El rincón del estudio

“Es un buen sitio para escribir.” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

“Es un buen sitio para escribir.” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

También lo llamo el rincón de las begonias, o el faro, o la oficina del estudio. Cuando alguien me pide ‘recado de escribir’, o sea una de mis plumas Pilot o uno de mis cuadernos ‘Legal’ amarillos, siempre contesto: ‘mira a ver en el rincón de las begonias’. Es un buen sitio para escribir. El rincón huele bien, a nada; no sé porqué aquí los olores son sutiles y a veces inapreciables. Mucha luz natural, todo el estudio, doce ventanales grandes tienen la culpa y en el rincón una sola lámpara, justo en la bisectriz; uno de esos barrotes de hierro colado, es fea y solo la uso para dejarla encendida de noche, cuando estoy fuera y para volver de lo obscuro, es como un faro, se ve desde todos los puntos. El rincón, a decir verdad, confortable no lo es mucho, pero creo que se piensa mejor dentro de una relativa incomodidad; una silla de madera “country style” sin cojín de asiento. Si lo veo bien, es el sitio de la casa donde paso muchas horas de las llamadas: “muertas”, que siguen estando vivitas y coleando, todavía, y que duren.

Puestos a la contemplación es el sitio desde donde mejor se mira, se ve o se ensimisma uno. Merece la música, pero no necesita la televisión, lugar agradable donde los haya, lo que en castellano lígrimo llamaríamos ‘el cuarto de estar’; se supone que, de estar sentado, aunque no sea obligatorio. Acostumbrado a ensoñaciones, desde él vigilo la oceánica pradera, sueno despierto con la luz que traspasa los ventanales diáfanos. Todo puede ocurrir, al despejarse las nieblas de mi cabeza…allá hacia el sur, en lontananza, palos y velámenes de barcos a todo trapo, navegando, bergantines, navíos de guerra de otras épocas, hendiendo las proas en las olas verdes y emergiendo entre las bocanadas de espumas doradas. Imágenes que se acentúan en los días de tormentas, siempre a lo lejos; atardeceres tenebrosos mirando el horizonte con sus truenos y sus rayos, los llamados fusilazos o tejanos. Rayos y truenos que se buscan entre si y que con los rebotes hacen que la cosa tal parezca los cañonazos de una antigua batalla naval. Para este tipo de imaginación más vale sentarse y escribir la historia, antes de que el gozo se vuele con la realidad.

“…las begonias de mi rincón—buenas modelos fotográficas…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

“…las begonias de mi rincón—buenas modelos fotográficas…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

El otro sitio de estar en el cuarto, seguiremos llamándolo: ‘estudio’, también puede decírsele: porche, aunque solo cuando está abierto a los aires, moscos y bichos, es decir: casi nunca. Habitaciones así no son muy comunes, salvo en grandes mansiones, yo siempre las llamé: galerías. Claustros también podía ser, si los ventanales coronaran en arco. Vale, vaya mi voto final por llamarle: mirador; aunque no dé a ninguna calle, ni sea un segundo piso. Al menos en este escrito atestado de minucias, acaso da al borde, sin playa, del océano de hierba con islas de bosques lacrados por la maraña. Tanto el uno como la otra tan difíciles de traspasar incluso con la vista. A mí me encanta mirar y cuanto más abiertos sean los horizontes, mejor. Espacio, ambientes, son cuatro y medio metros de ancho y dieciocho de largo; esta es la distancia entre el rincón de las begonias y el de la rehabilitación y las  colchonetas del yoga, el lado opuesto del porche; en estas, las horas tampoco se pueden tildar de ‘muertas’. Los ‘descansos’(ironia) en un tresillo de piel muy batallado, de cara a un piano “moderno”, electrónico, lleva dentro una orquesta y mil posibilidades, incluso debajo de su pastilla, duermen el sueño de los justos, otros instrumentos musicales en sus cajas y estuches. Dos violines, una viola, una guitarra, una trompeta y una corneta (o será un corno ingles?)…Pero esa es otra historia.

“…ese otro mundo de mi discurso…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

“…ese otro mundo de mi discurso…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Volviendo a ‘mi’ rincón, sitio de estar y escribir, con su silla “country” de maderas torneadas, aceptablemente incómoda; rodeada de begonias, un par de familias y solo ellas, un jardín interior de tiestos, bueno, y un pequeño plato de cactus enanos…vaya usted a saber!  Cosas de S. (léase: Ese Punto). Es mediodía, curiosamente es la única hora de todas las del día que necesita una explicación. Para mí, la mejor hora de luz, de las mil de este rincón. Me dicen “las lenguas de doble filo” que existe una hora llamada: amanecer, de la que me cuentan maravillas…no sé, no conozco, es demasiado temprano para mí. El largo mediodía a la española es mi hora. Aquí, en el llamado Norte de Texas, se empeñan en decir: la tarde—the evening—demasiado pronto, qué diablos! Es puro mediodía. Esas horas son las buenas para “retratar” este rincón, el de las begonias. A refilón, con las ya mentadas tres luces, tan majas y resultonas. Begonias, “troopers” o “beefeaters”, guardianes  mentales de la entrada a ese otro mundo de mi discurso fotográfico y pictórico.

A todo esto, se me ha olvidado por donde voy—habitual situación—y de que va este escrito. ¡Ah! Sí, las begonias de mi rincón…han sido y son buenas modelos fotográficas, ni se mueven, y por ende pictóricas. La música y mis ruidos están de cristales para dentro. De cristales para fuera un silencio humano y animal casi continuo. Cierra los ojos, uno se puede montar una película…sospecho que, aunque aquí no hay caballos a los que oírles los cascos, ni sonidos metálicos de ruedas carreteras, radios de madera al eje de hierro y las llantas de lámina que arman tanto ruido como el piafar de los caballos de aquellas diligencias que ya no existen. Añadir unas gotitas, silbadas, de música de Ennio Morricone…

“…para volver de lo oscuro, es como un faro…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

“…para volver de lo oscuro, es como un faro…” Foto: Luis Jiménez-Ridruejo

Sospecho, decía, que en el rincón de las ensoñaciones se bañan todas mis náyades, musas,  o serán ruidosas “cheerleaders” quizás?  Todos esos sonidos se están disipando ya y lo que realmente oigo son los ruidos silenciosos, increíblemente suaves y amortiguados de esos mastodontes con ruedas, con sus cromados y tubos bruñidos plateados, que de vez en cuando pasan por esta carretera, la FM 66 (Farm to Market Sixty-Six) que queda a tres árboles de la casa. Aún a esta distancia, lo que más se oye son las voces atenuadas de los conductores y la música country-western que se escapa por las ventanillas abiertas. Estos camiones monstruosos son los navíos de la pradera. Sé que algún día se cumplirá mi sueño, que no es montar a caballo en Texas, pese a todos los pesares, y si montar en uno de estos supercamiones y hacer una bonita singladura, darme un garbeo por mi nación tejana. Ensueño, aquí: sueño de día (daydream). De momento, y hasta entonces, el villano en su rincón.

Luisma, Maypearl (TX)      30 de Noviembre del 2017

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