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Arte es arte

Mis chicas en mi Prado. Las echo de menos

Mis chicas en mi Prado. Las echo de menos.

No hace mucho tiempo estuve en la Phillips Collection, en Washington D.C. Un pequeño museo de arte que contiene algunos de mis cuadros admirados de siempre. De esta ciudad, una de mis favoritas de todo el mundo que conozco, tengo que escribir mas largo y sobre todo mas tendido.

No es de ahora, es de siempre. Es algo habitual en mi. Cuando veo buena pintura me dan ganas de pintar, generalmente después de visitas a los grandes museos y nunca viendo reproducciones, por exactas que estas sean. Así mismo, cuando leo cosas buenas me dan ganas de escribir, supongo que en ambos casos es la emoción de la obra bien hecha o la captura de ese intangible llamado: arte. Me gusta pillar arte donde quiera que lo encuentro, a salto de mata, para ello voy siempre escopeta en mano y ojo avizor. Últimamente me cuesta bastante trabajo encontrarlo a buen precio, quien sabe porqué? Seguramente la culpa es mía por relajarme en la búsqueda.

Que cosas pasan! Encontré arte para apreciar, hace unos días, revisando algunos partidos de fútbol de mi Real Madrid; de la pasada temporada, de la 31 victoriosa. Los tengo grabados de un canal futbolístico de la “tele” americana llamado Gol TV, en el cual los disfruto pese a los descocados y a veces estúpidos comentarios de sus locutores. Los pobres basan sus comentarios en extracciones, mal que bien entendidas, de la lectura del AS y el MARCA. El cielo nos valga! Ninguno de estos dos periódicos deportivos tienen cabida en cualquier acepción de arte. Una vez de ciento al viento hay algo semejante a lo artístico en sus contenidos. El arte al que me refería era la calidad del juego del capullo de Guti. Que artista!

Arte en una televisión, en un partido de fútbol? El arte se encuentra y se degusta en cualquier circunstancia propicia. Digo esto, a propósito de que acabo de salir del baño, de la bañera, uno de los muchos sitios en los que leo. Estaba con un libro de Javier Marías, leerle y releerle es casi un placer diario. Sus relatos cortos o sus artículos de periódico, por viejos que sean. Sus novelas son ya otra cosa, la mayoría las he leído una vez y basta, de momento. Comparto con él un madridismo beligerante, aunque no furioso ni cerril, como el de otros. Eso si, leyéndole, siempre tengo la impresión de leer arte y siento lo mismo que ante una buena música o un buen cuadro. También siento envidia cochina, aunque sana.

Siempre estoy tratando de escribir mejor y usando el mejor cebo para pescar, la lectura. Leer mas. Leer mucho y de todo. Si es bueno, dos veces mayor placer.

Luisma, Maypearl (TX)   27 de Abril del 2015

[Originally posted in August 2008 on Dust, Sweat and Iron]

 

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El Tío de las Gafas Verdes

Fachada principal del Museo de Arte de Cleveland.—Quieren que sepas que está abierto

Fachada principal del Museo de Arte de Cleveland.—Quieren que sepas que está abierto

Para celebrar un cumpleaños, lo óptimo es visitar un museo de arte y si es la primera vez que lo ves, mucho mejor. Es una de mis manías, otra es trabar “conocimiento” con alguna de las obras exhibidas y “adoptarlas” como amigas y, por lo tanto, visitarlas siempre que la ocasión se tercie. Esto fue lo que hice unos días atrás visitando el Museo de Arte de Cleveland, en Ohio.

Un museo grande, aunque no grandioso; es uno más de esos típicos museos de las ciudades americanas de cierta importancia, con sus colecciones pequeñas, escasas de obra y limitadas de interés, salvo casos excepcionales. No todo el mundo puede tener el lujo de una colección con la enormidad y la magnificencia del Museo del Prado. Estamos muy mal acostumbrados, nosotros, los españoles. En América y en muchos casos, colecciones privadas abiertas al público son mejores y más completas que las de los museos “oficiales”, patrocinados solo en parte por dinero estatal.

El Museo de Arte de Cleveland dispone de un edificio insignia, “clásico”(1916), con su frontón, sus columnas y su estanque a la entrada, incluso con gansos para no ser menos que el Capitolio Romano. Fastuoso exterior para una colección mediana. Se le han venido añadiendo edificios que rodean el palacio primero, más o menos acertadamente. Si bien, el más destacable edificio del campus no pertece al museo, está solo a un tiro de piedra de esta fastuosidad y emerge por encima de todos, con su aspecto de casco romano. Es el “Peter B. Lewis” de Frank Gehry, la Escuela de Negocios y Dirección de Empresa de la Universidad. A esta maravilla fotogénica hay que echarle de comer aparte, tanto como al Guggemheim de Bilbao.

Después de caminar desde el aparcamiento, con la solanera que pegaba de plano en las cabezas, agradecimos entrar en el museo clásico, el de arte, con sus espesos muros y su aire acondicionado. Su colección permanente, como digo, no es muy extensa, ni tampoco muy selecta, aunque tiene algunas piezas interesantes de pintura y escultura. El resto, incluido un pequeño repertorio de armaduras y armatostes medievales, que parecen desplazadas en un museo americano, son cosas de no mucho valor y poca sensación.

Demasiadas copias, o simples atribuciones. Vemos un Picasso “azul”, no de lo mejor. Un Turner ardiendo en llamas, demasiado fuego. Un Monet enorme, de tamaño, canto a la admiración del americano medio por el Impresionismo. Para ellos la pintura empieza, y termina, en este movimiento. Un lamentable “Cupido y Psyche” de David, compensado por un “Aviador” de Fernand Leger, magnífico. Un Matisse poco lucido y la conciencia de la nula o poca presencia de la mejor pintura americana. Y así sala tras sala.

Al salir de la sala Rodin, una jaula de cristal, todavía deslumbrado por la luz natural y los volùmenes rodinianos; estaba tratando de acomodar mis ojos a la intensidad de la luz artificial, cuando reparé en un retrato solitario y sorprendente, no por su calidad ( muy del montón) sino por el aspecto vampírico del retratado, y más que nada por las extrañas gafas con cristales verdes y diseño “avanzado”, incluso para los tiempos que corren. Había unas cuantas personas frente al cuadro, al parecer no era yo el único interesado en el tipo y sus alucinantes gafas.

Retrato de Nathaniel Olds por Jepta Wade (1837). Foto : Luis Jimenez-Ridruejo.

Retrato de Nathaniel Olds por Jepta Wade (1837). Foto : Luis Jimenez-Ridruejo.

El personaje en cuestión fue: Nathaniel Olds (1837, la fecha del cuadro), uno de aquellos “robber barons” (vampiros de la riqueza), no tan importante como Carnegie, que contribuyeron a la “creación” de la economía de este pais. El pintor fue Jepta Wade, un desconocido del que descubrí una mayor aportación: fundador de la Western Union Telegraph Co. (!?) Evidentemente en aquel momento de esta nación, con todo por hacer, hasta el más tonto hacía relojes o trataba de hacerse rico con tantas oportunidades.

El retrato de Mr. Olds tiene esas gafas verdes y “supermodernas”. Unas gafas especiales, diseñadas para proteger los ojos de la brillantez e intensidad de la luz de las lámparas de Argand. Estas usaban como combustible el aceite de ballena (!), muy caro y que pronto cayó en desuso en favor del keroseno, mucho más barato. A quién se le ocurre hacerse el retrato con las dichosas gafas!? De cualquier manera, ya tengo un nuevo “amigo” al que visitar en un nuevo museo: El Tío de las Gafas Verdes, en Cleveland. No son las “Señoritas de Avignon”, pero el tío tiene un punto.

Luisma, 25 de Abril del 2012

[Originally posted at Dust, Sweat and Iron]

“Instar”

Pintando Instar # 3 en el estudio (foto: Luis Jimenez-Ridruejo)

Pintando Instar #3 en el estudio (foto: Luis Jimenez-Ridruejo)

He pasado un período largo, quizá demasiado (por circunstancias de la vida) pintando la serie “Uninhabited garden”, los jardines deshabitados. Conforme iba pasando este nuevo tiempo en Texas, la mente y la pintura me iban pidiendo algo diferente; si bien no puede serlo mucho porque a estas alturas de mi vida, mi estro tiene lo que tiene y da para lo que da. No busquemos muchas complicaciones si no es para mejor.

Me gustaba lo que estaba haciendo, pero después de una década era ya tiempo de crecer, pictóricamente hablando, de quemar otra etapa en busca de quién sabe qué…Y en esto, la pradera, la vegetación y sus pequeños animales invertebrados asaltaron mi imaginación y algunas ideas empezaron a crecer a empujones. Habida cuenta de lo que estaba pasando, un reencuentro con la naturaleza, brotaban las imágenes de metamorfosis, los “instar” que son las fases entre dos períodos de muda, desarrollo y crecimiento, en los “otros” animales.

Luis Jimenez-Ridruejo, Instar #1, acrylic on canvas, 34

Luis Jimenez-Ridruejo, Instar #1, acrylic on canvas, 34″ x 36″

El arte es también invertebrado, o así me da por verlo. Un esqueleto  de imaginación en sucesivas fases de apariencia. Momentos del crecimiento post-embriónico de una idea. Algo similar a la primera noción pero que ya no es igual a si mismo, y pasado el tiempo y la “muda” ya nunca lo será. Todo podrá caber, ancho es el mundo de la representación. Aunque el parecido estará ahí, se abrirá una nueva forma de la imagen, una contrapartida y un equivalente.

Un movimiento, el medio camino de un paso adelante. El lienzo en blanco como punto A y el cuadro terminado, o dado por, como punto B. El “Instar” sería el estadio entre los dos puntos, la transición de idea a realización y el resultado de ello: el reflejo de una metamorfosis, la del propósito artístico y lo que ocurre durante cada lapso del hecho. Todo ese recorrido en una obra singular y en varias seriadas, sin que el orden signifique nada más que un número, un título, una forma de identificación.

Luis Jimenez-Ridruejo,

Luis Jimenez-Ridruejo, “Instar #2″, acrylic on canvas, 34″ x 36”

“Instar” es, también, un retrato, una imagen (del Latín, imago) que se usa para definir la fase entre dos períodos de muda en los invertebrados. La similitud, la semejanza, el parecido. Extraña insistencia cuando cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. En términos de abstracción mejor sería llamarlo: simulacro. Al menos garantiza un sonido inusual. En resumen: con el título de “instar” evoco mi propio período de transición pictórica, la muda a un esqueleto imaginativo mas quitinoso, quizá más asentado en la dureza de la convicción.

Esto es lo que estoy haciendo hoy en pintura: un paso adelante, o así lo quiero ver, hacia un estadio desconocido, pero en desarrollo virtual, de la imagen y la forma. Después de haber transitado por las veredas de unos “jardines deshabitados”, que no doy por agotados, “Instar” es lo que me ocupa y me interesa, aquí y ahora.

Luisma, Maypearl (TX)  1 de Junio del 2014