Monthly Archives: March 2014

Frank Gehry en Cleveland

“Peter B. Lewis Building” de Frank Gehry. “…proas de barcos hendiendo ruiselantes mares de sombras…”

“Peter B. Lewis Building” de Frank Gehry. “…proas de barcos hendiendo ruiselantes mares de sombras…” (Foto: Luis Jimenez-Ridruejo.)

Siempre he sabido que la Arquitectura (así, con mayúscula) ejerce una fascinación especial en mi. Nunca me he parado a considerar las razones de ello, pero, ha sido y es una constante de mi vida. Puedo estar horas en contemplación de la buena arquitectura y tratar de diseccionar todas sus posibilidades estéticas con la ayuda pertinente de una cámara fotográfica. Nunca, sin embargo, consideré seriamente estudiar para ser arquitecto. La parte ingenieril y de cálculo siempre me echó para atrás. Cobardía.

Ahora, y siempre, esa fascinación se ha convertido en atracción, casi magnética, por las grandes obras del arte arquitectónico; de todas las épocas, pero principalmente de la modernidad contemporánea. Tengo mis gustos en ello muy claros y una cohorte de artistas, escueta pero apreciable, llenan mis expectativas de lo que busco en una buena obra arquitectónica. Casi siempre he elegido mis preferencias por el juego fotográfico que ellas me han procurado. Son amores distintos, la fotografía ante todo y solo pareja a la pintura.

Así puedo citar una pequeña lista, que podría ser más grande: Julio Cano Lasso, Frank Lloyd Wright, Philip Johnson, Renzo Piano, Frank Gehry…De este, tardío en llegar a mi apreciación de todos ellos, en los últimos años he admirado el “Guggenheim” de Bilbao, el “Parque del Milenio” de Chicago y finalmente, solo hace un par de semanas, el “Peter B. Lewis” de Cleveland. Cada “nuevo” edificio suyo que conozco, más me gusta su concepto y el resultado constructivo. Por supuesto, todo ello pasado por el tamiz de las posibilidades fotogénicas que me brinda.

“Peter B.Lewis” Interior. Facultad de Administración y Dirección de Empresa. Universidad Case Western, Cleveland (Ohio)

“Peter B.Lewis” Interior. Facultad de Administración y Dirección de Empresa. Universidad Case Western, Cleveland (Ohio).

Quizá lo que menos veo es su funcionalidad, aunque tengo la creencia de que un edificio que resulta “redondo”, estéticamente, tiene que funcionar también. Y casi siempre, salvo “deshonrosas” excepciones, las grandes obras lo hacen. Si no es así, la gran arquitectura es capaz de crear la función, por si misma. Tiene vida propia. Este edificio de Cleveland, universitario, no puedo juzgarlo en su funcionalidad, pero, el deleite estético cubre todas las ambiciones. Al menos, las mías. La emoción y la sorpresa es grande frente a este hito del arte moderno.

Lo primero fue descubrirlo inopinadamente, sin buscarlo. Ignorante de mi, había visto tiempo atrás una foto no muy buena de él y no paré mientes en donde estuviera localizado. Asi pues, yendo en busca del Museo de Arte de Cleveland, me desvié un par de calles intentando un aparcamiento gratuito; algunos no cambian con los siglos—si es gratis, incluso un resfriado—(if is free, even a cold), un dicho americano. Caminando de vuelta al museo atravesé unas puertas cristaleras de otro edificio vulgar y ahí estaba, de pronto, el corazón y la máquina de fotos me dieron un vuelco. Lo reconocí como el que se topa con una artista de cine en una calle concurrida.

“…azules purisimos jugando por reflejo con beiges de una profundidad inusitada…” (Foto de Luis Jimenez-Ridruejo.)

“…azules purisimos jugando por reflejo con beiges de una profundidad inusitada…” (Foto: Luis Jimenez-Ridruejo.)

Es un edificio brillante, en todos los sentidos de la palabra. Ladrillo y metal se mezclan y casi parece que se funden el uno en el otro. Lo esencial es la curvatura, es un canto solemne y elíptico. Metal curvado, muros enladrillados de las mismas formas, ventanas curvadas al compás. No sé porque me vino a la imaginación un canto gregoriano y una ensoñacion de velocidad, todo ello tridimensional y colgado sin soporte en el espacio.Nada eclesial en su aspecto, pero, una catedral laica de los tiempos actuales. Lo que antiguamente se llamaba: un obrón. Un magnífico edificio.

“…una selva de formas, aparentemente caprichosas, solo aparentemente…” (Foto de Luis Jimenez-Ridruejo.)

“…una selva de formas, aparentemente caprichosas, solo aparentemente…” (Foto: Luis Jimenez-Ridruejo.)

La mirada discurre por sus formas sin solución de continuidad. La imaginación se pone inmediatamente en movimiento…Proas de barcos hendiendo ruiselantes mares de sombras. Lunas plateadas en pleno mediodía, en campo de gules. Azules purísimos jugando por reflejo con beiges de una profundidad inusitada. Evocación de cimas soñadas, picos metálicos y ángulos impensables surgiendo de una selva de formas, aparentemente caprichosas, solo aparentemente. Cuanto más tiempo pasas mirándolo, más razonable te parece su estética y más familiar se vuelve su sentido.

Es patrimonio de la buena arquitectura el ser esencialmente fotogénica. Las obras de Gehry lo son y en grado sumo. Cada visita a una de ellas me ofrece siempre nuevas posibilidades, todo cambia con nuevas luces, al fin y al cabo, la luz lo es todo.

Luisma, 25 de Mayo del 2012.

 

(Originally posted at Dust, Sweat and Iron.)

 

Retrato de pintor (VI)

Henry Matisse. Autoretrato

Henry Matisse. Autoretrato

Siempre fue mi gran desconocido de entre los grandes. Un pintor diferente a los demás, aunque estaba ahí con todos. No es que yo no parara mientes en su pintura, algunos de sus cuadros me influenciaron siempre muchísimo, más de lo que yo nunca me dí cuenta hasta ahora, un siglo después. Era algo personal con el hombre, con su falta de atractivo, para mí. No fue así para las mujeres de su época, aunque nunca llegase a los niveles del músico Ravel, del cual no he conocido ninguna mujer, ni de entonces ni de ahora, que no se sintiera atraida por él. Matisse, el hombre, nunca me llego a interesar como Picasso, el hombre. Aunque compartieran tantas cosas.

Matisse, uno de los dos más grandes “fauves” tardó en entrarme, a pesar de su gloria y celebridad. Andre Derain me afectó mucho más, aún siendo su colorismo mucho menos atractivo. Hoy, Derain apenas me interesa y Matisse lo hace cada vez más; como ellos no han cambiado es de suponer que yo lo haya hecho.

Todo lo que sé de Matisse, el hombre y el artista, lo aprendí en una noche y fue mucho más de lo que nunca aprendería en los libros, y todo por una de esas casualidades de la vida. Vivía entonces en Houston (Texas), de esto hace quince años. Una tarde de poco quehacer, leyendo el periódico, supe que Francoise Gilot; en otro tiempo compañera de Picasso y luego casada con Jonas Salk, descubridor de la vacuna contra la polio; la madre de dos de los hijos de Picasso, Claude y Paloma, daba una conferencia-coloquio sobre arte. En su calidad de pintora, crítica, musa de artistas, compañera de pintor y “enamorada” de otros pintores, la cosa presentaba interés. Hacia allí me encaminé, solo para pacientemente “soportar” más de dos horas de interesante panegírico de Matisse, su persona y su obra. Por alguna razón yo esperaba que fuera sobre Picasso.

Matisse. Retrato de Lydia, 1937. Colección Cone. Baltimore

Matisse. Retrato de Lydia, 1937. Colección Cone. Baltimore

No fue así, y aquella mujer – que mujer más interesante – desgranó un montón de información sobre Henry Matisse, el pintor y el hombre, esa vibración que no puede estar en los libros. Sus ideas, sus intereses, sus sueños, sus glorias, su personalidad. Inmundicias solo habló de las de Picasso. Demostró gran enamoramiento corroborado por la exhibición de pintura suya, personal, enormemente influenciada por Matisse. En el coloquio le pregunté porque pintaba como Matisse y criticaba tan duramente a Picasso, si había tenido los hijos con él. Su respuesta fue: tu debes ser español, solo un español hace una pregunta semejante.

Aquella noche cené con ella y me uní a su grupo de acompañamiento, en el restaurante de Ninfa, la mexicana. Me habló largo y tendido de Matisse y muy poco de Picasso. Supe que la envidia y la competencia entre los dos era grande, a pesar de la diferencia de edad, una auténtica rivalidad, a veces cómica. Pablo era 12 años menor que Henry. Ella, a su vez, era 40 años más joven que Picasso. Me pintó a un Matisse interesante, dolido por la edad y las condiciones físicas, acarreado en su silla de ruedas por una antigua modelo. Devoto de sus amigos y hasta de sus rivales, el fue el iniciador del salón de Gertrude Stein, fragua de la pintura moderna. Sintetizó, simplificando, las diferencias con Picasso; este pintor de la imaginación y Matisse, pintor del natural. Los dos pintores de mujeres. Ambos muy diferentes en su relación con ellas. Pude entender su pasión por Matisse.

Matisse. Vista de Notre Dame, 1914. MoMA.Nueva York

Matisse. Vista de Notre Dame, 1914. MoMA.Nueva York

Su retrato de Matisse es el que hago mío ahora. Un artista que no pintaba las cosas sino la diferencia entre ellas. Alguien rendido más a la veracidad de la representación que a la exactitud. Lo natural de la imaginación primando sobre la realidad, y aunque nunca llegó a ser un abstracto estuvo a un solo paso de serlo con su Vista de Notre Dame, de 1914. Probablemente ninguna pintura me ha influenciado tanto ( excepción hecha, claro, de las Meninas). Además tocaba el violín, cada mañana, y toda su vida le fastidió no pintar como todos los demás, ser tan diferente. En resumen, a mi tampoco me importaría convertirme en un pez rojo, si fuera en la misma pecera que Matisse.

Luisma, 18 de Septiembre del 2012

 

[originally posted at Dust, Sweat and Iron]

Retrato de Pintor (VII)

 

Retrato de autorretrato con reflejo. Francis Bacon (1958)

Retrato de autorretrato con reflejo. Francis Bacon (1958)

Viajar, en la juventud, es parte de la educación; en la vejez, parte de la experiencia.

(Sir Francis Bacon, filósofo, 1561-1626)

Viajar, en mi, es siempre la más valiosa de las experiencias. Algo que hace la vida digna de ser vivida. Conocer, visitar, ver, ir en busca de un pintor y de su pintura, es parte de la experiencia de rodar por este país. La gran cantidad de museos americanos, grandes colecciones o pequeñas, proporciona magníficas oportunidades. Washington D.C. tiene un museo, uno de mis favoritos en el conjunto de los que conozco, el Hirshhorn, en el Mall, muy cerca del Congreso. Esta vez he ido al encuentro de un pintor y una pintura que admiro y me ha servido muchas veces de inspiración. Un retrato de Francis Bacon (1909-1992) y otros cuadros del mismo autor que lo rodean y lo acompañan en la misma sala.

Allí está, entro en la obscuridad del cuadro y veo al pintor, hace veinte años ya… Camina con dificultad y ahogo. No puede respirar, difícil, a pesar de ser una mañana de abril madrileño con un aire frio y puro, de la sierra. La luz, tan blanca, le ciega esos ojos acostumbrados a tratar con los colores y la tenebrosidad. Se detiene y mientras recuerda las lecturas de su antepasado, con el que comparte el nombre: “En orden para que la luz brille resplandeciente, la obscuridad tiene que estar presente”. Francis no sabe que está caminando directamente hacia la tiniebla absoluta, la última obscuridad. Vacila antes de entrar en la clínica. Nada le importa ya. Aire. Al final del corredor le espera la monja que le cuida, la hermana Mercedes. La imagina a caballo, como uno de los jinetes finales. La risa le remontaría hasta los ojos, si no fuera por el miedo.

Ahora, después del tratamiento, descansa cabizbajo sentado en un mimbre de la terraza. Está solo y no debería estarlo. Pathos.  Donde están todos? Mejor, así puede permitirse el lujo de cerrar los ojos y seguir la tertulia con Picasso y Velázquez. Sueña despierto. Son los santos de su devoción pictórica, a los dos les debe mucho. Discutir sobre figurativismo y abstracción con estos dos. El más propenso a justificar la pintura abstracta es Velázquez. Vivir para ver, es la madurez de los siglos. Picasso no se aclara porque le cuesta absorber el hecho abstracto y no puede decidir de quien beber, quizá de todos. “Tened cuidado conmigo, que yo copio”, Picasso dixit. Bacon sigue terne en lo figurativo. Siempre. En un mundo y una época de abstracción, su figuración triunfa. Los otros aplauden. Su colorismo y su gesto mandan. Todos vamos  pintar de él y por él.

Estudio para “Retrato de Van Gogh” III. Francis Bacon (1957)

Estudio para “Retrato de Van Gogh” III. Francis Bacon (1957)

El descanso ya no puede ser, en la inmovilidad solo le quedan las imágenes, tantas, que le llegan a borbotones, de la misma manera que la vida se le va…Dublín, hace mil años, su progenitor tratando de “hacer un hombre de él”, el dolor de una juventud frustrante y un padre rígido, difícil. Su entrega a una vida disoluta de “gigoló”, las buenas mesas, los buenos vinos, el hedonismo galopante que le acompañará toda su vida. La estética aprendida con todos aquellos hombres ricos y cultivados, a los que servía como “caballero de compañía” en Londres.

Mientras tanto leía a Nietzsche y a tantos otros. La risa, casi una mueca, se le escapa al recordar sus momentos al espejo, disfrazándose de mujer, incluso con ropa interior femenina. Fue cuando estuvo en el increíblemente libre Berlín del 27, con un amigo de su padre, que le dejó solo al poco, lo que aprovechó para irse a París, a ver museos y galerías de arte. Aquellos 106 dibujos de Picasso que le tocaron el corazón.

Reflejos en el autorretrato de Bacon.                    (S. de rojo y con sombrero)

Reflejos en el autorretrato de Bacon.
(S. de rojo y con sombrero)

Le vienen más imágenes. Vuelta a Londres. Decoración y pintar, pintar mucho, exponer. El grupo de Jóvenes Artistas Británicos, las primeras críticas y, por fin, el tríptico de la base de la Crucifixión, el origen de su carrera pictórica de éxito, el así lo considera. Nada volvió a ser lo mismo. Se dió de bruces contra la fama y la celebridad, el mundo. Todo lo que sucedió a partir de ese momento no importa, ya nada importa, está demasiado cerca. La cruda realidad, igual a su pintura. Comer, beber y el juego, constantes de su vida. Con la sola atenuación de sus amigos, muchos no sabe discernir porque lo son. Pinta rabiosamente. Piensa: “Como puedo tener interés en mi trabajo, cuando no me gusta lo que estoy haciendo?

Ahora, en estas vacaciones en Madrid, todo cobra sentido, esta obscuridad tan difícil. Pero, se siente tan mal. Quisiera gritar y no puede. Donde estáis Velázquez y Picasso? Porque se ha hecho de noche tan pronto? Será esto el principio del caos, ese caos ordenado que rigió su pintura? Es el miedo a la obscuridad, el horror redivivo de aquellas reclusiones infantiles, cuando la niñera le encerraba durante horas en el bargueño. Apenas puede respirar. No siente nada.

Francis Bacon murió en Madrid, el 22 de Abril de 1992.

“El proceso creativo pictórico es una mezcla de miedo y placer”  F.B.

Luisma, Pittsburgh, 7 de Abril del 2013

(originally published at Dust, Sweat and Iron)

Retrato de pintor (?)

luis jimenez-ridruejo appears to open a painting of a window

“…como un magnífico engaño sin crueldad, un trampantojo…” (Luis Jimenez-Ridruejo)

Conocí a Luis Jiménez-Ridruejo hace ya muchos años, yo diría incluso que lo conozco desde siempre, lo cual es harto precisar porque muchas veces él me ha dicho: “ni yo mismo me conozco”. Luis concibe la vida, al igual que su pintura, como un magnífico engaño sin crueldad; un trampantojo detrás de otro. Una realidad que, a veces, se confunde con la ficción.

Creo recordar que lo vi en Paris, a mediados de los años sesenta y luego en Salamanca. Era este un tiempo en que salíamos mucho de noche, después de pintar, hasta altas horas de la madrugada. Pasábamos largas horas de “alterne”, rock, videos y poco alcohol (ninguno de los dos bebemos mucho), en aquel antro artístico que regentaba el gran Cipri en Salamanca: el “Santabárbara”, discoteca, videoteca y rompeolas nocturno de pintores, músicos, escritores, actores, performers, y otras gentes de “buen vivir”. Eran los primeros ochenta del siglo pasado. Últimamente, ahora que me he venido a vivir a Texas, que es donde él mora o habita, lo veo muy a menudo—casi todos los días—coincidiendo que ambos hemos vuelto a pintar, después de algunos años de no hacerlo.

Aquel tiempo en París fue excepcional. Vivimos una temporada juntos; íbamos a las mismas clases de historia del arte y de dibujo; una enseñanza clásica, a más no poder, montones de dibujo del natural, con modelos y mucho cuaderno de apuntes y bocetos, en calles y cafés. En Montmartre nos hacíamos la ilusión de ser artistas consagrados. Vendimos nuestros primeros cuadritos de paisajes parisinos en aquella placita de Tertre, donde seguramente concurrimos en ensoñaciones con otros pintores. Allí duramos poco, aquello era ya historia pasada, folclore y señuelo comercial, a cien francos viejos el dibujo o el retrato. Los americanos lo definen bien: una trampa para turistas. Volvíamos solo cuando nos hacían falta unos francos.

luis jimenez-ridruejo in front of a building in Paris that is painted to look like it is melting

Otro trampantojo, esta vez en París (Luis Jimenez-Ridruejo).

Luis con su habitual jeta y verborrea nos consiguió un trabajo de decoración en un restaurante español. Pintamos siete cuadros, malos, de motivos taurinos y flamencos…faltaría más! Incluido un fresco en un paño de pared del bar, pintado por las noches mientras el restaurante estaba cerrado. El pago no fue muy bueno pero, al menos, durante tres meses comimos caliente. El sitio estaba en el barrio de Passy; nunca he tenido la curiosidad de volver por allí. Luis, tampoco. Eran los meses previos al 68 parisino y ya se cocía todo lo que iba a pasar luego. Ya tenía, por aquel entonces, problemas con el color; como él dice que siempre ha tenido, aunque últimamente ya no lo asegura como antes. Color más o menos, a mi siempre me ha impresionado la facilidad que tiene para pintar cuadros grandes. Aquel momento en Paris fue el comienzo de un largo idilio con las musas, que nunca nos han abandonado. Y ya va para largo.

A Ridruejo hay que ponerle una pistola en la espalda para que se ponga a pintar y luego encañonarle con la misma para que deje de hacerlo. Lo cual en Texas es muy propio y plausible, llegado el caso. Aún recuerdo los años en que, ya mayorcito, volvió a la universidad para estudiar Bellas Artes. Eran los tiempos del “Santa”, la madriguera donde finalizábamos nuestras noches. Luis tenía, a la sazón, su casa llena de pintores, profesores de arte y compañeros alumnos. Por su edad, a veces le confundían con un profesor; aún lo siguen haciendo, por su pinta y su manera de hablar. Nunca, ni en los años mozos de París, lo vi tan feliz como en aquellos otros de estudios tardíos. Quizás ahora en Texas le veo mejor que nunca, aunque proteste tanto de su salud maltrecha.

En aquella época de los ochenta, antes de venirse a los Estados Unidos, siempre me sorprendió que me siguiera los pasos; al fin y al cabo, como él, tampoco soy un pintor reconocido. Decía que yo le daba suerte y de mi, o por mi causa, vino lo de escribir y pasó de su inicial Houston a vivir en Pittsburgh. Me consta que allí hizo mucha fotografía y poca pintura. Como siempre cuadros grandes, y luego lo dejó durante una década. Ahora nos hemos reencontrado y compartimos estudio. Un lugar luminoso, en medio de una gran pradera tejana, de un silencio avasallador y bienvenido, turbado apenas por cuatro ladridos amistosos y algún avión perdido en las alturas. La pintura lo está llenando todo y la televisión y el Internet nos mantienen en contacto con el mundo.

photo of luis jimenez-ridruejo's studio

La realidad: el estudio de Luis Jimenez-Ridruejo en Texas.

No es fácil definir la pintura de Luis. Algunos críticos estultos la han tildado repetidamente de “elegante”, algo que a él le molesta mucho. Me parece que todo es producto de la inhabilidad de estos para entender un mundo pictórico, el de Ridruejo, de por si complicado y fantástico, y se quedan en una pintura que no es agresiva a la vista, que no grita desde las paredes. Sus cuadros se leen despacio y su apreciación dura largas miradas. No hay que buscar muchas explicaciones, en realidad no hay que buscar ninguna. Picasso lo dejó dicho muy claro: “La gente que trata de explicar una pintura están, usualmente, ladrando al árbol equivocado”.

He intentado hacer un retrato de Luis y más parece que me haya salido una semblanza, o un bosquejo somero. La próxima vez le pediré a él que se autorretrate, será más evidente que hacerlo yo mismo. (?)

Luisma, Maypearl (TX)  2 de Marzo del 2014