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Todo es posible en Granada

“…incluso que una mujer a caballo, hace más de quinientos años, junte allí todas las piezas de un reino, después de ochocientos años de lucha.” (painting by Francisco Pradilla; photo-art by luisjimenezridruejo.com)

“…incluso que una mujer a caballo, hace más de quinientos años, junte allí todas las piezas de un reino, después de ochocientos años de lucha.” (painting by Francisco Pradilla; photo-art by luisjimenezridruejo.com)

Cuando te achacan, el vivir en una película americana de serie B (lo cual nunca he negado) empiezas a pensar que al irte de “paseo” a España, sigues viviendo, en otra película clásico-folclórica española, digo, una de Manolo Escobar o de Alfredo Landa. Sería bueno llegar a lo de una de Almodóvar, pero mi condición de mal actor, sobreactuado y melodramático, me lo impide. El caso es que lo de mi vida en serie B, me hubiera gustado que fuera un “western”, una del Oeste como las que soñaba de pequeño. Esas películas donde la gente muere como Dios manda: a balazos, cayendo como un saco de patatas en el polvo, mordiéndolo, si se tercia; o salpicando barro, si la película es de Leone. Cualquier día puedo terminar aprendiendo a morir, en blanco y negro o en Tecnicolor del bueno, del que se evaporan los colores con el tiempo.

No me va a quedar más remedio que “aggiornarme” (Sergio Leone sea loado!) para la ocasión, por ejemplo: aprender a montar a caballo. Un tejano que no monta, no es muy tejano. Solo una vez lo intenté y descubrí que los caballos tienen vida propia y no tienen motor. Tendré que consultar con los más viejos del lugar, para ver si me condonan lo de montar a caballo con el conducir una “pick-up truck” (camioneta) roja y polvorienta. Por aquí, todos los caminos están asfaltados, pero ‘a falta de pan’ la meto por las tierras y el bosque para que coja patina. El desierto, uno de ellos, queda como a unos dos días de camino de aquí, hacia el suroeste. Se me sublevan las mientes, ahora que se habla tanto del dichoso muro con México. La mayor imbecilidad que he podido oír en décadas. Imaginad una cabalgada con tiroteo teniendo que detenerse ante un monstruoso muro de acero y cemento…

“Mundos verdes, incontables matices, mil batallas…” (Photography by luisjimenezridruejo.com)

“Mundos verdes, incontables matices, mil batallas…” (Photography by luisjimenezridruejo.com)

Ya me enrollé, y no era de esto de lo que hoy quería hablar. Me patina la neurona y también, bastante, la memoria. Ya ni me acuerdo de que iba lo de “Todo es posible en Granada”. ¡Ah!  Si… de llevar mucho tiempo en este país. Ahora que he vuelto a Texas, todo me parece extraordinario y las más de las veces: bello, y hasta cambiado y nuevo, aunque sea todo lo mismo. ¿Será que he debido cambiar yo?  ¡Así lo veo en las fotos de cuando llegué aquí, hace ya casi treinta años —quien lo diría!  La primera década viviendo en Houston y viajando mucho, luego unos meses en Wheeling (West Virginia) y acto seguido en Pittsburgh (Pennsylvania), años y años, hasta que me dí la vuelta y sin resquemor, ni resentimiento ninguno, trasladé cuatro cosas, pocas, y una burbuja grande de atmosfera y vivencias de la casa, con “ella” dentro.

El aire que respiraba no era Pittsburgh, era ella, S. (léase, Ese Punto). En pocos años se me han borrado un montón de vivencias y de personas, que eran o fueron el acontecer diario de mi vida. Pasmosamente preciso es el olvido de todo lo no tiene que ver con ella. Ahora, cuando diariamente contemplo y admiro la pradera, los cielos tejanos tan abiertos y mi vida tranquila y retirada de los jaleos de la urbe (Dallas), de la que solo veo los resplandores nocturnos, ese olvido me parece que siempre ha sido así, o que siempre debía haber sido así. El único resquemor, y ahora con resentimiento, es que tengo la edad que tengo—setenta y cuatro—, algo que no se puede cambiar. Ya se me han vuelto a escapar las mientes a Granada, incluido el Palacio Rojo, un sueño habitual que está en mi imaginación, gracias a lo fresca y muy usada que la tengo, y al YouTube, todo hay que decirlo.

“Evocando timbales, trompetería y gente a caballo…” (Photography by luisjimenezridruejo.com)

“Evocando timbales, trompetería y gente a caballo…” (Photography by luisjimenezridruejo.com)

El tiempo ha corrido a borbotones líquidos y para recordar lo pasado, sin apenas nostalgia, necesito despertarme con la frescura de mente necesaria para recordar cosas. Por ejemplo: hoy salí al porche del estudio, muy de mañana y ‘sentí sensaciones’ (¡el señor de Cervantes me valga!) familiares, un airecillo abulense, serrano, digno de la chaqueta de pana que no tengo. ¡Me calé una gorra de béisbol, de color amarillo-limón, haciéndome a la idea de que era una boina negra, manoseada en cien soles a mediodía y eché a andar por una vereda del bosque, pensando—pobre de mí!  —que de un momento a otro encontraría un frontón, de piedra fregadera, claro, con su bancada de asiento y una buena fila de jubilados. Lo digo como si no me diera cuenta que ya soy uno de ellos. Cuento con que algún placer oculto ha de haber en charlar, con personas que no conoces, de la próstata y los otros mil achaques que me atenazan. Por ejemplo, de como una mujer puede ser reina quinientos años antes y no puede ser presidente quinientos años después.

Naturalmente, aquí ni siquiera hay un mal muro de sillar de piedra y, por tanto, nada de grupos de jubilados de los de boina y cayada, ni de ningún otro tipo. De manera que la supuesta conversación se queda en un parco soliloquio, en la orilla del lago, tratando de aleccionar a los patos, que no muestran ningún interés en mis problemas. Nada produce una mayor sensación de vacío que esos patos nadando silenciosamente. Todo es más grande y más impresionante en Texas, cosa sabida. Descubriendo mundos verdes y de cien mil matices, en imágenes con una tremenda capacidad de evocación de otros universos que están dentro de mi. Y de igual manera todo es posible aquí, como todo es posible en Granada. ¿Y de que iba todo esto?  ¡Ah! De que Texas es grande y este mundo es enorme, siendo tan pequeño en el Universo. Hace poco, por primera vez, sentí el silencio del universo, que es lo mismo que nuestro silencio interior, mirando la luna, tan cerca, en un telescopio. Si lo podemos imaginar, todo es posible.

“ Isabella of Castille, Queen of Spades in another world…” (Photography by luisjimenezridruejo.com)

“ Isabella of Castille, Queen of Spades in another world…” (Photography by luisjimenezridruejo.com)

No es pues extraño, aunque si sorprendente, lo que me pasó en La Alhambra, hace un par de años en la cola de entrada al Palacio. Tres puestos más atrás de nosotros, apercibí una cara conocida, era una pareja y el hombre me resultaba familiar, la cola se apretó con más gente llegando y quedamos las dos parejas casi pariguales. Hablaban en inglés, inglés americano, y reconocí el acento de Pittsburgh. Al pronto, el hombre me encaró y me espetó: ¡Ya está! —Sabía que lo conocía, ¡no se me escapa una cara!  Ud. Es el señor del Mallorca Restaurant, en el South Side de Pittsburgh…Y al pronto, yo caí en la cuenta: ¡Y Ud. es un policía del Precinto 3 de mi barrio, South Side, en el cuartelillo a 200 metros de mi casa…! ¡Nunca habíamos hablado, pero nos conocíamos de vista y nos veníamos a encontrar y reconocer en…las puertas de La Alhambra, a miles y miles de kilómetros de nuestras casas!

Lo dicho: “Todo es posible en Granada”, no es solo una expresión clásica popular y el título de una película de serie B de los Años Treinta, también parece ser un hecho consumado en ‘mi película personal’. Por lo demás, algún día me decidiré y jugaré a la Lotería, ya vienen siendo muchas coincidencias. Veremos. De momento, sigo fotografiando estos y otros mundos, haciéndolos posibles. ¿A saber porqué…?

Luisma, Maypearl TX    24 de Junio del 2019

 

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Otro museo americano

S. (Ese punto) de incógnito, junto a la “cabeza” de Jaume Plensa, en Dallas Meadows Museum of Art. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

S. (Ese punto) de incógnito, junto a la “cabeza” de Jaume Plensa, en Dallas Meadows Museum of Art. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

La galería de arte es la hostelería de la pintura, la escultura y las artes gráficas. Ahí viven los cuadros, provisionalmente, desde que salen del estudio del artista hasta que encuentran acomodo en las casas de los coleccionistas, inversores o compradores privados. Hoy, el “negocio” del arte ha cambiado y ya corre la venta de arte por Internet, lo que ha puesto en delicada situación a muchos galeristas que hasta final del siglo pasado se mantenían bastante bien con sus ventas. El pintor de cuadros ya no es pintor de “cuadra”, los “equipos” de artistas “exclusivos” de galerías, incluso las especializadas, ya no encuentran el dinero galerista suficiente (hay galerías que retienen ya más de un 70% del precio marcado al público) para cubrir los gastos, o para mantener una carrera, o la vida pública que se le supone a un artista de éxito entre el “gran público”.

“El Prado en la pradera” Meadows Art Museum, Dallas (Texas).

“El Prado en la pradera” Meadows Art Museum, Dallas (Texas).

El otro destino final de la pintura es el panteón de los cuadros ilustres, el más o menos “pequeño museo” ciudadano y, eventualmente, el Olimpo de los grandes, el gran museo nacional con sus grandes colecciones, en las (grandes) capitales. Allí es donde duermen “el sueño de los justos” y están expuestos eternamente a los dimes y diretes de ese dudoso “gran público”, la Armada turística. Tambien expuestos, ocasionalmente, a los embates de los mastuerzos de la crítica, astifinos y berrendos en negro, monstruos como salidos de un particular “Game of Thrones”, que con el teclado en el puño se producen al respecto, y a su aire, con mezcla de envidia e impotencia. No se puede llegar—si es que hay que llegar a algún sitio—con la pintura y el arte, ni más cerca, ni más lejos. Se advierte, claramente, y no es cosa nueva en mí, que no doy un bledo por la opinión, salvo honrosas excepciones, de los clásicamente llamados: críticos de arte, y sus elegancias. ¿Como no tienen otra que decir han acusado, desde siempre, a mi pintura de “elegante”… a saber cómo?  De fotografía, ni siquiera pretenden entender, se retorcerían como diablo con escapulario.

“Siempre me ha gustado ‘pasarlo bien’ en los museos.” Meadows Museum, Dallas (Texas). (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Siempre me ha gustado ‘pasarlo bien’ en los museos.” Meadows Museum, Dallas (Texas). (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Sin embargo, no todo son los grandes museos. Tambien están, y son legión, esos otros “pequeños” museos, en las capitales de los estados, cincuenta son la Unión, lo que realmente da para mucho museo. Más las grandes ciudades que no son capitales de estado, pero mantienen famosos museos y extraordinarias colecciones. Chicago, Houston, Los Angeles, S. Francisco… Y otras ciudades no tan grandes, sostienen colecciones que usan como atractivo ciudadano, buscando cubrir nuevos desarrollos. Fundamentados gracias a las pinturas “heredadas” de magnates de la economía y los negocios, prontos a negociar con las Administraciones, municipales o federales, unas fundaciones que cubren los increíbles impuestos que si no tendrían que pagar. Estos “otros” museos, algunos deliciosos, son generalmente pequeñas colecciones de arte, con un denominador común: una o dos pinturas por artista célebre, de relativa calidad (escasean, y cuesta mucho adquirir obras maestras de determinados artistas punteros.)

“Playa de Portici” Oleo de Mariano Fortuny. Colección Meadows Art Museum, Dallas (Texas).

“Playa de Portici” Oleo de Mariano Fortuny. Colección Meadows Art Museum, Dallas (Texas).

El “relleno” de estos museos se produce con pinturas y obras de artistas de “segunda”, algunas magníficas y elevadas a la categoría de museables. Son objeto de regalos tasables por parte de grupos de ricos-hombres, también de segunda, listos a “frotar codos” con los de escala superior. El resultado son estos otros museos, más o menos bien dirigidos y dotados, que se visitan con agradabilidad y están sujetos a la posibilidad de encontrar, por casualidad, alguna obra realmente interesante. Este es el caso del Meadows Museum of Art en Dallas (Texas), un museo “grande pero pequeño” y que muy al uso de la grandilocuencia tejana aquí se le llama: “El Prado en la pradera”, quizás por su colección de arte español, la más grande de USA y que no seré yo quien critique. Y sería fácil hacerlo, por ejemplo: hay un retablo gótico, dicen que de un monasterio aragonés, limpito, reluciente y con sus dorados rechamantes, y que más parece “nuevo” que restaurado, en fin…Relativamente “moderno”, el museo ocupa un enorme “caserón” clásico, neo-paladial, de cincuenta años de edad, completado en 2003 y cedido a SMU (Southern Methodist University) por el multimillonario Algur Meadows, con el dinero de su compañía petrolífera American Oil Company of Texas. Abrió sus puertas en 1965.

La familia de Mariano Fortuny. (Fotografia) España. Exposicion “Fortuny, Friends and followers” Meadows Museum, Dallas (Texas).

La familia de Mariano Fortuny. (Fotografia) España. Exposicion “Fortuny, Friends and followers” Meadows Museum, Dallas (Texas).

Actualmente, el Meadows está abierto al público, con su colección general y una exposición actual, dedicada al pre-impresionista español Mariano Fortuny. La exposición está basada en un solo cuadro, el único que tiene del pintor la colección general del museo, más algunos dibujos de Fortuny en cartas dirigidas a su mecenas americano, que fue el que legó la pintura al museo. También se exponen dibujos en cartas, de amigos del pintor, que buscaban el mismo mecenazgo. Obtener algún dinero para “tirar” (tirar del carro de la vida), buscando pagarlo luego con obras pictóricas. No sé cuán pingües serían los beneficios de un triunfante Fortuny, el lienzo de este cuadro tiene dos piezas recosidas. ¿Quien sabe las realidades de la vida? Se exhibe, también, una gran fotografía mural del pintor y su familia, una estampa social de la época; dieciocho personas, un montón de caracteres y un detalle sorprendente: en el ángulo inferior izquierdo hay un bebé, sostenido en brazos por una seguramente mucama, sentada en una silla y que alguien presenta dando la espalda al fotógrafo. Varios americanos han notado este hecho y me han cuestionado la razón, que a mí se me hace evidente.

Despertando de ‘otra’ siesta en un museo americano. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Despertando de ‘otra’ siesta en un museo americano. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

La pintura de Fortuny es también un grupo familiar, en la playa de Portici, cerca de Nápoles (Italia). En el color, la luz, el buen dibujo, el niño desnudo agachado en el borde del agua, ya se puede advertir al mejor Sorolla en ciernes y un montón de Impresionismo asomando y hasta de Abstracción, si se quiere. En suma, un buen cuadro de un pintor extraordinario. El Meadows Museum tiene buena pintura y justifica la visita. Como la justifica, también, una cabeza de redes metálicas del escultor catalán Jaume Plensa, que tiene el honor de presidir la entrada principal en el exterior del museo. Para saber más de la colección en sí, no me necesitáis, basta “hacerle un Google.” Así es uno más de estos “otros” museos que proliferan en el mapa americano. Entretenido como casi todos ellos, susceptibles de usarlos para “dormir” siestas inspiradoras (ver el post “Siestas en el museo”).  Museos que justifican las visitas repetidas, si no tienes una actitud crítica negativa, ante todo y cada cosa, (“Sindrome de Troll”) algo muy en boga en estos tiempos de Internet. Lejos de mí, dicha actitud!

Luisma, Maypearl, TX    20 de Mayo del 2019

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El niño de la bola

“El niño de la bola”, circa 1953.

“El niño de la bola”, circa 1953.

“El niño de la bola” y “El niño de la foto” (con patito de peluche y abuela). Ver post en Enero del 2013. Son dos de las pocas fotos que me gustan, de las de mi infancia.

Han sido, o van a ser, setenta y cuatro años. “Toda una vida.” Con mi afición a proclamar clichés, este se veía venir y desde bastante lejos. Toda una vida con la pelotita en la mano, que a saber lo que eso quiere significar. Le he dado muchas vueltas y lo único que se me ocurre es hacer chistes con ello. Así que he hecho un par de chistes fotográficos y…en paz. De esa foto del “niño de la bola” tengo que acusarme de no saber nada de ella, yo que presumo de saber de toda foto significativa que he hecho o me han hecho. Esta sé dónde fue hecha y puedo adivinar hasta el porqué. En aquel momento yo era el buque insignia de la familia, había salido guapo y fotogénico, con unos ojazos azules y una aureola angelical, bajado del cielo a pedradas, aunque la sonrisa falsa, como la falsa moneda, auguraba algún que otro problema en el futuro, o alguna simpleza de mal actor.  Fotografía típica de estilo de la época, es debida seguramente a Riviera o a Rincón, fotógrafos, en Salamanca (España).

Quizás la pérdida de esa sonrisa, quizás el no prever hasta donde iba a llegar, quizás una mueca en el tiempo y en el espacio. Había una promesa de pantalones cortos “forever”, y una determinación temprana de llamar la atención, con la pelotita, con botones, con escudos del Real Madrid o con lo que fuese. La pose de mal actor, sobreactuando desde el principio. Siempre ha sido así. Quizás con la edad me he corregido un poco, no mucho. Ya entonces no me gustaba el halago, ni toma, ni daca; aunque nunca me ha costado el reconocimiento y la admiración de la obra bien hecha y del punto cimero de la cultura de cualquier gente, cuando lo veo lo reconozco y lo admiro.

El nuevo “Niño de la bola”, circa 2019.

El nuevo “Niño de la bola”, circa 2019.

De muy temprano la fotografía ya empezaba a atraerme con la particularidad de que en ella siempre ví una posible excelencia propia, no así con los estudios, la música, y tantas otras cosas. El asunto del futbol es diferente, era el sueño imposible, tenía todas las condiciones menos la física. Solo en mis años sesentas, increíblemente, jugué al máximo de mis posibilidades, y lo hice bien cuando ya no había remedio. Guti puede dormir tranquilo, le hubiera quitado el sitio, fácil. Ni en el tenis, ni en el balonmano, siempre cuestión de pelotas, pude hacer nada válido. Así que lo de la bola en la mano tiene su explicación: el dichoso sueño imposible. Por lo visto, escribir y hablar me lo concedieron por añadidura, venía en el paquete, nunca tuve que hacer nada por ello. (¡Gracias a quien sea, o a quien fuere!) Y así, en un flash centelleante hemos llegado al otro “niño de la bola,” el actual. (Cliché sigue…) “En un abrir y cerrar de ojos” se ha pasado toda esa vida de la que tanto hablamos. Para unos más corta, para otros más larga, todo depende del aprovechamiento. De niño a niño se puede hacer una letanía de circunstancias. Cuestión de luces y sombras, la fotografía fabrica la película. No voy entrar en detalles, “agua pasada no mueve molino” (¡y dale!).

El “niño” de hoy jugando a ser Atlas.

El “niño” de hoy jugando a ser Atlas.

Como diría Ángel González, el poeta, que vivía también por estos andurriales, lo único que ya quiero es estirarla, (la vida, claro) como un chicle (el cliché del chicle), al fin y al cabo, estoy en América. Parafraseando a Z.: “son las consecuencias de una madurez mucho menos satisfactoria” que la juventud del niño de la bola. Toda la película está ahí, para quien la sepa ver sin necesidad del smartphone, es la distancia recorrida entre los dos retratos del niño. Ser un artista es: “ver lo que otros no pueden” (Patti Smith dixit) y eso es un compromiso de por vida, y una trampa saducea para evitar que te hagas rico, o que robes demasiado. Y ahí es donde entra lo de la decencia infinita, un estigma con el que se nace. Si bien, como dice el reputado filosofo chino Z.: “que nos quiten lo bailao!”

Amén. ¡Y que siga la fiesta, que no decaiga!

Luisma, Maypearl, TX     15 de Marzo del 2019      Feliz Cumpleaños (¡?)

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Pintando en la noche…

3 A.M. in the studio, finishing Trigueros #1 (74” x 60”), acrylic on canvas. Over the door: Instar #14 (26” x 30” Photo: luisjimenezridruejo.com).

3 A.M. in the studio, finishing Trigueros #1 (74” x 60”), acrylic on canvas. Over the door: Instar #14 (26” x 30”) Photo: luisjimenezridruejo.com.

Hablábamos ayer de pintura, y de fotografía también; las mismas artes de la imagen con diferentes herramientas. Te decía que, a veces, convierto la noche en un aquelarre de presencias, y ausencias, que bailan conmigo mientras pinto. Me susurran soluciones pictóricas o fotográficas (si las tienen) y las más de las veces, me asustan (miedos), casi siempre “sin consecuencias”, excepto el placer doble de la rememoración de esos otros placeres, los que no asustan, o me brindan la presencia de otras vivencias almacenadas en el estro y que dan sentido a todo, incluso a la pintura. (“Estro”: mucho ‘mejor’ palabra que “inspiración”, voz de regüeldo religioso, ya un tanto descastada). La fotografía, con su “realismo obligado” se da sentido a sí misma, casi siempre. De noche hago todas esas cosas que muchas veces no quiero ni saber. Una de ellas es pintar, algo que me demuestra que sigo vivo. De momento.

 

Total eclipse of the “red” moon, Texas (12: 30 A.M. January 20, 2019). Telephoto lens 300mm, handheld. Photo: luisjimenezridruejo.com

Total eclipse of the “red” moon, Texas (12: 30 A.M. January 20, 2019). Telephoto lens 300mm, handheld. Photo: luisjimenezridruejo.com

La noche empieza siempre con dudas. Pinto, obviamente, con luz artificial; poco más o menos la misma cantidad de luz que un cuadro va a recibir en su emplazamiento, definitivo o no, en cualquier muro o pared de exhibición. Lo de pintar con luz artificial, en mi caso, es lo natural (¡?) como lo sería para el pintor de Altamira, distancia y categoría, el hacerlo a la luz de las hogueras, en las cuevas. Sobre todo, en la noche con luna o sin luna, y en la llamada madrugada, hasta que despuntan las primeras luces del amanecer (lo siento, no he podido resistirme al cliché). A la caza de la luz, así ha sido para mí, siempre. ¡Ah! Y la música, siempre la música, y escribir mientras pinto. A veces, no veo la pintura durante las horas de sol, aunque aquí en Texas, como en Castilla…en fin, que algunos días pinto con luz de sol—equilibrios en la cuerda floja—, luz siempre reflejada, nunca directa. Como decía Goya: la luz directa de sol sobre el lienzo produce monstruos y mentiras. Recuerdo los dibujos y grabados con aquellos sombreros de alas rígidas, soportando velas, en equilibrio precario y pingando cera por todas partes. Hoy día es usar una mezcla de sol y electricidad, que es como hago la reproducción fotográfica de mis pinturas. Uno se maravilla, aunque sepa la respuesta, en qué condiciones pintaban los “antiguos”, no los prehistóricos, los más modernos antiguos. ¡Sin luz eléctrica! ¡Goya, Velázquez, El Greco! ¡No debían ganar para velones!

 

Trigueros #1 (detail), acrylic on canvas, 74” x 60”. Photo: luisjimenezridruejo.com

Trigueros #1 (detail), acrylic on canvas. Photo: luisjimenezridruejo.com

Algunos ‘críticos’ relacionan la bebida con la pintura nocturna. No lo sé, no en mi caso, lo único que bebo es Coca-Cola, de dieta y descafeinada, un pobre brebaje, un panorama no muy excitante, a este paso nunca llegare a “maldito”. Es mi figura ‘humana’, esa que no me interesa y nunca aprenderé a pintar, ni de día, ni de noche. No tengo ninguna razón para ello, simplemente reconozco que es así. En la evocación de la figura, nunca reconozco el género, si acaso en la sombra, solo un eco, sin acercarme a la personalización de la imagen. Como casi siempre, pinto rodeado de oscuridades, con dos puntos de luz eléctrica, cliché o no, tengo que luchar con el viejo dicho: “de noche todos los gatos son pardos” y, por tanto, el color siempre me ha costado mucho. Solo hará un poco más de una década he empezado a ser “valiente” con el color, después de muchas y largas noches de espadas, capas y puñaladas a los lienzos.

 

Trigueros #1 (detail), acrylic on canvas, 74” x 60”. Photo: luisjimenezridruejo.com

Trigueros #1 (detail), acrylic on canvas. Photo: luisjimenezridruejo.com

El color, mi última asignatura. No sé dónde leí una vez, que después de pintar las “mariposas negras”, preferiblemente de noche, estás ya listo para apreciar las de color. Después de aquellas, descubrí y pinté unas mariposas amarillas, doradas, y alguna azul (lapislázuli), que no cambiaban de color durante la noche y revivían con la luz eléctrica. (¡?) Solo la pintura y S. me hacen sentir esas fabulosas mariposas, en el estómago. En la noche se piensa todo más, se digiere todo mejor, las neuronas se mezclan adecuadamente en la batidora cerebral. (¡toma castaña!) y las figuras son solo fantasmas. Espectros, duendes, fantasmas de noches pasadas “en vela”, nunca mejor dicho, sin sueño, pero en el mundo de los sueños. Sin compañía, aunque si con la tibieza de las imágenes pictóricas y fotográficas y su poder inmarchitable de evocación. Hay un algo de abstracción contínua, o un todo, en aquellas imágenes que no contienen figuras o su presencia. Realmente, de noche todos los gatos son pardos, y abstractos.

 

Luisma, Maypearl, TX        28 de Febrero del 2019

P.S. Este ‘post’ está dedicado a la memoria de Jesús Saavedra Mozas, lector empedernido, compañero y amigo, que ya está esperándome, ahí fuera, en las praderas eternas.

 

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Esa otra parte de la Historia de España

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Hemos tenido muchos Reyes en España, más de los que pensamos o estamos dispuestos a recordar ahora que parece que la(s) Monarquía(s) están a punto de finiquito. ¡No sé quien llevaba medio siglo XX “prometiéndome” que para el siglo XXI solo quedarían la Reina Inglesa y los cuatro de la baraja—así nos va con esos político-profetas! Al menos visto desde la distancia del olvido. Nuestros niños se salen de primeras con Isabel La Católica, como si antes no hubiera pasado nada o como si por entonces los españoles hubieran llegado en patera, como Washington aquí, al cruzar el Potomac ; por aquello de América y del principio de la nación como unidad histórica. Ahí fue el principio de España, como tal país (se pongan como se pongan, quienes se pongan) y hasta hoy, con unos cuantos Felipes, incluido el actual, el último (?), los Carlos, entre los que hubo de todo (como en botica) incluido Juan Carlos, pobre, pero al fin rumboso, como los antiguos. Y solo dos reinas con título y poderes, las Isabeles, primera y segunda. Y hasta ahí, de la Católica para atrás hay un mar de reyes de todo tipo y caletre.

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Pongamos, por ejemplo: los Reyes Godos, una manada de aquí te espero, en general parece que brutos como ellos solos, según cuentan las crónicas, falaces o no. Treinta y seis reyes, más o menos, hasta Don Pelayo, el único que merecía un Don, a saber porqué? Entre todos reinaron un total de tres siglos, de nuestra historia post-romana. Tres siglos de los que sabemos muy poquito (mal que les pese a nuestros historiadores) y de los que voy a despiezar, a modo de excitación de la imaginación las cantidades de años de sus reinados, el cómo murieron (por aquello de mis “hojas muertas”) y en el caso de algunos la edad a la que lo hicieron, aunque no se comprendan, entre sí, las edades de ayer y de hoy. Solo estos mínimos, aunque importantes “detalles” ponen nuestra imaginación a trabajar. Sigo una cualquiera de las listas sin mencionar autor o autores, sin entrar en discutir quien fue el primer rey y sin seguir un orden preestablecido, una cosa como en grupos, como una Tabla Periódica de Elementos. Al fin y al cabo, menudos elementos los Godos. Tabla y Lista, tal para cual.

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

El primero de los Godos…no voto ni por Alarico, ni por Ataulfo. Pongamos que ALARICO fuera el primero, es un nombre que suena bien, reinó 15 años (395-410), murió por haber contraído malaria. ATAULFO, reinó 5 años y murió asesinado, el primero de los muchos así. Solo dos Ataulfos en “mi historia” de España, el rey godo y Argenta, magnífico director en la Orquesta Nacional a mediados del siglo pasado, murió trágicamente en el interior de su coche, en su garaje, ahogado por los humos del tubo de escape. SIGERICO, solo reina 3 años y se desconoce su forma de morir. TEODORICO I , 33 años, el reinado más largo de un godo, murió en combate contra Atila. TURISMUNDO, 2 años de reino y murió asesinado. GESALEICO , ejecutado en el exilio. TEODORICO II, AMALARICO, TEUDIO, TEUDISELO, LIUVA II , WITERICO, SISEBUTO, todos ellos en el grupo de los que murieron asesinados. Costumbre parece, no muy buena.

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

EURICO, 18 años de reinado, murió de muerte natural a los 64 años; edad que parece natural para una muerte del tipo que sea. Hay todo un grupo, no muy largo en la lista de fallecidos de muerte natural, aunque no esté muy claro cuan “natural” fuese. ALARICO II , 23 años reinando y murió en combate, sería ya bastante mayor, bravo!  TEODORICO, llamado EL Grande, 15 años de reinado, hasta morir de muerte natural, a los 71 años.  ATANAGILDO, reinó 16 años y murió, también, de muerte “natural”, a saber!  LEOVIGILDO, 14 años, muerte natural, su nombre fue bastante popular en el siglo XIX, en masculino y en femenino. RECAREDO I , reinó 15 años y murió a los 36, de muerte natural, eso sería en la cama?  GUNDEMARO, a los 2 años de reinado murió de muerte “natural”.  RECAREDO II , reinó 10 años y murió de muerte natural (?!) después de ser destronado.  SISENANDO , reina 5 años y muere naturalmente; su nombre fue también popular en el “santoral” del siglo XIX y principios del XX.  CHINTILA , reina 3 años y muere de muerte natural a los 89 años, aquí si cabe. TULGA , reinó 3 años y murió a lo natural, destronado.

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

CHINDASVINTO , 11 años de reino y muere, naturalmente, a los 90 años. Nombre muy adjudicado en el XIX, supongo que moriría en el castillo que edificó “a cuatro leguas de Pinto y treinta de Marmolejo” … RECESVINTO , reinó 19 años y falleció de una enfermedad nefrítica. Nombre también popular entre los “monárquicos de izquierdas” del final del XIX.  WAMBA , 8 años de reinado, fue destronado; su nombre será eterno gracias a unas zapatillas deportivas.  ERVIGIO , reinó 7 años y murió de enfermedad (?!).  EGICA , 13 años de reino y muerte natural.  RODRIGO , reino solo 1 año y murió en batalla.  AGILA II , reinó 4 años y fue tachado de colaboracionista con los árabes.  ARDON , 6 años de reinado y también colaboracionista. Por fin, el ultimo (?!) fue el llamado Don PELAYO , reinó a satisfacción durante 19 años, en el año 737 murió. Con él se inició la llamada Reconquista. Se le considera el primer Rey de la Nación. Ya se sabe: “Los últimos serán los primeros.”

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

En realidad, todo esto sobre los Reyes Godos y su lista, es una excusa para presentar, al mismo tiempo, una serie de fotografías de un trabajo inspirado en el mundo de los Godos, que aquí nunca fue. Con un colorismo algo tétrico y un poco “negro”, extraído de una naturaleza en su ciclo final anual y aprovechando las “blancas” y frías luces invernales tejanas. Las “muertes” se pasean por la pradera, antes de que ataque la primavera… Mal que les pese a algunos: Abstracción Impresionista.

 

Luisma, Maypearl (TX)    31 de Enero del 2019

 

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Introducción a otra visión

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Sentado en el “oficio” del invernadero, mirando por la ventana. Ensimismado en el árbol rojo, vienen a borbotones los recuerdos de hace cuatro años y sus ciclos equivalentes a sus estaciones naturales. Lo que empezó por línea y color y ha acabado por ser una enorme pesquisa de formas, espacios, colores, naturaleza explosiva identificándose a si misma. He insinuado un mundo, o varios mundos, atendiendo a los ciclos naturales. Flores que llevan hasta “palos y hojas” como alguien definió a estos mundos, partes de un mismo o similar universo de luces y sombras. Es en lo que se ha convertido mi particular mundo: veinte mil fotografías digitales sin plata, ácidos, ni costos alucinantes. El mundo digital, un mundo sin fronteras, ni muros, solo misterio o misterios de la óptica, de la visión de mis ojos machacados por setenta años de inquisitiva mirada y comprensión de lo visto.

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Ahora esos mundos, dos o ciento, identificándose con luces y sombras, color. Abstraído en la singular belleza de las orquídeas del invernadero y sus luces tamizadas, al pronto la maraña, los árboles, los arbustos, el viento, los fondos de la pradera. Me encaré la cámara, la moví entre los verdes, los amarillos, los azules, oros, platas de luz directa, que parecían puntas de lanza de batallones reflejados en la pradera y sus bosques cerrados. Recordar los bosques de los predios de Pennsylvania, los campos de mi Castilla dejados atrás, atrás de todo el océano. El árbol rojo me prendió y cuatro años después de aquel atardecer desde el invernadero y sin moverme poco más que el espacio de una verbena de pueblo, he hecho recuento de las fotos que he “tirado” en ese pequeño espacio lleno de luces y misterios.

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Serán unas 22,000 fotos—16,000 tras una primera “limpia.” Y con las fotos un montón de ensoñaciones por escrito. Retratos posibles tirando de un ovillo, del que no hace falta el cabo porque se me ha demostrado inacabable o, al menos así lo parece. Son esos mundos de mi universo personal. El mundo de mi higuera, mi álamo, mi parra, mis dos arces…todos ellos y todos sus ciclos misteriosos están dentro de mi cámara.

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

 

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Gracias a mis nuevos ojos, operados de cataratas, puedo adentrarme desde ayer en cualquiera de los mundos que insinúan estas fotos, son de los últimos días del año 2018. Pronto será otro año y otros ciclos que descubrir.

Luisma, 31 del Diciembre del 2018

 

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¡Silencio, se vive!

Photography: luisjimenezridruejo.com/photos

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Lo último que me faltaba como prescripción médica. Llevo tres semanas entrando y saliendo de toda suerte de hospitales, coleccionando dolencias y sus correspondientes galenos especialistas en cada puñeteria que me atenaza. Colecciono, también, para tomar diariamente, toda clase de píldoras, pastillas, capsulas, y hasta polvos de la “Madre Celestina”, como corresponde a la medicina norteamericana en su más acendrada tradición. La Medicina es una cuestión de dinero, dinero farmacéutico. Nunca hay muchas sorpresas, aunque el martes pasado me recetaron: Silencio (¡?) y sobre todo: No gritar (¡?), sorprendente, para el cuidado de mi corazón de paredes espesas y “atrial fibrilation”, con una arritmia que todavía no sé cómo hincarle el diente. Veremos…

Precisamente—Silencio—es lo que disfruto, aquí y ahora, en este “campo” de Texas, vivir en el campo, la pradera inconmensurable, eterna porque no tiene ni principio ni fin, que diría, sin entenderlo, un predicador de alguna Orden antigua. Me viene a la imaginación algo sobre Ordenes Mendicantes, quien sabe porque me cae a veces el rememorar de palabras que no tienen nada que ver conmigo, o con lo que estoy escribiendo. Malhaya de predicadores! Seguimos con lo del silencio, solo abortado por ruidos de la naturaleza, ruidos pequeños y la mayoría de las veces, dulces. A veces, vienen los ruidos de la carretera próxima, la FM 66 que es nuestra “calle”, de parvo tráfico y denominación a la antigua: FM, Farm to Market (de la granja al mercado) mínimo tráfago de vehículos poco ruidosos, como una comarcal de las nuestras. Un par de camiones, unas cuantas camionetas y un dúo ciclista. Increíblemente, los más pequeños son los más ruidosos y los más grandes camiones de infinitas ruedas y rechamantes metales apenas se escuchan, salvo en aceleraciones extremas, y pocas veces.

Photography: luisjimenezridruejo.com/photos

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Bueno, todo ello con una excepción gloriosa: es el “terremoto”( de ‘terre’ y ‘moto’) de los sábados a mediodía, una nube trepidante de  27 Harley Davidson, contadas a cada paso gracias a su marcha que a veces me trae a la mente lo que sería una columna militar alemana en la guerra mundial –Luisma, has visto muchas películas– y que nunca me pierdo de admirar pues se anuncian a sí mismas, rimbombantes, con el ritmo acompasado de una legión romana en marcha, desde un par de millas antes de su paso.  La mesmerizacion me dura desde que se apercibe el trueno inicial hasta que se pierde el eco fantástico, léase: pedorreo, de esos motores y se alejan los brillos rechamantes metálicos que guarnecen sus chaquetones de cuero negro. Hasta incluso me da tiempo a rememorar un viejo sueño: ser el “aquilifer”(Centurión se escapa de mis posibilidades) de una legión romana entrando en la ciudad por el viejo puente romano de Salamanca. Fuera de todo esto, el resto de los ruidos son familiares, el lavaplatos domina sobre los gatos y el perro, pero no sobre la televisión 24/7, es decir: continuamente encendida “sotto voce“, aunque no haya nadie viéndola.

Así que silencio, realmente lo tengo por arrobas y lo de los gritos es otra historia. Yo no grito desde la batalla de las Termópilas, o al menos desde el gol de Iniesta, o los goles del Real Madrid en las finales de las Copas de Europa; trece, que son trece, oiga! Este comentario está dedicado a mis sufridores del Barça, que tanto me quieren y que se tienen que contentar con “manitas”, una por década. Ya en serio, no he conseguido encontrar en los Internets la razón de lo de no gritar, en plan médico, vaya usted a saber!  Será por la cosa política?  Esto aquí, está para el grito y como soy votante demócrata sería adecuado, pues hace tiempo que no nos comemos una rosca a nivel nacional.

Photography: luisjimenezridruejo.com/photos

Photography: Luis Jiménez-Ridruejo

Para cumplir con la prescripción médica tengo que buscar, pero sobre todo encontrar, no solo en los volanderos internets, más que nada en los recovecos de mi cerebro, zonas de aislamiento, de silencio “natural”. Acaparar el silencio y la falta de grito que me da mi pintura actual y fundamentalmente mi fotografía. No me quedara más remedio que aislarme en el estudio y no reparar ni en los ruidos ambientales. Si acaso, la cantinela casi griterío de los patos silvestres volando, ya casi rozando las puntas de la maraña, camino aéreo hacia el lago. El lago, esta porción acotada de la pradera, dentro de la grande, enorme, salpicada de núcleos de población y casas de rancho, pero, en cualquier caso, siempre pradera. Las tierras que me rodean me han contestado a casi todas las preguntas posibles, menos una, dejada siempre a mi imaginación calenturienta, como sería esto en 1491? Un año antes de lo de Colón. ¿Como serían aquí los silencios, antes del arcabuz y el caballo árabe? Y antes de los juramentos en “cristiano”…

De manera que aquí, los silencios se administran como las recetas de cocina. Se admite discutir la comparanza. Lo único que uno tiene que hacer es poner una notita de papel con el “horario” del dia o de la noche; mi casa-estudio se presta estupendamente y S. también, emigra a casa de su madre que está a 17 metros de distancia, en hierba, y donde todavía tiene su habitación de niña. La única “lata” que me dan es de Coca-Cola o de agua de agujeritos. La música es a voluntad, o sea, en caso extremo: cascos…Voy rápido a poner una nota en el refrigerador, que incluya las dichosas Navidades, que ya se anuncian a bombo y platillo…

Luisma, Maypearl (TX)   27 de Noviembre de 2018

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Las caras de toda la vida

Luis Jimenez-Ridruejo, sin título (grabado, punta de acero y ácido)

Luis Jimenez-Ridruejo, sin título (grabado, punta de acero y ácido)

Y dale que eran aquellos tiempos del cuplé! Que no, Luisma, que lo del cuplé ya había pasado; eran los de la recreación cupletera de una Sarita Montiel que iba para súper-famosa. Eso si que era fama y personalidad! Aquellas folclóricas de los años cincuenta… Son las seis de la mañana de un día de Mayo del 2014, el mundo sigue rodando y las luces de la pradera ya se dejan ver a lo largo; aunque el sol todavía está por salir, rebotando su luz en unas nubes altísimas. Cuestión de ángulos en el cielo de Texas…y de mis reflexiones sobre aquellos tiempos, sesenta años atrás.

Sueño—representación onírica de quien duerme—era. Me acabo de despertar con los quedos ruidos de S., que se levanta con las gallinas, aunque no las haya; si bien el dicho aquí tiene sentido porque estamos en el “campo”. Da fe de ello ese notorio pájaro pinturero, un cardenal rojo, que canta con repetición machacona pero no molesta. Naturalmente el último sueño de la noche está todavía fresco y “tengo” que ponerme en pie y alistar pluma y papel para que no se me pierda en los entresijos de la memoria y las urgencias del día que se presenta. Escribir los sueños de lo antiguo, a fin de que no se me volatilicen; si no, se me va a olvidar hasta quien soy, o quien era.

Algunas cosas malamente las puedo recordar, personas, nombres de calles, situaciones a salto de mata. Los sueños, aunque tergiversan todo con su particular “realidad”, son películas de aquellos tiempos y durante ellos se me aparecen las caras de los de entonces, las caras que ya no existen, las de toda la vida. Sobre todo la cara de mi padre, del cual tengo que ir frecuentemente a las fotos porque ya se me borra aquella sonrisa atractiva e irónica. La sonrisa de alguien que siempre pensé que sabía algo más que yo. Me choca acordarme de él, y me viene contínuamente el pensamiento de que soy mucho más viejo, ya más de una década, que él nunca fue. Alucinante.

En el sueño de esta madrugada me venían otras caras, y como siempre sin ningún sentido de lo que fueron o significaron para mi; solo estaban ahí como el canto del pájaro que no cesa. El “Lolo”, el “Falele”, Farina, un buscavidas de a diario, que con los años sería gran personaje del arte flamenco. Entonces un crio, de cara redonda y con el típico desparpajo gitano; escasamente mayor que el otro crio que yo era, y que se marcaba un cante por pedido propio, a cambio de un pinchito de calamares fritos y un tinto con gas. Era en un bar, cuyo nombre no puedo evocar (no, no era el Candil) y que estaba muy cerca del negocio paterno, en aquella calle transitada mil veces y que tampoco puedo recordar su nombre, solo su ser: la calleja de los bares.

La cara inconfundible de aquel otro tipo, siempre a la puerta del “Castilla”, el bar del aperitivo de mediodía. En el televisor de aquel bar “vi” el asesinato de Kennedy. Si me hubieran dicho entonces que iba a vivir en Dallas, cincuenta años después de aquel día, me hubiera reído de quien fuera. Guarecido de los fríos vientos de la calle Toro, un vendedor de lotería, excombatiente, el “Capitán”, ya ni en el sueño pude recordar si tenia bigote, aunque no se me olvide su porte militar y su voz tonante en cientos de anécdotas. Con estos elementos callejeros nunca se sabía si las historias eran ciertas o eran algún capitulo más del Lazarillo de Tormes. De donde venían estas gentes y adonde fueron a terminar? Quien vive ya no puede ser una pregunta.

Hoy mi sueño me trajo también una utopía, una quimera, una sensación especial, entonces se decía: una hembra de bandera. Sara R., nada que ver con la Montiel, fue la única mujer en mi vida a la que he seguido por la calle, inaccesible, con el único propósito de verle la cara y aquellos ojos impresionantes. Al cuello aquellas primeras corbatas de fin de semana y acelerando las vueltas a la Plaza Mayor, el circulo de la cuadratura, por el placer fugaz de ver la chispa y el destello de aquella mirada. No que el resto de su figura no fuera digno de mencionar, al contrario, pero aquella cara era y es imborrable. Cualidad insuperable de los amores platónicos de la adolescencia. Duro punto de comparación física para todos los amores de mi vida.

Las caras de toda la vida son las caras del ayer, muy ayer. Esas caras que, aún no siendo importantes o significativas, son imposibles de olvidar. Y son varias, machaconamente instaladas en mis sueños y mis pesadillas; son solamente eso, facciones, rasgos de identificación que parecen acompañarme siempre, independientemente de su relevancia en mi vida. El clan de mis sueños. En contraste con otras caras de gente más próxima y que deberían estar mejor grabadas en mi mente y, sin embargo, apenas las puedo recordar. Nunca vienen a mi. Sorprendente.

Cuando se terminen por borrar esas caras de toda la vida será el tiempo de pensar que quizá nos marchemos sin saber del porqué estamos aquí, como toda aquella gente. De ello nadie ha conseguido ofrecerme una razón, no ya admisible sino ni siquiera pasable o medio tolerable. Todo el mundo rehúye esta cuestión espinosa. Y de los otros, ninguno ha vuelto para contármelo. Yo ya no tengo humor ni rostro para hablar de ello. A lo peor mi cara se le ha borrado ya a demasiada gente. Mal asunto. Vaya manera de empezar el día!

Luisma, Maypearl (TX) 30 de Octubre del 2018

[Originally posted in 2014 at Dust, Sweat and Iron; new photos added from October 2018]

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Hitos Americanos

New York City, 2005. Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

New York City, 2005. Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

(Reúno en un par de “entradas” contenidos diversos que en su día formaron parte de cartas que nunca llegaron al buzón. En general, eran respuestas a preguntas como: has estado aquí?  Has estado allá?)

…No, nunca he estado en el interior de la Estatua de la Libertad; Miss Liberty como le llaman los americanos. Ni siquiera he estado cerca; solo la he visto desde las Torres Gemelas, antes de que las tiraran y también desde uno de los puntos pintorescos más atractivos, por la vista de Manhattan, de la ciudad de Nueva York: la terraza del paseo de Brooklyn. Es una señora a la que he visto siempre desde lejos, pues vive en una isla y hay que poner empeño en visitarla. Quizás, un año de estos.

Tampoco he estado nunca en el Monte Rushmore, en las caras de los presidentes americanos en piedra, un sitio del que, sin haber estado allí, ya sé que impresión me va a producir: la misma impresión que el Valle de los Caídos, en las afueras de Madrid, en España. No debe haber misterio, no debe haber buenas sensaciones…un monumento artificial y vacío de contenido, un poco como traído por los pelos, como metido con calzador. Grandilocuencia en estado puro y sin condimentos. Y frialdad, mucha frialdad. Tendrán, seguramente, que pasar algunos siglos por estos dos lugares y ese cocinado, vientos y aguas, le añadirán algo de sabor, y cicatrices, a esas piedras.

Si que he estado dentro, y en lo alto, del Arco de St. Louis, en Missouri, es decir en el mas extraño ascensor y con el mas extraño recorrido de todos los que he montado en mi vida. Un ascensor que mas parece una cápsula espacial o una escalera, con un recorrido que semeja el de una montaña rusa. Y todo para llegar a una habitación tubular en el punto mas alto del cimbreante arco y ver durante un par de minutos, allí abajo, el feote centro de negocios y el paisaje plano y falto de atractivos  de los alrededores de dicha ciudad. Esto a cuenta de estar en sitios extraños o donde puedas tener sensaciones extrañas, aparte de las típicas sensaciones de vértigo.

También he estado en Graceland, la casa donde vivía Elvis Presley, en Memphis, Tennessee, y donde vive su recuerdo faraónico. Y le llamo faraón porque de alguna forma siempre me ha recordado cierto paralelismo con Lola Flores. Además la imagen de Memphis, en evidente referencia al de Egipto, es un enorme edificio de cristal en forma de pirámide; en cuyo interior lo deberían haber enterrado, para así consumar la semejanza. La casa, Graceland, es un sorprendente despropósito estético y un reflejo absoluto de lo que Mr. Presley quiso ser y vino a ser. Uno podría pensar, al entrar en cada habitación visitable, que en cualquier momento te va a venir un tufo a naftalina; pero, no es así y la única naftalina que hay en esta mansión es mental. Hace unos días se han cumplido treinta años de la muerte del cantante y todavía se reunieron más de setenta mil personas venidas de todas partes del mundo. Un fenómeno, Elvis, vendiendo su moto.

Hay muchas cosas que ver en este país, aunque no siempre son las que las guías turísticas y los tipismos indican. Algún día te hablaré de puentes, algunos de mis más interesantes hitos americanos.

Si por casas extrañas, o monumentos, para visitar se tratare, debería hablar aquí de mi visita a la casa icono del imperio: la tan cacareada Casa Blanca en Washington, D.C. Aún siendo una de mis ciudades favoritas en el mundo que conozco y habiendo estado en ella muchas veces, solo en una ocasión he visitado la casa presidencial. Hace muchos años, en mis tiempos de turista en este país, entonces el tour de la Casa Blanca costaba veinticinco centavos. Nada especial en ella, excepto la colección de retratos de los presidentes, de no mucha calidad pictórica, pero de interés humano; y la tremenda sospecha de estar continuamente vigilado, un silencio sorprendente y la sensación ominosa de que las paredes oyen. Y no es que uno tenga mucho que decir en esa situación.

Mi casa americana favorita, de largo y sin discusión, es la Casa de la Cascada (Fallingwater) en el interior de los famosos bosques de Pennsylvania. Una de mis visitas obligadas, al menos una vez al año. Sensacional, en el más estricto y amplio sentido de la palabra. Pero esta visita será objeto de una mayor y mejor atención escrita en otra ocasión.

A pocos kilómetros de Fallingwater se encuentra otro de los lugares sorprendentes de la casa americana. En este caso es un hotel, el Nemacolin en Farmington, también dentro de los increíbles bosques de la parte oeste del estado. Es una copia fiel del Hotel Ritz de la Plaza Vendôme en Paris, en este caso en el medio de la floresta y a bastante distancia de lugares habitados, totalmente en solitario y a una hora y media de la ciudad de Pittsburgh.

Lo que más me sorprendió de este hotel, aparte de su emplazamiento geográfico, no fueron sus salones, ni sus habitaciones de imitación francesa, ni su colección de pinturas también de imitación, incluidos originales de dudoso gusto. Lo más sorprendente fue salir a la terraza de balaustrada en la parte trasera del hotel; salir a lo que yo pensé que iba a ser un jardín francés también, o el acceso al bosque cerrado, solo para darme cuenta que estaba sobre la pista de un aeropuerto, pequeño y muy bien cuidado y no más ancho que el típico cortafuegos. Más o menos, la misma sensación que cuando atraviesas unas vías de tren y te quedas mirando a la lejanía, esperando ver aparecer una locomotora. En este caso hubiera sido un avión dispuesto a aterrizar. Lo único que vi sobre la pista, en el rato que estuve alucinando, fue en par de ardillas que seguramente estaban familiarizadas con la presencia de aviones rodando entre el olor a pinos y el silencio vegetal.

Todo es menos salvaje y menos épico…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Todo es menos salvaje y menos épico…” Photography: luisjimenezridruejo.com/photos

Edificios singulares, por llamarlos de alguna manera; algo de lo que se pueden encontrar muchos ejemplos en este país, y eso en las más variadas categorías. Lo asombroso que puede resultar visitar un fuerte de los de la época del Wild West (Salvaje Oeste). No se parece en nada a la imagen que teníamos, que veíamos en las películas de nuestra infancia. Todo es menos salvaje y menos épico, e increíblemente, mucho más “moderno” en aspecto de lo que podríamos imaginar; al fin y al cabo de todo eso no hace tanto tiempo. He visto varios, pero el primero fue el que me produjo la mayor impresión. Fort Davis, en Texas, que se conserva en bastante buena condición y donde, a finales de los años ochenta, pude apreciar adelantos casi cinematográficos en museologia; magnifica la forma en que exhibían lo que pudo ser la vida en aquellos momentos que conformaron el nacimiento de este país.

 Los conceptos de la vida aquí no han cambiado tanto, seguimos viviendo en la cuasi idea del fuerte, la vieja “frontera”. El sentido de la propiedad, la libertad individual y por ello la autodefensa, incluyendo las armas de fuego, se ven reflejadas en la misma condición que las ropas, las botas, los escasos libros y todas las zarandajas que se exhiben en esta reliquia.

Fallingwater, 1936 (Frank Lloyd Wright). Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Fallingwater, 1936 (Frank Lloyd Wright). Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Sorprende la afición generalizada del americano y su casa en mantener parcelitas de jardín, “the yard”, frente a la abundancia de terrenos y vistas maravillosas; jardincitos individuales, en cualquier ámbito de la sociedad. Podría ser el recuerdo de la falta de terreno en los países de origen de esta sociedad de colonos, pobres antes y ricos después. El sueño americano funciona de muchas maneras diferentes, pero, la casa y el jardín individualizado dominan todavía la imagen de este sueño. “The shining city upon a hill” de Ronald Reagan.(El brillo de la ciudad allá en la colina).

 Hitos de un país nuevo, en un nuevo mundo que ya empieza a estar un poco viejo. Los imperios modernos parece que van a tener una menor duración que los clásicos.

Luisma, 22 de Septiembre de 2018

[Originally posted in two parts in 2008: Parte I; Parte II]

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Mundos Paralelos

Estas podrían ser mis burbujas: detalle de The Shape of Space, por Alyson Shotz, Museo Guggenheim Nueva York

Estas podrían ser mis burbujas: detalle de The Shape of Space, por Alyson Shotz, Museo Guggenheim Nueva York

Sociedades paralelas. El crisol de culturas diferentes. Burbujas que se reflejan unas en otras y que solo se mezclan de una forma superficial. Con su bandera de barras y estrellas, iguales y diversos al mismo tiempo. Símil perfecto de lo que es esta sociedad: yo te doy mis barras, tu me das tus estrellas. Precisamente eso, una sociedad de negocios. El negocio americano, que ya va durando mucho, al menos en la forma en que lo soñaron ellos, a principios de aquel siglo XIX. Negocio, el de este país, que todavía colea y coleará por mucho tiempo. Desconfiad de los zarpazos de la fiera herida.

Una nación de gentes que trabajaron como burros y, cuando se dieron cuenta de ello, se prometieron a si mismos no volver a trabajar nunca más, haciendo que trabajaran otros. Y, claro, a esos otros hay que pagarlos, o bien una vez, o mal muchas veces. El resultado es también muy claro: nadie gana dinero con el trabajo asalariado, gastan la soldada que reciben. Los otros tienen que gastar su capital, el que ya tenían y que termina por acabarse y con ello su crédito como nación. La deuda galopa como uno cualquiera de los cuatro jinetes. Mal, mal final se avecina.

Y si no, que se lo pregunten a la historia de España. Como acabó nuestro imperio después de Felipe II ? Igualito, las cosas no han cambiado tanto. A Felipe le llamaron demonio, el de mediodía, y otro tanto le ocurrió al presidente Bush, hijo. A este se lo llamaron las gentes religiosas o afectas a ello; aunque también lo hacían algunos agnósticos y, eso ya…hay que tener “tachines”, como se decía vulgarmente en mi pueblo. Al “pobre” Obama le puede caer la misma invectiva, a poco que se lo proponga e inicie otra de esas “guerras americanas” a las que ya nos estamos acostumbrando, increíble y desgraciadamente.

América. Millones de burbujas humanas que flotan en un paisaje producido por ellas mismas. Se miran superficialmente por la transparencia, pero difícilmente se conectan entre si. Es una de las cosas malas, y buenas al mismo tiempo, de este país. Desconexión tremenda, casi total, entre todas esas burbujas, que al mismo tiempo produce un efecto singular de reacción en cadena. No hay el que dirán, no hay influencia social, hay la gran posibilidad de pasar de todo y de todos, sin consecuencias; de quitarte de encima fácilmente a los molestos, los pesados, y a los innumerables idiotas, en carambolas increíbles. Soplar pompas y circunstancias.

Como siempre digo a los oídos receptivos: esta nación tiene muchas, muchísimas cosas buenas, modélicas…e infelizmente un montón de cosas nefandas. Por desgracia, en lo único en que se fijan, el resto de naciones, es en esas malas artes. Hay ejemplos obvios de todos los colores. Por no sé que suerte o azar, son estas las que todo el mundo imita y como toda imitación es casi siempre para empeorar lo imitado. Lástima que las grandes modernizaciones aportadas por este país tengan que tener un final. Los poderes de la sociedad americana se desvanecen en su propia impotencia.

La nación mas “poderosa” del mundo no puede permitirse el lujo, y el baldón, de tener su nivel educativo en veinteava posición del concierto mundial. Así se precipita el final de un imperio. Y perdóneseme la utilización de este dicho castellano: “A cada cerdo le llega su San Martín” y este país, si no le salen nuevas alas para remontar, se va a desangrar cada día a mayor velocidad. Ando yo calculando si voy a ser capaz de ver ese final, o voy a “desfilar” al mismo tiempo. No es que me ocupe mucho este dudar, es que no me gustaría tener que asistir al espectáculo de la caída y hundimiento de todos estos puentes, que es lo primero que va a caer.

Ojala y me equivoque de medio a medio y, en vez de desbarajuste, haya un despegue económico y social que haga remontar esta nación sobre lo que ya empieza a oler a quema y a cenizas. Algo así como un transformer monstruosamente positivo. —Oh! Americanos— les he cogido cariño y, a veces hasta lo sueño…Un transformer que parezca un Ave Fénix, aunque sea con sombrero Stetson y pistolas.

Luisma, 29 de Agosto del 2018

[Originally posted at Dust, Sweat and Iron]

 

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