En estos tiempos de palabras que nos llenan la boca cuando las pronunciamos, o cuando las expelemos, hay una—bueno, hay más de una—que nos pone los mofletes rellenos. Democracia, que le dicen. Palabra que a todo el mundo le encanta, incluso a los antidemócratas, que como su propio nombre indica y como si fueran champiñones, crecen en cualquier esquina, en todos los jardines. No hay nada más democrático que la estupidez. Está representada en todos los sectores y no discrimina a nadie. Vamos a ver…cuantos saben lo que es la democracia (incluso muchos de los que disfrutan de sus favores), hay números? ¿Cuál es la definición de democracia? De donde viene y, sobre todo, a donde va, ¿o a donde nos lleva?
De vez en cuando es bueno y saludable hacer este tipo de ejercicio simple de comprensión y “recuerdo” de lo que significa democracia. Por supuesto, y como no podía ser de otra manera, democracia viene del griego antiguo y literalmente quiere decir: gobierno del pueblo, o de la gente. Gobierno de la mayoría, comúnmente entendido. La palabra a través del latín y el francés ha llegado a los idiomas modernos. Claro que hay varios tipos de democracias, pero este no es el sujeto de lo que hoy estoy escribiendo. Estoy en América, hace ya la friolera de treinta años, viviendo esta democracia tan suya. Y esto me da una cierta ascendencia en el conocimiento. No es un conocimiento libresco sino de expectación y participación (votante) en las dos décadas de este siglo.
La democracia americana es un sistema de contrapesos de poder. El Congreso y el Senado se contrapesan entre sí. El Gobierno (La Casa Blanca) tiene el contrapeso a su poder por parte del Congreso y del Senado, los tres a su vez el contrapeso de los Jueces (El Tribunal Supremo). Todos ellos tienen, o deben tener, un gran respeto a la Constitución y vivir bajo la misma bandera: “The Old Glory”. Todo esto en el mejor de los mundos, el ideal. Congresistas, Senadores y presidente son elegidos personalmente y “si dicen alguna mentira son rechazados, pues si es mentiroso no puede ser buen gobernante o legislador.” Si tienen “graves problemas privados” también se le rechaza por el mismo motivo, que no es hipocresía. Suena infantil, cualquier niño puede entenderlo, pero es que es así de simple y fundamental. Y si no es de esa manera, el sistema no funciona y todo se resiente, el edificio democrático se desmorona.
Hasta ahora, que ha aparecido, como por ensalmo, un pretendido “salvador de la patria.” Un tipo impresentable. La sociedad americana, con la Constitución y la Ley en la mano, los había rechazado como el cuerpo vivo rechaza los virus malignos. Hasta ahora. Hoy, y sin nada previsible, se nos ha descolgado del baúl de los recuerdos de siglos pasados, este necio (en ingles: “asinine”, obsérvese el parecido con algunas palabras en español) que, apoyado por sus turiferarios de cierto partido político, otrora respetable, parece estar poniendo faldas arriba a la democracia americana. Parece. Pero, en este país, históricamente “el que la hace, la paga” y la Democracia es una señora en apariencia miope, con largas faldas y una antorcha, que se oxida, pero solo cambia de color y que, tradicionalmente, se lame sus propias heridas. Hasta ahora.
El problema es que, al amparo de esta democracia, y en cantidades industriales, hay una innumerable cantidad de idiotas con mala leche, que cabe la estúpida posibilidad de que el tipo vuelva a ser elegido, o se apañe para lograrlo, para mantenerse en ello. El caso es que la democracia es la democracia, y un voto es un voto—nos guste, o no nos guste, ese voto. Y esto sí que hay que “mantenello y no enmendallo”, cueste lo que cueste. Es la base y el principio de todo el tinglado. “Nadie es perfecto”… y menos Doña Democracia, antiguamente llamada Miss Liberty, esa señora pintada de verde, que “nos” ilumina desde su isla, frente a Manhattan, el sitio lleno de rascacielos en New York, con ese nombre que en realidad es el de una tribu india, como tantas cosas en este país. Cosas de la vida…
En el castillo interior de esta dama ya entrada en años y ‘kilos’ (kilos de dinero), con una miopía cabalgante y un montón de problemas, algunos antiguos y otros modernos (pero casi siempre los mismos) todavía se vive muy bien, a pesar de los impuestos y a pesar de los pesares. ¿Donde nos lleva Doña Democracia, de la mano como a niños…a algún parque temático? …a algún mundo mejor? Desde hace cien años nos ha ido llevando o apacentando a donde ha querido, poniéndose mientras tanto gorda y lustrosa. A veces, tiene la tendencia, se sale de las vías, aunque casi nunca descarrila y como a los trenes eléctricos de juguete, de nuestra niñez, con un “empujoncito” se monta de nuevo en las vías y continua su camino. En los últimos tiempos, minutos de su vida real, ha empezado a perder peso, asediada por montones de pretendientes, que la traen a mal traer. Los ataques le vienen de todas las ‘esquinas’ de la rosa de los vientos, y aún no ha perdido un ápice de su poder de disuasión.
Y aquí aparece el verbo favorito de la conservadora sociedad americana: prevalecer… prevalecerá, porque así lo quieren los cien mil hijos de…la revolución industrial, para sus perezosos retoños, que, con tener para la cerveza de buche, la película (serie) embotadora, de acción (que alguien, por lo menos su imagen, se mueva) y la ocasional papelina, tienen suficiente. Habrá que ver en que acaba todo esto del último Imperio, si es que tiene que acabar. Vivir para ver… eso es lo que me hace falta. Mientras tanto, como estamos en democracia, voy a ponerme los pantalones de cuadros y ayudándome del “putter”, como bastón, voy a ‘acercarme al teléfono’ (así se decía antes) y llamar a la oficina del Senador de mi distrito electoral y “puttear” al ‘interno’ de turno, amenazándole con mi No-Voto. Es muy higiénico y saludable.
Luisma, Maypearl TX 4 de Julio del 2019 (Día Nacional de las barras y las estrellas)
–Emma Lazarus, 1883