Lo tengo delante de mí, en mis manos y es el más famoso retrato de él, siempre va conmigo, desde hace ya más de treinta años. Es ‘Benjamín’, el billete de 100 $ americanos. En mi cartera, un par de ellos, por si me hace falta dinero al contado; un caso cada día más improbable. Seguramente, el más reconocible dinero en todo el mundo. Punto de mira de todos los ambiciosos. El primer peculio, siempre, en la mesa de negocios; la vera efigie del ‘primer americano’ de la Historia. Dos ‘benjamines’ son siempre buena compañía. Franklin aparenta, en el retrato-grabado del billete, ser más joven de la idea que siempre tenemos de él. Tiene la mirada limpia y los ojos fijos y soñadores del inventor. El rictus de los labios apretados habla de algún problema, o concernimiento, político o financiero. La calvicie le añade distinción. Un hombre interesante; ni atractivo, ni repelente, sino todo lo contrario.
Aprendió a leer muy pronto, lo que decidió su modo de asistencia a las clases. A los diez años, sin dejar de ir a la escuela, se puso a trabajar con su padre en el negocio de venta de ceras y jabones. Terminó sus estudios pese a trabajar con su hermano mayor en su imprenta, mundo en el que seguiría en New York y Philadelphia, asentándose en ella para el resto de su vida. Sus pasiones fueron: leer, inventar y nadar. Fue un gran nadador, estando en Londres, sorprendía a todos, nadando grandes distancias en el Támesis. En la invención, sus contribuciones fueron muy variadas, desde el pararrayos a las compañías de Policía Civil y de Milicia, pasando por una estufa, las lentes bifocales, un instrumento musical (glass armónica). Experimentos en Meteorología y Medicina. Política y Diplomacia, vida pública. Creó las bibliotecas de préstamo de libros; y mil cosas más de una vida extraordinaria.
Franklin desarrolló la política que llevó a las Colonias a la creación del Congreso Nacional en Albany, a su vez condujo a los Artículos de Confederación, lo que llegó a ser la primera Constitución de los Estados Unidos, con su famoso preámbulo: “We the People…” Por un tiempo, vivió en Londres como representante de la Asamblea de Pennsylvania. Todo ello derivó en la Declaración de Independencia y la Guerra Revolucionaria. El Congreso de la nueva nación en ciernes, le envió a Francia a procurar ayudas y alianza, lo que provoca la llegada de soldados galos, suministros y dinero que resultaron críticos para la independencia americana. Benjamín Franklin ayudó a escribir y negociar el Tratado de Paris que acabó con la Guerra Revolucionaria. Asistió a la proclamación del primer presidente: el general George Washington. Murió un año después a los 84, y seguido de un gran funeral, con 20000 dolientes admiradores, pasó a la Historia. No hay población, mayor o menor, en USA sin, al menos, una calle, una escuela, o negocios que lleven su nombre.
En el capítulo europeo de Benjamín Franklin lo más sorprendente es el estrellato de su carrera como personaje público, estadista y ‘marcador’(ya estamos con la supuesta modernidad, “arbiter elegantium”) de las tendencias de moda, incluido el ser nombrado Gran Maestro de los Masones de Pennsylvania. De los Padres de la Patria, todos—menos dos—fueron masones. Ser americano ya era un punto a favor. Su autoeducación no le impidió recibir graduaciones y doctorados “Honoris Causa” por Harvard, Yale, Oxford y St. Andrews y ser fundador de Penn State University, en su propia ciudad de Philadelphia. A raíz de ser nombrado Embajador en Paris, algo que el extendía, graciosa y liberalmente, a otros países del entorno europeo, fue el primer hombre llamado: el americano, concepto formado ya en aquella época por una información manejada por los grandes rotativos europeos. Estos se servían de él, y él de ellos. Estaba metido en ‘todas las salsas’ y sus escritos y citas eran celebrados, a bombo y platillo, en todos los salones y mentideros de la Corte. En París, prosiguió una vida romántica y cortesana hasta ya muy entrada edad y volvió a Norteamérica, dedicándose hasta el final de sus días a la política en el Congreso y el Senado.
La idea que los europeos tenemos del Franklin, muy granjero, campestre y al mismo tiempo culturalmente polifacético y públicamente ensalzado, se acerca más que nada a un ‘segundo renacimiento’ Da Vinci, incluida su melena y su continente físico. Reclamado para hablar de América, de electricidad, de Arte, de Medicina, del calentamiento de las aguas oceánicas… es un hecho, cualquier asunto deja de ser baladí, cuando se sube al podio o a la tribuna, o declama un brindis por los nuevos Estados, tan lejanos. A ambos lados del Atlántico, todos se rinden a su personalidad. Quedan las imágenes de los antiguos grabados parisinos de la época: en la Explanada del Louvre, rodeados de miles de personas, dos carruajes cerrados presencian un verdadero espectáculo, uno es el coche del Rey y el otro es el del alcalde de Paris. Franklin, que se encuentra indispuesto, es invitado a admirar, desde la comodidad del coche del alcalde, la triunfal ascensión del primer globo aerostático de los hermanos Montgolfier. El cielo es el límite.
“Bien hecho es mejor que bien dicho” A pesar de su facilidad y brillantez de palabra, era más que nada un hombre de resultados y consecuciones. Publicó, entre otras muchas cosas, su propio almanaque, mezcla de traducción de Biblia y Calendario Zaragozano (“juicio final meteorológico”): “El Almanaque del Pobre Ricardo”. Sus citas, frases, ocurrencias y doctrina envuelta en todas ellas, contribuía a un atractivo político y social inmenso, que él supo canalizar a favor siempre de los nuevos Estados Unidos de América. Nunca fue Presidente (“No tengo tiempo para esas cosas”). Sus amigos y co-signatarios de Independencia y Constitución: Washington, Adams, Jefferson, sí lo fueron, y en ese mismo orden. Ciudadano de a pie, fue el prestigio con sombrero de tres picos. Todos ellos fueron el principio de la gran experiencia americana. “Tres pueden guardar un secreto si dos de ellos están muertos”. Siempre ingenioso y ocurrente… ”En el vino hay sabiduría, en la cerveza hay libertad, en el agua hay bacterias”. Un retrato perfecto de sí mismo. Todo el mundo quería estar con “el americano”.
“Bien visto es mejor que bien dicho, e incluso, bien hecho” (Elejotaerre)
Luisma, Maypearl TX 1 de Julio del 2021
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