiene acueducto y puentes romanos—con esas calles estrechas y tortuosas de las poblaciones medievales. Tengo la impresión de que, de un momento a otro, una partida de a caballo va a embocar la rúa, sacando chispas de las piedras y reflejos de las cotas de malla. Todo muy cinematográfico, o más al día: muy televisivo.

The Hadrian’s Wall.  “…hollar los blandos verdes…a caballo entre Inglaterra y Escocia…un paisaje delicioso…” (Photography: Rick Steves)

The Hadrian’s Wall. “…hollar los blandos verdes…a caballo entre Inglaterra y Escocia…un paisaje delicioso…” (Photography: Rick Steves)

La historia de los orígenes de la ciudad también ayuda a la similitud, con su grupo de monjes que se asientan en lo alto de la colina, donde ahora están el Castillo Normando y la Catedral, y dejan de “mover”, de un lado para otro, el esqueleto-reliquia de Saint Cuthbert, como si fuera un Santiago británico. Ciudad de peregrinaje medieval, su historia parece sacada de una novela de Ken Follett, ¿o será al revés?  Con sus Señores-Obispos, de poderes omnímodos, que, con una mitra como corona, ascienden a la categoría de Príncipes-Obispos. Extraño sitio, a caballo entre Inglaterra y Escocia—nunca mejor dicho—, con sus industrias principales, ya obsoletas: minerías de carbón, fábricas de mostaza y sobre todo de alfombras. Al presente, solo le queda la Universidad y el turismo. Una península delimitada por un meandro del rio Tyne, un paisaje delicioso. Residencias estudiantiles o de postgraduados que son viejos castillos apañados para el efecto; con habitaciones grandes y altas de techos, ventanas ojivales que dan a precipicios del roquedal de asiento, sobre unos fosos que devuelven el eco de mis interjecciones en lengua castellana. ¡Que diferentes de los secos y caliginosos castillos de mi Castilla!

Llegar por la tarde, ya vencida y casi sin luz natural, a una catedral post-románica y pre-gótica, es como entrar en una sala de cine, un poco antes de empezar la película, en medio de un silencio ensordecedor. Si se ve, o no se ve, dentro de la catedral, es patrimonio de las sombras, si estas se mueven o no, una cuestión de imaginar la historia acumulada entre esos muros que huelen a centurias remotas. Las vidrieras empiezan a dar la transparencia hacia afuera, con la luz de cuatro velas. Parece que algo esté pasando, allí dentro, aunque no haya nadie. Empujo, a la vez que entro despacio por una puerta inscrita en el portalón, el que solo se abre en las grandes ocasiones. Busco un asiento detrás de una de las enormes columnas. La obscuridad se va condensando conforme te acercas al fondo de la bancada. Dos cabezadas y la siesta te gana, acompañando la eternidad de los que “reposan” bajo estas bóvedas.

“Jozef Boruwlaski, ‘El pequeño Conde’, violinista…tan solo 99 cm.” (Grabado. Wkp)

“Jozef Boruwlaski, ‘El pequeño Conde’, violinista…tan solo 99 cm.” (Grabado. Wkp)

Algunos, si no famosos, al menos son destacables. Saint Cuthbert, harto de merodear, por toda la Gran Bretaña, con su piquete de monjes negociantes, de osario a santuario, acaba en esta catedral, con su esqueleto entero, sin despieces. En aquellas calendas, las reliquias santorales eran un buen objeto de lucro. Un sueño eterno cuajado de turistas vistos desde su privilegiada posición: pisado por todo el mundo, como Carlos V en Yuste. Al fondo y ya sin velas, el nicho del Venerable San Beda, historiador de lo anglosajón, único inglés Doctor de la Iglesia Católica. Buen comedor, la obesidad no impide la santidad. Y en la capilla de los Nueve Altares, el más inopinado enterramiento, el de un minúsculo personaje polaco: Jozef Boruwlaski, un caso singular. Llamado: “El pequeño Conde”, violinista, guitarrista, y reputado como el último “enano de Corte” en el siglo XIX. Murió a los 97 años, midiendo tan solo 99 cm. A su lado y haciendo su amistad personal eterna, un famoso actor de la época: Stephen Kemble. Un hombrón de casi dos metros.

Me despierto despacio de un sueño que evoca a estos personajes. Tres bancos delante de mí, ajenos a mi presencia, una pareja joven se besa apasionadamente, su tejemaneje parece que es algo más que eso. Imagino que saben a qué soledad venían.  Me vuelvo a dormir cansado, no sé cuánto tiempo; en realidad, yo no debería estar aquí. Cuando vuelvo en mí oigo, en el otro fondo de la nave, un canturreo quedo. Es una sombra monacal con capucha, trajinando con un atril de velas encendidas. Al fondo, un rosetón de luz azul claro-obscura, me indica que ya es noche casi cerrada. Me deslizo silenciosamente por la puerta al exterior. Ya no llueve y las luces blanquecinas me arrastran a una calle con aparente tráfico. Huele a obrador de pastelería, que no sé de donde viene, es una calle sin escaparates. Dentro de este desangelado pub, donde he quedado y espero, no hay nadie y no tengo claro si es que es muy pronto, o muy tarde.

“…una sombra en traje talar, con una cruz votiva en ristre, encabezando…es una procesión!”  (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“…una sombra en traje talar, con una cruz votiva en ristre, encabezando…es una procesión!” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

 Sentado en un rincón, mirando al exterior por las ventanas cuadriculadas, miro la calle cuesta abajo, de pavés empapado. Pequeños regueros de agua se deslizan, devolviendo brillos a las luces mortecinas. Al pronto de una bocacalle lateral sale una sombra en traje talar, con una cruz votiva en ristre, encabezando…es una procesión!  El desfile, gente de negro y mujeres con velo, rodea unos portadores con un féretro…es un entierro!  El ataúd está cubierto por una bandera blanca, familiar, en el centro un escudo redondo con las siglas -Mcf – cruzadas por una banda diagonal morada, y encima una corona real (!?). Extraña patria, extraños himnos silentes. Las notas cadenciosas de dos chirimías y un fagot acompañan el final del cortejo que se esfuma calle adelante. El camarero me informa que se trataba de un turista encontrado en la catedral esta mañana. Me doy cuenta, espantado, y perturbado tratando de divisar las sombras que se escapan a lo lejos… Había asistido a mi propio entierro!

Alguien me mira, inquisitivamente, desde la puerta medio abierta del pub. Viene hacia mí, con una sonrisa enigmática. Es B., la gallega de Durham. Pero esa es otra historia…

Luisma, Maypearl TX                    15 de Noviembre del 2020

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Viaje a Inglaterra (Aires de Londres)

“… la Noria dichosa, que más que un ojo es un lunar…”

“… la Noria dichosa, que más que un ojo es un lunar…”

Nunca había escrito nada de mi primer viaje a Inglaterra, con el que rematé mis aventuras del siglo XX y de paso contacté con el territorio original de lo anglosajón. Simplemente, quizás por culpa del idioma, nunca se me había ocurrido saltar el Canal de La Mancha. Francófilo y francófono, para mí Europa empezaba en los Pirineos y, por el oeste, acababa en Normandía. Un montón de años después, tras casi una década en los USA, mi ‘proficiencia’ ya estaba lista para intentar conducir por la izquierda, beber “ale” y desayunar carne con mermelada. Atroz. Husmear la diferencia entre los súbditos del rey y los siervos de la democracia. Vagabundear, al fin, por el histórico territorio enemigo. Ah! La Pérfida Albión…(los clichés son como flotadores de playa, rosquillas de caucho). De que flecos del Imperio Británico habían sacado la idea para el Imperio Americano, aquellos Padres de la Patria, los Fundadores de los EEUU, que a este paso van a perder hasta lo de la Unión…

Siempre había intentado saber algo más de las Islas que lo propio, lo histórico, lo consuetudinario, pero la falta del idioma, resuelta cambiando la “grandeur” por esa lengua medio bárbara de la monarquía rara de los británicos—tan rara como la nuestra—me lo impidió, o nunca me catapultó allí. Los Tercios tampoco saltaron La Mancha, el Canal. Una pena. Leyendo en inglés lo que fue escrito en esa lengua, acabe hablándolo. ¡ Y ahora, hasta me gusta! Viendo letreros pintados en los tejados, mientras vuelo sobre los suburbios de Londres… Y en esto estaba pensando cuando, al pronto, después de largas horas atlánticas, salíamos de una nube e inmediatamente rodábamos por el “Tarmac” de Heathrow. Un Londres que me recibía lloviznando, para variar y para anunciarme todos los clichés habidos y por haber. El viento, un aullido musical, pero un aullido. Heathrow, un aeropuerto en obras, con olor a pescado y patatas fritas con mal aceite; en realidad encontré que Inglaterra entera estaba en obras, o sus señalizaciones. Me dijeron que es una costumbre, en verano, instaurada después de la Segunda Guerra Mundial. Aunque a mí me pareció que estaban detenidas, quizás por falta de presupuesto. Pie a tierra y sigo con la obsesión del ‘no hacerme’ una foto con un “Beefeater” y otras muchas que acechan, en lontananza.

“ La Venus del Espejo, de Velázquez, la pintura que deja boquiabiertos a los espectadores anglosajones…” The National Gallery, London.

“ La Venus del Espejo, de Velázquez, la pintura que deja boquiabiertos a los espectadores anglosajones…” The National Gallery, London.

Después de mis primeras horas en el Londres más típico—seguía lloviznando, calabobos—paseando calles mojadas y riberas del Támesis, donde empezaba a insinuarse el “puré de guisantes”, que ya no permitía el disfrute del Puente y la Torre; y mucho menos el de la Noria dichosa, que más que un ojo es un lunar horrendo en el paisaje. Opte por callejear, City adentro, en busca de un hotel barato. Algo después y como seguía lloviendo, para variar, acordé conmigo mismo suspender el chapoteo callejero y al llegar a Trafalgar Square, decidí pedir un oportuno ‘asilo político’ en la National Gallery. Al fin y al cabo, era una de las razones principales de mi viaje a Londres: la visita, por fin en persona, a una ‘vieja’ amiga. La Venus del Espejo, de Velázquez, la pintura que deja boquiabiertos a los espectadores anglosajones, y no precisamente por sus obvias calidades pictóricas, que también. Dos horas de concentrado ‘voyeurismo’ colmaron mis expectativas, con un par de incursiones para saludar a Turner, que siempre anda ‘vendiendo’ paisajes, a punto de bruma, de sala en sala. Aquella noche pensé cuanto me hubiera gustado mirar por el ojo de la cerradura, aquellos posados; y que la modelo hubiese sido, realmente, la pintora italiana Lavinia Triunfi.

En realidad, los aires londinenses son vientos, fríos y desangelados, casi siempre húmedos, como los caracteres de sus héroes: Cromwell, Nelson… Mi único héroe del enemigo histórico ha sido siempre Milord Wellesley, Duque de Wellington y de Ciudad Rodrigo (con Grandeza de España), una rareza histórica, salmantino de adopción; a pesar del bombardeo de las textiles de Béjar y la Fábrica de Porcelanas, donde se le vio el rabo enroscado al inglés. “Nadie es perfecto”… como dice Joe E. Brown al final de “Con faldas y a lo loco”. Mi lista de insignes británicos es muy corta: Turner, el excéntrico, del cual, fuera de su pintura, sé poco. Bacon (era irlandés), otro raro; hispanista ganado para la causa, con los tintos de Cariñena, y los blancos de Riscal. No sé si nos legó, nacionalmente, alguno de sus cuadros. Deudas morales. Ya sé que este soporte no da para recuperar Gibraltar, ni para cogerle el gusto a dormir en las húmedas camas inglesas. Hablando del diablo… De la mujer británica, de momento ni comentario. Ninguna de la que tenga un buen recuerdo. Ni malo, tampoco. Algo es algo.

“Arturo de Wellesley. Duque de Wellington y de Ciudad Rodrigo. Grande de España.”                     Retrato al óleo por Thomas Lawrence, 1815-16.

“Arturo de Wellesley. Duque de Wellington y de Ciudad Rodrigo. Grande de España.” Retrato al óleo por Thomas Lawrence, 1815-16.

Y aquí entra la explicación de la ‘verdadera’ razón de este viaje a las Islas. Verme con B., una española estudiando y viviendo en Inglaterra, un amor “por Internet” en los tiempos de: “con sonido (telefónico), pero sin cámara.”  Algo impensable, hoy día. Pero, ese es otro cantar, es la otra parte de aquel primer viaje a Inglaterra. Las jornadas resumidas en dos ciudades y cuatro horas de tren, cruzando el país de sur a norte, de la desembocadura del Támesis a Durham, en la frontera con Escocia. Tentaciones de detenerme en Oxford, sobrepasadas por el apremio de reencontrarme con B., mucho más fuerte que la atracción oxoniense. No la veía desde que ‘descubrimos el pastel y nos conocimos’ pasando unos días juntos en la ciudad de USA más “fea” que conozco: St. Louis (Missouri); durante una escala de un viaje académico, de vuelta desde California a Inglaterra, organizada, precisamente para ello,‘conocernos‘ después de tres años de Internet.

Durham, ciudad todavía inglesa, aunque teñida de colores escoceses, tan cercanos ya en el ‘muro romano’ (Hadrian’s Wall) y a tiro de cañon de las gélidas playas del Mar del Norte, perdedero de la Armada Invencible… Durham, será el próximo ‘post’ de este viaje inglés.

Luisma, Maypearl TX                  3 de Noviembre del 2020.

 

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Receta: Silencio…

“…escrutar silencios escondidos en el estudio…” Photography: luisjimenezridruejo.com 2020

“…escrutar silencios escondidos en el estudio…” Photography:
luisjimenezridruejo.com 2020

Tengo una armada de galenos, cada uno siguiendo cada una de mis “maldades”, cada cual, con su cinta de color, un color para cada mal, y no hay más que tirar de ellas y seguir la actualidad de una u otra. Esto era de lo que me estaba acordando, leyendo unas notas no utilizadas para la confección de un post de hace tres años. En él, ‘criticaba’ o más bien, comentaba que, uno de mis múltiples médicos (todo esto antes de la era actual, del Coronavirus) me había recetado: Silencio, lo más posible, y evitar el grito (¡?) algo sorprendente e inusitado. Pensaba que el silencio, en mis circunstancias de vida actual, era fácil de apañar. Los vecinos quedan lejos y la radio y la TV están a tiro de botón. Igual, por supuesto, que el ordenador, email, websites, infos, etc. Todos ellos dominados por la maravillosa tecla del Mute, la de hacerse el sordo. Son las cosas de la vida moderna que nos atenaza a los que somos de otro siglo. Otro siglo en el que todavía se podía comprar el silencio más barato que en este y esto incluye el silencio cerebral propio, el último refugio a nuestro alcance.

Echaba una mirada mental a una lista de silencios manifiestamente mejorables: los que te impiden el sueño, llenándolo de imágenes sin voces y sin música. Imágenes a veces muy macabras. Esos silencios sin nombre, los que cubren el ruido de la soledad de la pradera; los que tapan el murmullo continuo de los oídos cansados de oírlo todo, a lo largo de los años. La pradera, salvo excepciones que la honran, tiene su propio silencio, uno de aquellos clásicos, aunque reformado, no hay martillo-pilón cadencioso que lo elimine; o se ha convertido en un chorreo de tiros de armas de diferentes calibres que huele a campo de prácticas, en una vieja guerra de trinchera y cantimplora. Solo el cielo sabe si no son del entrenamiento e instrucción de alguno de estos bestias, retrasados mentales, milites aficionados pero pertrechados a la perfección. Esos, que antes de pegarse a sí mismos un balazo en la sien, se piran matando al mundo en alguna escuela; o su correspondiente iglesia o restaurante, donde sin más se les va la olla y van dejando un reguero de sangre, sin encomendarse a Dios ni al diablo.

“S. anunciándome que: hay un montón de silencios, a la puerta, esperando…” Photography: luisjimenezridruejo.com 2020

“S. anunciándome que: hay un montón de silencios, a la puerta, esperando…”
Photography: luisjimenezridruejo.com 

Solo la música, clásica claro, instalada sobrenadando por las esquinas de las habitaciones, del estudio, por debajo de las camas y los aguamaniles. Músicas suaves, como las manecillas de un reloj, o los pétalos de las begonias. Músicas para escuchar tendidos en las alfombras de Yoga. Solo estas músicas aprovechan sus silencios, con propiedad. Los silencios que me pide el neurólogo y que no tengo claro dónde irlos a comprar… Oiga! Póngame cuarto y mitad de silencios de esos, de los dulces: por favor, envueltos para regalo, gracias!

Alguna vez he dicho que duermo bajo un silente Matisse (auténtico, firmado y numerado), que cuando no estoy en la cama, preside mi multifuncional dormitorio y en la noche, y la también silente obscuridad, sobrenada mis sueños. En uno de ayer: Un día, como hoy, pero hace muchos años, en verano hizo sesenta, estaba debajo de la silenciosa campana “gorda” de la catedral de Toledo (el original, el de España, no el de Ohio) que a más de uno ha dejado sordo al tañer brusca e inesperadamente. El silencio ‘dentro’ de la campana era suave y sedoso y yo tenía unos tapones de goma ajustados a los oídos, por si algún preste imbécil la hacía sonar inopinadamente. Sí, me acuerdo de su sonido, un pequeño pero claro ‘gong’ que produje con las uñas, ‘tic-toqueando’ la fundición, y la calidad de su nota musical se me quedó para los restos. Aunque lo más impresionante era su silencio amenazador. Eso y el olor a saín y madera vieja, allá en lo alto de la torre y en el fondo de mis sueños, que también guardan los olores, y los viejos silencios.

“Lo único que rompe el silencio es el viento marchándose” Photography: luisjimenezridruejo.com 2020

“Lo único que rompe el silencio es el viento marchándose” Photography: luisjimenezridruejo.com 2020

Y aquí estoy rebuscando algunos que le puedan valer al neurólogo para la ocasión. En medio del silencio total del espacio—propio del fondo del mar pelágico en el que estamos—me pongo ‘oído avizor’ a escrutar silencios escondidos en el estudio, que es como una isla de este mar, una isla aislada (valga la redundancia gloriosa). El primero que encuentro, al pronto, es la voz ténue de S. anunciándome que: hay un montón de silencios, a la puerta, esperando para entrar y ser admitidos en las delicuescencias de este paisaje interior. Aquí, cuando viene alguna soledad sonora, con la intención de romper el silencio, repetidamente, al notar la falta de bienvenida, se da media vuelta y se aleja reculando, como el rico en una vieja milonga argentina del siempre recordado Cafrune: “…y el rico guicha la puerta y se aleja reculando…” La verdad es que adoro los silencios mútuos de la pradera. Torres y campanarios es lo único que echo de menos, con los parvos sustitutos de los depósitos de agua, en estas planicies de tierras rajadas por la solanera, que solo necesitan una nube blanca descargando, para hacer rebrotar la alfombra verde, sobre la piel agrietada por los soles diarios. Lo único que rompe el silencio es el viento marchándose.

El ‘encantamiento’ del silencio, según el acreditado mago Harry Potter, es uno de los más difíciles de conseguir, con la varita mágica. ¡Lo he intentado muchas veces, pero, “…que si quieres arroz, Catalina…! Ni los graznidos de los cuervos, ni el croar acompasado de las ranas que van y vienen de la charca, detrás del estudio, se dejan encantar, así ‘por las buenas’. Como aprendiz de brujo, no tengo ningún futuro y, además, el encantamiento parece ser que fuese solo temporal. Una pena. “Expecto patronum”. Del silencio se puede escribir, y suena… Eso sí, es invisible, muy difícil de pintar, y casi imposible de fotografiar.

Luisma, Maypearl TX                 15 de Octubre del 2020

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