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Polvo Sudor y Hierro…El Cid cabalga

“…ni a la sombra se puede estar, estas sombras ahogan.” Abstracto fotográfico: luisjimenezridruejo.com

“…ni a la sombra se puede estar, estas sombras ahogan.” Abstracto fotográfico: luisjimenezridruejo.com

Estaba en otro mundo hasta que decidí volver a Texas, que se había quedado encapsulada en mi recuerdo. Texas para lo más bueno y para lo menos. Casi trece años después, el sur me llamó otra vez. Llevo casi dos años de vuelta en la pradera tejana, en esos días de canícula repetida hasta la saciedad, la plenitud, Lorenzos y Catalinas, como en la vieja canción. Soles justicieros que ‘ríete tú de la estepa castellana’, y noches de lunas azules—mágicas—, y rojas—sangrientas—como en Castilla la Vieja; puestas a la par no sé con cual no me quedaría, quizás aquí las sombras son más calientes, tanto que ni a la sombra se puede estar, estas sombras ahogan. Tremendo mundo nuevo.

Hace veintitantos años, cuando llegué por aquí, entonces más al sur, casi en el golfo de México, era la misma tortura pero con más humedad. En cualquier caso, ambas zonas con sus aires acondicionados imprescindibles, con sus sequedades y su deshidratación, la casi obligada ingestión contínua de líquidos y sus olores que alguna vez definí como: a mezcla de aceite de coche y galletas dulces, todo ello muy poco acusado. Ya lo he dicho muchas veces: Texas no huele a nada (excepto cuando algo se quema), la pradera no huele a nada (excepto cuando un coche revienta una mofeta); el interior de las casas, de pura asepsia, no huele a nada (excepto cuando se quema algo en la cocina). Esta pradera que se convierte en un secarral de todos los demonios cuando falla algún período de lluvias y la tierra aparece por debajo de la hierba seca y en dos días se agrieta tanto, que se le puede meter la mano y el brazo y no llegar a un fondo. Tremebundo.

“Texas no huele a nada (excepto cuando algo se quema)…” Fotografía: luisjimenezridruejo.com

“Texas no huele a nada (excepto cuando algo se quema)…” Fotografía: luisjimenezridruejo.com

Tampoco se puede llegar al fondo, o atravesar, cualquier matón de bosque; intentarlo incluso deriva siempre en el enfado consigo mismo por impotencia manifiesta. Árboles, raíces, ramas, ramajos, redes de matorrales espinosos que te atrapan, es una lucha perdida. Dentro de lo tupido, ni paso al frente, ni de retirada, los desgarros en la ropa o en la piel son inevitables. Miles de telas de araña, enormes, algunas pueden resistir el peso de un hombre. Agujeros, desmontes y roturas de un terreno propiedad de los animales que lo pueblan, voladores y corredores de todo tipo, y eso sin mentar insectos, todos los mosquitos del mundo que te hablan zumbando en los oídos y que, si te descuidas, te chupan la sangre en un segundo, o un tercero. Serpientes, unas venenosas y otras no—quién las distingue—que te obligan a calzar botas, cuanto más altas, mejor. Los animales más vistos y vistosos de estas praderas y sus zonas boscosas: ciervos, corzos, jabalíes, pavos salvajes, zorros, coyotes, y allá en lo alto, las águilas, incluida la ‘calva’ del escudo nacional.

Landscape at the lake. Fotografía: luisjimenezridruejo.com

Landscape at the lake. Fotografía: luisjimenezridruejo.com

En fin, la pradera, tan sencilla y accesible que parece que no compromete a nada y “reality bites”( literalmente: la realidad muerde) es un mundo increíble, otro mundo dentro del nuevo mundo. A veces pienso en los pobres y nunca bien ponderados ‘conquistadores’, con o sin sus armaduras, atravesando estas tierras largas y difíciles, muriendo de calores, sin agua durante millas y millas, sin bebidas frescas ni helados, sin cervezas burbujeantes, sin aire acondicionado…una muerte lenta por sequedad extrema, falta de alimento e imposible descanso, gracias a los animales de todos los tamaños y con todas sus ‘gracias’.

“…Increíble, otro mundo dentro del nuevo mundo.” Fotografía: luisjimenezridruejo.com

“…Increíble, otro mundo dentro del nuevo mundo.” Fotografía: luisjimenezridruejo.com

Por todo esto, los de ‘a caballo’, los de las películas, aquellos de las cantimploras eternas y los sudores de glicerina, siempre galopan a pradera abierta, igual que los ‘cowboys’ de ahora, a pesar de los soles, y nunca se les ve atravesar estos boscajes terribles. Ante estas marañas, los caballos rehúsan y se espantan como si estuvieran ante un obstáculo de altas barras. Incluso hasta en los cultivos; ayer entré en un campo de maíz, ya alto y seco, era mediodía e iba con la intención de hacer unas fotos. En menos de un minuto el calor era inaguantable, la batería de la cámara se negó a funcionar, empecé a sudar a chorros y tuve que salir ‘por piernas’ y medio mareado.

“Conquistador” Fotografía: luisjimenezridruejo.com

“Conquistador” Fotografía: luisjimenezridruejo.com

Definitivamente, la pradera es otro mundo, el nuevo mundo que hace siglos otros quisieron conquistar, sigue siendo ‘nuevo’ y sorprendente. Y muchas veces inconquistable. Aún así, me gusta, me siento bien en ella, a pesar de todos los pesares y tendría que ‘lucharla’ y disputarla con mi Castilla, la Vieja. Cada una a su tiempo. Con siesta o sin siesta, águilas calvas o cigüeñas, son una misma cosa. Solo una cuestión de tiempo…

Recuerdo de otro día, otro tiempo, por estas mismas calendas. Ya hace innumerables años. Ha pasado, hame (¡?) acontecido, aventuras que ya son hito y mojón de América, mi aventura americana, ya solo me faltaría haber andado por encima de las aguas, como Xto. Porque advertencia de ello me la hicieron: “no seas bruto y vete por la pesquera!” Y así lo he ido haciendo sin congelarme, más arriba de la mitad del Canadá y hervir más abajo de las corrientes de Rio Grande. Treinta y cuatro años!! Que malito estoy, y que poquito me quejo…! Por entonces empecé a escribir un blog que hoy, también es recuerdo, se titulaba: “dustsweatiron.net” y ha devenido a ser este blog, el mío personal, incluido en mi Website: luisjimenezridruejo.com desde donde manejo mi pintura, mi fotografía, dibujo, grabado y obra gráfica, a más de escritura e ilustración, videos y toda clase de imágenes, que se puedan imaginar.

 

Luisma, Maypearl (TX)   18 de Agosto del 2015. Reedición: Septiembre del 2024

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La “Estrella” de Donald

Donald y Kiefer Sutherland. “De tal palo, tal astilla” y en cualquier caso dos excelentes actores, pese a quien pese en la dichosa Academia de los Oscares . Foto: Co Rentmeester, Life Magazine 1970.

Donald y Kiefer Sutherland. “De tal palo, tal astilla” y en cualquier caso dos excelentes actores, pese a quien pese en la dichosa Academia de los Oscares . Foto: Co Rentmeester, Life Magazine 1970.

Hoy me he desayunado, al abrir el ordenador, con la foto de Donald Sutherland en la inauguración de su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Albrícias! Aunque yo pensaba que él ya tenía la dichosa estrella de terrazo desde años ha. Parece, entonces, que no y me alegro sobre manera de que, por fin, la tenga. Muchos con menos méritos que él, la tienen desde hace tiempo. Y, no voy a mencionar nombres.

Para mí, más que un gran actor, que lo es, se trata de una estrella del cine; del de siempre, del cine de las películas buenas, las que dejan recuerdos y rescoldos vivos en los rincones del corazón. Ese sitio donde se guardan los mejores momentos vividos en la oscuridad de las salas de proyección. Por eso las películas en televisión las veo con el cuarto a oscuras y en silencio cuasi religioso, a ser posible. Y por ello también, mi televisor y mi monitor digital cada vez es más grande; acabará siendo del tamaño de la pared, supongo.

Donald en su delirante rol del tanquista Oddball, un personaje eterno.

Donald en su delirante rol del tanquista Oddball, un personaje eterno.

Volviendo a Donald, estrella de cine, actor de grandes recursos, fértil imaginación y de una vis cómica inigualable. Pocos como él pueden hacer papeles dramáticos y cómicos, sin resentirse en la calidad de sus producciones. Capaz de una emocionante comicidad en “Los Héroes de Kelly”, gran creación en el papel del sargento tanquista hippie paranoide…O también, el dramático y espeluznante de “El Ojo de la Aguja”, en el papel tremendo de asesino y agente alemán, o agente secreto…según se quiera mirar.

El día de la estrella en el suelo de Hollywood (2011).

El día de la estrella en el suelo de Hollywood (2011).

Y mirando, mirando, veo que aun sin saberlo, Donald compone personajes o inspira “castings” para algún papel de alguna película que nunca se hizo y que sin embargo la evidencia fotográfica está ahí. Viendo, miro, veo en la pose rápida de la estrella de terrazo, como Sutherland un hombre alto de más de 6’ se convierte, por un solo gesto y pose en el trasunto del enano velazqueño: Don Sebastián de Morra. Esta es la facilidad que uno pide, y encuentra, a un gran actor. Ese es el don.

Los actores buenos, los actores de siempre, los Bogart, Pacino, Brando, Grant, De Niro, Nicholson, necesitan como contrapartida estos otros actores: los Borgnine, Hopkins, Hurt, Caine y el mismo Donald. Especializados, o por razones incomprensibles encastillados en el mismo tipo de papeles, quién puede saber porqué…Esto es por romper una lanza a favor de estos actores de carácter, llamados— equivocadamente, por Hollywood—  secundarios. No hay nada secundario a lo largo y ancho de estas actuaciones. Y, muchas veces, se “comen” al protagonista “de cabo a rabo.” O como se dice a la sazón, en estos tiempos de hoy: “les pintan la cara.” Véase, como ejemplo: “Klute” con Jane Fonda, quién por cierto recibió un Oscar por su actuación; nuestro Donald ni siquiera fue nominado…

Sutherland padre, Donald, tiene un hijo actor de cine y televisión: Kiefer, que le sigue los pasos acertadamente; el de la serie “24” en TV y con grandes películas en su haber, tales como: “Cuenta Conmigo” (Stand by Me) … “Unos Cuantos Hombres Buenos” (A Few Good Men) y otras muchas. Sin embargo, hacer recuento de las innumerables películas de Donald Sutherland sería exhaustivo e innecesario. En su caso, propongo un pequeño juego que dice mucho del tipo de actor y del carácter del personaje; con él se puede ver el rango, la latitud y la longitud de este hombre, artista y estrella. Y comprender con ello mi admiración y aplauso.

Personajes que ha interpretado a lo largo de cincuenta años de carrera. No están todos, pero si los mejores papeles. Donald ha sido, sucesivamente: soldado americano de la Segunda Guerra Mundial, redimido por heroicidad; deslumbrante joven ricachón; hippie paranoide sargento de tanques; caótico, mujeriego y bebedor cirujano militar en la guerra de Corea; detective privado rural; Jesucristo; asesino; Casanova; fascista bestial; inspector de salud pública; ladrón inglés de trenes; paleto enamorado; padre con conflictos emocionales, o sea, padre; Humbert Humbert; agente secreto alemán en Inglaterra; dependiente de ultramarinos; Paul Gaugin; maestro en Sudáfrica; incendiario en Chicago; misterioso oficial de Inteligencia americano; coronel ruso; snob neoyorkino; jefe corporativo en Seattle; profesor de abogacía; entrenador de atletismo; añoso astronauta; asesino a sueldo; mentor de ladrones; siniestro anticuario; capitán de policía; Portavoz del Congreso; viejo patriarca familiar; villano de dibujos animados; traficante de armas; billonario buscador de tesoros…y tantos otros más.

Retrato abstracto de Donald Sutherland. Dibujo en tintas de gelatina de color (2024). luisjimenezridruejo.com

Retrato abstracto de Donald Sutherland. Dibujo en tintas de gelatina de color (2024). luisjimenezridruejo.com

Qué vida más interesante! A mayores, tres o cuatro esposas y cinco o seis hijos. Activismo político contra la guerra de Vietnam y contra todo tipo de guerras. Curioso que haya hecho tantos papeles de militar y tantas películas de guerra. Su última actividad, fuera del cine: escritor comentarista político en el blog de Arianna Huffington, en las pasadas elecciones americanas. En fin…con ocasión de la colocación de la estrella en el pavimento de la calle, celebración de un personaje vivo, rico y pleno. A sus 75 años y con mí agradecimiento y admiración: larga vida al más famoso Donald de Hollywood, después del Pato!

Luisma, Pittsburgh (Pennsylvania) Enero del 2011

Reeditado y anotado en Maypearl (TX) en Julio del 2024

Nota del autor:

Nota necrológica

Donald Sutherland, artisa cinematográfico de Hollywood ha fallecido ayer, en la ciudad de Miami (Florida) a los 88 años de edad.

Fue siempre uno de mis actores de cine predilectos. Reparé en el por primera vez en la película “The Dirty Dozen” y acto seguido en la cinta “Kelly’s Heros” (“Los Violentos de Kelly” en español) “El recuerdo es más grande que le cosa recordada.”

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Los pájaros de la Dealey Plaza

11-22-63/ J.F.K. Dallas. (Photo: luisjimenezridruejo.com)

11-22-63/ J.F.K. Dallas. (Photo: luisjimenezridruejo.com)

Hoy, hace sesenta años ya— aproximadamente a estas mismas horas—fallecía el presidente J.F. Kennedy en las calles de Dallas (TX). Una parte de la historia de este país y del mundo entero cambió en aquel momento. Así lo recuerdo, el hoy infausto 22 de noviembre de 1963. Todos los recuerdos de entonces, y aun de ahora sobre ello, son de frialdad de cuerpo y alma.

Era en España, la ciudad: Salamanca. Aquel día, como tantos otros, iba caminando desde el negocio de mi padre, en la calle José Antonio Primo de Ribera (ahora: Azafranal) y cruzando la Generalísimo Franco (ahora: Toro) para entrar en la Cafetería Castilla, sempiterno bar de aperitivos al mediodía, haciendo triangulo con el arco de entrada a la Plaza Mayor, mentidero de la villa. Ya había notado los “corros”, aquellos grupos de gente arremolinada a las puertas de algunas tiendas, vestigios del pasado radiofónico, con el “transistor” sonando en todas partes… Algo ha pasado… y parece importante!  Al entrar en la cafetería, toda la gente apiñada bajo el aparato de TV—todavía en blanco y negro—colgado del techo… caras con la mueca de la incomprensión y en los ojos la mirada del ¿Porqué…? En la pantalla, una imagen fija, sin transfondo, fría y brillante. Algo así como una daga clavada en cada espectador de una tragedia…<< El presidente Kennedy asesinado en Dallas >>

Invocación. (Photo: luisjimenezridruejo.com)

Invocación. (Photo: luisjimenezridruejo.com)

Es una mañana fría y desangelada, es diciembre de 1989 y uno va andando por las calles del centro de Dallas, en Texas, y al pronto las imágenes empiezan a darte la sensación, bien conocida, del “deja vu”, del—yo he estado aquí antes—lo cual es imposible porque es la primera vez que uno está en dicha ciudad. Este edificio, a mi derecha, me es vagamente familiar y por alguna razón, que se me escapa, mis ojos se van a una ventana del sexto piso, abierta… Debajo, en el segundo piso y casi tapada por la fronda de los  arboles, una marquesina simple y comercial, reza escuetamente: “Museo del sexto piso en la plaza Dealey”.  Sin más florituras. Vuelvo la cabeza y la mirada se me pierde por la calle— dibujando una trayectoria— en suave cuesta abajo, rodeada de jardines verdes solamente, sin flores, sin plantas singulares, solo hierba… en dirección a un puente bajo la autopista, la que me lleva a Houston. Los coches van despacio hacia la curva del puente, dos limusinas descapotables, impoluta tapicería… Cierro los ojos y otra vez me vuelve la sensación de haber estado aquí, antes.

Me quedo ensimismado un momento y al fin toda la imagen se aclara—en ese instante, la fotografía deja de ser absurda—en mi cabeza, las piezas se recomponen y me doy cuenta sorprendido y alucinado. Me vuelvo a la persona que me acompaña y ella asiente con la cabeza: << Sí, aquí es donde mataron a Kennedy >>. Después de unos instantes de un silencio agrio— rememorando el magnicidio—surge a mi espalda un chillido atronador, los mil malditos pájaros levantan el vuelo, todos al mismo tiempo—lo podría jurar— dan una rápida vuelta a la “manzana” y se posan con seguridad en cada rama; como si tuvieran espacios asignados, como en un estacionamiento…creo que todavía no saben que van a estar allí, toda la vida y toda la eternidad. Los coches descapotables interminablemente lentos, las imágenes de este lugar repetidas una y otra vez, machaconamente, en televisión, en películas, en sueños. El “flashback” es auténtico y hasta doloroso. En los árboles, tres o cuatro solo, pero grandes y copudos, frente a la fachada del Texas School Book Depository, el edificio desde el que Oswald disparó su rifle. Escondido, agazapado entre dos cajas de textos escolares… nadie ha movido nada. No sería un tiro difícil. Afuera, entre ramas, hojas y sombras hay “instalados” una miriada de ruidosos pájaros negros, cuyo aparente y único propósito es ensuciar el suelo, o las cabezas de los curiosos que miran el edificio, con miles de excrementos.

Invocación desde la ventana…abierta. (Photo: luisjimenezridruejo.com)

Desde la ventana…abierta. (Photo: luisjimenezridruejo.com)

Parece como si estos pájaros tuvieran la conciencia de que este lugar debe mantenerse sucio en recuerdo de una de las peores manchas de la historia americana. A los “dalasitas” tampoco les hace ninguna gracia que el lugar sea visitado continuamente y esté en las rutas turísticas. Siempre he creído que lo que aquí ocurrió es motivo de vergüenza ciudadana para estos tejanos. Y el tiempo nunca ha borrado este estigma.

El tiempo tampoco ha eliminado ese olor perdurable a magnicidio que sentí en aquella mi primera visita a Dallas y, desgraciadamente, anticipado, vuelvo a sentir ahora en la pituitaria de mi imaginación. Un nuevo “Kennedy”, esta vez de piel negra, cuarenta y cinco años más tarde, se pasea por las rutas electorales en camino a una posible presidencia. Llegará a la Casa Blanca? Le dejaran ser presidente?

Hillary Rodham Clinton. Alegoría. (Photo: luisjimenezridruejo.com)

Hillary Rodham Clinton. Alegoría. (Photo: luisjimenezridruejo.com)

Me gustaría mucho equivocarme, pero esta noche me huele tremendamente a futuro magnicidio. Los americanos, mientras no me demuestren lo contrario— para estas cosas son como niños—no tienen remedio.

Luisma, Maypearl (TX)      22 de Noviembre del 2023

 

Nota (a modo de coda, predicción y deseos personales)

El presidente negro (parece que le dejan en paz) que purgue un final de vida, largo y de poco fuste, de los que ayudan a ser político de alturas.

El impresentable blanco, el de la cara abotagada, que le metan pronto en la “trena”, antes de que “legalize” todo lo que le haya cabido en esos bolsos de pantalón antiguo y una vez allí, le deseo fervientemente que “pase”, lo antes posible, a “criar malvas” en el jardín de cualquier prisión de máxima seguridad. Donde ya debería estar…

El otro presidente, el de ahora, tal parece que va a tener otro término si no lo estropea una vez más el impresentable con la misma trampa que ya utilizó otra vez.

Ah! Esto me lleva a mi dilecta Hillary que pudo ser la solución final a este embrollo y que gracias, al desgraciado impresentable, nunca sabremos si hubiera llegado a ser un gran presidente (lo siento, presidenta). Porque ganar, ganó Hillary. Con el truco del Colegio Electoral usado por Trump, este se instaló en la poltrona, a donde todavía puede volver, otro término más; como ya nos advirtió ella en “The View”, tan solo dos semanas atrás, comparándolo con Hitler. Todavía no ha llegado a equivocarse. Posiblemente, ninguno de ellos hubiera llegado a ser Presidente, o hubiéramos tenido cuatro presidencias demócratas, seguidas. Demasiados pájaros en la Plaza Dealey…

Luisma, Dallas (TX)  22 de Noviembre del 2015 y Reeditado el 22 Noviembre del 2023.

Originally posted in December of 2007 (Blog: dustsweatiron.net) Pittsburgh (PA)

LJR

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La “otra” casa (~)

Este post es reedición, prácticamente ~ del original “colgado” en octubre del 2014.  Y es que la vida sigue igual, que diría: Julito Iglesias…quién dices? Solo le he añadido una foto más al post y treinta y siete mil quinientas veinticinco a mi obra personal…una década bien aprovechada. La foto añadida al post “tiene gato encerrado”…Roland, negro zaino, precioso, que aunque falleció hace años, sigue saltando en las fotos, que entre otras muchas cosas…para eso están.  

Luis Jimenez-Ridruejo, foto contraluz, ventana, lampara, barandillaLlevo quince días intentando escribir este, u otro post, “y que si quieres arroz, Catalina”(¿!)—que, por cierto, nunca he sabido quien fue la tal señora— no hay manera de pergeñar nada, el síndrome de la hoja en blanco me atenaza. Hasta hoy no me he puesto a ello y es que me llevaban los diablos, o las brujas; ya se empieza a notar la cercanía del dichoso Halloween. La primera semana de la intentona me fui de viaje y como Texas es tan grande me pulí sus días al volante y visitando a la gente que tenía que ver. De vuelta me pasé el fin del periplo con las patas por alto y la mente cerrada por descanso del personal.

Luis Jimenez-Ridruejo, foto de tres bandas do plastico, sofa

La siguiente semana, la que acaba de terminar, y después de un intermedio pictórico, tres cuartos de lo mismo: me surgió otro viaje inesperado, al bote pronto, a hora y media de camino. Pasé cinco días enteros encerrado en una casa grande, de un familiar; supervisando y vigilando las obras de reparación de techos, cielos rasos que se habían manchado y desprendido por filtraciones de tejados dañados por tormentas, casi de la categoría de tornados. Reparación y su pintura consiguiente. Un obrón.

Luis Jimenez-Ridruejo, foto de sofa, espejo, cuadro

Fue vivir, de repente, en un mundo cubierto de plásticos de transparente opacidad que envolvían opresivas atmosferas de húmedo rocío. Proveniente del lavado de techos por dispersión con un compresor de pulverización, usado luego para arrojar texturas y pintura final. Me atraía observar, en vivo y en directo, como y con que mañas se las componían los pintores americanos para salvaguardar, de salpicaduras y pintura fresca, muebles, chismes, bártulos y cachivaches de una casa totalmente montada. Recordaba con horror los fandangos que se organizaban en mi pasado español, en situaciones similares. El resultado fue que muebles, accesorios, decoraciones, incluso uno de mis cuadros que está colgado en esa casa, sin moverse desaparecieron como por ensalmo. Un ser y no ser en un nuevo escenario, un estar y no estar, telones con accesibilidad, como si la realidad fuéramos nosotros y la casa hubiera transcendido a otra dimensión.

Luis Jimenez-Ridruejo, foto de chimenea, dos focos tapados

Aquí hubiera tenido que escribir de duro y pelado, echar mano de todos los ingenios para transmitir la imagen de aquello. O, en su defecto, acudir al viejo, pero siempre presente, dicho del filósofo Julián Marías. Para mí, desde la noche que me lo dijo, cenando en mi casa de Houston (TX), hace ya tantos años, es un verdadero axioma (proposición clara y evidente, que no necesita demostración): “Escribe lo que no puedas pintar y pinta lo que no puedas escribir.”  Este caso no pedía pintura, pintura era lo que sobraba en aquella casa. Así que eché mano de la fotografía y traté de plasmar un montón de sensaciones, aquellos colores insólitos, aquellas luces inesperadas, habitaciones como pozos insondables, y encontrar un significado gráfico para una situación en cierto modo de encantamiento o conjuro.

Luis Jimenez-Ridruejo, foto de cenital, entrada, escalera pintor

La “otra” casa. Un embrujo que, al parecer, solo veía yo. Un reto. De manera que las fotografías tuvieron que hablar por mí mismo. Y, al pronto, surgieron escaleras que parecían ir a ninguna parte, tal como esas otras vistas en algunas de aquellas altísimas terrazas neoyorkinas, hasta donde llegan los grafitteros y pocos más. “Monstruos” que transitaban entre la luz y las sombras, metales coloridos que se disolvían tras los reflejos, sensaciones de otras épocas y otros lugares, remembranzas del “puré de guisantes” londinense. Hasta los sonidos eran provocadores. El motorcillo de aire comprimido del pulverizador hacía de las suyas…Pff—pff —pff…ho—ho—ho…ilustración sonora que traía ecos de película de misterio. Brotaban humedades polivinílicas que eran el trasunto del volandero polvo líquido que impregnaba los plásticos protectores. Se manifestaban inexplicables formas antes ocultas, vibraciones de casa embrujada.

Luis Jimenez-Ridruejo, foto de ariete azul entre dos puertas

Estuve un tiempo suspendido en el trasiego de estos pensamientos, ya ni siquiera hacía fotos, solo elucubraba y mi cerebro proyectaba hacia dentro de mí mismo un cuestionario deslavazado de preguntas—algunas, realmente incoherentes—, que es lo típico que sucede cuando me “pierdo” en situaciones estéticas, cuando me ausento de la realidad por embelesamiento. Las más de las veces, preguntas paradójicas y enigmáticas. Entonces necesito el “clic”, la rotura que me devuelva al mundo. Que hago yo aquí? Que es todo esto que me rodea? Y sobre todo: dónde estoy?

Luis Jimenez-Ridruejo, foto de baño cubierto plasticos

Por suerte, en ese momento, cuando empezaba a “patinarme la neurona”, más de lo usual, se hizo el prodigio. Allí, oculta en el fondo de aquel espacio, repentinamente y por aparente generación espontánea (es decir, por control remoto, accionado por S. desde el garaje) se encendió la monumental pantalla de televisión, presidiendo y dominando el lugar que parecía transmutado. Los plásticos no dejaban ver la imagen pero no podían con el sonido, los clarines de la cruda realidad. En un instante, todo volvió a ser lo de siempre, la casa grande de M. y B., en un vecindario preciado al norte de Dallas, Texas, E.E.U.U.  Al menos, de la ensoñación y la elucubración de la “otra” casa, han quedado las fotografías y este escrito, que se hacía de rogar.

Luisma, Maypearl (TX)        30 de Octubre del 2014       Reedicion: 27 de Octubre del 2023

Nota: Y como dice una vieja canción de Sabina —creo—“y al final será … el final.” Al post le ha salido un grano, en forma de “pensamiento,” que diría “La Codorniz” aquel maravilloso semanario humorístico de cuando fui joven. Veamos que ha pasado entonces, desde que esto fue escrito, hace ya una década. “En un instante, nada ha vuelto a ser lo de siempre (nunca deja de serlo), la casa grande de M. y B. es “otra” mucho más grande y con un gran jardín, arboles, y …Ah! Se me olvidaba (!?) Nacieron Harvey y Juniper que son los que celebran Halloween, mañana y después…en Dallas, Texas, E.E.U.U.  Al menos, de la ensoñación y la elucubración de la “otra” casa han quedado las fotografías y este escrito que se hacía de rogar.  

[All photography: luisjimenezridruejo.com]

Del Real Madrid

(Este post es re-edición del mismo con fecha 23 de Junio del 2015. Hoy con ocasión de la próxima Champions lo vuelvo a usar para animar al equipo, como siempre…esperamos estar en la Final…como siempre.)

“La primera delantera galáctica: Kopa, Rial, Di Stefano, Puskas y Gento…” No, no eran de Andrómeda, eran: un francés, dos argentinos, un húngaro y un español, de Santander, que valía por tres…”

“La primera delantera galáctica: Kopa, Rial, Di Stefano, Puskas y Gento…” No, no eran de Andrómeda, eran: un francés, dos argentinos, un húngaro y un español, de Santander, que valía por tres…”

Hála Madrid!  Sí, ya sé que no es forma de empezar un ‘post’, y ya el viento de la pradera me trae señales de humo de los que se van a ‘dar de baja’ de leer este articulillo; justo por el título, o a partir de esta misma línea, por la foto, en la que declaro mis amores naturales y la adscripción eterna a mi equipo; hace ya la friolera de setenta y cuatro años—que yo recuerde—una eternidad que se remonta al Siglo de Oro (los Sesentas), a las Navas de Tolosa—primera vez que vestí de blanco en batalla—y al sitio de Numancia, digo yo… y así siguiendo hasta el amanecer de los tiempos. De hecho, y si hacemos caso de la Biblia: el primer día de la Historia no salió el sol porque lo tapaban unas nubes blancas y un coro de barrocos angelitos gordezuelos, blancos y desnudos, arpas y trompetas, que entonaban el himno: “De las glorias deportivas…” Y el del: “Como no te voy a querer—Como no te voy a querer…! Que ha pasado a ser un cántico universal en todos los estadios, y tiene la categoría ya del: “You’ll Never Walk Alone” el del Liverpool, The Kop y Fondo Sur, nunca lo cantan a domicilio, el uno del otro, por respeto. Todas las hinchadas lo cantan a su equipo local, excepto una, fácil y grosera, la de arriba en el mapa, a la derecha. Envidia. Sin ir más lejos, ayer en un reportaje de la TV Siria miraba estupefacto como una banda militar de cornetas y tambores lo machacaba en directo. —“Come no ti voy a querrerr….” Desentonado y Perfecto.

Y yo me pregunto: Es esta forma la de ir a un partido de fútbol americano, con una camiseta del Real Madrid…? Entrando en el estadio entre un océano de “toallas terribles” sigo siendo del Real Madrid y Steelers Nation.

Y yo me pregunto: Es esta forma la de ir a un partido de fútbol americano, con una camiseta del Real Madrid…? Entrando en el estadio entre un océano de “toallas terribles” sigo siendo del Real Madrid y Steelers Nation.

Cuatro añitos tenía yo la primera vez que ví jugar al Madrid—en el NO-DO—y ocho la primera vez que fui al Bernabéu… y, ahí empezó todo. He ‘seguido’ y seguiré al Madrid toda mi vida, vikingo cerrado, desde aquellas Cinco Copas de Europa, las que los estultos de siempre llaman ‘en blanco y negro’. En España, en Europa, en América, siempre de blanco, esto ya no tiene vuelta atrás, así es la cosa. Aquí estoy mirándolo todo desde la distancia, en millas y sobre todo en tiempo. Tengo en la cabeza una colección de estampas, podría parecer una de cromos deportivos. Si no fuera porque las estampas están archivadas en las alacenas de mi imaginación y recuerdo, y me cuesta solo un instante proyectarlas en el/la frente de mi cerebro; ahí es donde, con solo cerrar los ojos, pasan todas las imágenes viejas y nuevas, y se repiten todos los momentos selectivamente, es decir: solo los buenos. En caso de necesidad acudo en peregrinación a la ‘ermita’ de San YouTube, que es santo de mucha devoción. Y, allí están los exvotos de las 14 copas y todos los demás trofeos, incluidas los millones de imágenes triunfales…

Los momentos estelares de mi afición al Madrid son muchos y variados, al bote pronto (dominio de la pelota) mi primer partido en Chamartín, casualmente—u orquestado por mi padre, también madridista empedernido—en noche de Copa de Europa, lo de Champions es parla extranjera. El ruido de la gente al entrar por el vomitorio a la grada y la monstruosa asociación inevitable con el circo romano.  ¡Abajo con las pancartas y los ‘tifos’! Sale el Madrid al verde. Ese runrún de las conversaciones, cortadas de raíz por la expectación y el pitido inicial.

“Abajo con las pancartas y los ‘tifos’! Sale el Madrid al verde…” La foto es el día de la despedida de David Beckham.

“Abajo con las pancartas y los ‘tifos’! Sale el Madrid al verde…” La foto es el día de la despedida de David Beckham.

Noventa mil personas es mucha gente y aunque no estén gritando parece el pálpito de un seísmo. La masa es la masa, y se nota y suena hasta en silencio. Afuera del estadio el perfume a pámpanos en las acacias de la Castellana. Ya dentro en los pasillos y escaleras, efluvios a cerveza escanciada y aceitunas aliñadas—eran otros tiempos— en las gradas los puros, el humo denso de las brevas y los farias bajando del anfiteatro a mezclarse con los montecristos de la tribuna baja. Nada hay como el ruido de la jugada bien hecha, el murmullo de la masa dos segundos antes del gol, la acústica del aplauso del Bernabéu. Nunca he sentido frio allí, la afición arropa mucho. Los jugadores así me lo han dicho también. Lo único que se hiela son los dedos de las manos, y el sentido cuando se falla una pelota clamorosa. La emoción de un buen partido dura toda la noche y el despertar vacío del jueves o el lunes siguientes.

“…casi seguro que después seguiremos en la brecha…”

“…casi seguro que después seguiremos en la brecha…”

Muchos años después, aún quedan en la moviola mental y ‘los internets maravillosos’ que todos llevamos dentro, o en el teléfono, ese presente que nos conecta con el pasado, jugadas y jugadores de todas las épocas: las fantasías de Di Stefano, el mejor; los cañonazos y el toque de Puskas; las carreras eternas de Gento; los regates de Amancio, las voleas de Oscar Mas; las emociones de Juanito; los ‘helados’ de Butragueño; aquel gol de Santillana, cualquiera, de cabeza, claro; las pinceladas del artista Guti (Curro Romero), a nadie he visto despedirse de su vida como jugador con un taconazo de espaldas y sin mirar; Ronaldo, el gordito, el genio, aunque no fuera el mejor jugador, si fue el mejor delantero centro de la historia; Sus Excelencias: Raúl y Zidane y los balones por certificado aéreo de Beckam. Las paradas del Santo Casillas, al que echaremos de menos cuando ya no esté, los que vengan detrás necesitaran escapulario con reliquia. Los goles en cascada de Cristiano o como decíamos antiguamente: ‘a espuertas’…todos ellos y los que vengan detrás a hacer sonar la campana del estadio, cuantos más mejor.

Este ballet es siempre el mismo, después de un gol, todos los siglos, todos….

Este ballet es siempre el mismo, después de un gol, todos los siglos, todos….

Esto será señal de que duramos, veremos, o pensándolo bien, casi seguro que ‘después’ seguiremos en la brecha. Los dioses no pueden tener tan mala leche de ‘quitarnos’ el futbol en la eternidad, que podríamos hacer sin ello? Espero que a alguien ‘hecho polvo’—literalmente—como estará uno de aquí a un tiempo, le quede un alma—o lo que sea—que pueda andar vagando, nunca mejor dicho, de partido en partido, ‘como quien no quiere la cosa’…en resumen: un fantasma, ‘blanco’, naturalmente. Salud y Hála Madrid!

… Con el Ferrari y el cartel que puse, a la entrada del Rancho “S.” el año pasado para la 14 y quiero ponerlo también para la 15…Dará suerte…? ¡Hála Madrid…!

… Con el Ferrari y el cartel que puse, a la entrada del Rancho “S.” el año pasado para la 14 y quiero ponerlo también para la 15…Dará suerte…? ¡Hála Madrid…!

Luisma, Maypearl (TX)    23 de Junio del 2015

Re-edición 30 de Abril del 2023

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El niño de la foto

Luisma y la abuela Luftolde, hacia 1947, en la terraza de la casa de Marqués de Vadillo, en el Burgo de Osma.

Luisma y la abuela Luftolde, hacia 1947, en la terraza de la casa de Marqués de Vadillo, en el Burgo de Osma.

Este post está dedicado a todos aquellos que hoy, 24 de Septiembre del 2022, se encuentran celebrando la “Ridruejada”, facción beligerante de los Ridruejo, oriundos del Burgo de Osma, Soria, (España), con la adhesión del que esto escribe y la pretensión de llegar a la siguiente, aunque sea en parihuelas.

Según todos los autores, era un niño precioso con unos ojos azules, grandes y expresivos, que podían iluminar una carretera de noche. Cabeza grande, seguramente para contener mayor cerebro (sic). Extremidades gordezuelas pero fuertes; manos de piel suave y que así se han conservado con los años. De estatura no muy alto, pero proporcionado. En suma, un niño bonito que llamaba la atención de tirias y troyanas en su cochecito de bebé. Puede parecer, por lo anterior, que Luisma no tenía abuela que le ponderase, pero, la foto que encabeza este post es prueba fehaciente de que la dicha señora existió y así lo cuentan las crónicas.

 Era esta abuela la ínclita Luftolde Calleja, calagurritana, mujer pequeña y rellena, dicen que de bastante genio y un carácter duro, como se presupone por etiqueta sea la mezcla riojana de navarra y baturra. El nombre germánico no tengo muy claro como llegó a sus alcances; por tradición, supongo; en una familia en que los nombres poco comunes están instalados por sucesión. En las nuevas generaciones, nadie se ha atrevido, sin embargo, a otorgar el nombrecito a ninguno de sus vástagos. Ni siquiera como segundo o tercero. A saber. El caso es que en la foto, Luftolde me tenía en brazos con aparente delectación.

“Abuela con niño y pato” 2022 (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Abuela con niño y pato” 2022 (Photography: luisjimenezridruejo.com)

El niño de la foto era revoltoso, como mandan los cánones, aunque parezca que nunca había roto un plato, y esta podía ser la definición de sí mismo—yo no he sido, yo no he sido—. Todo ello con un aire candoroso y angelical, a todas luces falso. Al menos por lo que yo recuerdo. Posteriormente a la edad de la fotografía, hacia los siete u ocho años del niño, él y su famosa abuela mantuvieron, en los veranos, una relación tensa y ruidosa debido a la desmedida afición del niño a sustraer galletas, dulces y almendrucos que la abuela guardaba celosamente—bajo llave colgada sempiternamente de su cuello—, en una habitación de puertas acristaladas que hacían más difícil la entrada y estancia en ella. El niño candoroso de la foto depuró con el tiempo sus estrategias y planes, algunos dignos de Maquiavelo y Houdini.

 En la foto se puede advertir que el niño Luisma sostiene un pato, creo recordar que era de felpa. Esto puede hacer creer que le gustaban los animales. Craso error. Nada más lejos de la realidad; una más de sus cortinas de humo, de las que ya hacía gala a tan temprana edad. En mi entorno es cosa sabida mi relación siempre atravesada con los animales, sean de la clase que sean. Nunca fueron santo de mi devoción, ni lo siguen siendo. No creo que existan muchas fotografías de Luisma sosteniendo animales en brazos, ni siquiera de juguete. Prefiero una compañía inanimada, una vista a través de una ventana, por ejemplo. El pato, y la abuela, eran para la foto.

Cabezón, con peinado de raya y agua de limón, ahora reparo de quién me viene la durable cabellera, y una cara con mofletes de luna llena. Es la definición de una típica cara Ridruejo. Vestido de perlé, con patucos de lana soriana y actitud de niño lorquiano, más atraído por el misterio de la cámara fotográfica, pretendiendo ya empuñarla de seguido. No mucha atención a una abuela que se extinguió pocos años después; dicen las malas lenguas que, a resultas de una indigestión de probadura de cerdo, en el Burgo de Osma de mis ancestros. No tengo mal recuerdo de ella; si exceptuamos los más vívidos de los capones en la cabeza que me administraba, cada vez que invadía y saqueaba, con falsa llave, en la habitación de los almendrucos.

“S. y Luisma en el castillo de Osma” en la Ridruejada de 2007

“S. y Luisma en el castillo de Osma” en la Ridruejada de 2007

El niño de la foto derivó hacia otras aventuras vitales y descubrimientos de un mundo que resultó ni bueno, ni malo, sino todo lo contrario. Es una de las pocas fotos que conservo de la única abuela que conocí. Sus arrugas me recuerdan las de mi padre, que murió diez años más joven de lo que yo soy ahora. Uno anda rebuscando siempre recuerdos en busca de un tiempo perdido, que no echo de menos, pero que tiene las claves de quién uno es. Finalmente, aquel niño se ha vuelto un joven viejo, que vaga sin saber a dónde va. Algunas religiones son tentadoras: “Holgar, vagar, esa es la ley, que así lo manda el Rey.” (‘Alicia en el País de las Maravillas’). Ya veremos por donde salen los tiros…

Luisma, 20 de Enero del 2013   Re-edición en Setiembre del 2022

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Pepita

Pepita, con traje largo estampado, posa en el salón de Mission St., en Pittsburgh. “A la del alba, cuando las primeras luces le doran la piel que no tiene...” (Photography: ljimenezridruejo.com) Canon A500

Pepita, con traje largo estampado, posa en el salón de Mission St., en Pittsburgh. “A la del alba, cuando las primeras luces le doran la piel que no tiene…” (Photography: ljimenezridruejo.com) Canon A500

Ante todo, y como provisión primera y casi única, lo que tengo que decir es que Pepita es un maniquí, uno de los que se usan para costura y moda. No está claro, al menos para mí, el “sexo”de la palabra: maniquí; si es el, o la maniquí, quién sabe?  Debe ser algo así, como lo del sexo de los ángeles, una de esas cosas en las que nadie se pone de acuerdo y casi siempre, se acaba “echándolo a suertes”…como las uvas del lazarillo y el ciego.

Hablo de mi maniquí, o mejor dicho el de S. (como siempre, léase: Ese Punto) compañera y sin embargo amiga. Hace un par de años compré a Pepita como regalo para S., a la que le gusta la moda y la costura más que comer con los dedos. Entiendo la utilidad que ella le encuentra al maniquí, lo use poco o mucho; Pepita tiene formas femeninas, aparentemente, y de cintura para abajo resulta un poco fondona; de manera que no sirve para confeccionarme nada a mí, que—como digo siempre—de formas soy: “dolorosamente” masculino.  

Una vez montada y dispuesta en su lugar, pasó a ser un punto de referencia de la mirada, una especie de guardiana perenne de la “fresa, limón y menta” (pronunciesé con voz de clamor); nuestra casa había sido, décadas atrás, una fábrica de helados, de los que se vendían a las puertas de las escuelas y mercados, en camionetillas blancas que se anunciaban con monótonos “jingles” musicales. Pepita es tan trapezoidal como la ventana junto a la que posa, o la puerta vidriera “desconflautada” y colgada en la pared, sobre el “mantel” de la falsa chimenea con dos leones alados persas—“de imitación”—como jambas del hogar. Ah! ‘La Decoración’, la otra vida que dejé atrás, ya solo lo hago para mí y los míos. Nuestra “amiga”, más que una perfecta compañía, es una parte de nuestro paisaje casero. O quizá sea algo más…

“Pepita al rojo trapezoidal” (Retrato de identidad de un maniquí auténtico, a principios de siglo.)

“Pepita al rojo trapezoidal” (Retrato de identidad de un maniquí auténtico, a principios de siglo.)

Pepita ha sentado plaza a un lado de la ventana de marras, la vidriera transparente que enmarca la visión feérica del “downtown” Pittsburgh; flotante sobre las tres columnas que soportan el equipo estéreo y la música. Muda, y con mucho estilo, pasa los días en pie (“parada”, como dicen los mejicanos) reflejando luces y siempre dispuesta para ser, alternativamente, modelo fotográfica, algo para lo que está excepcionalmente dotada; es casi perfecta, mantiene la postura y, sobre todo, no protesta. Quizás le falte una chispa de humanidad y le sobre firmeza en carnes tan duras. Las que no le sobran para ser luego “campo de Agramante”, modelo de batalla, entre alfileres, muestras de telas y colores, hilos y agujas… Ah!  Y, dedal—que no falte el dedal, el “escudo” de la guerrera.  A pesar de la máquina de coser eléctrica, S. conoce bien—es uno de sus proverbios favoritos en castellano—el muy célebre: “Costurera sin dedal, cose poco y cose mal.”

Por otro lado, el problema era que, entre otras cosas—que le faltaban— Pepita, la pobre,  no tenía ni pies ni cabeza. Sobre los hombros, un muñón oblongo de madera (barnizada, eso sí) y nada que pudiera sostener—ya no hablemos de ideas—ni medianamente un sombrero. Así que tuve que hacerle una cabeza. Después de darle muchas vueltas al asunto, se me ocurrió ponerle una cabeza de plástico opal. Un galón de leche (vacío, por supuesto…Uh!) volcado y cortado para la ocasión: encajar muñón y gollete, resultó una cabeza de ensueño, o como se decía antiguamente en los pueblos de Castilla la Vieja: ”Quedó de bien, que ni pintada.”

“Expresión de cocina abstracta II” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Expresión de cocina abstracta II” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Con su cabeza de “diseño”, ahora Pepita tiene una pinta más humana y hasta, en condiciones favorables de iluminación, puede dar el pego de parecer alguien vivo. Esa chispa de humanidad que, a veces, conceden la oscuridad y las sombras. Los fotógrafos sabemos algo de eso. Habitualmente se le somete a limpieza, desempolve y cambio de ropa. Pasa por vestir diferentes elementos, telas en consideración de futuro, foulards a prueba, colores a los que uno quiere acostumbrarse y, por supuesto, desgrane de la colección completa de sombreros de S. Alguna vez, incluso, mis gorras de béisbol. Pepita es de lona, que forra un esqueleto de madera de pino y un relleno de guata, todavía pinchable. Podría ser francesa, del XVIII; ninguno de los dos recordamos el porqué del nombre que le pusimos: Pepita… y así se quedó, para los restos.

La historia de los maniquíes ha tenido y tiene un sorprendente anecdotario. Parece que el primero del que se tiene noticia sería uno, de madera de balsa maciza, aparecido en la tumba del faraón Tutankhamon. Después figuran en los gabinetes y roperos de reinas y reyes, a lo largo de la historia de la civilización. Finalmente, y como todo acaba democratizándose, los maniquíes descendieron al pueblo llano, a sus talleres y sus escaparates, aquí en América en los años treinta del pasado siglo. Hoy día, cualquiera puede permitirse el lujo de tener maniquí en casa. Y para los que me reprochan la tenencia de uno de ellos, que sepan: yo no les reprocho sus perros y sus gatos. Además, mi maniquí ni ladra ni maúlla y huele a perfume francés. Distancia y categoría.

“Laboratorio fotográfico digital” De cámara a puesto de computador, con monitor TVSize y sillón RAE (porque aquí “limpio, fijo y doy esplendor”), y conexión industrial para montaje. (Photo: luisjimenezridruejo.com) Imagen Ipad.

“Laboratorio fotográfico digital” De cámara a puesto de computador, con monitor TVSize y sillón RAE (porque aquí “limpio, fijo y doy esplendor”), y conexión industrial para montaje. (Photo: luisjimenezridruejo.com) Imagen Ipad.

Pepita ni siente ni padece, al menos hasta lo que yo sé. Uno nunca sabe del todo con estas cosas. No sería el primer maniquí que derrama unas lágrimas. Chi lo sa! Paseo, a ratos, como resbalando, la mirada por el personaje, a la espera de atisbar algún tejemaneje, pero—que si quieres arroz Catalina—ni el más mínimo movimiento. Pepita, por supuesto, no podía ser de otra manera, tiene el mismo “tipo” y las mismas medidas que S., lo que en principio no presenta ningún problema y en ausencia de ella me suele hacer mucha compañía. Eso sí, es como una lechuza—“hablar, hablar, no habla, pero se fija mucho”—, sin llegar a la categoría de fantasma, pero algo tiene. Es tan perfecta que habría que darle un martillazo en la nariz imaginaria.

Alguna vez, de noche—‘cuando me quedo, románticamente, transpuesto en la cheslón; cuando se me empieza a caer la moleskina de las manos al regazo’— me ha parecido oírla murmurar, soliloquios, parloteos distendidos con quien sabe quién. A la del alba, cuando las primeras luces le doran la piel que no tiene, le pregunto por sus chácharas nocturnas, pero, siempre “se hace la sueca”. Me cae bien, es discreta y muy poco problemática. Pepita no tiene historia y si la tiene, yo no la conozco. Decía, al principio, que Pepita forma parte de mi paisaje casero. Quizá sí, quizá es algo más…

Luisma, Pittsburgh, PA     7 de Julio del 2013  (San Fermín, la única fiesta española que conocen aquí).

Post corregido y aumentado en Agosto del 2022.

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El niño de la bola

“El niño de la bola”, circa 1953.

“El niño de la bola”, circa 1953.

“El niño de la bola” y “El niño de la foto” (con patito de peluche y abuela). Ver post en Enero del 2013. Son dos de las pocas fotos que me gustan, de las de mi infancia.

Han sido, o van a ser, setenta y cuatro años. “Toda una vida.” Con mi afición a proclamar clichés, este se veía venir y desde bastante lejos. Toda una vida con la pelotita en la mano, que a saber lo que eso quiere significar. Le he dado muchas vueltas y lo único que se me ocurre es hacer chistes con ello. Así que he hecho un par de chistes fotográficos y…en paz. De esa foto del “niño de la bola” tengo que acusarme de no saber nada de ella, yo que presumo de saber de toda foto significativa que he hecho o me han hecho. Esta sé dónde fue hecha y puedo adivinar hasta el porqué. En aquel momento yo era el buque insignia de la familia, había salido guapo y fotogénico, con unos ojazos azules y una aureola angelical, bajado del cielo a pedradas, aunque la sonrisa falsa, como la falsa moneda, auguraba algún que otro problema en el futuro, o alguna simpleza de mal actor.  Fotografía típica de estilo de la época, es debida seguramente a Riviera o a Rincón, fotógrafos, en Salamanca (España).

Quizás la pérdida de esa sonrisa, quizás el no prever hasta donde iba a llegar, quizás una mueca en el tiempo y en el espacio. Había una promesa de pantalones cortos “forever”, y una determinación temprana de llamar la atención, con la pelotita, con botones, con escudos del Real Madrid o con lo que fuese. La pose de mal actor, sobreactuando desde el principio. Siempre ha sido así. Quizás con la edad me he corregido un poco, no mucho. Ya entonces no me gustaba el halago, ni toma, ni daca; aunque nunca me ha costado el reconocimiento y la admiración de la obra bien hecha y del punto cimero de la cultura de cualquier gente, cuando lo veo lo reconozco y lo admiro.

El nuevo “Niño de la bola”, circa 2019.

El nuevo “Niño de la bola”, circa 2019.

De muy temprano la fotografía ya empezaba a atraerme con la particularidad de que en ella siempre ví una posible excelencia propia, no así con los estudios, la música, y tantas otras cosas. El asunto del futbol es diferente, era el sueño imposible, tenía todas las condiciones menos la física. Solo en mis años sesentas, increíblemente, jugué al máximo de mis posibilidades, y lo hice bien cuando ya no había remedio. Guti puede dormir tranquilo, le hubiera quitado el sitio, fácil. Ni en el tenis, ni en el balonmano, siempre cuestión de pelotas, pude hacer nada válido. Así que lo de la bola en la mano tiene su explicación: el dichoso sueño imposible. Por lo visto, escribir y hablar me lo concedieron por añadidura, venía en el paquete, nunca tuve que hacer nada por ello. (¡Gracias a quien sea, o a quien fuere!) Y así, en un flash centelleante hemos llegado al otro “niño de la bola,” el actual. (Cliché sigue…) “En un abrir y cerrar de ojos” se ha pasado toda esa vida de la que tanto hablamos. Para unos más corta, para otros más larga, todo depende del aprovechamiento. De niño a niño se puede hacer una letanía de circunstancias. Cuestión de luces y sombras, la fotografía fabrica la película. No voy entrar en detalles, “agua pasada no mueve molino” (¡y dale!).

El “niño” de hoy jugando a ser Atlas.

El “niño” de hoy jugando a ser Atlas.

Como diría Ángel González, el poeta, que vivía también por estos andurriales, lo único que ya quiero es estirarla, (la vida, claro) como un chicle (el cliché del chicle), al fin y al cabo, estoy en América. Parafraseando a Z.: “son las consecuencias de una madurez mucho menos satisfactoria” que la juventud del niño de la bola. Toda la película está ahí, para quien la sepa ver sin necesidad del smartphone, es la distancia recorrida entre los dos retratos del niño. Ser un artista es: “ver lo que otros no pueden” (Patti Smith dixit) y eso es un compromiso de por vida, y una trampa saducea para evitar que te hagas rico, o que robes demasiado. Y ahí es donde entra lo de la decencia infinita, un estigma con el que se nace. Si bien, como dice el reputado filosofo chino Z.: “que nos quiten lo bailao!”

Amén. ¡Y que siga la fiesta, que no decaiga!

Luisma, Maypearl, TX     15 de Marzo del 2019      Feliz Cumpleaños (¡?)

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Una noche de ensueño

Luis Jimenez-Ridruejo, Uninhabited Garden #2

Luis Jimenez-Ridruejo, Uninhabited Garden #2 (“the lost painting”), acrylic on canvas, 22″ x 22″

Por primera vez, en mucho tiempo, una noche con un sueño maravilloso, delicioso, fantástico…todos los adjetivos que se le ponga son pocos. Usualmente, la cosa no discurre así, mis sueños son difíciles o frustrantes o terroríficos o incluso simplemente inocuos. Esta vez me cayó el premio, me tocó la lotería, me bajaron las nubes para poder subirme en ellas. Que bien!

Una noche de sueños de los de estrellitas, de borreguitos, de pastelerías, de los que te curan, mismo, la acidez de estómago. Hasta incluso, mientras estoy escribiendo esto, silbo una alegre cancioncilla intranscendente; solo de la felicidad que me produce el recuerdo de esa noche, de ese sueño. La misma sensación que cuando juego un buen partido de fútbol, ahora que cada vez se me hace mas complicado que eso ocurra por la edad y por los crecientes detrimentos físicos.

Luis Jimenez-Ridruejo, Instar #4, acrylic on canvas, 75" x 60" (detalle)

Luis Jimenez-Ridruejo, Instar #4, acrylic on canvas, 75″ x 60″ (detalle)

Bueno, va…nos vas a contar el sueño, si o no? Bien, pues la cosa va de pintura, de mi pintura. Soñé que estaba conforme con mi pintura (lo que nunca ha sido así), que me gustaba lo que había pintado y que era bueno. Y que había pintado mucho, una exposición completa y que todo el mundo decía que era una buena pintura, tirios y troyanos, amigos y la “cofradía de la elegancia”, todos.

Aquí no me va a quedar más remedio que explicar lo de la cofradía de la elegancia, es decir la “critica especializada” (más o menos especializada, según se mire). Esos cuya mejor manera de definir laudatoriamente mi pintura ha sido siempre acusarla de “elegante”, lo que dicho sea de paso todavía no he podido comprender bien que quiere decir y en que se basa dicha definición.

Luis Jimenez-Ridruejo, Instar #10, acrylic on canvas, 48" x 56" (detalle)

Luis Jimenez-Ridruejo, Instar #10, acrylic on canvas, 48″ x 56″ (detalle)

Esta vez la palabra elegante no se veía por ningún lado, ni afloraba siquiera en las típicas lenguas de doble filo, los envidiosos…no envidiosos de mi (pobre!), los envidiosos por real decreto, los de siempre, que habitan cualquier país y cualquier hemisferio. Los que viven vidas únicamente de espectadores, esos que se dedican a mirar (en blanco y negro, desvaído) como los demás viven sus vidas, en vez de vivir las suyas propias (colores a tutiplen).

En pocas palabras, fue una noche, un sueño de plenitud, un sueño que era un sueño. Ni siquiera cuando me desperté la sensación fue mala o infeliz por el término de dicha felicidad. El solo recuerdo del sueño era una felicidad en si mismo. Firmaría, ahora mismo, tener más sueños como el del otro día, o la otra noche, o tenerlos a menudo, más a menudo. Esta vida, con sus más y sus menos, necesita estas pequeñas inyecciones de optimismo, aunque sean imaginarias.

Luisma, 27 de Abril del 2009

[originally posted at Dust, Sweat and Iron]

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La reunión

‘El cuarto del Principe’, diez minutos antes de la reunión. (“Palacio Real” de Jose Manuel Ballester, 2009 )

‘El cuarto del Principe’, diez minutos antes de la reunión. (“Palacio Real” de Jose Manuel Ballester, 2009)

Año 1656. Huele a chimenea, a leña de encina quemada. Son los últimos días de invierno que en Madrid demasiadas veces se confunden con la primavera. Del patio suben las voces de atención de la Guardia Real. El Alcázar, por la mañana, es un lugar silencioso. Las estancias que no tienen fuego de hogar se abren muy de amanecida para airear y no se cierran hasta el mediodía, para que el aire de la sierra seque y oree los ambientes — lo mismo que se hace con los embutidos serranos. El Palacio Real es vivible, si se mantienen las condiciones y se cuidan las temperaturas. Hoy, este ala está muy concurrida, personajes van y vienen ajetreados, señal de que los Reyes andan cerca. Los personajes en cuestión se reúnen, confluyen en el llamado cuarto del Príncipe que es el obrador, el estudio donde está pintando Velázquez en estos días. El maestro Diego, él fue quien me dijo que la habitación donde pinta el gran cuadro debería estar caldeada, sin exagerar, a tono con la situación: Que la princesa y las niñas no pasen frio. A él no le importa ese frio demasiado; aún siendo sevillano, lleva tiempo acostumbrado a estos días, a veces gélidos, de Castilla y dice que no sería la primera vez que pinta con guantes. Me gustaría hacerme amigo del maestro, ofrecerle mis servicios, aunque un viejo guardia adaptado a guardadamas no puede aspirar a mucho en esta Corte.

Nicolasillo Pertusato no es realmente un enano, es una miniatura de galán, un hombre diminuto que parece un niño pequeño y que se comporta como tal, estrambótico, ya tiene dos decenas de años pero aparenta como la mitad. Es saltarín y no tiene el físico ni los rasgos de la enanez. Es alegre aunque con mala leche, a veces, producto de ser consciente de su pequeñez. Anda por las estancias rebuscando algún dulce extraviado que llevarse a la boca, es un goloso y le pierden los “caramelle” italianos, como él, que hace poco han debutado en la corte. Esas piezas de confitura dulce que se han puesto de moda y que están empezando a costar problemas dentales a más de uno. Por no hablar del Tiramisú, ese postre cuya receta trajo el maestro de su último viaje a Roma; cuando pintó ese retrato del Papa, del que todo el mundo habla. Ni con tanto dulce engorda, ni crece. En los pasillos todo el mundo se para con él y coinciden en las cuestiones:

— “Donde vais de esa guisa, tan peripuesto y de tiros largos?”

— “Me va a pintar Velázquez… Don Diego quiere que esté en su nuevo cuadro, junto a la Infanta Margarita y sus meninas.” No todo el mundo tiene el honor de que lo pinte ‘el Sevillano’, solo los privilegiados.

— “Callad ya, no sois más que un enano!”

— “No soy un enano, soy un galán pequeño!” Berrea a su interlocutor. Pertusato calla, sabe perfectamente que su pequeñez es lo que le permite vivir en Palacio, y además, tampoco quiere enemistarse por un ‘quítame allá esas pajas’ con ningún personaje de la Corte.

El ‘niño grande y pequeño’ se apresura para llegar a tiempo al estudio del pintor. En el camino se tropieza con ‘León’ el bonachón perro de la Infanta que casi es más alto que él y al que le gusta zaherir:

—“Vamos, ‘León’ que a ti también te van a pintar.”

El perro le tira un gañafón que casi le hace perder el equilibrio. El diminuto personaje lo arrea con una patada en los cuartos traseros, como de costumbre. Ambos bajan la escalera que da al estudio y se paran sorprendidos de ver a los Reyes, que hablan en voz baja con el pintor. Nicolasillo afina el oído, curioso, mientras juega con el perro; no sabía que los monarcas iban a estar en la sesión de poses. No sería extraño, pues Velázquez es muy capaz de pintar varios cuadros al mismo tiempo. El perro rabea alrededor de la Reina que lo aparta ostentosa con el pie. El animal se sienta en el suelo y aparenta quedarse dormido. Nadie, ni siquiera un perro, sexto sentido animal, osaría quedarse dormido sin el pláceme en la presencia Real. Varias personas van entrando en la estancia, por un momento hay un gran ‘frufrú’ de vestidos, sedas y brocados. Las conversaciones y los ademanes se aquietan ante la figura de los Reyes. El olor de madera quemada en las chimeneas se adueña del lugar, un sol blancuzco entra por los balcones y a contraluz el aire del estudio se tiñe de colores y sobrevuelan miasmas, polvo y motas de luz. La habitación se hace agradable a todos los sentidos.

Margarita, Infanta de España, se moja los dedos y se atusa los pelillos rubios no sujetos por el prendedor de carey, que alguien le regaló después de un viaje a América. Está en la fuente del patio y no tiene prisa, nunca la ha tenido, se sabe el centro de atención y la preferida de su padre, a pesar de no ser un varón. Le hubiera gustado ser hombre, ser príncipe y heredero de la corona. Entonces sí hubiese tenido los mil retratos de Velázquez y no tanto medallón para ilustrar a futuros pretendientes. No sabe aún que puede llegar el día en que sea Reina de España o Emperatriz en Austria. Se sujeta los vuelos del vestido y camina bamboleándose, casi levitando, hacia el estudio del pintor.

— “Si yo no estoy, no hay cuadro,” protesta para su coleto.

— “Habrán de esperar, yo soy Margarita!” Casi se le escapa un grito.

— “Donde están mis meninas?”

Del fondo de un pasillo lateral ha surgido una masa obscura, de andar acompasado y dubitativo. Tiene los pies planos y el resoplido del poco fuelle físico.

— “Alteza, Alteza! Esperadme, por favor!” Margarita la reconoce antes de que salga de las sombras. Es Mari Bárbola, la enana germanota, descomunal, una enana gigante, apaisada y rolliza, que le llega diciendo:

— “Ay, ay, me duelen mucho mis rodillas y mis estómagos y me siento mal.” Margarita, consentida y a veces cruel, le contesta con bromas:

— “Bárbola, no tienes más que un estómago, por Dios!” La princesa trata de empujarla, sin éxito.

— “Yo, cuando me siento mal, me quedo en pie o cambio de silla, ja,ja….” La enana se detiene antes de bajar la escalera para recuperar el resuello.

— “Bárbola, vamos, más deprisa, apresuraos, que nos van a poner falta.”

Al entrar en la habitación, que huele a trementina y fuego de hogar, Isabel y María Agustina salen de las sombras por una puerta excusada que comunica con el pasillo hacia las cocinas. Las dos niñas se paran, descubren la reunión en ciernes y se acercan solícitas a la Infanta, ofreciéndole agua y anises en un búcaro rojo. Apenas se dan cuenta de donde y con quien están, no tienen ojos más que para ella, su ‘reina chiquita’. María Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco, las meninas, son todavía unas niñas, unas señoritas de compañía, a pesar de ser solo un poco mayores que la Infanta. No les hace mucha gracia posar con los enanos.

— “No se porque tienen que estar en todas las sopas”, dice la una.

— “Es verdad, solo son unos monstruos”, retrueca la otra.

— “Que afición tiene el señor de Velázquez a pintar estos engendros.”

Las dos han llegado a Palacio, la noche anterior, desde la Casa de Campo, donde se hallaban preparando las habitaciones de verano, todos sus ropajes y decoración, para la próxima vacación de la Infanta. No tenían noticia de tener que posar para un cuadro y les entra la curiosidad de saber quien ha posado por ellas hasta lo de hoy. Se relamen de gusto de figurar para el pintor de cámara del Rey.

Diego de Silva y Velázquez entorna los ojos y medita lo que tiene en la imaginación. Le atrae pintar esta reunión que se le ha ocurrido: Reyes, personajes y personajillos. El mundo al revés, los Reyes minimizados solo serán un reflejo; los personajes adultos en las sombras, puro relleno para la composición; menos él mismo, convenientemente iluminado, a casi la misma importancia que la princesa. Los personajillos encuadrando la figura central de la niña. Sobre todo le da una gran excusa para aparecer con Su Majestad en un mismo lienzo. A ver como le presenta la idea del cuadro al Rey. Tendrá que ser una obra razonada y harto sutíl. Intuye que deberá terminarla antes de que el Rey la vea en instancias avanzadas, no sea que se la prohíban, como ya ha ocurrido con alguna otra pintura.

Velázquez medita, mientras observa a los circunstantes. Habrá de ir con cuidado. Su ambición de llegar a la nobleza no le permite dar ningún paso en falso. Esa misma ambición es la que también le ‘permite’ saberse un gran pintor, lo cual ha podido comprobar en sus viajes y visitas a colecciones reales en otros países. Desecha estos pensamientos, lo que ahora le preocupa es plasmar con sus pinceles y sus colores el aire en esta habitación, en la que ha reunido a todos estos personajes. Ni siquiera puede imaginar que todos ellos van a ser famosos en los siglos venideros, incluyéndose a si mismo, por causa de su habilidad, de su arte, en esta obra pictórica.

“Las Meninas”, varios siglos después.  (Diego de Silva y Velázquez, 1656) “No hay cuadro alguno que nos haga olvidar este” (Carl Justi)

“Las Meninas”, varios siglos después. (Diego de Silva y Velázquez, 1656) “No hay cuadro alguno que nos haga olvidar este” (Carl Justi)

Debo apresurarme, no puede ser que un simple mentor palaciego llegue tarde a una sesión de pose con la Infanta, podría caer en desgracia, es tan fácil…. Un guardadamas, eso es lo que soy y lo máximo que llegaré a ser. Esta es una ocasión magnífica para hacerse de notar, sabe que su ayudante, Doña Marcela, ha convencido al pintor para que lo incluya en ese cuadro, a pesar de ser un ‘don nadie’. Un cuadro que aún no está pintado y ya todo el palacio habla excelencias de él, por sus dibujos preparatorios. Tendría gracia que mi nombre se perpetuara por los tiempos venideros en la Colección Real. Cuando entra en la estancia, ya todo el mundo está allí, hasta los Reyes. Oye un ruido a su espalda, al fondo enmarcado en la puerta, ve a Nieto el primo del pintor. Todo ‘quisque’ quiere algo, o mostrarse y figurar. Tal es el ‘entrar’ en un cuadro del sevillano Velázquez, Más me valdrá quedarme aquí en la obscuridad, junto a la dueña. Que honor! Que honor!

(El guardadamas en la sombra es el único personaje de “Las Meninas” del cual se ignora la identidad. Un eterno desconocido al que todos conocemos y nos hubiera gustado suplantar)

Luisma, Maypearl (TX)   11 de Mayo del 2015

 

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