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Percepción del Reino Vegetal (y la confusión de los reinos)

(Photography: luisjimenezridruejo.com)

(Photography: luisjimenezridruejo.com)

“No hay líneas rectas en la naturaleza” (Antonio Gaudí).

Desde hace ya algunos años, decididamente desde el tiempo que llevo de vuelta en Texas, he estado—sigo haciéndolo continuamente, diariamente—mirando, escrutando, el llamado reino vegetal, reino “plantae” que dirían los latinos, o los científicos decimonónicos. Cuando digo: mirando, es a través del ocular de mi cámara fotográfica. Tropezando, a menudo, con lo que llamo: “las confusiones del reino”, que no es otra cosa que el resultado de aplicar sus baremos americanos clásicos (‘detectives de las entendederas’), a lo que el resto del mundo ha actualizado y unificado; por ejemplo: pesas y medidas, clasificaciones, de todo tipo, y un largo etc., para que todo el planeta se vea obligado a mirar por el ojo de: “We the People…”

Cuando contemplo una imagen de la Torre de Babel, casi siempre representada por una torre de innumerables ‘pisos de conocimiento’, pienso en los rascacielos, siempre tan organizados y, por tanto, sin síntomas de confusión ninguna; lo cual me lleva a fijar la atención en las ‘clasificaciones americanas’. Alguien en este país se ha empeñado, desde el principio de la nación, incluso antes de la independencia, en clasificar las ‘cosas todas’ a su aire, con una metodología propia, que crea confusión con las más clásicas del resto del mundo. Por ejemplo: Según USA, el planeta Tierra “somos”: siete continentes, a diferencia de los ‘otros’ que decimos ser: cinco. Cuando la ciencia se mezcla con la política, los resultados son siempre dudosos y sorprendentes.

Sin entrar, todavía, en porque llamar “reinos” a los naturales (animal, vegetal, etc.) hay que notar que la clasificación ha variado, a lo largo de los últimos 200 años de intentos. Establecimiento aceptado, generalmente, de las diferencias entre los reinos. Los dos grandes, Animal y Vegetal, tienen las diferencias muy acusadas, por definición: El reino vegetal tiene clorofila y fotosíntesis y no tiene la capacidad de movimiento del reino animal. En el “Plantae”, el tallo es la parte esencial y sus tejidos acumulan agua y alimentos, también hay tallos herbáceos y leñosos. La ciencia que estudia este reino es la Botánica, palabra que viene del Latín y el Griego y significa: “hierba”. De cara a la fotografía, es esencial considerar la falta de movilidad del reino vegetal (salvo casos muy especiales). Normalmente, las plantas solo “salen movidas” en las fotos, por el viento y no por sí mismas. Ni siquiera me he planteado la posibilidad (aunque algunos intentos he hecho) de fotografiar las Algas, fuera del medio líquido, estanques, playas…se considera otro reino.

“Aristóteles definió las diferencias entre reinos por el color de las sangres”. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“Aristóteles definió las diferencias entre reinos por el color de las sangres”. (Photography: luisjimenezridruejo.com)

A modo de chiste, suelo decir que, para mí, una ciencia se apoya en la otra, la Fotografía en la Fitografía—no confundir una con otra—esta última estudia la morfología (formas) de las plantas. Quizás lo más importante, la interacción entre la luz y las plantas, al recibirla. Es necesario ser súbditos de este reino, generan el oxígeno, y todo lo que comemos está relacionado, directa o indirectamente con las plantas. Aristóteles definió las diferencias entre reinos por el color de las sangres. Situar el conocimiento que tenemos de las plantas—sobre todo su morfología—contribuye a apreciar y seleccionar su facies fotográfica, en su aplicación a ser parte de un arte visual. Estructura y apariencia es igual a objeto fotográfico. Incluso los nombres, anotaciones y clasificaciones se suman a un todo estético. Algunas de las más bellas palabras del idioma se alistan en la Fitografía, con sus eufonías latinas: radícula, hipocotíleo, plúmula… Aun así, la terminología es otra fuente de confusión.

Un “reino” representa cada una de las subdivisiones taxonómicas de los seres vivos. En los últimos dos siglos, desde Linneo (con Aristóteles éramos solo dos reinos: animal y vegetal) hemos pasado sucesivamente de ser tres reinos a, cuatro, cinco, seis…y en la más reciente clasificación de los libros de texto americanos, en 2015, ya somos: 2 superreinos y 7 reinos! Y, por ejemplo: un reino llamado Protista, que contiene organismos antes clasificados como Protozoos, ciertos tipos de Algas y Mohos Mucilaginosos(?!), en fin, que vuelve a hacer falta la Torre de Babel…o la arquitectura y decoración de Antonio Gaudí. La naturaleza como un arte orgánico, y los reinos no se confunden en absoluto.

El reino vegetal y el fuego, una relación dudosamente aceptable. No tengo el conocimiento o la sapiencia para diferenciar en una foto de plantas (por ejemplo: viejas hojas caídas en el suelo) que parte estética tiene la contaminación, aunque estoy seguro que la tiene, son las ‘heridas’ de la naturaleza y el riesgo de la existencia. Hay, más o menos, cuatrocientas mil especies en este Reino Vegetal (del Latín: “estar vivo”). La mayoría son plantas florales. Quince mil especies de helechos. Mil de gimnospermas. Veintitrés mil musgos y derivados. Los árboles están, por el fuego, en grave peligro de extinción. 22% de las especies del reino están en peligro.

“…mirar con la cámara, la naturaleza…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

“…mirar con la cámara, la naturaleza…” (Photography: luisjimenezridruejo.com)

Volviendo a la Fotografía. En una hoja simple de árbol común, se observan: la yema, el peciolo y la lámina (también preciosas palabras). En una hoja compuesta se pueden ver: el peciolo, el raquis, en el que se insertan los foliolos, hojas imparipinnadas…todo un mundo inmenso, y variopinto, de imágenes, definiciones y nomenclaturas, con una posibilidad subsiguiente, e inacabable, de formas. Un simple movimiento de la cámara y una foto distinta aparece ante los ojos. La selección “creativa” tiene el mando de la composición artística. La belleza viene aparejada con las múltiples posibilidades—ejemplo: la ‘venación’ de las hojas me ha demostrado ser una fuente estética infinita, triplicada por texturas, temperatura, humedad, y tantos otros factores. El propósito es hacer y usar todas las instancias y bellezas del Reino Vegetal.

Hace ya seis años, me propuse mirar, con la cámara, la naturaleza que me rodeaba y me zambullí en unos mundos y una tarea, como no podía ni haber imaginado. “El deseo de maravillarse con el mundo que encontramos cada día, enriquece cada momento de nuestras vidas” (Leonardo Da Vinci). Y, mientras tanto, alguien sigue insistiendo en calificar mi último desafío fotográfico—casi ya treinta mil fotos—como: “Palos y Hojas”. Y, a lo mejor es verdad…

Luisma, Maypearl, TX                     1 de Marzo del 2021

 

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Cinco Fotografías Diferentes

S. y los niños de Antonio López. Photography: luisjimenezridruejo.com

S. y los niños de Antonio López. Photography: luisjimenezridruejo.com

Hoy, he puesto la foto en el “desktop” de mi nueva máquina. Al llegar a las 13000 imágenes, mantenidas “en juego” en el almacén del ordenador, este me ha “pedido” 500 GB más, es decir: computador nuevo y actualizado “con todas las campanas y silbatos”(‘with all the bells and whistles’…deliciosa expresión inglesa). Esta ha sido la foto escogida para la pantalla de apertura, el ‘viejo’ queda para leer y escribir, solamente. Es una foto hecha en Madrid, hace diez años! Cámara Canon A 500, en la exposición antológica del gran Antonio López. Siempre uso retratos de S., para la primera ‘página’, al abrir el anterior ‘desktop’ tenía una foto hecha en Paris, en el Pompidou. En esta foto de las ‘cabecitas’ me gustó la iluminación tonal, casi ámbar, en todos los blancos. El diálogo abierto de miradas mudas de los niños de López, con S., y la mano colgante de ella, signo de relajación ‘artística’, la mano del arco de la violinista. Es una foto de un solo tiro. Un instante después, el mundo cambió y otros colores invadieron la escena. Suele pasar. Pepe Núñez decía: “Tu, primero dispara y luego pregunta”. Máxima de cazador empedernido, de perdices y de imágenes. Yo persigo raudos reflejos.

La última espingarda del moro. Photography: luisjimenezridruejo.com

La última espingarda del moro. Photography: luisjimenezridruejo.com

Esta foto es una abstracción (evocativa) de la leyenda del ‘jinete sin cabeza’ (“the headless horseman) que así es como me tilda ahora S., por una secuela del Parkinson, que me hace inclinar el cuello. Pertenece esta foto a la serie, ya milenaria, titulada provisionalmente: “Los Mundos” y que igual puede ser en el Atlas norteafricano, que en las sombras heladas del Atlas III, en Alfa de Centauro. El mundo esotérico de un soldado de a caballo en el África del siglo XIX, o uno de la galaxia M31, en los arribes del siglo XXIV. “Tanto monta, monta tanto”. La diferencia podría ser la misma que entre una lujosa espingarda y una cámara Nikon D850. Brillo de metal bruñido y años luz. Un mundo intrincado, en la transición de la antigüedad y la modernidad. La espada y el fusil, juntos. La fotografía como testigo esotérico, imaginario y abstracto. La mente necesita una herramienta para saltar de un relato de voz a uno visual (una imagen vale más que mil…) Sleepy Hollow, tan lejos y tan cerca.

Retrato de la rosa que no estaba. Photography: luisjimenezridruejo.com

Retrato de la rosa que no estaba. Photography: luisjimenezridruejo.com

Parte del atractivo fotográfico—esto no lo digo hoy, es de ayer o de anteayer—del reino vegetal, es la dificultad de abstraer las plantas y, sobre todo, las flores; tan identificables ellas, a simple vista; tan difíciles de “manipular”, pero tan variadas en sus facies y tan agradecidas a la lente en sus mundos de color. Cuando—alguna vez ha pasado—tengo que enfrentarme con las comunes preguntas, casi siempre clichés, de algún periodista que ha tenido que salirse de su línea habitual para adentrarse en el mundo de la fotografía… Cuales son los temas que más le interesan? (Siempre arrojo la ironía a la palestra) “El retrato de gentes (y cosas), las plantas (vivas o muertas), las flores (todas), las casas (especiales), los paisajes…en fin, “toda” la fotografía. Ah! y las texturas, se me olvidaban las texturas…y tantas otras cosas, tantas posibilidades de abstracción. Esta es la foto improbable de una ausencia, el agujero espacial de una rosa individualista que no quiso ser parte de una textura plana y dejó, al marcharse, el hueco de entrada a una realidad abstracta—obscura pero real, como la fotografía misma—que “brilla por su ausencia.”

Guggenheim-Bilbao. Arquitecto: Frank Gehry. Photography: luisjimenezridruejo.com

Guggenheim-Bilbao. Arquitecto: Frank Gehry. Photography: luisjimenezridruejo.com

Tiene algo catedralicio esta construcción singular, arquitecturada por F. Gehry (1929). Surgiendo, pero no flotando, de las aguas del rio Nervión, en Bilbao. Suntuosidad sin religiosidad. Cálido, a pesar de todos esos materiales tan fríos. Es la forma que triunfa (sucede) sobre la atmósfera. El resultado de las ideas, pasando de ser un garabato en una servilleta de bar, a ser un grandioso edificio singular. Esta foto es la definición y el retrato de un logro. Guggenheim-Bilbao, en parte espejismo o trasunto de la cara norte del Eiger, en Los Alpes, tiene al mismo tiempo, también, algo animalístico, como salido de un moderno cuento de hadas. Es la mejor arquitectura de Gehry, de largo, y uno de los edificios más fotogénicos a los que me he enfrentado con una cámara. La imagen que me surge de dentro cuando me piden una definición de la belleza arquitectónica. El edificio que se refleja en sí mismo, tanto que nunca está claro que parte es edificio y que parte es reflejo. Por eso es necesaria la cámara y la fotografía.

 

Takashi Miura, nunca llegó al horizonte. Photography: luisjimenezridruejo.com

Takashi Miura, nunca llegó al horizonte. Photography: luisjimenezridruejo.com

 

La manía de fotografiar horizontes, casi una ‘abstracción surrealista’. La figura humana era Takashi, fotógrafo japonés, que se convirtió a la “religión castellana” hace medio siglo y del que “no sé ni de la misa la media”… Cuando redescubrí esta foto, hace treinta años, dormía el sueño de los Justos en un carrete perdido de la Asahi Pentax, marcado: Encinar-Golpejas 1976. El japonés ya hacía mucho tiempo que había desaparecido de “mi objetivo”, pero a mí no se me olvida nunca una foto, sobre todo si es buena, y la rescaté como “banner” de mi Website y mi Blog personal (dustsweatiron), incluso para presentaciones. En esta foto que tiene ya más de cuarenta años, el sentido de equilibrio y la paz de la naturaleza (una mañana de neblina) es un regalo para la vista. Era una época en que hacía grandes ampliaciones en blanco y negro. La composición es una cuestión de pesos y medidas. Cuál es la cantidad de terreno (el peso gráfico de negros y grises) que se necesita para establecer unidad en la imagen entre la mitad derecha y la zona izquierda, donde se apiñan, pero no se molestan, el barro, las roderas, los brillos del agua y la figura humana? En este caso, el terreno de la derecha y el encuadre total se estiran más y más, hasta que la balanza de la imagen se equilibra y se compone. Una fotografía singularmente original, el horizonte de un horizonte.

Luisma, Maypearl TX                        1 de Febrero del 2021

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LA PLAZA MAYOR

“Nocturno 1972” Plaza Mayor, Salamanca (Rolleiflex 6X6 Kodak-TriX) Photography: luisjimenezridruejo.com

“Nocturno 1972” Plaza Mayor, Salamanca (Rolleiflex 6X6 Kodak-TriX)         Photography:luisjimenezridruejo.com        

“La Plaza Mayor” es una pieza escrita hace veinte años, cuando ya llevaba una década viviendo en E.E.U.U.  A modo de pincelada autobiográfica, se incluía en el programa de la presentación de un trabajo fotográfico, usando imágenes de Downtown Houston, celebrada en el auditórium de la Facultad de Arquitectura. Ahora la recupero para hacer el cometido de Blogiversary Post (20 años) y Cumpleaños de Fotografia Digital.

 

Salamanca.  La Plaza Mayor. Hay cosas que no cambian, ni para peor, ni para mejor…si dejara de zumbar y girar se acabaría el mundo, y como diría el torero gitano: “Lo que no puede ser, generalmente, es imposible.” Hoy, no importa cuántos años después, huele a puro, a día de corrida, a cinco en punto de la tarde, aunque la luz ya se escape por las cresterías del Arco de la Sangre, el lado de la Plaza en el que nací…diez minutos más y hubiera nacido en medio de todo; entonces tenía jardines en el centro y hasta flores de vez en cuando. Pero la luz solo hace como que se va, una se va y otra viene, igualito que las mujeres…al fin y al cabo, ellas son la luz.

El crepúsculo en la Plaza es tan lento como un desfile de cojos…y así es mejor, porque el orgasmo es más duradero. Tengo almacenados en el estante de los recuerdos recuperables la mayoría de las memorias, estéticas y de las otras, ocurridas en este perímetro mágico. Hace cincuenta y cinco años, en un día de marzo como este, nací en el número cinco, primer piso, de esa casa con balcones a la Plaza. Fue sucesivamente: vivienda, almacén de telas y alfombras, oficina, refugio de soledades, estudio de pintura, de decoración, de fotografía…y hasta granja de pollos! (pero esa es otra historia ).

Mi primer recuerdo vívido es ver amanecer en el otro lateral del cuadrángulo, desde mi balcón corrido…la luz bajando e iluminando la piedra fregadera, dorada por miles de soles…tercer piso, segundo piso, primer piso, los arcos y la gente, la gente de esas horas, los basureros, el ruido de sus escobillas y las tapas metálicas de los recogedores, casi música de jazz en extraña síncopa…y el olor fresco del riego reciente.

El segundo, o quizá en desorden, la Plaza henchida de gentes que vitoreaban a Franco. La mirada se me iba de los militares armados, que cubrían la carrera, al balcón del Ayuntamiento…para descubrir a mi padre entre los que lo llenaban. No recuerdo la llegada del ínclito caudillo, solo recuerdo el ruido estentóreo de las motos y las sirenas, el sonido seco y duro de las culatas de los mosquetones sobre el suelo, a las voces de: presenten!– armas!…y miedo, no sé porqué, sentí miedo.

Casi el mismo miedo que sentía en otro de mis momentos almacenados en la memoria…los momentos previos a la entrada en la Plaza de las procesiones de Semana Santa, con aquellos ” pasos ” que se me antojaban terroríficos, aquellas rítmicas cornetas y tambores, aquellos penitentes descalzos, los capuchones, la luz bailante de las velas, la proyección de las sombras magnificadas en las fachadas…y un silencio, a veces, casi masticable.

Se está haciendo de noche pero yo sigo, ya con mi segundo café con helado, esos “blanco y negro”, perpetuum mobile de mis asentamientos en las terrazas de la plaza… A la plaza yo siempre he venido a tomar café, cualquiera que fuera la hora, y son las siete y media…” que, a más de una hora, señora, las siete y media es un juego…” y en realidad  lo es, un juego mágico, un juego relajante, un juego con un solo y maravilloso premio: el bienestar…paso previo y necesario para un momento de felicidad.

Alehop! …y el prodigio se ha realizado, la magia de la plaza en acción!  Primero las farolas del suelo, luego las de los arcos, la luz interior, y por fin la de las paredes… Qué barbaridad ! Qué manera de llamar a las churriguerescas fachadas…donde hay confianza, da asco!

Hágase la luz!

Y la plaza toma un nivel diferente, un cariz dieciochesco, en cualquier momento puede aparecer algún embozado, bueno, al fin y al cabo, estamos en carnaval, no tendría nada de particular.

Volvamos a los recuerdos…si me dejan los tres americanitos sentados en la mesa de mi izquierda, diciendo bobadas  e  inexactitudes…casi tan bobos como el idiota del teléfono móvil, de a mi derecha, empeñado en gritarle al aparatito…No pueden conmigo, son más fuertes mis recuerdos.

El tercero, o mejor ya no llevo más la cuenta…son tantos! 31 de diciembre de 1.979, en el amanecer del año ochenta—ya más de veinte años!—John Hyde, inglés, pitañoso, cuasi albino, medio ciego, y fotógrafo ( ! ), amigo silencioso y dueño de un alma cándida, por entonces con una novia que me gustaba casi más que a él…olvidando momentáneamente su educación anglosajona, empeñado en lanzar botellas de champán (vacías, claro está! ) al aire, para fotografiarlas al reventar contra el suelo enlosado de la plaza…para momentos más tarde, y como vulgares faquires, tendernos sobre los cascotes de cristal en el punto medio exacto y poder ver, única manera de hacerlo, las cuatro fachadas de la plaza, al mismo tiempo y de un solo golpe de vista. Todavía conservo una cicatriz en el cogote y una sesgada remembranza de la bronca que me llevé al volver a casa, tarde…o pronto, según se mire…bastante borracho y con la espalda ensangrentada. En aquel tiempo, ya estaba casado, en primeras nupcias…pero esa es otra historia.

Recuerdos…recuerdos…mi primer y único accidente automovilístico, conduciendo yo, fue en el lateral de la cafetería Altamira, donde se sentaban los de izquierdas. Las mujeres de izquierdas han sido siempre más atractivas que las de derechas y sé que al decir esto algún golpe me voy a llevar, pero como estoy tan lejos lo más que pueden hacer es reírse de mi afirmación y, si acaso, entrar en dura y cruda diatriba, con pelos y señales y preconizando campeonas por cada parte…la sangre no llegará al rio, estamos todos y todas ya muy mayores…en otro tiempo hubieran salido a la palestra las navajas barberas y las lenguas viperinas… Volviendo al accidente…entonces, se podía entrar con los coches y circular por toda la plaza, entrando por el arco de Zamora o por el de la Rúa, el del Gran Hotel tenía, y tiene, escalinata—lo que no era obstáculo para algunos—y saliendo por el Prior, San Martín, o la calle Toro, antes Generalísimo Franco, antes Toro…como les gusta decir a algunos salmantinos.

Bueno, pues el accidente no fue ni muy espectacular, ni sangriento, excepto para mi vergüenza y mi sentido del ridículo. Yo iba camino del fútbol, a “sufrir” en el viejo campo del camino del cementerio, con su anglosajona tribuna de madera, pintada del mismo color gris que los aviones militares de la época y con sus altavoces desprendiendo continuamente, en previos y descansos, la música de las marchas americanas de John Philip Sousa y que para siempre, en mí, se quedaron como música deportiva. “El Calvario”, que así se llamaba…y que podía serlo para la sufrida afición local o para el equipo visitante, cuando soplaba el viento futbolístico a favor de los salmantinistas.

El caso es que en medio de la circulación por la plaza avisté una rubia magnífica, sentada en una mesa de la terraza del café Altamira, con sus piernas y su airoso y aireado peplo puestos al sol septembrino…era la nunca bien ponderada “Apostólica”, así la llamábamos mis compañeros de colegio y yo, un pedazo de mujer impresionante; su asistencia a la misa colegial de los domingos, vivía enfrente del colegio de los Maristas, convocaba una masa de “creyentes” enorme que solíamos colocarnos a los alcances de aquella hembra espectacular. Su “apostolado” fue grande y aquellos curitas, o hermanos, como se les llamaba, nunca supieron cuál era la razón de tan gran asistencia al oficio sagrado.

 En fin, que admirando a nuestra misionera no advertí que el tráfico se había detenido y empotré el morro del sufrido Renault 4-L ( el “cuatro latas” ) del negocio de mi padre, con su publicidad en el lateral de las puertas y de un “discreto” color amarillo chillón, para más I.N.R.I. de mi crucifixión pública, hundiendo lamentablemente y con gran estrépito el parachoques trasero del coche que me precedía…y para mayor escarnio y ridículo, los circunstantes de la terraza, que se habían apercibido de mi despiste y su razón, me dedicaron un rechiflante y sonoro aplauso, a más de algunos irónicos comentarios cuando me apeé del coche para hacer la diligencias de rigor con el otro automovilista…

Ah! Mi Plaza…cuantos recuerdos, cuantos colores, cuantos amores, cuantos olores, cuantos momentos…los malos no los recuerdo, si es que los hubo…solo los buenos, los bellos, las luces de las diferentes horas, los ratos con los diferentes amigos, los brillos en los ojos de las diferentes mujeres…cuántas? No lo sé, pero podría desgranar los nombres como las cuentas de un rosario…al menos las más importantes…las Padre Nuestro, aunque hubo también muchas Ave Marías… 

Y el aire de la plaza!  Ese aire y ese olor a rincón de burladero, unas veces, y a fresca elevación de rocío mañanero, otras…olor  a copas nocturnas, a etapa previa del sexo, olor a embrujo femenino, besos en sombra, olor y sabor del deseo.

Que es el recuerdo, sino volver a vivir?

La plaza no es para cerrar los ojos y pensar, es para abrirlos y contemplar…la vida pasa por ella y yo siempre vuelvo a ella, novia perfecta. Pero la plaza puede ser también hombres, amigos, compañeros, algunos que ya no están, Pepe, Carlos, John…domingos de chorizo y vino, amistad y alguna que otra fotografía, disfraz de la felicidad…

Y en el colmo del disfraz, la Plaza…ella puede ser muy suya, muy especial, única…

“La Plaza en un antiguo grabado de tauromaquia.”

“La Plaza en un antiguo grabado de tauromaquia.”

Disfrazada de plaza de toros, aunque el momento fuera memorable, una corrida nocturna con todos los pronunciamientos…me quedo el brillo de las cien mil lentejuelas…hubiera preferido la magia de una corrida del siglo XVIII, con sus alanceadores sin peto, sus banderilleros desdentados y de faca en la faja, sus diestros siniestros, de atormentados pasados y peores futuros… el público, más o menos, sería el mismo, el mismo que me rodea ahora…la gran variedad de gentes que puede concurrir a esta plaza…y esa variedad salmantina, especie lamentablemente en extinción, los del toro, autentica ganadería de ganaderos, “aristócratas” con fama de ” no dar  ni chapa “, siempre dispuestos al toro, al cerdo, y al cordero en sacrificio…hablando, entre café y café, de atormentados pasados y peores futuros, dinosaurios con escamas quitinosas y ya ni siquiera embestidas peligrosas…

Aquellas corridas—que pena ser tan moderno!—con tablados sin casi burladeros, aquellos mantones y colgaduras en los balcones de la plaza, aquella atmósfera, seguramente acre, aquellas mujeres gordezuelas de los viejos grabados, resignadas a papeles secundarios; entonces la fiesta de toros era un desafío masculino de torvos personajes que aprovechaban la fama del matador y sus acciones para justificar una triste imitativa, no tan diferente de la actual con los divos de la canción moderna o la de algunos personajes de la vida pública…

Alguna vez, incluso, se pretendió… pero la Plaza nunca fue foro político, aunque hasta crímenes políticos se han celebrado en ella…político o no, un crimen es un crimen…descansa en paz, espero, el alma del alcalde republicano Bravo ( su apellido le perdió, probablemente ) que fue toreado, banderilleado y muerto a estoque, a manos de falangistas a mediados de 1.936…en pleno centro de la plaza, una de las memorias más indignas de ella que conozco; quizá si la unimos a algún posible “ajusticiamiento” en épocas anteriores, las de candil y velón…y parece mentira que la palabra justicia se emplee para ser blandida por el hacha o por el “garrote vil” del verdugo.

Digo…no recuerdo grandes mítines, solo conciertos, teatros, movidas de la diversión. En Salamanca no se ha hecho política publica desde que Fray Luis de León dijo lo de: “decíamos ayer”…el resto han sido asonadas de pronóstico leve y reuniones “familiares”. Ni Tianamen, ni Trafalgar, la Plaza Mayor de Salamanca es otra cosa…

La Plaza nunca ha tenido artistas especializados en ella, es tan bella en su propio ser que el clasicismo no puede con el castizismo y a la vanguardia lo que le gusta es andar, o sentirse, o sentarse en ella…pero inmortalizarla, ella ya lo es de por sí.

“La espera.” Photo by José Nuñez Larraz.

“La espera.” Photo by José Nuñez Larraz.

Si acaso, los fotógrafos se han atrevido con su facies, con variopinto éxito. Pintores y escultores han rehuido el enfrentamiento. Eso sí, poetas, cantores, historiadores, cronistas…más o menos acertados con su referente, de esos ha tenido unos cuantos y me temo que los seguirá habiendo. La veda de cantar a la Plaza Mayor siempre ha estado abierta… sedante para hipertensos e hidromiel para el emigrante…con solo unas horas en ella se le curan a uno todas las neuras que la ausencia produce.

Esa plaza que zumba y gira, centro de la apacibilidad tan gustada…la que decía Cervantes: ” Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado” …aunque ayer me explicaba el inefable José Luis Cascajo (al que su apellido no le hace justicia, pues se conserva muy bien y con gran humor) que, para vivir en Salamanca, hacía falta ser franciscano o, por lo menos, tener un sentido ascético de la existencia.                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

Tú—mi Plaza—que has visto el correr de mis días en dirección a la arruga, que no es tan bella como pretenden, sobre todo los que ya han caído en ella. Tú, que las arrugas te respetan, que te mantienes lisa y rozagante, como moza del Zurgén, el peor arroyo del mundo, si exceptuamos al Manzanares…al fin y al cabo, las mozas del Zurgén pueden pasear por ti, las del Manzanares tienen que contentarse con una plaza de “segunda”.

Tú, a quien los siglos también respetan, siempre que algún tonto politicastro, aliado con algún estulto diseñador de aparcamientos subterráneos no se empeñe en hacerte tambalear, guárdate para mí como novia temprana o como mujer gitana, no permitas que te toquen y, siempre, cuando vuelva a ti, bésame como si fuera la primera vez y hazme el amor con tus recuerdos.

Aunque me acueste de vez en cuando con la del Duomo de Florencia, que no deja de ser una amante—esas italianas!—te seré fiel toda la vida y volveré a ti, siempre que me lo pidas o se me resbale la lágrima interior.

Todas las demás plazas…no cuentan.

Luisma en 1973, con la Rollei y la Pentax. Photo by José Nuñez Larraz.

Luisma en 1973, con la Rollei y la Pentax. Photo by José Nuñez Larraz.

Luis M. Jiménez-Ridruejo.- Houston, Marzo del 1999. (Corregida en Maypearl, Texas en 2020.)

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