Monthly Archives: April 2014

Retrato de Fotógrafo (I)

"Niebla", Pepe Núñez Larraz

“Niebla”, Pepe Núñez Larraz (colección privada de Luis Jimenez-Ridruejo)

Para que Pepe fuera Pepe se tenían que haber juntado, o conjuntado, los astros en un momento crucial; como seguramente debió pasar con el poeta Ángel González y algún artista más. A la conjunción astral siempre le he achacado las cosas buenas y no los infortunios. Esta categoría de personas nacen todos los días pero uno raramente se los encuentra. Maestros, en todos los sentidos de la palabra. No sé porqué, cuando pienso en José Núñez Larraz, el inefable Pepe, siempre acabo recordando a Matisse y nunca me he parado a dilucidar la razón de esta asociación. Pepe era aquel tipo mayor (así lo recuerdo yo eternamente, quizá por ser de la edad de mi padre) que todos nosotros, aquella tropa de aprendices de fotógrafo, el Grupo Libre, queríamos como amigo, admirábamos vitalmente y cuya artesanía fotográfica tratábamos de osmotizar.

Su ciencia no admitía tratados ni compendios, era la pura expresión de la experiencia; los miles y miles de fotos “tiradas” en su vida; el ojo adiestrado y listo para “ver” la foto, instantáneamente. Estuviera donde estuviera, él o la fotografía. Yo siempre tuve la sospecha de que Pepe no buscaba las fotos, sino que las fotos le encontraban a él. Nunca ahorró señales con el dedo, ni consejos de hacia donde mirar o apuntar el objetivo. Era un cazador contumaz, empecinado, primero disparaba y luego hablaba—las fotos no esperan—, decía. Todos hacíamos las fotos en los mismos sitios, raramente coincidíamos en una imagen similar. Eso si, todos empezamos haciendo fotografías como las suyas. Simplemente, porque eran buenas.

La cosa empezó a mis veintiún años, cuando llegué de Paris, donde mis conocimientos estéticos se habían desarrollado enormemente, casi desde la nada. Había descubierto la fotografía y a Cartier-Bresson y los otros; de los americanos no tenía ni noticia. A Núñez Larraz ya le conocía desde siempre, era el padre de Aníbal, el “Ani”, amigo de la niñez, compañero del colegio y malogrado poeta y artista plástico. Encontré a Pepe de nuevo, en una exposición de sus fotografías y fui a verlo a su imprenta para pedirle consejo en la compra de un equipo fotográfico, con el cual pretendía iniciarme en tal arte. Allí me instiló el veneno de la fotografía para los restos, haciéndome un retrato a la luz que se filtraba por una vidriera. En aquel simple disparo estaba plasmado todo lo que yo era, había sido y soy ahora. Cuanto lamento haber perdido aquél retrato en alguno de mis avatares vitales. Solo S., mi compañera, ha logrado algo similar con mi retrato actual, también en blanco y negro.

Núñez Larraz me invitó a salir “de fotos” con él y su grupo de amigos artistas, sorprendentemente casi todos de mi edad; supongo que el ser fotógrafo estaba de moda en aquel momento, eran los últimos años sesenta y en España todo eran pasiones nuevas. Salíamos casi todos los domingos y, a veces, otros días antes del trabajo o después, cuando las luces se terciaban interesantes o había algún evento o situación especial, por ejemplo: una buena nevada. Acabamos formando un grupo expositor, sin manifiesto estético, que se llamó: Grupo Libre de Fotografía de Salamanca. Llegamos a tener cierta relevancia nacional, se hicieron muchas y buenas exposiciones. Entre nosotros calaron amistades de por vida, al amparo de aquellas salidas de las que el chorizo y el buen vino también fueron parte. Pepe era el aglutinador del grupo y nuestro valedor en innumerables ocasiones. Como vulgarmente se dice: hizo escuela.

Tratar de definir la fotografía de Núñez Larraz es empresa ardua y complicada, incluso para alguien como yo que conozco toda su obra y he bebido en sus fuentes personalmente. Como casi todos los fotógrafos anteriores a la guerra civil, era un autodidacta pero con un gran bagaje cultural y una gran información de primera mano, en unos tiempos en los que todavía no existía la gran herramienta internética. Tenia una librería e imprenta y por tanto un rápido acceso al conocimiento gráfico.

Definía las fotos en gran manera por su semejanza o influencia pictoricista. Decía: esa foto es un Matisse, o un Tápies, o cualquier pintor que le recordase la composición, coloridos o texturas. Raramente se equivocaba, y aún siendo un fotógrafo inicialmente en blanco y negro, discernía muy bien cuando una foto era para ello y cuando para color.

Tocó todos los palos de la baraja fotográfica; desde su primera instantánea: una carga de caballería en las calles de Barcelona, el día de la proclamación de la República, hasta su última foto que bien pudo ser una de sus muchas visiones de la catedral de Salamanca, y que nadie como él ha sabido retratar mejor. Testimonio, retrato, documental, deportiva, naturaleza, desnudo, abstracción…en todas ellas consiguió magníficos resultados. Recibió innumerables premios, incluyendo el Castilla-León de las Artes. Siempre definió su actividad artística como: fotografía personal, y sus influencias, igualmente, como personales. Al cabo de un tiempo de “estudiar” con él, me di cuenta que Pepe era una especie de hijo natural de Weston y Adams; sobrino de Cartier-Bresson y creo que tenía un hermano gemelo en América: Ernst Haas, del que yo también soy hijo fotográfico.

El  fotógrafo Pepe Núñez Larraz

El fotógrafo Pepe Núñez Larraz

Núñez Larraz podía haber sido, perfectamente, un fotógrafo americano; si no fuera porque en América no había romerías, tascas, ni procesiones de Semana Santa. Ah! y los Toros…Pepe, desgraciadamente, murió hace casi dos décadas y yo perdí entonces el mejor maestro y el mejor amigo.

Luisma, Maypearl (TX)  20 de Abril del 2014

 

Retrato de Pintor (V)

Andy Wharhol, tramando algo.

Andy Wharhol, tramando algo.

La verdad es que estar muerto da una clarividencia especial, se ve todo mucho más claro, nítido. Tantas tonterías que en vida nos parecían tan importantes, han dejado de ocupar plaza en un cerebro que ya no tengo. Yo que era todo cerebro! Ya sé, ya sé, estoy hablando por Andy—como si no lo supiera—ese deporte que, desde hace algunos años, practico con un montón de ellos. Pintores.

Andy lleva ya unos cuantos años muerto y parece que está por encima de todas las filias y fóbias que le marcaron en vida. Un caballero americano, muy americano. Eso si, con la conciencia muy clara de su origen eslavo; su familia Warhola, a los que no perdona aunque pasen los siglos que no siguieran sus instrucciones escritas. Mira lo que me hicieron! Yo que quería una lápida simple, lisa, en blanco. Sin nombre, sin fechas, sin cruces, sin “erreipes”. Nada, la nada, lo que tiene ahora y lo que le queda de todo aquello. Si por lo menos hubieran puesto tan solo: “un invento”.

Aquello era la celebridad, la publicidad sublimada; nadie ha sido capaz de manejarla como él, ni siquiera alguien tan apegado a ello como aquel español del que tanto aprendió: Salvador Dalí, que se multiplicaba y se reinventaba como la hidra de las siete cabezas. Muchas cosas tuvieron en común el uno y el otro. La sexualidad y la ambición de notoriedad y celebridad y la avidez por el dinero. La celebridad no era, por supuesto, los quince minutos vitales de cada cual (según Andy); ambos eran más afectos a una gloria sempiterna y forrada de billete.

Nada importa ahora. Estar muerto aclara muchas cosas. Pensándolo bien, y en clara contradicción, la muerte es el summun de la perfección para un hipocondriaco, como Andy.Todo empezó con aquella escarlatina que le dio en primaria y que le produjo corea; esa enfermedad que los españoles llaman, tan gráficamente, el Baile de San Vito. Un mártir, eso es lo que él siempre fue, un mártir de la modernidad. Nadie entendió nunca el porqué de mear convulsivamente, salpicando sobre lienzos metalizados, buscando oxidación como solución pictórica. Olé!

Media infancia se la pasó en la cama, donde aprendió a dibujar y coleccionar fotos de artistas de cine. Eso y oír interminables horas de radio. Cualquier cosa menos ver hospitales y doctores. Ese miedo le quedó para siempre, y aún ahora que está muerto, no quiere ver un médico o un hospital ni en pintura.

Cuando, por fin, aceptó la imagen de si mismo que el espejo le devolvía, incluidos los múltiples granos, aceptó también ir al colegio. Tuvo que sufrir frecuentes disgustos y hasta discriminación. Se sobrepuso a todo, incluso a ser el último de la clase y a su propia particularidad. Debajo de su fotografía en el libro del año dice: “tan genuino como una huella digital”. Su especial singularidad le seguiría toda su vida colegial. El profesor de su clase de Individuo y Sociedad dejó dicho, profecía fallida: “si alguien me hubiera preguntado quien era el que menos posibilidades tenía de triunfar, yo hubiera dicho que Andy Warhola”

Lo que siguió después es la parte mas conocida de su vida…diseño artístico en el Carnegie, Gropius, Moholy-Nagy, el ballet, la danza, el dibujo a borrones, publicidad incipiente, Nueva York, bohemia, licenciatura en Bellas Artes, Glamour = Warhol(a), escaparates, libros, el vicio de los dulces, novios/amantes, viajes por el mundo, Elvis, Garland, Gabor, Life, escenografías de operas, las sopas Campbell, serigrafías de Marilyn y de todo el mundo, mil retratos de celebridades, Mao, Polaroid, Hollywood, The Factory, nubes plateadas…Valerie Solanas le dispara, son los sesenta; todavía seguirá en lo alto de la celebridad hasta su muerte, veinte años después.

Tumba de A.W. en Bethel Park, Pittsburgh

Tumba de A.W. en Bethel Park, Pittsburgh

Lo dicho: si hubieran puesto en su lápida, al menos eso, un invento, una quimera, una alucinación, una fantasía…cualquier cosa en vez de su nombre; incluso: un fantasma, ahora que no le queda mas remedio que serlo. Solo se regodea con el detalle de esos visitantes de su tumba, en Bethel Park, a pocos minutos de mi casa. Esos peregrinos de la fama, que dejan latas vacias, claro, de sopas Campbell; y ese otro tipo, al que nunca ha visto, que invariablemente deja algunas monedas cada vez, que detallazo! Así da gusto estar muerto!

Luisma, 20 de Julio de 2011

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De Fotografía

“Vista desde la ventana en Le Gras”. La primera fotografia. Niepce, 1826.

“Vista desde la ventana en Le Gras”. La primera fotografia. Niepce, 1826.

De mi afición a la fotografía, no creo que haya nadie que tenga ninguna duda. Como medio de expresión siempre ha sido mi mejor envite. Solo superado, quizás, por la palabra escrita o hablada. Siempre en ese mismo orden. La pintura, con todo y ser predilecta—la de los demás—, siempre ha sido una fuente de frustraciones; iluminadas—muy de vez en cuando—por ciertos cuadros conseguidos. Y aún, emborronada por la dichosa categorización de “elegante”, suministrada—gratis et amore—por mis críticos, que tanto me quieren y tanta consideración me dispensan…Ja! Sí, es verdad que mis éxitos fotográficos han sido siempre más celebrados que los pictóricos. Quizá, en una próxima vida, el espíritu de San Leonardo da Vinci intermediaría para que la cosa cambie…Ja!

Mi amor por la fotografía fue como novia temprana, empezó muy pronto, y fuerte. Tan pronto como mi curiosidad y mi voyeurismo. Fue la decantación de estas dos lo que me llevó, rápidamente, a la cámara. Los primeros años fueron inevitablemente imitativos, imitar las fotos de las revistas y de aquellos números del “Photography Annual” que me caían en las manos. Ahora que vivo en América sé que lo que intentaba hacer, entonces, era “fotografía americana”. Y que dificil es hacer fotografía “americana” cuando uno vive en España! Lo curioso y sorprendente es que ahora que podría, o pude, hacerla…Ya no me interesa. Aunque, bien mirado, que es sino fotografía americana lo que ahora hago?…Ja!

Tan entusiasta de ella, sin embargo, no conservo casi ninguna prueba de aquella época. Después, en mis primeros veintes, me fuí a Paris y descubrí la fotografía “francesa”. Darme cuenta, gracias a Cartier Bresson—modelo ideal de lo que un fotógrafo debería ser—de las luces fuertes, de las sombras duras y de todos los “reflejos” del mundo. Y la intención, claro. Hice mi primera exposición. Exhibición cándida de un documentalismo confundido con el arte manipulador del laboratorio; alteraciones de la realidad, en blanco y negro. El color, en aquél momento, era prohibitivo. Eran los años sesentas del pasado siglo( ! ). Tampoco conservo casi nada de aquellos días de hiposulfito y rosas…Ja!

Más tarde, tuve mucha suerte, mi camino se cruzó con un maestro de la fotografía. Algo que me hacía mucha falta. Me enseñó el fundamento primario de ello: VER. Era un cazador, no solo en el clásico y propio sentido cinegético: cazaba luces y momentos, es decir, la vida. Me enseñó a ver la foto antes de de hacerla, composición, estética…El arte de un arte nuevo. Pepe Nuñez Larraz, maestro siempre en mente, me lo decía: “ Se trata de ver, la cámara es, simplemente, una herramienta”. Imaginé despejar las presencias humanas y eso me llevó a la abstracción, a la que vuelvo ocasionalmente si la situación y el asunto lo exige. Más de treinta mil negativos y diapositivas guardo, desde aquellos tiempos y hasta la aparición del soporte digital. Tantas cámaras y tan “sofisticados” accesorios arrumbados por una “simplísima” y pequeñísima cámara digital. Ahora hago, con su ayuda, toda clase de fotografías. Todo es cuestión de ver. Que gran parte de mi vida fue estar, tantas veces, al lado de Pepe, oficiando de “aprendiz de brujo”…Ja!

Ver el mundo…Perpetuar lo visto. Ahora sé que para poderlo recordar. Claro que, no es solo la fotografía que uno hace; luego está la otra fotografía, la que otros hacen, la que son los recuerdos de otro. Y en la interpretación de ella es cuando surge la propia imaginaciòn. Una puerta abierta al gozo, a través de una mente que no es la nuestra y que nos permite una invasión en tantas otras cosas, y otros tiempos pasados. Tanta belleza aprehendida. Durante mucho tiempo ya…Pronto serán dos siglos de aquella primera imágen fija, que necesitó ocho ( ! ) horas de exposición. Hoy, tengo más de mil fotos “guardadas” en un “pin”, del tamaño de mi dedo índice.Y, ni siquiera acierto a plantearme como será la “fotografía” del futuro. Quién pudiera!…Ja!

Luisma, 30 de Abril del 2010

[Originally posted at Dust, Sweat and Iron]