Algunas noches, al amparo de la obscuridad solo perturbada por las puntuales y necesarias luces LED, me regodeo acompañado de música clásica y escribo, es un decir, en mis circunvoluciones. Eso antes de levantarme apresuradamente del sofá, para encender una luz de lámpara, con su “bombilla” futurible de rabo de cerdo, y escribir a mano. Al parecer, pronto todas las bombillas van a ser así, dando una luz “industrial” que no me gusta un pelo. Lo de apresuradamente es porque, en caso contrario, se me va el santo al cielo y me olvido hasta de cómo me llamo.
Digo que escribo mentalmente, exprimiendo el baúl de los recuerdos y acordándome contínuamente de aquella definición que alguien hizo de la cultura: “es aquello de lo que nos acordamos después de olvidar lo que habíamos estudiado”. Cultura o no cultura, recuerdos tengo muchos aunque solo me llegan cuando les da la gana. Y aquí entra la inevitable inventiva o capacidad de generar, y pastorear, esos recuerdos, que ni siquiera estoy seguro de que sean ciertos y veraces. Cosas tantas veces pensadas y hasta relatadas que el cerebro de uno, de puro usado quiero suponer, las ha adoptado y regenerado como si fueran verdades del barquero.
Historias estas, las dudosas o inventadas, o ya imposibles de reconocer como ciertas, que naturalmente suelen ser las más apreciadas por los interlocutores, o los lectores. Ya, hasta estoy convencido de haber tenido aventuras jugosas o fantásticas, en múltiples escaleras y otros tantos países de los que estoy más que seguro no haber puesto nunca el pie. Se non è vero è ben trovato. Así es como se justifican las ocurrencias de mi estro y el de otros. Me resisto a pensar que eso solo me pase a mi.
Y si esto me ocurre, y a miles de otros a lo largo de la historia, imagino, o mejor no quiero ni imaginar, cuantos inciertos bien hallados recuerdos pueblan los textos de las religiones y, por supuesto, de la política. Justificación requieren los hechos y las filosofías y algunas personas hemos nacido, por suerte o por desgracia, con el don, o la dudosa“virtud”, de la justificación pronta, o fácil, y generalmente bien hallada. Al menos, otra justificación más, mis “non vero trovatos” son inocentes y que yo sepa no provocan mas allá de mis desastres personales.
Y en estas estoy esta noche,haciendo aliteraciones y esperando que baje la musa de la inspiración y los recuerdos, que por cierto no puedo recordar cual es, o si nunca existió. Inocente de mi, estoy barajando hojas en blanco, con el síndrome de la página del mismo color, esperando que me llegue algo, por fútil que sea, sobre lo cual poder escribir una pieza, más o menos lucida, para satisfacción propia y posible ludibrio de otros. Y pensar que podría estar cómodamente echado en la cama y leyendo mi actual libro de cabecera: Drácula de Bram Stoker, otra vez, pero esta vez en inglés, claro.
Y me fuí a la cama. Pasé del vampiro, solo hasta mañana porque es literatura, y de la buena! A obscuras para no despertar a S., sigo dándole vueltas al asunto de recordar los recuerdos. Lo dicho, la aspiración de siempre: “Se non è vero è ben trovato”. Y esto es algo en lo que nadie te puede ayudar y, a lo mejor, ni puñetera falta que hace.
Luisma, 28 de Diciembre de 2017
[ Originally posted on Dust, Sweat and Iron]
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